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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1950
w50 15/8 págs. 253-255

Visita presidencial a Venezuela

HABIENDO terminado su visita teocrática en Colombia, N. H. Knorr, presidente de la Sociedad Wátchtower y su secretario, R. E. Morgan, partieron jueves, 12 de enero, por la mañana con rumbo a Maracaibo, Venezuela. Diez publicadores fueron al aeropuerto para despedirse de ellos, y ahora, al llegar a Maracaibo, se les brindó un gran recibimiento. Como cincuenta personas los esperaban en el aeropuerto. Pequeñuelos portaban ramilletes de flores y un fotógrafo de la prensa estaba presente para tomar una foto, la cual apareció en el periódico el día siguiente, dando la noticia de la llegada del conferenciante que pronunciaría un discurso en el Templo Masónico sobre “Libertad a los cautivos”. Los dos viajeros, en compañía de los misioneros radicados en Maracaibo, se dirigieron al hogar, mientras que los publicadores se fueron a distribuir los sueltos anunciando el discurso público. Era demasiado reducido el Salón del Reino para la pequeña asamblea que se había arreglado para las compañías cerca de Maracaibo, pero se colocaron sillas en el patio detrás de la casa y 75 personas escucharon los discursos que se pronunciaron esa noche entre las 19 y 21 horas.

Maracaibo es una ciudad próspera; la producción del petróleo le da mucho movimiento. La mañana del viernes fué necesario ir al centro de la ciudad con motivo del reglamento de inmigración e informarse relativo al viaje a la ciudad que seguía, y ya que estaban allí los hermanos fueron al mercado, que fué de mucho interés. En la sección de comestibles la carne se cuelga de una barra arriba del mostrador y cuando uno desea comprar tiene que empujar a un lado una pierna u otra parte de la res o del puerco para poder hablar con el vendedor tras el mostrador. El local estaba apretado de gente, pero había cordialidad y amabilidad. Los misioneros tienen varios estudios bíblicos con los trabajadores del mercado. Parecía que todo el mundo sabía de la conferencia pública que se iba a pronunciar esa noche; por lo tanto los hermanos esperaban una buena asistencia. Se suponía que ya la estación de las lluvias había terminado, pero el tiempo es muy variable y había llovido todos los días desde que entró la temporada árida. Se esperaba que no lloviera esa tarde o esa noche, porque cuando llueve en Maracaibo la gente no sale. Desafortunadamente una hora antes de la conferencia hubo un aguacero, lo cual afectó el celo de algunos. A pesar de todo, se llenó el salón, y 132 ocuparon los asientos y algunos tuvieron que permanecer de pie en el corredor.

Se entusiasmaron tanto los hermanos con motivo de la visita del hermano Knorr que creyeron conveniente difundir el discurso por radio e hicieron los arreglos conducentes con la estación radiodifusora “Ondas del Lago”. Tuvo que conseguirse permiso especial para celebrar una reunión pública, como también para emplear el inglés por radio. El gobierno concedió tal permiso. Justamente quince minutos antes de la hora de la conferencia, que iba a pronunciarse en inglés y en español, llegaron los técnicos del radio para instalar las conexiones entre el Salón Masónico y la estación radiodifusora. Minutos después de las veinte horas el programa empezó. Aproximadamente quince minutos después de empezar el hermano Knorr el discurso, que pronunció a oyentes muy atentos, se apagaron todas las luces en el edificio. Estuvo el auditorio en tinieblas y la suspensión de la corriente eléctrica paró la radiotransmisión. El hermano Knorr suplicó que permanecieran quietos los oyentes y siguió con su alocución. Nadie salió aparte de los que se apresuraron para ver lo que podían hacer para restablecer la iluminación. Un murmullo momentáneo se oyó en el salón, luego todos se calmaron y escucharon el discurso. Se supo después que un fusible se había quemado en la línea troncal. El encargado pronto lo repuso de modo que la luz faltó sólo unos tres minutos. Segundos después que se restableció la corriente, el hermano Morgan oyó el discurso en inglés y español por medio del radiorreceptor pequeño que empleaba para probar el aparato transmisor.

