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g74 22/10 págs. 24-26

Las inundaciones del Brasil... ¿por qué tan devastadoras?

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Brasil

“LA PEOR catástrofe que jamás ha azotado al Brasil.” Con estas palabras simples y directas describió un funcionario oficial las devastadoras inundaciones del marzo pasado.

Ni siquiera un descriptivo y afluente relator de cuentos podría relatar a cabalidad el horrible cuadro de lo que sucedió. Pero una mera mirada a las expresiones en el rostro de los sobrevivientes le ayuda a uno a entender los efectos abrumadores del desastre. Estas personas —residentes de por lo menos una docena de estados brasileños azotados, desde Rio Grande do Sul en el sur hasta Pará en el norte— vieron personalmente los resultados de la lluvia fustigante y de las agitadas aguas de la inundación.

La cuenta oficial final de muertos en todo el país quizás pase de las mil personas. En realidad nadie sabe cuántos murieron; innumerables cuerpos yacen hundidos bajo gruesas capas de barro o cieno, en el fondo de los ríos, o han sido arrastrados hacia el mar. Pero se sabe que más de 300.000 personas fueron desalojadas de sus hogares.

La agricultura, una parte básica e importante de la economía brasileña, sufrió duramente durante las inundaciones. Los cálculos del estado de Mato Grosso sobrepasan todo cuanto uno pueda imaginarse con la posible pérdida de 500.000 cabezas de ganado, una quinta parte de todo el ganado del estado. En Rio Grande do Norte se calcularon los daños a las granjas en cinco millones de cruzeiros,a principalmente debido a la devastación del maíz y los cultivos de habichuelas. Grandes arrozales fueron arruinados en el estado de Maranhão.

Sin embargo, en general el daño más grande ocurrió en el estado del sur de Santa Catarina, y principalmente en Tubarão, que en un tiempo fue una ciudad de 70.000 habitantes. En la región de Tubarão se sabe que murieron unas 200 personas, 45.000 quedaron sin hogar y se calcula que las pérdidas ascendieron a 500.000.000 de cruzeiros.

La ciudad está situada a orillas del río Tubarão, el cual alcanza un ancho de 130 metros en algunos lugares a medida que atraviesa la ciudad. La orilla del río está tanto como dos metros más alto que la mayor parte de la ciudad. Esto preparó el escenario para la inundación. ¿Cómo? Bueno, las lluvias fuertes comenzaron el miércoles 20 de marzo, después de un largo período de sequía. Algunos días más tarde, los residentes en las zonas bajas tuvieron que ser mudados a terrenos más altos. Para el domingo por la mañana, 24 de marzo, las aguas parecieron bajar y la gente pudo regresar a sus hogares para comenzar las operaciones de limpieza. Pero esa noche el río comenzó a desbordarse.

Pronto las casas comenzaron a ser tragadas, a medida que las desenfrenadas aguas, ahora de 500 metros de ancho en algunos lugares, barrían las calles con una velocidad nunca antes registrada, arrastrando árboles, vehículos, muebles y lodo. Para la medianoche el río llegó al nivel más alto que jamás haya alcanzado, unos doce metros por sobre lo normal. Los puentes no se podían pasar o habían sido arrancados de sus terraplenes. Mientras tanto, las lluvias continuaron hasta que el 95 por ciento de la ciudad quedó empantanado.

Muchos sobrevivientes de la inundación deambulaban por las ruinas aturdidos y asombrados, sin saber qué estaban buscando, si a parientes perdidos, una casa destruida, o una pequeña ración de agua mineral o alimento de una de las interminables filas en los centros de distribución. Un hedor espantoso flotaba por todos lados. Los muertos fueron enterrados en tumbas colectivas por temor a una epidemia.

Dijo O Estado: “Faltó poco para borrar a Tubarão del mapa.” La gente comenzó a abandonar la ciudad en un éxodo en masa, pensando que el desarrollo de Tubarão había retrocedido por lo menos diez años. La pregunta que muchos formularon fue: Las inundaciones no son nuevas para el Brasil... ¿por qué fueron éstas tan devastadoras? Hubo varias razones.

Por supuesto, la cuantiosa precipitación a través de la mayor parte de la semana produjo las enormes cantidades de agua que en realidad acarrearon la destrucción. Pero eso solo fue un factor obvio en una cadena de circunstancias mortíferas. Deslizamientos de tierra canalizaron las aguas; pequeñas corrientes de dos metros de ancho repentinamente se convirtieron en torrenciales ríos de treinta metros o más de ancho. Además, una marea extremadamente alta y fuertes vientos del este bloquearon la descarga del río al océano Atlántico.

Pero, por sorprendente que parezca, las “causas naturales” como el agua y el viento solo fueron parte de la razón del desastre. El hombre debe cargar con gran parte de la culpa por el tremendo daño causado por las inundaciones de marzo.

Por supuesto, de algunas maneras el hombre fue culpable solo incidentalmente. Por ejemplo, sus puentes se construyeron para facilitar el transporte a través de los ríos. Sin embargo éstos contribuyeron al problema de la inundación. Toneladas de escombros, arrastrados por el agua, se asentaron en tales cantidades en los pilares que obstruyeron el libre fluir del agua. Con el tiempo las tremendas presiones en contra de algunos puentes los arrancaron. ¿Con qué resultado? Un puente de tronco de árboles de sesenta metros de largo fue arrastrado por las furiosas aguas por treinta kilómetros, ¡cortando todo a su paso como una guadaña gigantesca!

