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  • Anticipo de la obra de construcción en el Paraíso

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¡Despertad! 1984
g84 22/9 págs. 12-17

Anticipo de la obra de construcción en el Paraíso

“Los testigos de Jehová son conocidos como personas que construyen iglesias en 48 horas. Pero este fin de semana se superaron. Por primera vez, los testigos de Jehová construyeron en 48 horas dos iglesias llamadas Salones del Reino junto con un apartamento anexo.”

ÉSTA fue la introducción que la periodista Annette López Muñoz dio a su artículo, publicado en el South Dade News Leader del lunes 27 de febrero. El artículo tenía que ver con el fin de semana que acababa de pasar, el 25 y 26 de febrero.

Las congregaciones de testigos de Jehová en la zona de Homestead, Florida, estaban multiplicándose tan rápidamente que era urgente establecer un programa para ponerse a la par de ese crecimiento. Según Jim Crosley, superintendente viajante del sur de Florida, dijo a la periodista: “Se ha dado mayor impulso a la construcción de iglesias llamadas Salones del Reino desde que se echó a nuestros hermanos cubanos en los botes de Mariel. También tenemos que construir cinco o seis salones más en Miami”.

Los salones gemelos que se construyeron en la zona de Homestead son para cuatro congregaciones... dos de habla hispana y dos de habla inglesa.

The Miami News citó las palabras de otro Testigo, quien explicó la razón por la cual se construían Salones del Reino “instantáneamente”: “Nuestra filosofía es construirlos lo más rápidamente posible para que podamos ponernos a trabajar en asuntos más importantes”.

Los “asuntos más importantes” giran en torno a actividades evangélicas: predicar y enseñar públicamente acerca del venidero Reino de Dios, hacer discípulos, bautizarlos, y adiestrarlos para que ellos también ‘rindan servicio sagrado al Dios vivo’. (Hebreos 9:14; Mateo 24:14; 28:19, 20.)

Esto exige que haya centros docentes... centros docentes bíblicos, Salones del Reino. Los salones, siguió diciendo The Miami News, son prácticos. “No tienen muchos ornamentos porque los consideramos más bien como escuelas o centros docentes. Son lugares de adoración, pero los servicios de adoración son de índole educativa.” Cada salón mide 370 metros cuadrados (4.000 pies⁠2) y tiene un auditorio con capacidad para 250 personas, dos salas de clases, una sala de estar, un cuarto para revistas y dos cuartos de baño.

¿Dos salones en 48 horas?

Beatrice Rogers, una Testigo de Homestead, puso a la disposición de cuatro congregaciones un aguacatal de dos hectáreas (5 acres) en un lugar bastante céntrico para ellas. Se decidió, después de un año de deliberación y formulación de planes, construir dos salones, uno al lado del otro.

Durante los últimos dos años, los testigos de Jehová de los Estados Unidos y Canadá han estado construyendo, como promedio, un Salón del Reino semanalmente por medio del método de construcción “instantáneo”. Pero ¿qué hay de dos en un solo solar? ¿Indicaba la experiencia del pasado que aquello podía lograrse? ¿Había disponible suficiente ayuda voluntaria? Si el dirigir de 200 a 400 trabajadores en el proyecto de un solo salón era un desafío, ¿qué sucedería cuando hubiera de 400 a 600 trabajadores en un proyecto? Con toda esa gente y todos esos materiales de construcción con los cuales trabajar, ¿no pudiera terminar toda la empresa en una confusión enorme?

Hubo muchísimo examen de conciencia y meditación en la advertencia de Jesús: “¿Quién de ustedes que quiere edificar una torre no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo suficiente para completarla? De otro modo, pudiera poner el fundamento pero no poder terminarla, y todos los que miraran pudieran comenzar a ridiculizarlo, diciendo: ‘Este hombre comenzó a edificar pero no pudo terminar’”. (Lucas 14:28-30.)

Pero después de haber pasado varios meses considerando en oración el asunto, calculando el costo y estudiando diseños y trámites, los testigos de Jehová de la zona de Homestead llegaron a una decisión: “Con la bendición de Jehová, ¡podemos hacerlo!”.

El viernes 24 de febrero por la noche, Nelson Crites, coordinador de proyectos de construcción de Salones del Reino en el sur de Florida, aseguró rotundamente a los más de 700 voluntarios entusiásticos que se habían reunido en el auditorio de la escuela secundaria de South Dade lo siguiente: “Éste es un acontecimiento histórico. Tendrá éxito con el poder de Jehová”.