La radiotransmisión dió buen resultado, tanto en inglés como en español, durando una hora y treinta minutos. El día siguiente supieron los hermanos que iban trabajando de casa en casa, que la conferencia pública había logrado buena aceptación. Estuvo muy animada cierta mujer con motivo de lo que había oído y con toda facilidad se colocó un libro con ella y se hicieron los arreglos para un estudio. Había oído las noticias por radio anunciando la conferencia pero sus vecinos le aconsejaron que no asistiera a la reunión en el Salón Masónico. Los sacerdotes les habían dicho a sus vecinos que los testigos de Jehová eran “diablos blancos de los Estados Unidos”. Pero, vencida por la curiosidad, escuchó la radiodifusión. Lo que oyó le llenó de entusiasmo y quería saber más. Otros publicadores relataron que algunos escucharon la parte en inglés de la alocución, mientras que otros entendieron únicamente la parte en español. Por dondequiera se oían comentarios favorables de la radiotransmisión. Los publicadores locales estuvieron muy contentos al saber que la transmisión de la conferencia por radio había tenido muy buen éxito, y esperan lograr buenos resultados debido a esta conferencia.

La compañía pequeña de testigos de Jehová en Maracaibo ha seguido creciendo desde que los misioneros empezaron su trabajo allí hace un año. Ahora hay 36 publicadores de compañía. Cinco misioneros de Galaad actualmente ayudan a los publicadores en esa ciudad. Otra cosa que trajo gozo a los hermanos locales fué que el periódico Panorama del Diario publicó otra foto del hermano Knorr junto con el intérprete tomada durante su discurso en el Templo Masónico. Comentaron diciendo que fué muy interesante el discurso. Así es que los testigos de Jehová están trabajando en Maracaibo, y tanto los misioneros como los publicadores de compañía se aprovecharán de la publicidad y ayudarán a librar a los cautivos de la superstición y de las cadenas religiosas por medio de los estudios bíblicos que se celebrarán diligentemente en las casas de las personas de buena voluntad. Otra vez pareció demasiado corta la visita, pero se sentía que había sido provechosa porque hubo tiempo para hablar con los misioneros y para arreglar algunos de los problemas suscitados entre los publicadores de compañía.

El sábado por la mañana los dos representantes de la Sociedad tuvieron que continuar su viaje, dirigiéndose hacia Caracas, capital de Venezuela. Varios hermanos estuvieron en el aeropuerto de Maracaibo para despedirse de ellos, y a las 11 y 15 la nave de la Pan Americana velozmente corría por la pista al emprender su vuelo hacia el lago Maracaibo y luego hacia el mar. Los dos viajeros, igual a los demás pasajeros, se acomodaron en sus asientos cómodos, reflexionando que después de hora y media saludarían a más de sus colaboradores en la capital. De repente pareció que el aeroplano pausaba en el aire momentáneamente y que luego proseguía su vuelo. Algo desfavorable había sucedido. Lo mismo pasó por segunda vez y luego por tercera. Supóngase que estuviera usted tirando fuerte el extremo de una soga mientras que en el otro extremo una potencia igual a la suya estuviera tirando. Repentinamente la fuerza en el otro extremo cesa de tirar por un instante, dejando a usted caer hacia atrás. Luego la potencia en el otro extremo tira de nuevo y usted vuelve a su posición original. Pero cuando esto sucede usted recibe un sacudimiento. Esto pasó con la nave tres veces y comprendieron los dos pasajeros que había dejado de funcionar debidamente uno de los motores. Momentos después de haber acontecido esto, se notó que el capitán ladeó la nave hacia la derecha, prosiguiendo hacia tierra firme y siguió dando la vuelta hacia la derecha hasta completarla. En seguida prosiguió rectamente hacia el aeropuerto que habíamos dejado quince minutos antes.

