Domingo 14 de septiembre
Sean plenamente capaces de comprender bien la anchura, la longitud, la altura y la profundidad (Efes. 3:18).
Si estuviera pensando en comprar una casa, seguramente querría ir a verla y examinarla. Lo mismo podemos hacer cuando leemos y estudiamos la Biblia. Si la leemos a la carrera, solo aprenderemos lo más básico, “las cosas elementales de las declaraciones sagradas de Dios” (Heb. 5:12). Es mucho mejor hacer como con la casa: examinar el “interior” para ver todos sus detalles. Para estudiar bien la Biblia, conviene ver cómo se relacionan las diferentes partes de su mensaje. No basta con saber qué creemos, también hay que saber por qué lo creemos. Para entender la Palabra de Dios a fondo, debemos estudiar las verdades bíblicas más profundas. El apóstol Pablo animó a todos los cristianos a estudiar la Palabra de Dios con empeño para que fueran “capaces de comprender bien la anchura, la longitud, la altura y la profundidad” de la verdad. Como resultado, estarían “bien arraigados y establecidos” en su fe (Efes. 3:14-19). Nosotros tenemos que hacer lo mismo. w23.10 44:1-3.
Lunes 15 de septiembre
Hermanos, tomen como ejemplo de aguantar sufrimientos y tener paciencia a los profetas que hablaron en el nombre de Jehová (Sant. 5:10).
La Biblia habla de muchas personas que fueron pacientes. ¿Por qué no se propone estudiar esos relatos? Por ejemplo, David era muy joven cuando fue ungido para ser el futuro rey de Israel, pero tuvo que esperar durante muchos años antes de poder ocupar el trono. Simeón y Ana le sirvieron fielmente a Jehová mientras esperaban al Mesías prometido (Luc. 2:25, 36-38). Al estudiar esos relatos, pregúntese: “¿Qué ayudó a esta persona a ser paciente? ¿Qué buenos resultados tuvo por demostrar esta cualidad? ¿Cómo puedo imitar su ejemplo?”. También puede aprender muchas cosas de quienes fueron impacientes (1 Sam. 13:8-14). Podría preguntarse: “¿Por qué no tuvieron paciencia? ¿Qué malos resultados obtuvieron por no demostrar esta cualidad?”. w23.08 35:15
Martes 16 de septiembre
Nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios (Juan 6:69).
El apóstol Pedro era leal. No permitió que nada le hiciera tirar la toalla definitivamente. Por ejemplo, demostró su lealtad cuando Jesús dijo algo que sus discípulos no entendieron (Juan 6:68). Sin siquiera esperar a que Jesús aclarara el asunto, muchos lo abandonaron. Pero Pedro no. Él dijo delante de todos que solo Jesús tenía “palabras de vida eterna”. Jesús ya sabía que Pedro y los demás apóstoles lo abandonarían. Aun así, expresó su confianza en que Pedro se recuperaría y se mantendría fiel (Luc. 22:31, 32). Jesús comprendía que “el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mar. 14:38). Por eso, incluso cuando Pedro negó conocerlo, Jesús no dio por perdido al apóstol. Después de resucitar, se le apareció a Pedro, al parecer a solas (Mar. 16:7; Luc. 24:34; 1 Cor. 15:5). Seguro que esto ayudó mucho al apóstol a superar el desánimo. w23.09 40:9, 10