A los voluntarios se les ordenó en 11 departamentos básicos que estaban organizados bajo la supervisión de contratistas y artífices experimentados, muchos de los cuales habían participado antes en la construcción de un salón en dos días. Esta vez las cuadrillas tenían que efectuar su labor en dos unidades, una en cada salón... carpintería, plomería, electricidad, y así por el estilo. Además, toda la comunicación tenía que traducirse tanto al español como al inglés. Aparte de contratar dos grúas para poner las armaduras del techo temprano el sábado por la mañana, casi todo el trabajo y los servicios habían de realizarlos voluntarios.

Se comienza bajo la lluvia

El sábado a las seis de la mañana se sirvió un desayuno al estilo de los leñadores. En aquel momento había un cuarto de millón de dólares en materiales de construcción esparcidos delante de la mano de obra, compuesta de hombres, mujeres y jóvenes. Cada artículo se había colocado sobre los cimientos de hormigón de ambos edificios precisa y estratégicamente donde se necesitaba. Cada uno de los fundamentos, delineado por vigas de acero, según lo exige el condado de Dade, ubicado en la zona de huracanes de Florida, medía unos 370 metros cuadrados. A las siete de la mañana comenzaría la obra de transformar en Salones del Reino gemelos aquellos montones de materia prima.

El trabajo comenzó a las siete en punto. Se comenzó bajo la lluvia. Había estado lloviendo sin parar desde cerca de la medianoche. Pero ni una sola etapa de la obra fue interrumpida. Se levantaron tiendas y cobertizos de plástico para que se guarecieran los electricistas y otros trabajadores. Los contratistas y los artesanos trabajaban desde sus camiones y furgonetas. Miles de almuerzos preparados de antemano en casa se guardaron bajo una cubierta de plástico sobre largas mesas colocadas en el aguacatal. En su cocina de campaña, bajo un techo de plástico, los cocineros atendían las ollas de vapor, los hornos y las tinas profundas. Sencillamente se hizo caso omiso de la lluvia.

Mientras más fuerte llovía, más rápidamente parecían quedar en su lugar las armaduras del tejado. En hora y media se habían colocado las armaduras en ambos salones. Las tablas de tabicar iban levantándose alrededor de las paredes al mismo paso que se colocaban las armaduras del techo. Al cabo de dos horas se había puesto en su lugar la última armadura. Para las nueve de la mañana los operadores de las grúas habían terminado su trabajo. Por todos lados había veintenas de personas levantando tablas de tabicar, y antes de que hubiera pasado otra hora, ambos salones estaban casi tabicados. Las formas estructurales iban apareciendo y definiéndose entre las palmeras que unas pesadas máquinas habían plantado uno o dos días antes.

Mientras más se oscurecían las nubes, con más rapidez se efectuaba el trabajo. Y en lugar de irse los voluntarios, más seguían llegando. Afuera en la calle, una policía decía una y otra vez que lo más que ella podía hacer era permanecer donde no estorbara. Directores de tráfico voluntarios dirigían el tráfico de las manzanas a lo largo de la calle 288, las intersecciones que llevaban al lugar de la construcción, y enfrente del mismo. Un vecino amablemente había puesto a nuestra disposición un terreno de seis hectáreas (15 acres), al otro lado de la calle, para que lo utilizáramos gratuitamente como estacionamiento.

La lluvia fue provechosa en el sentido de que mantuvo el césped mojado y listo para que el jardinero ornamental lo colocara. Las plantas y los arbustos fueron a parar en lechos bien regados. Los mamposteros se valieron de la lluvia para mantener mojada la argamasa.

Durante todo ese tiempo se seguían levantando paredes. Tan pronto como las tablas de tabicar cubrieron los cabrios, éstas a su vez fueron cubiertas con cartón embreado. Las siluetas de centenares de trabajadores se perfilaban contra el cielo gris. En tierra se hacía que relumbrantes conductos de ventilación se retorcieran y arrastraran como gusanos gigantes en los áticos. Ya se estaban clavando a los exteriores las tablas de madera acabadas. Pesados fajos de tejas de madera se cargaban en hombros hasta los tejados para esparcirlas allí. A través del objetivo de una máquina fotográfica parecía que había hectáreas cubiertas de tejas y hectáreas llenas de trabajadores.

¿Qué pasó con la lluvia? Dejó de llover sin que nadie se diera cuenta de ello. Para cuando empezó a llover otra vez, ambos tejados estaban terminados.

Siguieron llegando voluntarios

Se construyó un apartamento de cuatro habitaciones para unir los dos Salones del Reino. Desde el aire, las estructuras unidas forman una H gigantesca.

