BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g76 22/12 págs. 16-22
  • Di a luz en casa

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Di a luz en casa
  • ¡Despertad! 1976
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Cuidado hospitalario
  • La actitud de los tocólogos
  • Coste por las nubes... ¿una consecuencia?
  • Cuidado del recién nacido
  • Preparación anticipada
  • Comienzan los dolores de parto
  • Dando a luz
  • Cuidado posterior
  • El dar a luz... ¿tiene que ser tan doloroso?
    ¡Despertad! 1981
  • Cómo nos preparamos para el alumbramiento
    ¡Despertad! 1977
  • Nuestro bebé nació en casa
    ¡Despertad! 1974
  • ¡El día en que nos nació nuestra niña!
    ¡Despertad! 1979
Ver más
¡Despertad! 1976
g76 22/12 págs. 16-22

Di a luz en casa

Una mujer describe por qué escogió dar a luz en casa, y cómo se preparó para ello.

AQUÍ en los Estados Unidos a veces se oye decir que un bebé sorprende a sus padres y nace, contrario al plan, en algún lugar aparte del hospital. Pero raramente se oye de padres que lo planeen de ese modo. Sin embargo, nosotros sí lo planeamos. ¿Por qué?

Aunque el asunto de dinero entró en nuestra decisión, no fue un caso de que estuviéramos tan necesitados que no pudiéramos permitirnos los servicios de un hospital. Tampoco fue una decisión imprudente que tomáramos ignorando los riesgos envueltos para la madre y la criatura, incluso posibles complicaciones en el momento del alumbramiento.

Más bien, basamos nuestra decisión en lo que nosotros considerábamos un punto de vista equilibrado de todos los factores envueltos... primero, los riesgos del alumbramiento, que, según nuestro parecer, distan mucho de ser tan grandes como piensa la mayoría de la gente, y, segundo, el cuidado hospitalario que, según nuestro parecer, también dista mucho de ser tan valioso como cree la mayoría de la gente.

Cuidado hospitalario

Cuando era muchacha joven yo pensaba, quizás como la mayoría de la gente, que un hospital era un lugar en el cual el enfermo está bajo cuidadosa vigilancia altamente especializada. Sin embargo, cuando tenía diecinueve años de edad estuve empleada como ayudante de enfermera en un pequeño hospital de comunidad en el sur de California.

Es cierto que los hospitales modernos tienen equipos maravillosos a su disposición y un personal habilidoso listo para ayudar a los pacientes en emergencias. Pero me sorprendí al ver que mucho del cuidado que recibe uno y por el cual paga no es de esa naturaleza especializada. Me parecía que muchos pacientes podrían haber recibido cuidado similar en casa, con más amor y por menos dinero.

Recuerdo que el primer día que trabajé en el hospital fui asignada a la sala de partos en obstetricia. Me llevaron a una parturienta, y me explicaron su estado de progreso sin siquiera decirle “hola” a la paciente. Recuerdo haber pensado: ‘Aquí, en uno de los momentos más importantes de su vida, esta mujer ha llegado a ser un simple tema de discusión falto de afecto.’ Me presenté personalmente, y hallé que era una señora muy simpática, que, a pesar de su malestar, estaba muy tranquila.

Le pregunté cuántos hijos tenía. Este iba a ser su séptimo hijo. Ella me preguntó lo mismo. Le dije que era soltera. Me acarició la mano y sonrió como si dijera: “No te preocupes; todo irá bien.”

Después de un rato dijo que estaba lista para dar a luz y me pidió que llamara a la enfermera. Lo hice; pero la enfermera me informó que el médico la había examinado y dicho que su dilatación (el grado al que estaba abierta la boca del útero) no era suficiente para que ella estuviera dando a luz todavía. De modo que yo, una virgen adolescente, colgué el auricular y le informé a la parturienta que, en realidad, no iba a tener el bebé todavía. Sin embargo, el bebé número siete presentó su cabeza un minuto después. El médico no llegó sino hasta que el alumbramiento estaba casi terminado. Y tengo que decir que esto también ocurrió en otros casos que posteriormente presencié.

