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  • ¡Sea íntegro y viva!
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
w95 1/1 págs. 3-4

¡Sea íntegro y viva!

“¡MALDICE a Dios, y muere!” La esposa de Job, representada en la portada de esta revista, atacó a su esposo con estas palabras. De esto hace unos tres mil seiscientos años. No obstante, aquel ataque verbal a un siervo fiel de Dios puso de relieve una cuestión a la que la humanidad aún se enfrenta. El fiel Job había sufrido terribles pérdidas: su ganado, su casa y sus diez hijos. En aquel momento, una enfermedad crónica afligía su cuerpo, sometiendo a prueba su aguante hasta el límite. ¿Por qué razón? El archienemigo de Dios y del hombre, Satanás el Diablo, intentaba demostrar que el ser humano no puede ser íntegro cuando se ve sometido a una prueba severa. (Job 1:11, 12; 2:4, 5, 9, 10.)

Al igual que en el tiempo de Job, hoy “el mundo entero yace en el poder del inicuo”, Satanás el Diablo. (1 Juan 5:19.) En realidad, aún es más cierto actualmente, pues ahora “el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada”, ha sido arrojado del cielo abajo a la Tierra. (Revelación [Apocalipsis] 12:9.) Este hecho explica las terribles desgracias que afligen a la humanidad en este tiempo. La I Guerra Mundial, que estalló en 1914, marcó el “principio de dolores de angustia”, dolores que han seguido agudizándose durante este siglo XX. (Mateo 24:7, 8.)

En este mundo cruel y degradado, ¿piensa usted a veces que ha llegado al límite del aguante humano? ¿Se ha preguntado en ocasiones: ‘¿Tiene algún propósito la vida?’? Puede que Job se sintiera así, pero nunca perdió la fe en Dios, aunque cometió errores. Expresó su determinación con estas palabras: “¡Hasta que expire no quitaré de mí mi integridad!”. Confiaba en que Dios ‘llegaría a conocer su integridad’. (Job 27:5; 31:6.)

Jesucristo, el propio Hijo de Dios, también tuvo que aguantar pruebas mientras vivió en la Tierra. Satanás lo atacó de diferentes maneras. Se aprovechó de las necesidades físicas de Jesús, y en la montaña de la tentación puso a prueba Su confianza en la Palabra de Dios. (Mateo 4:1-11.) Hostigó a Jesús haciendo que los escribas y fariseos apóstatas y sus secuaces lo persiguieran, lo acusaran de blasfemia y tramaran su muerte. (Lucas 5:21; Juan 5:16-18; 10:36-39; 11:57.) Trataron a Jesús mucho peor que los tres falsos consoladores a Job. (Job 16:2; 19:1, 2.)

En el jardín de Getsemaní, cuando Jesús se acercaba a su prueba cumbre, dijo a sus discípulos: “Mi alma está hondamente contristada, hasta la muerte”. Luego “cayó sobre su rostro, orando y diciendo: ‘Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa. Sin embargo, no como yo quiero, sino como tú quieres’”. Finalmente, en cumplimiento de las palabras proféticas de Salmo 22:1, Jesús clamó en el madero de tormento: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Pero en el fondo Dios no lo desamparó, pues Jesús fue perfectamente íntegro y dejó un modelo para que lo imitaran todos los cristianos verdaderos. Jehová recompensó su integridad resucitándolo y exaltándolo a lo más elevado de los cielos. (Mateo 26:38, 39; 27:46; Hechos 2:32-36; 5:30; 1 Pedro 2:21.) Dios recompensará a todos aquellos que de igual manera permanezcan íntegros.

La integridad de Jesús no solo dio una respuesta completa al desafío de Satanás, sino que además el sacrificio de su vida humana perfecta también suministró el rescate, sobre cuya base los seres humanos íntegros pueden obtener la vida eterna. (Mateo 20:28.) En primer lugar, Jesús recoge a un “rebaño pequeño” ungido, cuyos miembros llegan a ser coherederos con él en el Reino de los cielos. (Lucas 12:32.) Después se recoge a una “gran muchedumbre”, que sobrevive a “la gran tribulación” y, al salir de ella, hereda la vida eterna en la región terrestre del Reino de Dios. (Revelación 7:9, 14-17.)

Job, hombre íntegro, estará entre los miles de millones de muertos que entonces serán resucitados para formar parte de la sociedad pacífica de la “nueva tierra”. (2 Pedro 3:13; Juan 5:28, 29.) Como se representa en la última página de esta revista, la integridad tuvo su recompensa en el tiempo de Job, cuando Jehová “bendijo el fin de Job [...] más que su principio”. Había conseguido fortaleza espiritual, pues “no pecó con sus labios”. Dios le extendió la vida otros ciento cuarenta años. En lo que respecta a posesiones, le dio a Job el doble de todo lo que era suyo antes, y Job “llegó a tener siete hijos y tres hijas”, siendo consideradas estas las más bellas de todo el país. (Job 2:10; 42:12-17.) Pero toda esta prosperidad fue solo un anticipo de las bendiciones de que disfrutarán las personas íntegras en el Paraíso de la “nueva tierra”. Usted también puede participar de ese gozo, como se explica en las páginas siguientes.

[Ilustración en la página 4]

Jesús dio un ejemplo perfecto de integridad

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