Fíjese metas que tengan propósito
SI QUEREMOS progresar, si queremos tener una vida plena, útil y significativa, debemos fijarnos metas para el futuro. En vez de seguir las líneas del menor esfuerzo, “tomándolo con calma,” como reza el dicho, dejándonos llevar por la corriente, debemos nadar contra la corriente, y para hacer eso debemos tener metas que nos impulsen.
La primera pareja humana, Adán y Eva, tuvieron metas muy significativas. Su Creador, Jehová Dios, fue quien se las estableció. Él les mandó: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción . . . toda criatura viviente.” Ese mandamiento le dio verdadero significado a su vida. Desafortunadamente no apreciaron los privilegios y las oportunidades que representaban esas metas y perdieron la vida y todas sus bendiciones.—Gén. 1:28; 3:1-19.
Por supuesto, la mayor parte de nosotros tenemos nuestra rutina diaria. Nos levantamos, nos bañamos, nos vestimos y salimos a trabajar si somos el que gana el sustento. O, si somos amas de casa, nos encargamos de los quehaceres domésticos, o, si somos estudiantes, vamos a la escuela. Pero, ¿realizamos esas tareas diarias como si fuera en contra de nuestra voluntad, empujados por la necesidad en vez de hacerlo con anhelo para poder alcanzar una meta valedera? ¿Y qué hacemos con nuestro tiempo libre?
Sencillamente no hay tiempo para hacer todo lo que podríamos o lo que quisiéramos hacer. De modo que a menos que nos fijemos metas, podríamos descubrir que las cosas de menor importancia han desalojado las cosas de mayor importancia. Tal como dice un viejo refrán: “Nunca es esto Y aquello, sino esto O aquello.” Este es el principio detrás del consejo: “Nunca demasiado ocupado para orar.”
Recientemente un ministro cristiano se sorprendió al enterarse de que uno de sus amigos estaba asociado con una congregación de habla hispana y otro con una congregación de habla francesa. No tenía ninguna idea de que ellos hablaran esos idiomas, pues son anglosajones. ¿Cómo habían aprendido esos idiomas? Se fijaron las metas de aprender a hablar estos idiomas para que pudieran ser más útiles. En su ciudad hay una apremiante necesidad de ministros que hablen estos idiomas. En menos de un año los aprendieron a hablar con fluidez, aumentando por lo tanto sus oportunidades de ayudar a otras personas.
Quizás uno no tenga un motivo religioso, pero el fijarse la meta de aprender otro idioma además del materno puede ser muy recompensador. El aprender otro idioma aumenta sus capacidades de pensar, enriqueciendo así su vida. También puede ser útil de otros modos, hasta llegando a ser un medio para ganar un sueldo más alto.
Entre otras metas que tienen propósito que la gente se ha fijado están las de aprender a escribir a máquina al tacto o adquirir la habilidad de escribir taquigrafía. Por medio de fijarse esa meta y trabajar en ella, estas personas utilizaron tiempo que por lo general hubieran desperdiciado, y con el tiempo adquieren una habilidad provechosa y recompensadora.
Entre las metas prácticas que muchos pudieran fijarse está la de hacer ejercicios con regularidad, a menos que sus días ya estén colmados de actividad física. Un programa de ejercicios regular es provechoso tanto para la mente como para el cuerpo, pues le permite disfrutar de mejor salud y lo hará menos susceptible a los resfriados y a las enfermedades de esa clase. Por medio de fijarse una meta de solo diez minutos al día, un programa de ejercicios, como el de la “RCAF Plan de Ejercicios para la Aptitud Física,” tanto para hombres como para mujeres, le puede ser de provecho.
O, ¿es el suyo un trabajo rutinario, haciendo lo mismo día tras día, y eso de la misma manera y al mismo paso? Eso quizás sea aburridor y lo haga estar descontento. Así es que, ¿por qué no se fija la meta de hacer su trabajo más interesante o recompensador? ¿Podría hallar usted un modo de aumentar su producción? ¿O podría mejorar la calidad de su trabajo? ¿Podría hacerlo más eficazmente, haciendo el mismo trabajo con menos movimientos? El fijarse algunas de estas metas hará más interesante el trabajo, resultando en una mejora de su estado de ánimo, y hasta en beneficios materiales tanto para uno mismo como para su patrón.
¿Es usted un ama de casa? Entre las metas que se puede fijar estaría la de aumentar su eficacia para terminar con su trabajo en menos tiempo y con menos esfuerzo, obteniendo así más tiempo libre para leer o para una afición. Otra meta sería la de esforzarse por variar las comidas que prepara para su familia, preparando de vez en cuando una sorpresa para su familia. O puede que le sea difícil contestar su correspondencia. Es fácil descuidar esto debido a sus tareas diarias, mirar TV o conversar por el teléfono. Pero por medio de fijarse metas de contestar las cartas, escribiendo notas de “agradecimiento,” tarjetas de “repóngase pronto” o enviando felicitaciones, uno puede proveer mucha felicidad a otros y hasta obtener más felicidad para uno mismo.—Hech. 20:35.
Hoy en día mucha gente paga intereses altos sobre los préstamos personales que obtiene, todo porque no se fija la meta de vivir con lo que gana. Cuanto más prudente sería tomar tiempo para razonar acerca de sus finanzas, decidir cuánto se puede permitir gastar en alimentos, ropa, vivienda, entretenimientos y así por el estilo, y entonces hacer un presupuesto y verdaderamente esforzarse por mantener los gastos dentro de esos límites. El resultado sería más dinero para usar, porque se eliminarían los pagos de los intereses. ¡Y cuánta inquietud se ahorrarían!
Los cristianos dedicados, así como otros, se pueden beneficiar de las metas que se fijan personalmente. Las metas en cuanto a estudio personal, lectura de la Biblia, asistir a las reuniones de congregación y el tiempo que se dedica a compartir el buen mensaje de la Biblia con otros pueden ayudarlo a hacer buen uso de su tiempo. Y las metas en producir los frutos del espíritu de Dios —amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y gobierno de uno mismo— pueden contribuir a su crecimiento espiritual.
Pero nunca pase por alto que el establecer una meta es solo la mitad de la batalla, de hecho, solo el primer paso, por decirlo así. Hay que llevarla a cabo, perseverar, de ahí en adelante. Requiere perseverancia, autodisciplina, y al principio quizás haya fracasos. Pero siga esforzándose, aprenda a no ceder demasiado fácilmente a sus inclinaciones o a las influencias de otros, las cuales, aunque bien intencionadas, quizás no siempre sean prudentes. Habiéndose fijado una meta, siga con ella, a menos que con el paso del tiempo descubra que la meta que se fijó fue muy alta o que no fue práctica. En una ocasión el apóstol cristiano Pablo dio un buen consejo en relación con las contribuciones para los compañeros cristianos necesitados: “Que cada uno haga así como lo ha resuelto en su corazón.” Si uno se ha fijado una meta que vale la pena, ¡haga tal como lo ha resuelto, persevere en ello!—2 Cor. 9:7.
No deje que se lo lleve la corriente. Sea determinado, fíjese metas prudentes, y lleve una vida más rica y significativa.