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  • ¡Hay pruebas!
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¡Despertad! 1981
g81 8/7 págs. 11-15

Parte 3

¡Hay pruebas!

CIERTOS científicos que han estado escuchando el ruido natural de radio que viene del espacio sideral han detectado algo que en gran manera ha alterado su modo de pensar.

Esto tuvo su principio en 1965, cuando Arno Penzias y Robert Wilson, de los Laboratorios Bell, de Nueva Jersey, estaban trabajando con una antena de embudo de 6 metros. Mientras estudiaban la radiación que pudiera afectar las comunicaciones por satélites, detectaron señales débiles de microonda que venían de toda dirección del cielo. Con el tiempo se llegó a comprender que evidentemente estaban escuchando radiación residual. ¿Residual de qué? La teoría común es que el universo comenzó en una tremenda explosión y que la radiación que se halla por todos lados es un tenue resplandor que queda de aquella gran explosión.

‘Pero, ¿qué tiene que ver eso con la cuestión de si hay vida inteligente allá en el espacio sideral?’ quizás se pregunte usted.

Este descubrimiento, por el cual Penzias y Wilson ganaron el Premio Nobel, dejó convencidos a muchos científicos de que hubo un instante de creación. El Dr. Robert Jastrow, célebre astrónomo, explica lo siguiente: “Considere la magnitud del problema. La ciencia ha probado que el Universo llegó a existir por una explosión que tuvo lugar en cierto momento. Pregunta: ¿Qué causa produjo este efecto? ¿Quién o qué puso la materia y la energía en el Universo?”

Muchos ahora admiten que la ciencia por sí sola nunca podrá proveer la respuesta completa a esto. Pero Jastrow y muchos otros científicos se dan cuenta de lo que esto da a entender: “Ahora vemos que la evidencia astronómica conduce a un punto de vista bíblico del origen del mundo. Los detalles difieren, pero los elementos esenciales en el relato astronómico y en el relato bíblico de Génesis son iguales: la cadena de los sucesos que culminaron en el hombre comenzó repentina y bruscamente en un momento específico en el tiempo, en un relumbre de luz y energía.”

Pero la Biblia hace más que preguntar: ‘¿Quién puso la materia y la energía en el Universo?’ Señala a la respuesta razonable... el Creador, Dios. Y en conformidad con el descubrimiento de Einstein de que la energía y la masa pueden convertirse la una en la otra, la Biblia declara que el Creador es una fuente de inmensa “energía dinámica.”—Gén. 1:1; Sal. 90:2; Isa. 40:26-29.

Jastrow llega a la siguiente conclusión: “Para el científico que ha vivido por su fe en el poder del raciocinio, el final del relato es como una pesadilla. Él ha escalado las montañas de la ignorancia; está a punto de vencer el pico más encumbrado; al momento de arrastrarse con esfuerzo sobre la última roca, lo saluda un grupo de teólogos que por siglos ha estado sentado allí.”—God and the Astronomers (Dios y los astrónomos).

Pero realmente no tiene nada de malo el llegar a aceptar la evidencia de que existe un Creador. La persona que sea suficientemente asequible a razones como para admitir la posibilidad de que exista vida inteligente más allá de la Tierra no debería tener gran dificultad en admitir lo que la Biblia dice acerca del Creador viviente. Por ejemplo, la Biblia nos informa que en vez de tener un cuerpo material de carne y sangre como el que nosotros tenemos, la Causa Primera es un espíritu. (Juan 4:24) Por eso, aunque no podamos verlo podemos notar lo que él realiza, tal como los científicos no pueden ver con los ojos las ondas naturales de radio procedentes del espacio, pero pueden captarlas y medirlas.

Además, la existencia de un Creador inteligente concuerda con la sabiduría y el diseño que se ven en el universo... desde las estrellas y galaxias imponentes hasta los incomprensibles detalles intrincados del átomo.

La vida terrestre... procedente de una Inteligencia

Si hubiera ‘vida inteligente allá’ en la forma de un Creador viviente y sabio, eso ayudaría a explicar cuestiones significativas acerca de nuestra vida aquí en la Tierra.

Mientras más aprenden los científicos acerca de otros planetas de nuestro sistema solar, y acerca del universo en conjunto, más comprenden la precisión exacta con que fue diseñada nuestra Tierra para sostener la vida. En un largo artículo intitulado “Un estudio dice: Quizás solo en la Tierra haya vida,” el Times de Nueva York señaló: “A una distancia de 150 millones de kilómetros del Sol, las temperaturas terrestres han sostenido la vida. Pero si a nuestra Tierra se le hubiese puesto en una órbita que estuviera solo 5 por ciento más cerca del Sol, un efecto de invernadero descontrolado hubiera transformado el planeta en algo parecido a Venus... un planeta envuelto en nubes en el cual hay temperaturas de casi 482° C.

“Por otra parte, si al llegar a existir la Tierra se le hubiese alejado del Sol tan solo 1 por ciento más, una glaciación descontrolada hubiera envuelto la Tierra, y hace unos 1,7 mil millones de años nuestro planeta hubiese llegado a ser un desierto yermo parecido a Marte.”—24 de abril de 1979.

Además, no es cuestión de que la Tierra simplemente tenga la temperatura adecuada. Hay muchas otras cosas que son necesarias para la vida, entre ellas el agua y la atmósfera apropiada. Un grupo de 30 científicos que asistieron a una reunión celebrada en la Universidad de Maryland, E.U.A., para tratar el tema de las civilizaciones avanzadas concentró su atención en lo que se necesita para sostener la vida. Después de admitir que ‘todavía no se ha descubierto ningún planeta fuera del sistema solar,’ los científicos dijeron: “Aunque se formara otro sistema planetario, no hay certeza de que hubiera de producir un planeta sólido como la Tierra, que contiene casi 100 elementos, entre ellos los que son esenciales para la vida.”

