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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
w93 1/1 pág. 32

“Testigo fiel en los cielos”

MUCHO antes de que el hombre viviera en la Tierra, la Luna ya iluminaba con su brillo el cielo nocturno. Hubo un tiempo en que muchas personas la tenían por diosa y la adoraban. El autor griego Plutarco afirmó que la Luna era el destino final de las almas puras después de la muerte. Según la mitología báltica, la Luna era un hombre, el esposo del Sol. Se cuenta que tuvieron una riña conyugal y que la Luna dejó a su esposa, y por eso raras veces aparece en el cielo con ella.

Hoy en día, los jóvenes enamorados —y los no tan jóvenes— gustan de contemplar la Luna con cierto romanticismo. En la década de los sesenta, la ciencia gastó enormes sumas de dinero para poner al hombre en la Luna y traer unos kilogramos de roca lunar para investigación. Una cosa sí es cierta en cuanto a la Luna: todos los días sale y se pone según el horario previsto. Es tan fiel a su trayectoria, que se pueden calcular las fases y eclipses que tuvo hace miles de años.

La Luna les recordaba a los israelitas algo magnífico. Dios había prometido que la dinastía real de David no desaparecería. Hablando de un descendiente de David, Él dijo: “Como la luna será firmemente establecido por tiempo indefinido, y como testigo fiel en los cielos nublados”. (Salmo 89:35-37.) Esta promesa se cumplió en Jesús, el “Hijo de David”. (Lucas 18:38.) Después de su muerte, Jesús fue resucitado como espíritu inmortal y ascendió al cielo. (Hechos 2:34-36.) Con el tiempo fue hecho rey del Reino celestial de Dios. (Revelación 12:10.) Ese Reino está gobernando ahora mismo y “subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.) De esta forma, Jesús, el representante inmortal de la dinastía real de David, perdurará tanto como la Luna, el “testigo fiel en los cielos”.

Así que, cada vez que vea brillar la Luna en el cielo nocturno, recuerde la promesa que le hizo Dios a David y agradezca que el Reino de Dios esté gobernando ahora y gobierne siempre, para la gloria de Dios y la bendición eterna de los que le sean fieles. (Revelación 11:15.)

[Reconocimiento en la página 32]

Frank Zullo

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