De nuestros lectores
Pobreza en Occidente En la sección “Observando el mundo” de su número del 22 de diciembre de 1992 (“Niños pobres en Estados Unidos”), se publicó la siguiente noticia: “Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo, es también el hogar de algunos de los niños más pobres”. Esta afirmación es engañosa. Los niños pobres de muchos países considerarían ricos a la mayoría de los niños pobres de Estados Unidos. Es desde luego lamentable que sufran tantos niños en Estados Unidos. No obstante, habiendo tantos recursos disponibles la culpa es de los padres que han mostrado vergonzosa negligencia.
W. H., Estados Unidos
Aunque en Estados Unidos pueden verse muchos casos extremos de pobreza, no quisimos decir que el nivel de vida de las personas consideradas pobres en ese país suela ser igual que el de los pobres de otros países. El que la pobreza, a un grado mayor o menor, esté tan extendida en un país tan próspero es en sí mismo un hecho alarmante. Es cierto que algunos niños sufren por la negligencia de sus padres, pero hay muchos padres que no tienen ni las aptitudes necesarias para mejorar su situación ni tampoco acceso a los recursos de que otros disponen.—La dirección.
Violencia familiar Quiero darles muchas gracias por la serie de artículos publicados bajo el tema “¿Se acabará algún día la violencia doméstica?” (8 de febrero de 1993). De los veintidós años que llevo casada, he sido víctima de la violencia doméstica durante los últimos diez. El maltrato psíquico es el peor. Perniciosa y sistemáticamente, la personalidad se deforma de tal manera que se hace imposible pedir ayuda. Llegué hasta el punto de pensar en el suicidio. Aunque finalmente dejé a mi esposo y ahora vivo sola, estos artículos me han fortalecido y consolado.
B. S., Alemania
Mi madre es víctima de los maltratos físicos de mi padre, y a nosotros, sus tres hijos, nos angustia mucho. Cada vez que pega a mi madre es como si nos pegara a nosotros. Pocas personas pueden entender de verdad lo que significa vivir en una familia dominada por el odio y la violencia, donde ya no hay comprensión ni amor. Nos anima saber que hay alguien que nos comprende.
T. G. D. A., Italia
Anima mucho ver con qué franqueza se ha tratado este asunto. Durante catorce años aguanté los maltratos de mi esposo, que decía ser cristiano. A menudo se me aconsejaba que tratara de no enfadarlo, pero era pedir algo imposible. Al final tuve que dejarlo. Gracias por los artículos, que además de animar, pueden ayudar a las personas a las que nunca se ha golpeado, pateado, o escupido, a comprender las secuelas psicológicas que ese trato deja.
L. T., Estados Unidos
Los artículos van directos al corazón de muchas mujeres que, como yo, se han sentido solas y aisladas; los sentimientos de temor y vergüenza nos mantenían calladas. Ustedes nos han ayudado a entender que, a diferencia de lo que nos habían hecho creer, no teníamos la culpa.
B. A., Estados Unidos
Han pasado semanas desde que recibí por correo mi ejemplar de ¡Despertad! Me costó muchas oraciones tan solo sacar la revista de su envoltura, y pasaron varios días hasta que finalmente logré obligarme a leerla. ¡Muchas gracias por abordar este asunto! Yo fui víctima de violencia doméstica. En cierta ocasión mi esposo me pegó de forma tan brutal mientras dormía, que hubo que recurrir a la cirugía plástica para reconstruir mis pómulos. Me libré de él con la ayuda de la policía y de una amorosa familia cristiana que vivía cerca. Fue sentenciado a varios meses de prisión. Tiempo después volví a casarme con un excelente cristiano.
P. H., Estados Unidos