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  • Incendio en el bosque... ¿amigo o enemigo?
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¡Despertad! 1979
g79 22/2 págs. 9-12

Incendio en el bosque... ¿amigo o enemigo?

En los Estados Unidos los incendios anualmente queman unas 900.000 hectáreas. Pero el Servicio Forestal anualmente quema más de un millón de hectáreas. Lo hace por seis razones.

CUANDO por primera vez vi el fuego estaba a 8 kilómetros de distancia, allá en el cañón. Era pequeño y estaba muy lejos. A menudo se producen incendios durante la temporada seca en las montañas del sur de California. Así es que lo observé por un momento, entonces me marché a poner la cena nocturna para los cinco o seis mapaches que acostumbraban esperarla, y el grano para las de 60 a 90 codornices que vendrían a desayunarse durante las primeras horas de la mañana. No pensé más en el incendio.

Volví a mirarlo a la mañana siguiente. Había crecido. El viento soplaba. Oí las sirenas a medida que dos camiones llenos de hombres se dirigían velozmente por el camino que subía al cañón para luchar contra el incendio. Si se hacía necesario, enviarían un par de aviones a lanzar sustancias químicas sobre el fuego para extinguirlo. Pasé un par de horas regando los macizos de flores y las laderas de escarchadas que apenas estaban comenzado su florecimiento otoñal. En unos pocos días tendría que regar copiosamente los cien pinos que había plantado durante los 10 años que mi esposa y yo habíamos vivido en la cima de esta colina que domina el gran cañón Tujunga. Algunos de ellos allá abajo al borde de la carretera ya tenían 12 metros de altura. Pero en ese momento tenía que ir a preparar el sitio donde al día siguiente me proponía vaciar concreto.

Esa noche mi esposa y yo salimos de la casa y nos quedamos en la parte de la terraza que sobresale la colina a observar el incendio. Para entonces era mucho mayor, pues el viento lo había intensificado, y era tanto hermoso como atemorizante. Estaba a 5 kilómetros de distancia y ahora sí me quedé pensando en él. Aun así, estaba allá en lo alto del cerro al otro lado de la carretera en el bosque nacional, y ningún hogar estaba amenazado. Y un ejército de hombres luchaban contra él. De todos modos, yo había despejado el terreno de matorrales hasta 30 metros del fondo de nuestra casa. Nos acostamos y rápidamente quedé dormido.

Durante la noche me despertaron los portazos de la puerta de tela metálica. Portazo, el mapache, golpeaba la puerta así cuando su escudilla de alimento estaba vacía. Salí, cogí la escudilla y fui al almacén para rellenarla con alimento seco para perro, y la devolví a su lugar... Portazo trotaba a mi lado todo el tiempo. Otros dos mapaches habían llegado. Mientras comían, miré al cerro llameante. Ya no era un viento ordinario el que estaba soplando, sino un caliente ventarrón. Alimentaba el fuego con un exceso de oxígeno, intensificando el avance de las llamas y precalentando el combustible en el paso del incendio.

Temprano a la mañana siguiente rellené uno de los alimentadores de los colibríes y puse un dedo sobre una de las perchas. Pronto un colibrí se posó en mi dedo y se puso a sorber agua azucarada. El fuego solo estaba a tres kilómetros de distancia, impulsado por el ventarrón que soplaba violentamente a través de los pinos que rodeaban nuestra casa. Me fui al trabajo... muy receloso. Muchos animales huían del paso del fuego, pero en ese terreno escabroso que era ahora un infierno, centenares de otros estaban quemándose vivos... todo debido a que algunos acampadores a ocho kilómetros de distancia en el cañón habían sido descuidados con sus hogueras. Noventa por ciento de todos los incendios destructivos son ocasionados por el hombre... fósforos encendidos; cigarrillos; el no extinguir completamente las hogueras de los campamentos; y los incendios que los incendiarios comienzan deliberadamente.

Por tres días este fuego en el cerro oriental del cañón había estado ardiendo sin control. Cuando llegué a casa por la tarde ya había cruzado el suelo del cañón, y el cerro occidental estaba en llamas. Nuestro hogar, sobre un pequeño cerro del cañón, ahora tenía fuego en ambos lados. Durante todo el día siguiente observé mientras centenares de hombres luchaban contra las llamas. Los helicópteros aterrizaban a hombres en las zonas que se mantienen taladas para impedir la propagación del fuego. Los aviones volaban en círculos, algunos trazando el mapa de la propagación del incendio y dirigiendo las operaciones de las tripulaciones en el suelo. Otros venían de estaciones de televisión que estaban filmando el incendio para sus noticiarios nocturnos. Varios helicópteros y aviones tanques volaban sobre las llamas derramando agua y sustancias químicas destinadas a detener el fuego... trabajo peligroso que el ventarrón hacía doblemente arriesgado.

