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¡Despertad! 1979
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A qué se debe la selección que hice

ME CRIÉ en el norte de Nuevo Brunswick, Canadá. En 1958 mi madre comenzó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová, y andando el tiempo me vi obligado a asistir a las reuniones de congregación aunque yo personalmente estaba más interesado en hacer otras cosas. Pero después que terminé la escuela de segunda enseñanza en 1963 tuve la libertad para hacer aquello con lo cual siempre había soñado... dedicarme a una carrera que me aportara responsabilidad, importancia y dinero.

Dejé la Universidad de Nuevo Brunswick a mediados de mi tercer año y empecé a trabajar con la compañía International Nickel del Canadá, que tenía unos 20.000 empleados en Ontario. Dentro de dos años ocupaba un puesto de superintendente. Después de eso me trasladé al departamento de la ingeniería industrial, de donde, con el tiempo, fui enviado a muchas diferentes plantas para introducir nuevos métodos de producción. Tuve la oportunidad de conocer a la “gente que cuenta” y de aprender todo lo que debía saber. Todo el futuro parecía tener un aspecto prometedor esa primavera de 1973.

Sin embargo, no estaba feliz. Algo faltaba, aunque mi vida estaba muy implicada con la de una joven muy bondadosa con quien había estado concertando citas desde 1970. Por más que trataba de negar el hecho, sabía que lo que faltaba era una buena relación con mi Creador.

Después de visitar a mis padres en el verano de 1973, me di cuenta de que tenía que empezar a estudiar la Biblia de nuevo. Por eso, un día detuve a un anciano de los testigos de Jehová en la calle y le pedí que estudiara conmigo. Entonces fue que empezaron los problemas.

Lo primero fue mi novia. Nunca se opuso realmente a que estudiara la Biblia. Tal vez eso hubiese facilitado los asuntos. Simplemente no podía comprender por qué me interesaba en cosas espirituales y rehusó aceptar las enseñanzas elementales de la Biblia, incluso la enseñanza de que este sistema va a terminar y ser reemplazado por el justo nuevo orden de Dios.—2 Ped. 3:11-13; 1 Juan 2:15-17.

Además, poco después de empezar a estudiar la Biblia, el administrador de la planta me preguntó si quería volver a un puesto de superintendente y recibir entrenamiento para ser capataz general. Yo había trabajado por años con este puesto como mi meta; es un puesto que rara vez alcanza una persona de menos de 30 años de edad.

Vi claramente que tenía que hacer una selección. Mi novia no se interesaba en las verdades de la Biblia, pero sí estábamos enamorados y en cuanto a otras cosas teníamos mucho en común. Pasé semanas deliberando. Vi que en resumidas cuentas el caso era éste: Podía servir a Jehová Dios o complacerme a mí mismo y a mis patronos, pero no podía hacer ambas cosas. De modo que terminé mis relaciones con mi novia y no acepté el puesto de trabajo que se me había ofrecido. Entonces, después de simbolizar mi dedicación para servir a Jehová por medio de bautismo en agua, decidí dedicar todo mi tiempo a la actividad de predicar como precursor.

Presenté mi renuncia el 1 de mayo de 1974, y le expliqué a mi patrono las razones por mi acción. Dos días después sonó el teléfono en mi trabajo. Era mi patrono. Se le había dicho que a la compañía no le convenía perder a personas de mi calibre y que obviamente yo me iba a otra compañía para ocupar un puesto mejor. De modo que se me ofreció un ascenso inmediato a la oficina principal. Había de asumir las responsabilidades de “superintendente de los ingenieros industriales de todas las minas,” con un aumento correspondiente en mi salario. Rechacé la oferta inmediatamente, y comencé a predicar como precursor el mes siguiente, y he continuado de precursor desde entonces.

Es cierto que pudiera haberme quedado en mi trabajo bien remunerado y todavía haber sido publicador del mensaje del Reino parte del tiempo. Pero mi conciencia no me lo permitía. Estaba muy agradecido a Jehová porque había dejado que este sistema siguiera existiendo suficiente tiempo para que yo entrara en Su bendita organización. Además, me sentía muy mal por las cosas pésimas que había hecho a través de los años, y por haber desperdiciado la excelente oportunidad que se me había entendido de aceptar las verdades bíblicas y obrar en armonía con ellas cuando era joven.

Por eso me pareció que si podía ayudar aunque fuera a una sola persona a aprender acerca de Jehová Dios, eso sería mejor que todo el dinero que pudiera ganar en mis trabajos selectos. Quería mostrarle a Jehová que apreciaba su paciencia y amor y su perdón. Todavía estoy tratando de mostrárselo, y con la ayuda de Jehová continuaré haciéndolo.—Contribuido.

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