De todos modos, la imprevisión y descuido del hombre también tuvo una culpa directa en la situación de la inundación. ¿Cómo? Contesta O Estado de São Paulo: “La principal causa de las inundaciones . . . fue la indiscriminada despoblación arbórea.” Repite esta opinión el profesor Piquet Carneiro, ex presidente de la Fundación Brasileña para la Conservación de la Naturaleza; dice que de hecho los ecólogos las habían estado esperando desde hace varios años debido a la despoblación arbórea incontrolada.

Los árboles proveen una barrera natural para la lluvia, impidiendo la erosión y los deslizamientos de tierra. En un tiempo el Brasil contó con espesos bosques tropicales. Pero ahora, todos los días se derriban un millón de árboles en el país mientras que aproximadamente solo se planta una tercera parte de esa cantidad.

El arrancar grandes secciones de bosques como éste se ha considerado necesario para el “progreso” del hombre. Las grandes carreteras que ahora penetran en la zona del Amazonas, por ejemplo, han introducido a miles de pioneros, la mayoría de los cuales no están familiarizados en absoluto con los procedimientos de conservación. Debido a la extracción en gran escala de los árboles se han abierto profundos barrancos en algunas partes del país. Las ciudades cubren ahora zonas donde una vez hubo bosques. Y han brotado plantaciones con cultivos como el café y la soja.

Así es que, dicen numerosas autoridades, las inundaciones recientes no fueron más que un bumerán. La falta de previsión del hombre sencillamente lo alcanzó... eso es lo que hizo a las inundaciones extremadamente devastadoras. Y peores experiencias aún pueden sobrevenir. José Lutzemberger, presidente de la Asociación para la Protección del Ambiente de Rio Grande do Sul, predice: “La catástrofe que azotó a Tubarão es solo un presagio de lo que va a venir; en los años venideros sucederán calamidades aún peores. Probablemente ya estamos experimentando los primeros cambios climáticos causados por la destrucción que han fomentado los hombres en toda la Tierra.”

Por el momento, sin embargo, los sobrevivientes se alegran de que la reciente inundación no haya sido más grave de lo que fue. De hecho, se evitó una tragedia mayor en Tubarão gracias al heroísmo y a la cooperación de muchas personas.

A medida que las aguas comenzaron a subir el domingo por la noche, el 24 de marzo, un desesperado y escalofriante coro de bocinas de automóviles y el pito de vapor del tren trataron de despertar a la ciudad dormida. A este procedimiento se atribuye la salvación de muchas vidas. A medida que los autobuses eran enviados a terrenos más altos, los conductores recogían a refugiados que huían, salvando la vida, según cálculos, a 400 personas. Los autobuses entonces sirvieron como un refugio para las personas sin recursos por casi una semana. Seis helicópteros rescataron aproximadamente a 6.000 víctimas de los techos de las casas. Parte del personal militar y municipal trabajó por veinticuatro horas sin descansar para sacar a las familias más perjudicadas.

Varias instituciones brasileñas proveyeron alimento y ropa para 20.000 personas por semanas después del desastre. Cada día llegaron unas cuarenta toneladas de alimentos. La Cruz Roja Internacional envió 500 tiendas de campaña alemanas.

Todos los treinta y ocho miembros de la congregación de Tubarão de testigos de Jehová sobrevivieron a la inundación, aunque muchos sufrieron extensas pérdidas materiales. Un superintendente de circuito dice que los Testigos, “aun frente a la muerte, no perdieron el ánimo.” El superintendente presidente de la congregación, Valdomiro Cardoso, recuerda sus esfuerzos en ayudar a los que sufrían: “Después de llevar a mi familia a un edificio cercano, volví para ayudar a otras personas a salir del peligro. El agua continuaba creciendo rápidamente y la corriente era muy fuerte. Las personas mundanas a nuestro alrededor estaban aturdidas. Nosotros, sin embargo, por medio de la oración, pusimos nuestra confianza en Jehová, y tratamos de consolarlas con la esperanza de las venideras bendiciones del Reino.”

Los Testigos de la cercana Florianópolis estuvieron entre los primeros en llegar a la devastada Tubarão con alimentos, ropa, agua y medicinas. Pronto se estableció un programa de ayuda con el cual los Testigos y otras personas en la zona recibieron ayuda de varias congregaciones así como de la oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower en São Paulo.

La población de Santa Catarina no ha perdido la esperanza. Bajo el lema de “el sur está vivo,” la gente ha sido estimulada a la reconstrucción. Se programó enviar camiones y máquinas para limpiar la ciudad de ruinas, escombros y de la gruesa capa de lodo hediondo. Tanto el gobierno estatal como el federal han apartado cientos de millones de cruzeiros para la restauración de las viviendas, carreteras, la agricultura y la industria.

Los residentes de las zonas azotadas esperan con anhelo la reconstrucción. Pero las inundaciones del Brasil han grabado en ellos este hecho: El hombre, no solo las fuerzas naturales, fue mayormente responsable por la reciente catástrofe que azotó a su país. Saben que el hombre obviamente tiene mucho que aprender en lo que respecta a estar en paz con su ambiente.

[Nota]

a Un cruzeiro vale aproximadamente diecisiete centavos de dólar.

[Mapa de la página 24]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

TUBARÃO

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