Obligados a evacuar

Al día siguiente los bomberos dominaron el incendio en el cerro occidental; pero en el cerro oriental las llamas ardían descontroladamente. En la quinta noche del fuego, observamos desde una de nuestras terrazas a medida que el viento llevaba ascuas ardientes por la ladera de la montaña y nuevos fuegos comenzaban a poco menos de un kilómetro debajo del cuerpo principal del incendio arriba en el cerro. Estos nuevos fuegos estaban peligrosamente cerca de una parcela en la que hay 200 casas. Unas 20 bombas de incendio establecieron líneas de batalla alrededor de estas casas. Nos acostamos, pero pronto me levanté a hacer guardia. El incendio estaba a más o menos un kilómetro de distancia, y el viento lanzaba las ascuas ardientes en nuestra dirección. Para las dos de la madrugada el fuego había quemado alrededor de toda la parcela de casas, había cruzado la carretera, y avanzaba velozmente hacia nuestra colina.

Desperté a mi esposa, recogí unas pocas ropas, y nos marchamos... ella en nuestro automóvil con nuestro perro y yo en mi camión. Las llamas habían llegado hasta el único camino de salida y, a medida que los bomberos nos dirigían a la salida, el calor era como el de un alto horno. Dejé a mi esposa y nuestro perro con la familia de un amigo, y mi amigo y yo regresamos. No se podía pasar por el camino. Procedimos a pie por un camino trasero. Cuando llegamos a la cima del cerro, pude ver el otro extremo del cerro, donde estaba nuestra casa. Se levantaban grandes antorchas de fuego... los pinos estaban ardiendo. Para cuando nos abrimos paso a la fuerza por el chaparral y llegamos hasta nuestra vereda particular, la mayor parte del incendio se había apagado. Dos cuerdas de leña estaban ardiendo. Un helicóptero pasó sobre la leña y arrojó unos 570 litros de agua sobre ésta. Una bomba de incendio estaba preparándose para irse. Les di gracias a los bomberos por haber salvado nuestra casa. “No nos dé gracias a nosotros,” replicó uno. “El techo de rocas salvó su casa.”

Los macizos de flores, las plantitas que cubren el suelo del bosque, el jardín con adornos de piedra y cascada... dondequiera que miraba era una ruina ennegrecida. Estacas negras se elevaban 6,9 y 12 metros de altura... muchas de ellas eran los pinos que yo había cultivado desde que eran vástagos de menos de un metro de altura. Sin embargo, aun en medio de la desolación me sentí agradecido de que la casa hubiera quedado ilesa. Con una sierra de cadena corté más de 50 árboles carbonizados, y entonces planté otros 100. Hicimos nuevos macizos de flores. Plantamos arbustos. Reparamos dos terrazas que habían quedado medio quemadas. Restauramos la cascada; pintamos la casa. Sobrevivimos. La vida continuó.

¿Qué hay de los animales? Una semana después del incendio nos despertó el golpeteo de la puerta de tela metálica. ¡Portazo había regresado! ¡Eran las tres de la mañana pero aquello me deleitó! Los mapaches, las codornices, los colibríes, los ratones y otros roedores, hasta los coyotes —todos regresaron para obtener sus golosinas gratuitas— pero no en tan gran número como antes del incendio. No todos habían escapado las llamas.

Amigables incendios forestales

Una semana después del incendio un periódico publicó un artículo que declaraba que el incendio había hecho muchísimo bien. Por supuesto, la casa del escritor no estuvo envuelta. Emotivamente yo no estaba listo para ser objetivo, pero unos cuantos meses más tarde pedí al Servicio Forestal un libro publicado por el gobierno. Se intitula “Forest Interpreter’s Primer on Fire Management.” (Manual del intérprete forestal sobre el control de incendios) Entre otras cosas, presenta los siguientes hechos:

En los Estados Unidos las agencias gubernamentales queman deliberadamente más hectáreas que las que son destruidas por los incendios accidentales. En 1970 los fuegos destructivos quemaron menos de un millón de hectáreas, pero un millón de hectáreas fueron quemadas por los llamados incendios prescritos. Hay varias razones para usar un incendio prescrito, pero se recalcaban seis en esta publicación del Servicio Forestal.

