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  • ¿Qué les está sucediendo a los trasplantes del corazón?
  • ¡Despertad! 1970
¡Despertad! 1970
g70 22/1 págs. 3-4

¿Qué les está sucediendo a los trasplantes del corazón?

LA MUERTE de Philip Blaiberg en la República Sudafricana marcó el fin de una era para muchos de la profesión médica. Blaiberg, que murió en agosto pasado, era el paciente que por más tiempo había sobrevivido un trasplante del corazón en el mundo. Había vivido más de año y medio después de haber sido operado; un total de 594 días.

La muerte de Blaiberg impulsó a volver a examinar sobriamente el futuro de los trasplantes del corazón. Como dijo un cirujano cardíaco de Houston, el Dr. Denton Cooley: “Mientras vivía él, vivía el programa de trasplantes del corazón. Pero ahora tenemos que considerar si debemos de continuar o no.”

¿Qué problema principal está llevando a ese reavalúo? Eso se puede notar en una declaración que señaló que la causa de la muerte de Blaiberg era “rechazamiento crónico del corazón.” Aunque los aspectos técnicos de la cirugía de trasplantes habían sido un éxito, en el mismísimo momento en que el nuevo corazón fue recibido comenzó una lucha feroz, una que Blaiberg estaría perdiendo cada día desde entonces en adelante. Esa lucha consistía en el “rechazamiento,” por su cuerpo, del elemento “extraño,” el segundo corazón.

Dios creó al hombre con un maravilloso mecanismo que le brinda protección contra los gérmenes y virus portadores de enfermedad. Este mecanismo le permite al cuerpo ponerse a trabajar inmediatamente para comenzar a atacar cualesquier sustancias extrañas que sean introducidas en él. Aunque no se entiende cabalmente, parece que el factor principal envuelto en esto es una clase de glóbulo blanco que se llama corpúsculo linfático o linfocito. Los humanos tenemos miles de millones de estos linfocitos. Estos tienen una habilidad “intraconstruida” de reconocer otras células del cuerpo. Cuando reconocen las células que pertenecen al cuerpo, los linfocitos permanecen pasivos. Pero cuando reconocen células que no pertenecen al cuerpo, entonces fabrican anticuerpos que atacan a los invasores, ya sea neutralizándolos o destruyéndolos.

En el rechazamiento agudo o inmediato, las células trasplantadas que reciben el ataque se hinchan y mueren súbitamente y en masa. Sin embargo, en otros casos, el rechazamiento va efectuándose a un paso más lento. En el caso de Blaiberg, el rechazamiento fue lento. Pero aunque lento, fue implacable. Las defensas de su cuerpo nunca cesaron de atacar las células extrañas del nuevo corazón.

La profesión médica trata de contrarrestar este proceso de rechazamiento. Pero el hacerlo los envuelve en un serio dilema. Si se puede hacer más lento el proceso usando diversas drogas, el nuevo órgano no es rechazado tan aprisa. Sin embargo, mientras mayor es la supresión, menos puede defenderse el cuerpo contra gérmenes portadores de enfermedades. Por eso, aunque las drogas quizás demoren el proceso de rechazamiento, también reducen la resistencia de modo que el paciente puede contraer otras enfermedades.

Blaiberg contrajo hepatitis en unos seis meses. Luego pescó una pulmonía. Por medio de un equilibrio delicado de drogas que contrarrestaban el proceso de rechazamiento y drogas que contrarrestaban las nuevas enfermedades, se le mantuvo vivo. No obstante, durante todo ese tiempo el rechazamiento continuaba sin cesar.

¿En qué condición estaba su segundo corazón cuando él murió? El Times de Nueva York del 19 de agosto de 1969 informó: “Tanto se destruyó del músculo del corazón del Dr. Blaiberg, en realidad, que su corazón había regresado a la condición en que se hallaba su corazón original antes de la operación de trasplante, dijeron los doctores.”

No se podía considerar otro trasplante del corazón. ¿Por qué? Porque, como dijo la revista Time del 29 de agosto, su nuevo corazón en deterioro “ya no podía bombear suficiente sangre a sus pulmones para recoger oxígeno para las necesidades de su cuerpo, o a sus riñones a fin de sostener su vital función filtrante. Como resultado, estos órganos también se habían deteriorado.”

Un reavalúo sobrio de los trasplantes del corazón se hace debido a que los doctores saben que no pueden detener el mecanismo de rechazamiento ahora. Como reconoció el Dr. Christian Barnard, que llevó a cabo el trasplante de Blaiberg: “Jamás me he desorientado a mí mismo ni al mundo dando a creer que tenemos una curación. No es posible impedir el rechazamiento, sino solo hacer más lento el proceso.” Por eso es que hay tan pocos sobrevivientes que duren mucho. Hasta agosto de 1969, de 141 pacientes que habían recibido trasplantes del corazón, solo 29 sobrevivían.

Un rechazamiento semejante funciona en otros tipos de trasplantes. Las cifras revelan lo siguiente: trasplantes de pulmón... 20 recipientes, un sobreviviente; trasplantes de páncreas... 10 recipientes, un sobreviviente; trasplantes del hígado... 100 recipientes, 14 sobrevivientes. En los trasplantes del riñón, entre personas no emparentadas el 58 por ciento muere en el transcurso de un año, las personas emparentadas tienen una proporción de supervivencia superior.

Debido a la proporción baja de supervivencia, y el corto período, muchas instituciones han examinado muy críticamente los trasplantes, particularmente los del corazón. El Dr. Irvine H. Page, cardiólogo de Cleveland, dijo: “Los resultados del trasplante de corazón no justifican el tiempo, el gasto ni el riesgo.” Un cardiólogo de Nueva Orleáns, el Dr. G. E. Burch, declaró: “Es una injusticia el dar a un paciente ahora la esperanza de que un trasplante de corazón es la solución.”

Ninguna persona cuerda quiere morir. La vida es preciosa, de modo que el hombre quiere vivir. Pero el hacerla de antropófago de órganos humanos no es la respuesta para la longevidad. La respuesta solo puede obtenerse en el nuevo orden de Jehová Dios después del fin de este sistema de cosas. Como garantiza la Palabra inspirada de Dios en Revelación 21:4: “Él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento, ni clamor, ni dolor.”

Larga vida, sí, vida eterna, estará disponible entonces, no porque uno pueda hallar un donador de un corazón y pueda darse el lujo de pagar las cuentas médicas, sino a todos los que ejerzan fe en la provisión de Jehová de vida eterna por medio del sacrificio de rescate de su Hijo Jesucristo. ¡Qué deleite será entonces la vida! ¡Es con buena razón que la Biblia la llama “la vida que lo es realmente”!—1 Tim. 6:19; Juan 3:16.

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