El departamento de Servicio de Voluntarios, bajo una tienda de plástico, continuó funcionando tanto cuando hacía buen tiempo como cuando no. Había más trabajadores que trabajo que hacer. Se presentaron voluntarios desde tan lejos como Texas, Ohio, Idaho, Inglaterra, Canadá y Jamaica, además de los que llegaron de estados vecinos y de toda Florida. El grupo de solicitudes ascendía a 810.

Dawn Brinklow, a cargo de la jardinería ornamental, dijo que sus voluntarios no sabían los nombres de las plantas... distinguir entre las llamadas Philodendron selloum y las Malpighia. “De modo que establecimos un código de colores. Luego enviábamos a una cuadrilla para que las buscaran según el color... ‘Traigan una roja, o una azul, o una verde’. Además de todo eso, había que traducir cada palabra en ambos idiomas. No había ni siquiera una cuadrilla donde no estuvieran mezclados negros, blancos e hispanos.”

Unidad, amor y el espíritu de Jehová

A un caballero que había gravado con hipoteca la propiedad se le pidió que fuera al lugar de construcción el sábado a fin de saldar la cuenta. Le asombró tanto el ver surgir dos edificios de 370 metros cuadrados cada uno sobre lo que el día anterior habían sido dos fundamentos de hormigón que fue de prisa a su casa para traer a su esposa al lugar.

El departamento de Servicio de Noticias dio la bienvenida y escoltó a periodistas, fotógrafos, operadores de cámaras de TV y un continuo flujo de visitantes. Hubo contratistas que esperaban descubrir cómo podían construir al igual que lo hacían los testigos de Jehová. Hubo un educador de una iglesia bautista que esperaba poder inspirar a sus miembros como lo hacen los testigos de Jehová... “Ni siquiera puedo lograr que en nuestra iglesia se arregle una gotera sin que haya que pagar a alguien”.

Archie Francis, de Hialeah, trabajó todo el sábado en el departamento de Limpieza. Ese día por la noche, su tía llegó de Belice, país de América Central. Él le mencionó que había estado ayudando a construir dos Salones del Reino durante el fin de semana.

“No lo creo”, dijo ella.

“Puedo mostrarte algunos videocasetes.”

“No.” Ella lo creería solamente si lo viera.

Ante la insistencia de ella, condujeron en medio de la noche 35 kilómetros (22 millas) hasta el lugar de la construcción. Un grupo de hermanas que cantaban en español cánticos del Reino estaban animando a los que estaban trabajando toda la noche rellenando con masilla las grietas de las paredes. La tía de Archie se les unió. “Puede que llegue a ser testigo de Jehová —decidió ella—. Tengo Testigos trabajando en mi negocio. Ellos son honrados. Y yo siempre leo sus revistas.”

A otro pariente casi le produjo una conmoción, y el pariente insistió: “¿Cómo lo logran?”.

“Mediante la unidad. El amor. El espíritu de Jehová”, contestó Archie.

La ronda de Warren Brundage, policía de South Dade, es un “callejón de matanza”, donde hay asesinatos, narcóticos y contienda racial. Él vio en la obra la naturaleza humana bajo un aspecto diferente. “¡Me parece que es fantástico! —dijo a un periodista—. Que tantas personas estén trabajando juntas sin riñas ni peleas [...] Hay negros, blancos, latinos [...] tienen diferentes oficios; sin embargo, todos trabajan juntos por una causa común. Ayer había un banquero ayudando a poner el tejado.” Se quedó hasta después de las cinco de la tarde, hora en que terminaba su turno... ¡no hubo horario de banquero para él!

En la parte temprana de la tarde del domingo, a petición de un fotógrafo, se hizo un anuncio en inglés y en español para que los trabajadores y los visitantes hicieran una pausa lo suficientemente larga como para que se reunieran enfrente de los edificios y levantaran los brazos en señal de victoria. Cuatro mil personas respondieron. Esa cifra se basa en el hecho de que, poco antes, el departamento de Servicio de Alimentación había servido 4.000 platos de comida.

Vislumbre del Paraíso, en lo terrenal

Lo que dio al lugar un aura de paraíso físico aun más evidente fue la jardinería ornamental. Dos jardines tropicales, uno enfrente, otro en la parte de atrás, tomaron forma en paisajes de ondulaciones, palmeras, rocas y flores. Una caravana de camiones transportaron hasta el solar las palmeras y los arbustos. Un Testigo se ofreció a regalar algunas palmeras. La jardinera ornamental que fue a escoger las palmeras avistó un grupo de tres palmeras datileras raras, conocidas como Phoenix reclinata. El dueño ni siquiera sabía que estaban creciendo en su propiedad. ¡Qué cuidado amoroso y tierno desplegó el operador de la excavadora superficial cuando las removió, al enterarse de que las palmeras estaban valoradas en mil dólares (E.U.A.) cada una!