Una de ellas es usar el fuego para luchar contra el fuego... tal vez sea más exacto decir usar el fuego para evitar el fuego. Cuando se protegen contra incendios las zonas forestales, la maleza se acumula, o, en las zonas de talas de árboles, se acumulan los desechos de la tala. Entonces, si un incendio destructivo comienza, debido a un rayo u otras causas, el combustible acumulado en el suelo alimenta las llamas y produce incendios en las copas de los árboles, lo cual puede causar un gran desastre. Sin embargo, cuando se usa el incendio prescrito a intervalos, esta acumulación de combustible peligroso nunca ocurre y cualquier incendio que comience accidentalmente nunca se hace tan grave.

En segundo lugar, muchos árboles de madera blanda de importancia comercial necesitan plena luz solar para que sus plantones medren. Además, las semillas necesitan estar en suelo mineral a fin de germinar. El quemar de manera controlada los desechos acumulados en el suelo del bosque —yerbas, pinochas, arbustos pequeños— prepara el terreno para la siembra y también reduce los peligros graves de incendio. El fuego prescrito también contribuye a la reproducción de ciertos tipos de pinos y abetos que tienen conos serondos que requieren calor para abrirse y liberar sus semillas.

Una tercera razón para los incendios prescritos es el control de insectos y enfermedades. En los bosques de pinos los fuegos superficiales y ligeros matan las hojas de los arbolitos infectados por hongos, pero no perjudican los brotes terminales. Por este medio se puede evitar que los robles contraigan ciertas enfermedades producidas por hongos. Por el uso apropiado del fuego es posible matar a ciertos escarabajos que horadan la corteza de los pinos e inviernan en los desechos del bosque. Donde se cultivan pinos como cosechas comerciales, el fuego prescrito elimina pequeños árboles jóvenes de madera dura, evitando así que éstos compitan con los pinos por luz y sustancias nutritivas. La fina corteza de los árboles de madera dura los hace susceptibles a ser dañados por el fuego, mientras que la corteza de los pinos es gruesa y resiste el calor.

Otra razón para las quemas controladas es revitalizar los arbustos que producen bayas, especialmente cierta variedad de arándano. En Maine esto se practica con regularidad. Esto libra al arbusto de la madera vieja y hace que broten nuevos vástagos vigorosos. Se reduce la sombra, produciendo así la luz necesaria para las plantas de bayas. Se recomiendan estas quemas para cada cuarta primavera en las tierras silvestres de arándanos. No solo se beneficia el hombre debido al aumento en la producción de bayas, sino que también aumenta el alimento de la fauna.

De hecho, la mejora del hábitat de la fauna es la quinta razón que se suministra para el fuego prescrito. Este aumenta la producción y calidad de las yerbas, legumbres y pastos, suministrando alimento para los animales que comen yerba y pasto, y también para las ovejas, cabras y otro ganado que los hacendados críen en terrenos gubernamentales. De diversas maneras y en algunas situaciones estas quemas también son provechosas para diferentes especies de aves. Anualmente, para beneficiar la fauna, el Servicio Forestal prescribe la quema de unas 22.250 hectáreas de terreno forestal.

La sexta razón que se da para los fuegos prescritos es aumentar la belleza y el valor recreativo de los terrenos apartados como parques. Las quemas estimulan el crecimiento de yerba y flores silvestres, y al remover la maleza espesa, despejan el suelo del bosque facilitándoles a los visitantes el viajar por él. Uno de los árboles más impresionantes es la secoya, y acerca de este árbol gigantesco y el fuego leemos:

“Las secoyas de California, hasta el empleo reciente del fuego por el control de incendios se veían amenazadas de ser destruidas por los fuegos silvestres debido al inmenso acumulamiento de combustibles forestales que resultan de la protección contra incendios. A través de miles de años, ligeros fuegos superficiales siempre habían mantenido estos magníficos bosques, pero la exclusión de incendios estaba permitiendo que otras especies sumamente inflamables invadieran la zona. Actualmente, con el uso de los incendios prescritos, se está haciendo progreso para reducir la amenaza de incendios y las secoyas están comenzando a reproducirse más abundantemente en el terreno mineral expuesto.”—Forest Interpreter’s Primer on Fire Management, págs. 46, 47.

Incendio del bosque... ¿amigo o enemigo? Puede ser lo uno o lo otro. Bajo control, puede ser muy amigable. Fuera de control, como el que devastó nuestros pinos, flores y terrazas, y redujo el número de animales visitantes que nos han deleitado durante nuestros años en la cima de la colina, el fuego del bosque es un enemigo. Este fuego en particular removió la línea divisoria de las aguas en las montañas. Cuando vinieron las lluvias, la capa vegetal superior rica en minerales se desgastó y desprendimientos de lodo se precipitaron colina abajo, y en muchos casos ocasionaron tremendos daños a las casas. Algunos fuegos forestales son amigables, pero éste no lo fue... no para mí.—Contribuido.

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