Destrucción nuclear mundial... creciente preocupación respecto a sobrevivir
EL 20 de noviembre de 1983, una cifra sin precedente de cien millones de estadounidenses vieron por TV la dramatización titulada The Day After (El día después). De manera gráfica —y a veces espantosa—, la película obligó a esa inmensa cantidad de telespectadores a reflexionar sobre las sombrías repercusiones de una guerra nuclear. Horripilantes imágenes visuales atormentan el recuerdo de muchos espectadores: hongos atómicos en llamas; mísiles nucleares que surcan con gran estruendo el cielo de la tarde; cuerpos carbonizados; hombres y mujeres volatilizados, reducidos a imágenes radiográficas; una criatura cegada por una explosión nuclear; una adolescente que antes era hermosa pero que se está quedando calva, cubierta de quemaduras provocadas por la radiación.
Con todo y con eso, no ha surgido ningún movimiento de protesta antinuclear a gran escala como resultado de esa película. Tampoco ha disminuido la tensión entre las superpotencias nucleares. No obstante, parece que hay una creciente preocupación respecto a sobrevivir a una destrucción nuclear. La gente sí parece estar más dispuesta a considerar —y pensar en— esta escalofriante perspectiva.
Sin embargo, hace solo unos cuantos años, a 50 personas de los Estados Unidos, escogidas al azar, se les hicieron preguntas como éstas: “¿Cree usted que pudiera haber una guerra nuclear?” y “¿Qué haría si hubiera una?”. Los entrevistadores se toparon con una sorprendente renuencia de la gente a siquiera considerar tales asuntos. Una respuesta típica fue la de una peluquera que dijo: “Eso no es asunto nuestro; que los políticos se preocupen por eso”. En general, las personas se han enfrentado con la amenaza de una destrucción nuclear mundial por medio de lo que los investigadores llaman “cierre síquico”, ¡se niegan rotundamente a pensar en el asunto!
No obstante, a medida que aumentan las tensiones mundiales, se hace cada vez más difícil realizar ese acto de gimnasia emocional y simplemente hacer caso omiso de la amenaza. Jerome Frank, profesor emérito de siquiatría, dice: “La posibilidad de que el mundo sea destruido por armas nucleares está suprimiendo literalmente el porvenir de muchas personas. Hay un aumento alarmante en la cantidad de suicidios entre los adolescentes, muchos de los cuales no creen que haya esperanza de que puedan aportar algo a la sociedad”.
Empero, hay un número creciente de personas que se niegan a adoptar una actitud pasiva y a dejarse consumir por sentimientos de impotencia. Convencidas de que un desastre mundial es inevitable, ellas dicen que solo hay una cosa sensata que hacer: ¡Prepararse para la supervivencia! Por eso se les ha apodado “supervivencistas”. Pero ¿quiénes son? ¿Ofrecen una opción distinta a la aniquilación?