Criando a los hijos de manera piadosa
CUANDO nacen los hijos, el deseo intenso y sincero de los padres amorosos es ver que la vida de estos jóvenes tenga buen resultado. Pero la tarea no es fácil. Hay muchos problemas que surgen a medida que pasa el tiempo. Estos se pueden resolver con buen éxito solo por medio de aplicar el consejo de la Palabra de Dios.—Pro. 22:6; Deu. 11:18-21.
Por lo general se requiere mucho tiempo y esfuerzo para asegurar que haya el alimento apropiado, ropa limpia y un hogar placentero en el cual vivir. Pero la Biblia muestra repetidamente que la responsabilidad de los padres no termina de ninguna manera con eso. También es vital incluir a los niños con regularidad en el programa familiar de instrucción en la Palabra de Dios.—Sal. 78:5-7.
Los padres no solo deben hablar a sus hijos acerca de Jehová y sus caminos durante las sesiones regulares de estudio, sino en otras ocasiones también. Como la ley de Dios a Israel expresó: “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deu. 6:6, 7) Cuando esto se hace, los niños aprenden a pensar en Dios con relación a todas las actividades de la vida.
Es principalmente sobre el padre, como cabeza de la casa, que las Escrituras colocan la responsabilidad de ver que se dé esta instrucción. Cuando él hace arreglos para que se dé esta instrucción y personalmente lleva la delantera en darla, los vínculos entre todos los miembros de la familia se estrechan más. Al mismo tiempo, a los niños se les da la clase de entrenamiento que tanto necesitan. De modo que es importante tomar a pechos lo que está registrado en Efesios 6:4: “Ustedes, padres, no estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová.”—Vea también Proverbios 4:1.
Parte de la “disciplina . . . de Jehová” que es preciso enseñar tiene que ver con la obligación del niño de ser obediente a sus padres. Esto no es algo que haya de tratarse como de poca importancia, porque en ello están envueltas las perspectivas de vida eterna del niño. Dice la palabra de Dios: “Hijos, sean obedientes a sus padres en unión con el Señor, porque esto es justo.”—Efe. 6:1.
Dios es Quien exige que los hijos obedezcan a sus padres. Por lo tanto, los padres demuestran sabiduría si paciente y consistentemente graban esta lección en la mente y el corazón de su prole.—Col. 3:20, 23.
Habrá ocasiones en que esto exigirá más que solamente decirle al niño lo que es correcto. Cuando él deliberadamente hace lo que sabe que es incorrecto, se necesita acción más fuerte para grabar en él lo grave del asunto. Sabiamente la Biblia dice: “La tontedad está atada con el corazón del muchacho; la vara de la disciplina es lo que la alejará de él.” (Pro. 22:15) Debido a la imperfección heredada, los niños nacen con una tendencia a hacer lo que es malo, y por eso necesitan corrección. El padre amoroso no descuida esto. Como dice Proverbios 13:24: “El que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina.”
La disciplina que se administra con amor se administra con la mira de que resulte en bien duradero para el niño. No se hace en violentos estallidos de cólera ni con gritos y amenazas. Esa no es la manera cristiana de hacer las cosas. (Efe. 4:31, 32) Debe haber firmeza, pero también debe demostrarse buen juicio.
Los padres mismos deben estar poniendo un buen ejemplo, no simplemente para presentar una apariencia de justicia —los niños pueden discernir fácilmente cuándo se está haciendo eso— sino honrada y sinceramente. Y si así lo hacen, eso ayudará a los niños a darse cuenta de que los principios justos de Dios rigen la casa, y no meramente caprichos irrazonables o disposiciones temporales del ánimo. Los jóvenes no temerán ser víctimas de castigo injusto. Más bien, asociarán el castigo con rompe las reglas correctas de la buena conducta.
Entre los principios justos de la Biblia que merecen seria consideración familiar están los que tienen que ver con las normas morales piadosas. Es necesario enseñar a los hijos, por ejemplo, que “todo aquel a quien le gusta la mentira y la lleva a cabo” es detestable a Jehová. (Rev. 22:15; Pro. 6:16-19) El robo, también, en todas sus varias formas, debe verse como una violación de la norma moral de Dios. (Efe. 4:28; Rom. 13:9, 10) Es necesario dar advertencia a estos jóvenes, de una manera que entiendan, contra la inmoralidad sexual y cualquier cosa que pueda llevar a ella.—Efe. 5:5; Pro. 5:3-14.
Consideren juntos como familia los diferentes problemas que surgen en el hogar, en la escuela y al jugar. Razonen juntos sobre los textos bíblicos que muestran la clase de conducta que le agrada a Dios. De esta manera los hijos aprenderán a aplicar la Biblia en su propia vida. Esto será una salvaguarda, de modo que aun cuando los hijos no estén con los padres la amonestación que han recibido continúe guiándolos.—Pro. 6:20-23.
Es necesario dar atención cuidadosa a la selección de compañeros. Los asociados de uno ejercen profunda influencia en la vida de uno. Los buenos compañeros tienen buen efecto, pero “las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles.” (1 Cor. 15:33) Vez tras vez el registro bíblico ilustra este hecho.—Gén. 34:1, 2; Núm. 25:1, 2.
Los niños quizás no comprendan lo grave de las malas asociaciones, pero los padres deben comprenderlo. De modo que es una evidencia de sabiduría de parte de ellos el vigilar amorosamente a quiénes escogen como compañeros sus hijos. Estos compañeros no solo incluyen a aquellos con los cuales los niños juegan, sino también aquellos acerca de los cuales leen y los que observan en las películas y en la televisión.—Fili. 4:8.
Sin embargo, para que la vida de familia sea verdaderamente satisfaciente, se necesita más que evitar lo que es dañino. También debe haber el gozo de hacer cosas saludables todos juntos como familia. El verdadero gozo de la vida de familia se pierde cuando cada uno va por su propio camino sin tomar en cuenta a los otros. Pero cuando hay consideración edificante de asuntos por la familia, cuando se hacen planes juntos y todos trabajan juntos para realizarlos, la familia estrecha sus vínculos de unidad. (Pro. 15:22) Esto no es difícil cuando hay amor en el hogar. Y el amor es cosa normal entre los que verdaderamente conocen a Dios y tienen su espíritu.—1 Juan 4:7, 8; Gál. 5:22, 23.