Además, aunque reinen las condiciones correctas, lo cual es cierto en la Tierra y no se conoce otro lugar en que eso sea así, la vida no existe automáticamente. De hecho, los científicos no pueden realmente explicar cómo apareció la vida en la Tierra, es decir, aparte de llegar a la conclusión de que la produjo un Creador inteligente.

La publicación Technology Review, en su número de agosto/septiembre de 1979, llamó este hecho a la atención de sus lectores. Admitió que hay “una laguna importante” entre las sustancias químicas que son necesarias para sostener la vida y hasta el más simple de los “sistemas vivientes que pudieran llamarse protocélulas.” Algunos científicos, usando su inteligencia, conocimientos prácticos, destreza y laboratorios avanzados, han podido sugerir cómo pudieran haber estado presentes en una Tierra primitiva unas “sustancias orgánicas prebióticas” (los compuestos químicos necesarios para la vida). “Pero,” dijo el artículo, “cómo llegar de allí a un sistema viviente capaz de traducir, transmitir y obrar conforme a información . . . es lo que Alexander Rich, del M.I.T. [Instituto de Tecnología de Massachusetts], llamó ‘el gran obstáculo intelectual respecto a la síntesis de la vida.’”

¿De dónde vino la vida?

A medida que se efectúan investigaciones adicionales sobre la vida, va cobrando más importancia la pregunta: ‘¿Cómo principió la vida en la Tierra en primer lugar?’

Ante este problema, algunos científicos están resucitando una teoría que el químico sueco Svante Arrhenius presentó en 1908. Esta se llama la “teoría de panspermia.” Básicamente, ésta sostiene que células vivientes que están vagando por el universo pueden haber sembrado accidentalmente la vida en la Tierra. Modernizando la idea un poco, Leslie Orgel, del Instituto Salk, y Francis H. C. Crick, ganador del Premio Nobel, han sugerido la “panspermia dirigida.” La idea de estos dos es que una civilización avanzada que se halla en otra parte del universo tal vez “infectó” la Tierra con vida intencionalmente, a manera de experimento. ¿Qué le parece a usted esa posibilidad?

¿Verdad que queda patente que esas teorías realmente no resuelven la cuestión del origen de la vida? En cierto sentido, simplemente esquivan la cuestión por medio de trasladar el problema allá al universo distante, a pesar de que los científicos no han establecido: 1) que haya planetas en otros lugares, y mucho menos que los haya con los requisitos necesarios para sustentar la vida, 2) que haya civilizaciones más allá de nuestro sistema solar, y 3) que haya vida microscópica en otros planetas dentro de nuestro sistema solar.

Además, la forma moderna de esta teoría demuestra que muchos científicos serios se dan cuenta, sea conscientemente o no, de que la existencia de la vida tiene que haber resultado de la acción de un Ser inteligente, a quien la Biblia identifica como Dios.

A este respecto, Albert Rosenfeld, redactor de artículos científicos, relata lo siguiente: “Estuve charlando acerca de todo esto con un amigo no científico, quien finalmente comentó: ‘Como persona que desde joven ha leído el libro de Génesis, por alguna razón no me sorprende la idea de que Alguien que está Allá nos haya puesto aquí. Y si existe tal inteligencia mágica, misteriosa y poderosa que está del todo más allá del alcance de la imaginación humana, ¿puedes darme una buena razón por la cual no debería llamarla Dios?’ No pude darle ninguna buena razón para que no hiciera eso.”—Saturday Review/World.

Beneficiándonos de la Inteligencia que está allá

Ya hemos señalado que la búsqueda de vida inteligente en el espacio sideral tiene como base el siguiente motivo principal: Muchas personas que participan en esta búsqueda opinan que si pudieran ponerse en comunicación con lo que están buscando, nosotros los habitantes de la Tierra pudiéramos beneficiarnos. Recuerde que el astrónomo Carl Sagan dijo que los seres inteligentes extraterrestres pudieran ayudarnos a acabar con la escasez de alimento, la guerra y la contaminación. Se ha sugerido que así hasta la muerte pudiera ser vencida. Esto es sumamente interesante, porque la Inteligencia a quien señala la evidencia, el Creador, ha comunicado que es su propósito acabar con estas mismísimas cosas.

Cuando los astronautas estaban en la Luna enviaron a la Tierra mensajes, hasta imágenes televisadas. De modo que no es sorprendente el que el Creador pueda comunicar información a criaturas humanas, y que lo haya hecho en el pasado. Estos comunicados oficiales han sido puestos por escrito para conservarlos y para que se les dé amplia distribución; se hallan en la Biblia.

Anteriormente notamos que el Dr. Robert Jastrow llegó a la conclusión de que la información que hay en la Biblia concuerda con los descubrimientos que han hecho recientemente los astrónomos. Es de interés que tal armonía entre la Biblia y la ciencia no esté limitada a lo que tiene que ver con la creación del universo. (Compare con Job 26:7; Isaías 40:22.) Se ve, pues, que tenemos buena razón para examinar lo que la Biblia dice respecto a cuándo y cómo pondrá fin el Creador a la contaminación, la guerra y hasta a la muerte misma. Lo instamos a que examine la información bíblica procedente del Creador con la misma seriedad que los científicos han desplegado al efectuar su búsqueda de vida en el espacio sideral.

[Comentario en la página 12]

“Ahora vemos que la evidencia astronómica conduce a un punto de vista bíblico del origen del mundo”

[Comentario en la página 12]

‘Todavía no se ha descubierto ningún planeta fuera del sistema solar’

[Comentario en la página 14]

Tenemos buena razón para examinar lo que la Biblia dice

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