La actitud de los tocólogos

A menudo me irritaba la ruda arrogancia de ciertos tocólogos a quienes observé de cerca en la sala de partos. Carentes de bondad humana y cortesía común rara vez le hablaban a las madres durante el alumbramiento, y entonces solo abruptamente. “Muévase más para abajo.” “Levante las piernas.” “¿Quién es el médico aquí, usted o yo?” “¿Va a hacer como yo le digo, o me marcho?”

Claro que no todos los médicos son por naturaleza tan insensibles y abruptos; muchos son compasivos. Y me doy cuenta de que algunos están sobrecargados de trabajo, y esto, sin duda, contribuye a su impaciencia. Pero, a pesar de eso, me lastimaba ver su falta de respeto por los deseos de los pacientes... como el caso de una mujer que le rogaba a su médico que no le diera “gas,” alegando que en partos anteriores le había revuelto el estómago. A pesar de ello, se pasó por alto su deseo sin ninguna explicación o disculpa.

Después quedé consternada al leer que un peligro durante el parto es que la madre, acostada de espaldas y en estado de sopor por las drogas, puede ahogarse con su propio vómito y que el “gas” puede contribuir a esto. A pesar del hecho de que muchas autoridades médicas creen que la medicación excesiva es peligrosa, a menudo se dan drogas a las madres por rutina para aliviar su malestar. También leí que estas drogas atraviesan la placenta, llegan al bebé y se concentran en el hígado y en el cerebro. Uno de cada treinta y cinco bebés norteamericanos es significativamente retardado, y yo me pregunto cuánto de este daño lo causan los procedimientos médicos en los que se usan drogas innecesarias y prácticas artificiales, como el parto inducido.

Yo vi solo una muerte relacionada con el parto en ese hospital. Ocurrió debido a una reacción adversa por la transfusión de sangre que la madre había recibido. Noté que, a pesar de los riesgos bien conocidos implicados en las transfusiones de sangre, muchos tocólogos las recetaban casi como cosa rutinaria después del parto. No puedo dejar de preguntarme si esa mujer no podría estar viva hoy si hubiese sido demasiado pobre para tener su bebé en el hospital.

No dudo de que se salvan algunas vidas en las salas de maternidad. Pero, ¿cuántas, realmente? ¿Y cómo se compara esa cantidad con la cantidad de vidas que se pierden? En 1972, hubo quince países en el mundo cuya mortalidad infantil fue inferior a la de los Estados Unidos. En 1965 alrededor del 69 por ciento de los bebés nacidos en los Países Bajos nacieron en casa, sin embargo el promedio de mortalidad infantil fue de solo 14,4 por 1.000 nacimientos. Pero, ¡ay!, en los Estados Unidos, donde el 97 por ciento de los nacimientos tuvo lugar en hospitales, ¡el promedio de muertes fue de 24,7 por 1.000 nacimientos!

Coste por las nubes... ¿una consecuencia?

Mi madre fue la primera mujer de todas las generaciones de nuestra familia en dar a luz en un hospital. Ahora parece que la mayoría de las personas se han olvidado de que los bebés hayan nacido en algún otro lugar. Y a medida que ha aumentado la dependencia de los hospitales, también han aumentado los precios.

Cuando nací yo hace treinta y dos años en Los Ángeles, mi padre pagó 75 dólares al médico y otros 75 al hospital por los diez días que mi madre y yo estuvimos allí. ¡Hoy en California una familia puede esperar pagar de 620 a 1.500 dólares o más por un embarazo y nacimiento normales!

Cuidado del recién nacido

En el hospital donde trabajé la sección destinada a los recién nacidos estaba a cargo, pudiera decirse, de una ayudante de enfermera. Aunque era una persona inteligente y bondadosa, no tenía más entrenamiento especializado que muchos padres y madres. El hecho de que tenía varios hijos propios se consideraba que la hacía apta para el trabajo.

Sin embargo, si eso la hacía apta para cuidar a los recién nacidos, ¿por qué no hace idóneos a los padres y madres, abuelos y abuelas, tías y tíos para cuidar bebés que nacen en sus propias familias? ¿Quién cree usted que revisará, besará, levantará, olerá y mirará más a su bebé?... ¿la familia deleitada, o una ayudante de enfermera que tiene muchos bebés a su cargo?