Ya habían regresado a la ciudad los hermanos que se despidieron de los viajeros. Sin saber cuánto tiempo estaría aterrizado el aeroplano para efectuar las composturas correspondientes, no podían los dos hermanos hacer más que esperar. En el curso de un poco más de dos horas los mecánicos habían quitado y repuesto algunas partes del motor. Lo probaron y dió indicios de estar ya en buena condición; de manera que a las 14 horas el hermano Morgan y el hermano Knorr partieron de nuevo, esta vez logrando hacer un buen vuelo hasta el aeropuerto en La Guayra, ciudad que es el puerto marítimo que sirve a Caracas. Allí los hermanos estaban esperando a los viajeros y haciendo conjeturas con motivo de la demora de su llegada; y se alegraron mucho al verlos cuando por fin llegaron. Entonces empezó el viaje interesante de subida de la montaña sobre un camino que zigzagueaba y torcía, primero por un lado y luego por otro; se veían precipicios abruptos por todo el camino. Pero el camino estaba mucho mejor que cuando el hermano Knorr lo había atravesado tres años y medio antes en la ocasión de su primera visita. Para el hermano Morgan todo era nuevo e interesante. Por fin se veía la ciudad, que tiene una altura de casi mil metros sobre el nivel del mar. Se están efectuando cambios muy notables en la ciudad de Caracas. Se ha demolido mucho del centro de la ciudad y una buena calzada o bulevar, una parte de la cual es subterránea pasa por el centro de la ciudad. Se están construyendo edificios nuevos y finos, algunos de los cuales se han terminado ya. Caracas es una ciudad creciente y de mucho movimiento y están muy contentos los misioneros porque están en esa metrópoli para predicar la Palabra.

El sábado era el segundo día de la asamblea de circuito y los hermanos Knorr y Morgan tuvieron parte en el programa. Dirigieron la palabra a una concurrencia de 110 personas. Esto hacía gran contraste con la reunión en pequeña escala que se había celebrado unos años atrás en la casa de una persona interesada. Ahora, en el Salón del Reino muy cómodo, que es un garaje reformado, dió gusto ver a algunos de los mismos hermanos a quien el hermano Knorr había conocido antes y observar el aumento espléndido que ha alcanzado la obra. La mañana siguiente doce hermanos simbolizaron su consagración por medio del bautismo en el agua. Se dedicó la tarde a la reunión pública, pero debido a no haberse conseguido el permiso reglamentario para que el hermano Knorr dirigiera la palabra a la asamblea, un ministro teocrático del país pronunció el discurso público sobre el tema “La única luz”. Cumplió muy bien, y las 90 personas que se habían atrevido a venir durante el aguacero gozaron mucho de la conferencia. Más tarde el tiempo se compuso y fué más fácil para la gente de buena voluntad asistir a la reunión de la noche para volver a oír a los hermanos Knorr y Morgan. Fué ésta la reunión más concurrida de la asamblea, pues 143 personas asistieron.

Todos los publicadores de compañía preguntaban por su hermano precursor que había sido llamado a Galaad para entrar en la clase que empezaría en la última parte de febrero. Se les dijo que estaba bien y que se dedicaba con afán al estudio del inglés y que se esforzaba a ajustarse a la vida veloz de nuestros hermanos en la fábrica. Por varios años los misioneros en Caracas tenían que conformarse con un hogar inadecuado en una sección humilde de la ciudad, puesto que no había otro local disponible. Hace cosa de un año que el siervo de Sucursal, el hermano Baxter, por fin logró alquilar un hogar muy deseable en la mejor parte de la población. Sienten gran satisfacción los hermanos con su hogar bien arreglado y aprecian el buen Salón del Reino que se comunica directamente con el hogar, pero sienten que ya no da alcance a los requisitos. El caso es que la noche del domingo la mitad de la concurrencia tuvo que sentarse afuera en la entrada y en los prados donde se habían instalado altoparlantes. Probablemente no falta mucho para tener que formar otra compañía para acomodar a los muchos recién interesados. El nuevo hogar misionero, que es una casa grande, ahora está llena de misioneros, pues acaban de llegar cinco nuevos. Ahora hay diez en Caracas. Todos están entusiasmados por su asignación, y les gusta la gente y sus costumbres. Lo único que no les gusta es la carestía excesiva de comestibles y de ropa. Venezuela es uno de los países sudamericanos donde la vida es más cara. Pero la Sociedad se encarga de este inconveniente del hogar misionero.

Allá por el año 1946 cuando el hermano Knorr hizo su primera visita y empezaron a trabajar los dos primeros misioneros, sólo había uno o dos buenos publicadores, pero al terminar ese año, hubo trece trabajadores. Al llegar el fin del año de servicio de 1949 había 91 publicadores regulares en el campo, y se había alcanzado un máximum de 132. Hay indicios de que antes del término del año de servicio de 1950 habrá 100 publicadores en Caracas, con buen aumento en las otras seis compañías organizadas en todo el país. Si es posible la Sociedad mandará más misioneros a Venezuela al fin del año de servicio actual y abrirá hogares misioneros en algunas de las ciudades más grandes. Hay mucho que hacer entre los tres y medio millones de venezolanos.

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