Edificando una vida de familia feliz
EL HOMBRE ha efectuado muchas hazañas asombrosas. Hasta ha logrado viajar a la Luna. Pero no se puede negar que en la Tierra ha fracasado en cuanto a resolver problemas fundamentales. Por ejemplo, el hombre no ha tenido buen éxito, en su mayor parte, en cuanto a edificar familias felices y unidas.
Ha habido una deterioración en la vida de familia que se ha notado en todas partes del mundo. La situación ha llegado a estar tan mala que algunos observadores hasta van al extremo de predecir la disolución de la familia. El Daily Star de Toronto en su número del 24 de noviembre de 1967 publicó los titulares: “¿DESTINADA A RUINA LA FAMILIA EN EL AÑO 2000?”
El artículo decía: “La antropóloga Margaret Mead llama a la estructura de familia contemporánea un ‘fracaso de grandes proporciones’ . . . La Srta. Mead ve como destinado a la ruina el actual estilo de vida que da énfasis al matrimonio como la relación principal entre los hombres y las mujeres.”
¿Por qué se ha deteriorado tan terriblemente la vida de familia en tiempos recientes?
La respuesta es muy clara. Se ha descuidado, o hasta se ha pasado por alto, el consejo sano que se nos da en la Palabra de Dios, la Sagrada Biblia. ¡Qué terrible error ha sido éste! Pues la Biblia nos muestra cómo enfrentarnos con éxito a los problemas de la vida diaria. En realidad no hay otro lugar dónde uno pueda conseguir mejor consejo, porque Jehová Dios, el Autor de la Biblia, es también el que dio origen al matrimonio e hizo los arreglos para la vida de familia.—Gén. 2:18, 22.
Cuando Dios unió al primer hombre y la primera mujer como esposo y esposa, se propuso que el matrimonio fuera permanente. Al mismo tiempo dio énfasis a la unidad que debería existir entre la pareja humana. Jesús llamó la atención a esto cuando dijo: “¿No leyeron que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne’? De modo que ya no son dos, sino una sola carne.”—Mat. 19:4-6.
Note que los cónyuges no habían de ser competidores. Tampoco habían de ser sencillamente conocidos que compartieran el mismo lugar donde vivir. No, más bien como dijo Dios “desde el principio” habían de ser “una sola carne.” Por lo tanto, los cónyuges deben cultivar entre sí profundo amor y también deben esforzarse sinceramente por fortalecer su vínculo en unidad de propósito.
Pero, ¿se puede lograr en realidad esto? ¿Es razonable esperar que los miembros de la familia vivan juntos en paz y en unidad a todo tiempo? ¿Qué consejo de la Biblia hace más estrecho el vínculo entre los esposos y las esposas en una unión feliz?