Un caso que sirve para ilustrar esto es la experiencia de una familia en nuestra localidad. La madre llevó a casa a su recién nacido después de la estadía usual en el hospital. Al segundo día de estar en casa la madre estaba preocupada. La criatura aún no había tenido una evacuación del vientre. La llevaron a un médico para que la examinara. Se encontró que tenía una anormalidad. Era imposible que hubiese tenido una sola deposición desde que nació, sin embargo esto había pasado inadvertido durante su estada de cuatro días en el hospital. ¿No cree usted que la madre hubiera notado cosa semejante más temprano si desde el mismo principio hubiera estado cuidando a su recién nacido en casa?

También, muchos doctores reconocen que el régimen del hospital no se presta a que tenga éxito una madre que quiera amamantar a su niño. El pecho necesita la frecuente estimulación de una criatura que mame para establecer una buena fuente de leche, sin embargo en muchos hospitales se disuade a la madre de amamantar al niño, y a veces ni siquiera se le permite hacerlo durante las primeras dieciocho horas después del nacimiento. Aun después que por fin llevan el bebé nacido en el hospital a su madre, por lo general es solo por un rato y a intervalos que rigen estrictamente.a

De modo que había varias razones por las cuales mi marido y yo decidimos que nuestro tercer hijo debiera nacer en casa. Reconocemos que otros posiblemente hayan tenido experiencias diferentes, y por eso no estén de acuerdo con nuestra decisión. Nuestro propósito no es recomendar el alumbramiento en casa para otras mujeres, especialmente para las que van a dar a luz su primer hijo puesto que éste es por lo general un parto más difícil. Sin embargo, después de cuidadosa consideración, nos pareció que, al menos para nosotros, las ventajas del alumbramiento en casa excedían en importancia a las posibles desventajas. De modo que seguimos adelante con nuestros preparativos.

Preparación anticipada

Aprecio a grado cabal la importancia de que una madre reciba cuidado especial antes del nacimiento de su bebé. Pueden ocurrir complicaciones... quizás una mujer no tenga una abertura lo suficientemente grande para un nacimiento normal, o puede ocurrir un parto contra natura en el cual el bebé no se presenta del modo usual en que la cabeza sale primero, o una mujer puede tener un parto múltiple. En el pasado, esas condiciones o circunstancias a menudo resultaban en muerte, pero ahora las técnicas médicas modernas salvan a muchos de estos bebés. De modo que consulté con un doctor por anticipado y me enteré de que todos los indicios eran que el mío sería un parto normal.

Yo deseaba que me atendiera una partera profesional. Pero en California la profesión de partera es ilegal; solo un médico autorizado puede cobrar por sus servicios. Sin embargo, las autoridades con quienes traté el asunto, incluso una persona del cuerpo del fiscal de distrito, dijeron que una mujer puede tener a cualquiera que quiera ayudándola con tal que no se le paguen honorarios. Así es que hice arreglos para que una amiga me sirviera de “partera.”

A menudo he quedado muy sorprendida por lo poco que saben muchas mujeres acerca del proceso del alumbramiento, incluso las que han dado a luz bajo los efectos de sedativos fuertes. Preguntan: “¿Quién hizo respirar al bebé?” “¿Tuviste que darle un masaje al corazón?” “¿Cómo supiste qué hacer?” “¿No tuviste miedo de cometer algún error serio?” “¿A qué está conectado el cordón umbilical?” “¿Cómo lo ataste y lo cortaste?” “¿Qué equipo se necesita para dar a luz en casa?”

En estos días en que está cambiando la actitud hacia tantas instituciones que por mucho tiempo se daban por sentado, quizás sería bueno que las casadas de edad de dar a luz se informaran sobre el tema del alumbramiento. Sería bueno que analizaran en su mente lo que harían si se encontraran, ya fuera por decisión propia o por circunstancias inadvertidas, dando a luz fuera de un hospital.

¿Qué se necesita para dar a luz en casa? Primero, un lugar limpio donde agacharse o, si se prefiere, acostarse. Así de sencillo puede ser. ¿Qué instrucciones especiales se necesitan? En realidad el gran Dador de vida se ha encargado de todos los detalles importantes, dejando solo los más obvios al instinto e inteligencia de la madre. Durante los dolores de parto y el alumbramiento la madre hace lo que el cuerpo le impulsa a hacer para dar a luz su hijo, y eso resulta ser lo correcto.