Tomó dos días plantar los jardines, y éstos abarcaron poco más de media hectárea (1 1/2 acres). En términos comerciales, a una cuadrilla de seis personas le hubiera tomado aproximadamente tres semanas hacer el trabajo, a un costo de $25.000 a $30.000 (E.U.A.). Todo esto fue donado.

Una ocasión especial, un modo especial de compartir

La periodista López Muñoz regresó el domingo con su madre, quien solo habla portugués. La joven periodista había percibido algo difícil de describir. “¿Qué es ese empuje, esa motivación que hay en ustedes?”

“Proviene de la Biblia”, fue la respuesta que recibió.

“Leí en la Biblia que unas personas estaban construyendo una gran torre, cuando Dios confundió los idiomas de ellas, y nunca la terminaron.”

“Eso se debió a que estaban obrando en contra de la voluntad de Dios.”

“Pero ¿ahora él está ayudándolos a superar las barreras lingüísticas que hay entre ustedes?”

“Eso es así porque estamos haciendo Su voluntad.”

Los testigos de Jehová —se le dijo— tienen presente que “la palabra de Dios es viva y ejerce poder” (Hebreos 4:12). Responda a ella, y permita así que Su espíritu obre en usted.

“Parte de lo que usted percibe es el placer que nos produce el tener asociaciones especiales, la construcción de un Salón del Reino —explicó alguien del Servicio de Noticias—. El dinamismo de los testigos de Jehová se deriva mayormente del hecho de que somos una sociedad evangélica. Estamos unidos en predicar y enseñar acerca del venidero Reino de Dios. Por eso necesitamos Salones del Reino como centros de adoración y educación bíblica. En ocasiones especiales como ésta, podemos asociarnos en un plano más amplio. Cada uno puede compartir sus destrezas, habilidades y talentos especiales. O puede simplemente estar dispuesto a hacer cualquier cosa que pueda para ayudar a otros. Cada uno da lo mejor de sí. Y se aprecia a cada uno por ello. Pero hasta en esto, nuestra asociación está dirigida por principios bíblicos. Aquí, por ejemplo, tenemos en cuenta lo que dice Gálatas 5:26: ‘No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros’. Además, Proverbios 11:14 dice: ‘Cuando no hay dirección diestra, el pueblo cae’.”

Vislumbre del Paraíso, en lo espiritual

La fe de ellos es lo que hace posible que los testigos de Jehová hagan lo que otros no pueden hacer. Comienzan por deshacerse del espíritu del mundo. Eso incluye —como lo reconoció rápidamente el policía Brundage— librarse del espíritu del mundo en lo que toca a racismo, odio, celos, diferencias sociales, narcóticos, obsesión con lo sexual, y así por el estilo. Él estaba en un mundo diferente, donde las personas habían quitado de sí toda amargura maliciosa, cólera, ira, gritería y habla injuriosa junto con la maldad, y realmente estaban tratando de ser ‘bondadosas las unas con las otras, tiernamente compasivas, libremente perdonándose unas a otras así como Dios también por Cristo libremente las había perdonado’. (Efesios 4:31, 32.)

El espíritu del mundo, manifiesto en “las obras de la carne”, está en oposición a Dios. El librarse de ese espíritu deja paso al fruto del espíritu de Dios, “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo”. (Gálatas 5:19-23; Romanos 8:5-8.)

Un visitante, miembro de la Iglesia Mormónica, vio a los hijos de unos Testigos —negros, morenos y blancos— jugar juntos. Comentó: “Nosotros adoptamos a un niño negro. Los de nuestra iglesia no permiten que sus hijos jueguen con nuestro hijo”.

Los testigos de Jehová, al responder a la enseñanza bíblica, se sienten atraídos a entrar en una unidad que se extiende por más países que los que pertenecen a las Naciones Unidas.

Se mencionó que la construcción de Salones del Reino en dos días era un “anticipo de la obra de construcción en el Paraíso”. Esto expresó la firme convicción que el pueblo de Jehová tiene de que pronto el Creador de la Tierra quitará de en medio todos los elementos que arruinan la Tierra y la sociedad humana que hay en ella, para dejar paso a la obra de construcción en el Paraíso en escala mundial. (Revelación 11:17, 18; 21:3, 4; Isaías 65:17-25.)

[Fotografía en la página 14]

Las tablas de tabicar y las armaduras del tejado se pusieron simultáneamente. Para las nueve de la mañana una grúa ya había puesto en su lugar la última armadura

[Fotografía en la página 17]

El operador de la retroexcavadora lleva tres palmeras... parte del jardín ornamental “instantáneo”

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