La cortesía vale la pena
EN UN mundo donde cada vez hay menos cortesía y buenos modales, es refrescante encontrar a alguien que todavía crea en hacer felices a otros. Un ejemplo de tal clase de persona es un conductor de autobuses de São Gonçalo, en el Estado de Río de Janeiro, Brasil. Él relata lo que hace:
“Como conductor de autobuses me encuentro con personas de toda clase, desde la persona tranquila y cortés hasta la persona grosera y quejumbrosa. No me extraña el que muchos de mis compañeros de trabajo se pongan nerviosos y se hagan respondones. Pero yo decidí practicar los modales cristianos.
“¿Por qué no debería yo ayudar a los pasajeros a sentirse contentos? No cuesta nada el ser cortés. Por eso, cuando alguien desea bajarse en cierta parada, lo llamo, le doy las gracias por haber viajado conmigo, y le deseo un buen día. Es una recompensa placentera el recibir en cambio sonrisas y las gracias.
“La gente empezó a hablar acerca del ‘conductor alegre y feliz,’ y la administración de los autobuses ha recibido varias cartas elogiando mi actitud. Por ejemplo, el presidente de la Confederación Nacional de Trabajadores de Transportación por Tierra escribió: ‘De todos [los conductores] uno captó mi atención y éste merece mención especial debido a los modales que despliega tanto en su manera de conducir su vehículo como en el trato que da a los pasajeros y peatones, y también por su respeto a las leyes del tránsito, y eso es impresionante, puesto que estamos viviendo en tiempos turbulentos en los cuales los abusos y la falta de disciplina se destacan en todo ramo del trabajo. . . . Procuré conocer su nombre para recomendárselo a usted como digno de la mejor atención y consideración, como excelente conductor en todo el sentido de la palabra, tanto como ser humano como en calidad de profesional.’
“Cuando llegué a la edad de jubilarme, decidí tomar vacaciones. Sin embargo, el dueño de los autobuses me pidió que regresara y continuara trabajando, pues los pasajeros se estaban quejando debido a mi ausencia.
“Recientemente periodistas de la localidad me entrevistaron y querían saber a qué se debía mi comportamiento sobresaliente. El relato final de ellos decía lo siguiente: ‘Miembro de la organización religiosa de los testigos de Jehová.’ El artículo llevaba el encabezamiento: ‘Comportamiento. En cada parada del autobús el conductor saluda... nunca pierde la compostura.’ ¡Qué grande fue mi sorpresa cuando, al igual que médicos, ingenieros, dentistas y otras personas de ese calibre, recibí el diploma anual de la ciudad por servicio distinguido! Me alegro de haber recibido la educación cristiana que me ha hecho apreciar el valor de ser amigable. Solo puedo decir que la cortesía vale la pena.”