SOCORRO
Un rasgo distintivo de los fieles siervos de Dios ha sido su buena disposición para ayudar a las personas necesitadas. (Job 29:16; 31:19-22; Sant. 1:27.) Por ejemplo, después del derramamiento del espíritu de Dios en el día de la fiesta del Pentecostés de 33 E.C., muchos de los que llegaron a ser seguidores de Jesucristo vendieron voluntariamente sus posesiones y entregaron los fondos a los apóstoles para que los distribuyeran entre los compañeros creyentes necesitados. La generosidad de ellos hizo posible que los que habían venido de lugares distantes para la fiesta, pudieran prolongar su estancia en Jerusalén y así seguir beneficiándose de la enseñanza de los apóstoles. (Hech. 2:41-47; 4:34, 35.) La congregación de Jerusalén también tomó medidas para distribuir alimento a las viudas cristianas necesitadas y, después, se nombró a siete hombres capacitados para que se encargaran de que no se pasase por alto en la distribución diaria a ninguna viuda merecedora. (Hech. 6:1-6.)
Años después, en su carta a Timoteo, el apóstol Pablo señaló que las operaciones de socorro de la congregación para con las viudas deberían limitarse a las que tuviesen por lo menos sesenta años de edad. Tales viudas tenían que poseer un registro de buenas obras en el adelanto del cristianismo. (1 Tim. 5:9, 10.) Sin embargo, el cuidar de los padres y abuelos de edad avanzada era básicamente la obligación de los hijos y los nietos, no de la congregación. (1 Tim. 5:4, 16.)
Había ocasiones en que las congregaciones cristianas participaban juntas en medidas de socorro a favor de sus hermanos de otros lugares. Así, cuando el profeta Ágabo predijo que ocurriría “una gran hambre”, los discípulos de la congregación de Antioquía de Siria “resolvieron, cada uno de ellos según los medios que tenía, enviar una ministración de socorro a los hermanos que moraban en Judea”. (Hech. 11:28, 29.) Otras medidas de socorro que se organizaron para los hermanos necesitados de Judea fueron también estrictamente voluntarias. (Rom. 15:25-27; 1 Cor. 16:1-3; 2 Cor. 9:5, 7.)