Para hacer más convenientes y sanitarias las cosas, me puse a hacer ciertos preparativos simples. Planeamos que diera a luz sobre la mesa de costura de mi madre. De modo que compré un par de grandes lienzos de tela plástica en una tienda de pinturas para protegerla. También lavé algunas sábanas y toallas viejas. Después de secas, las puse en una bolsa de papel de estraza, sellé la bolsa y la metí en el horno donde la dejé durante varias horas a calor moderado. Las sábanas eran para ponerme en cuclillas sobre ellas, y las toallas para usarlas según fuera necesario. En el pasado hubo casos en que las parturientas sufrían de terribles infecciones, pero por lo general no hubo infecciones entre las madres que daban a luz en casa, sino entre las que estaban en los hospitales, y se debía a que el personal médico se las transmitía al atenderlas.

Después compré en una botica una jeringa para oído con punta de goma para quitar la mucosidad de la nariz del bebé, si fuera necesario. La herví en agua junto con un par de tijeras para cortar el cordón umbilical. Después puse cada una de ellas en un saquito plástico y lo sellé. Además, calenté en el horno un paquete de cinta blanca de dobladillar, adquirida en un centro de artículos de costura. Usaría ésta para atar el cordón. También compré una buena cantidad de paños higiénicos grandes y, por supuesto, empaqué algunas ropas para el bebé.

Dándonos cuenta de que es bueno estar al tanto de complicaciones potenciales, consideramos lo que haríamos en caso de una emergencia. Si el parto no progresaba normalmente, iríamos al hospital. No está lejos de la casa de mis padres, razón por la cual decidimos que el nacimiento tuviera lugar allí. Además, iría al hospital si, después de haber dado a luz, el útero no se pusiera firme; debe contraerse en un nudo duro después del parto para que no haya hemorragia.

Si el bebé pareciera tener una obstrucción en la garganta al nacer, se la sacaríamos con el dedo. Esto no es muy difícil; los padres algunas veces hacen esto con sus hijos mayores cuando se atragantan con algo. Si el bebé se mostrara lento para respirar, lo sostendríamos cabeza abajo, o le daríamos respiración boca a boca. Todos los padres deberían estar preparados para hacer esto, porque aun los niños que ya hacen pinitos corren el riesgo de sofocarse, ahogarse o electrocutarse, situaciones todas que podrían requerir respiración artificial.

Comienzan los dolores de parto

Mis dolores de parto comenzaron un lunes al anochecer. Me fue de gran ayuda haber aprendido de antemano qué es lo que sucede básicamente durante las diversas etapas. La explicación que me resultó más útil fue la que describió al útero, o matriz, como una botella de goma con su boca, o abertura, bien cerrada por una serie de músculos que trabajan a manera de cintas de tirón. Al comenzar los dolores, la mujer siente contracciones intermitentes, o apretones, del útero a intervalos de veinte a treinta minutos. Duran alrededor de cuarenta segundos. Si ella pone la mano sobre su abdomen, siente que una masa dura se levanta y luego se torna suave nuevamente al ceder la contracción. Esta masa es su útero, un músculo grande, que retiene a su bebé.

A medida que avanza el proceso del parto, las contracturas o contracciones se hacen más frecuentes y más intensas. El útero empuja hasta que la presión abre por fuerza los músculos semejantes a cintas de tirón que lo han mantenido cerrado durante el embarazo. Esta apertura gradual del cuello uterino que se puede comparar a la boca de la botella, se conoce como “dilatación.” Esto constituye la primera etapa del parto. Todo acontece sin acción voluntaria directa, sin ninguna ayuda o atención por parte de la madre.

Finalmente, hacia el término de la primera etapa del parto, cuando la dilatación es total, las contracciones se hacen tan fuertes y frecuentes que se le hace difícil a una mujer pensar en otra cosa. Yo calculo el desarrollo del parto, no por el aumento en la frecuencia de las contracciones, sino por mi propia habilidad para concentrarme. Cuando ya me es imposible concentrarme en ninguna otra cosa, entonces sé que ha llegado el momento de dirigir mi atención a tener el bebé. Esto da comienzo a la segunda etapa del parto.

Fue temprano por la mañana del martes cuando me di cuenta de que se había acercado el momento de dar a luz. De modo que, después de dejar a nuestros niños con su tía, mi esposo y yo nos dirigimos al apartamento de mis padres.

Mientras mis padres y mi esposo, vestidos en batas de casa y pantuflas, se sentaron a esperar, yo andaba sin cesar de un lado a otro de la habitación. Para mí el caminar es el comportamiento más natural durante los dolores de parto. Parece que ayuda al cuerpo en su esfuerzo de empuje hacia abajo. Además, ayuda a distraer a una de su malestar. También el cantar en voz alta me ayudaba en este sentido, y descubrí que también impedía que mi respiración se hiciera tensa.

Durante la segunda etapa de los dolores de parto, el útero, que para entonces tiene su boca completamente abierta, comienza a actuar como un poderoso pistón. Empuja la cabeza del bebé hacia el angosto y óseo pasaje de la pelvis. Sin importar lo que los “bien intencionados” traten de decir a las mujeres encintas, el parto es muy desagradable.

Las contracciones son despiadadas en sus esfuerzos por empujar al bebé para que entre en el canal de nacimiento y pase por él. La sensación que produce la cabeza al plantarse cada vez más profundamente en la pelvis es muy desconcertante. No obstante, no se gana nada con tratar de resistir esa fuerza. En el hospital, de vez en cuando veía a mujeres poner tensos sus cuerpos y tratar de reprimir la fuerza de las contracciones. A poco estaban histéricas debido a la frustración.

A medida que la cabeza se aloja en la pelvis, la mujer siente el apremio de “ejercer presión hacia abajo” o “empujar.” Debería dejarse llevar por este impulso, aunque en el momento del parto es prudente dejar de empujar, puesto que una expulsión demasiado explosiva puede resultar en desgarros vaginales. Mi instinto era contener la respiración por un momento al llegar las contracciones a su punto máximo y empujar, como cuando uno empuja un objeto pesado, como un auto. Esto ayuda al útero en sus esfuerzos, y hace mucho más fácil de soportar la fuerza de las contracciones.

Me pareció natural durante estas duras contracciones dejar de caminar, separar los pies en un paso amplio, caer casi en cuclillas, y luego, perdonen la expresión, gruñir. Esto pudiera parecer un poco crudo para una persona remilgada, pero éste es un buen momento para olvidar las ideas pueriles en cuanto a lo que constituye conducta femenina. Después de todo, ¿qué es más distintivamente femenino que dar a luz?

Aquí en la sala de mis padres caminaba, me agachaba y gruñía. Las caras familiares y sus voces y sonrisas me eran confortantes. Este parecía un ambiente natural, bueno, en el cual recibir un nuevo miembro de la familia.

Dando a luz

Cuando se rompió la bolsa de las aguas (el saco que contiene el líquido amniótico), sabía por experiencias anteriores que el bebé estaba a punto de nacer. Me cubrí los pies con calcetas limpias, y mi marido me ayudó a subir a la mesa de costura. La mesa estaba preparada con sábanas limpias.

Me había decidido a ponerme en cuclillas sobre la mesa más bien que en el piso, para que así se me pudiera observar y ayudar fácilmente. Parece instintivo buscar ayuda y alivio durante esta experiencia, pero en realidad nada ocurrió durante el alumbramiento que yo no pudiera haber atendido bien sin ayuda.

Durante el parto de mis dos primeros hijos caminé mientras el médico me lo permitió, y entonces me acosté de mala gana sobre la mesa de partos precisamente antes del alumbramiento. Me alegré de que esta vez daría a luz en una posición cómoda para mí en vez de una posición conveniente para el médico. Como resultó di a luz en una posición medio parada y medio acuclillada. Creo que una posición más acuclillada hubiera facilitado aún más el alumbramiento si hubiera tenido algo en que apoyarme en esa posición. Recordé que a las hebreas asistidas por parteras se les sostenía en una especie de banqueta de parto, y realmente puedo ver la ventaja de un sostén de esa clase.—Éxo. 1:16-19.

La amiga que había convenido en servir de partera no había llegado todavía. De modo que mi madre y mi padre se pusieron de pie detrás de mí, uno a cada lado de la mesa, y extendieron las manos a través de la mesa para recibir su tercer nieto... un muchacho. Empezó a llorar antes que su cuerpo hubiese nacido completamente. Eran las 4:15 de la mañana cuando miré sobre el hombro para ver a mi nuevo bebé, Pablo.

El cordón umbilical unido al vientre de Pablito todavía estaba adherido por el otro extremo a la placenta, que aún estaba en mi interior. La placenta es ese maravilloso órgano por medio del cual el niño no nacido respira, se libra de los desechos y puede ejecutar otras funciones necesarias para la vida. Durante varios minutos el cordón permaneció negro y lleno de sangre. Pero, mientras mi madre seguía sosteniendo a Pablo debajo de mi cuerpo, la sangre pasó a su pequeño propietario legítimo. Entonces el cordón quedó aplastado y no fue más que un pedazo de piel blanca sin vida. Ahora, obviamente, era el momento debido para cortarlo.

Para entonces había llegado la que habíamos propuesto originalmente que sirviera de partera, y ella ató el cordón en dos lugares a unos centímetros del cuerpo de Pablo, y después cortó entre las dos ataduras. No pareció haber peligro de hemorragia con las ataduras o sin ellas. En unos cuantos días los restos del cordón se secaron y se desprendieron.

Cuidado posterior

Pronto papi y abuelito estaban dándole a Pablo su primer baño en la cocina, limpiándolo con aceite de oliva. Habíamos pedido prestadas un par de balanzas especiales para la ocasión. Cierto que un bebé puede sobrevivir sin ser pesado al nacer, pero facilita su inscripción, puesto que muchos estados desean registrar el peso al nacer. Ya toda la familia estaba en la cocina inspeccionando a Pablo, de modo que me encontré sola de pie en el cuarto de costura esperando la etapa final del parto.

Después de unos quince minutos expulsé la placenta, la etapa final del alumbramiento. La examinamos para ver si era de aspecto suave, que no mostrara señales de daño. Un trozo de placenta dejado en el útero puede provocar hemorragia después. Nos deshicimos de ella en una bolsa plástica que se puso en la lata de la basura.

Ahora, por primera vez desde la iniciación del parto, deseaba acostarme. Mi amiga, que era entendida en esas cosas, me examinó en busca de desgarramientos vaginales. Había planeado que en caso de necesitar puntos iría al hospital a la sección de tratamiento para pacientes externos. Mi madre y mi amiga me ayudaron a ponerme una bata limpia y me arreglaron con paños higiénicos. Después bajé de la mesa de costura y fui al dormitorio de mis padres, donde me esperaba una cama caliente.

Ahora que Pablo estaba vestido y envuelto en un manto me lo trajeron y lo pusieron junto a mi pecho. Nos divirtió su ansiedad y gozo obvio por su primera comida fuera de la matriz. Su presencia me era confortante y también lo era el darme cuenta de que su acción de mamar estaba haciendo que el útero se contrajera, cerrando con ello vasos rotos para protegerme de hemorragia excesiva. También me interesó leer los comentarios recientes del tocólogo neoyorquino Irwin Chabon en Today’s Health: “El útero de la mujer que amamanta a su bebé vuelve al tamaño que tenía antes del embarazo, mientras que el útero de la mujer que no lo amamanta queda un poco más grande de lo que era antes de quedar embarazada.”

Pablo se durmió pronto, y dentro de poco todos estábamos sentados alrededor de la mesa tomando el desayuno y reflexionando sobre los acontecimientos de la mañana. Todos nos sentimos un poco más unidos, y le dimos gracias a Jehová Dios por la llegada segura del nuevo miembro de nuestra familia.

En conclusión, quisiera enfatizar que yo no recomiendo necesariamente que todas las madres den a luz en casa, especialmente las mujeres que serán parturientas por primera vez. Además, quiero recalcar el valor del examen de mujeres encintas por parte de personal médico entrenado siempre que sea posible. Esto se debe a que esas personas a menudo pueden diagnosticar posibles complicaciones que se pueden presentar en el momento del alumbramiento. Pero, al mismo tiempo, creo personalmente que si una mujer está debidamente informada y tiene la ayuda de una persona entrenada, puede disfrutar de dar a luz en casa, tal como lo hice yo.—Contribuido.

[Nota]

a Vea ¡Despertad! del 22 de julio de 1976.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir