Cómo se aficionó el mundo
CIERTO senador estadounidense se fuma dos cajetillas de cigarrillos diarias. En un debate sobre el mantenimiento de los precios para los cosecheros de tabaco, este senador dijo a sus colegas: “Yo sé que este hábito me está acortando la vida [...] quizás acabe conmigo”. Añadió: “Me arrepiento del día en que me aficioné a esta horrible basura”.
El senador no es el único a quien le pesa. Según algunas estimaciones, el 90% de los fumadores de su país ha tratado de abandonar el hábito o quiere abandonarlo. En el Japón, tan solo en 1983, dos millones de japoneses consiguieron abandonar el hábito. Una autoridad dijo: “Casi todos los fumadores habituales parecen estar arrepentidos de haberse aficionado al tabaco y advierten a sus hijos que no sigan su ejemplo”.
Pero ¿cómo llegaron a aficionarse tanto estos apesadumbrados fumadores? Como dijo el investigador Robert Sobel respecto a la gente en general: “Para el bien o para el mal que esto pueda acarrearnos, como civilización estamos unidos a esos tubitos de papel que contienen pequeñas cantidades de tabaco picado”. Una de las seis grandes empresas de la industria tabacalera tiene un cuarto de millón de empleados. Sus ventas anuales en 78 países de los seis continentes totalizan 10.000 millones de dólares (E.U.A.). ¿Cómo puede un hábito tan extensamente indeseado crear una demanda que requiera una infraestructura industrial gigantesca para abastecerlo?
De hecho, la historia del cigarrillo puede que sea una de las más sorprendentes en los últimos cien años. La chispa que originó la increíble demanda de cigarrillos durante este siglo que algunos llaman el “siglo del cigarrillo” fue el desarrollo de dos guerras libradas durante el siglo XIX. El nacimiento de una nueva industria, la publicidad, avivó la llama. Luego un sorprendente nuevo tabaco —rubio brillante, más suave y químicamente diferente— alentó a los fumadores a inhalar el humo. Este notable cambio en el hábito de fumar, la inhalación oral, garantizaba que la mayoría de los fumadores quedaría atrapada en la adicción por el resto de su vida.
Las guerras que provocaron la demanda
Hasta el 1856, cuando los cigarrillos encontraron su primer mercado masivo, el empleo del tabaco había sido considerado como un lujo extravagante. Por esas fechas, los soldados británicos y franceses regresaron de la guerra de Crimea con “cigarros de papel” y un hábito que habían aprendido en aquella tierra. La moda del cigarrillo invadió Europa, creando una demanda inesperada de cigarrillos turcos o su imitación inglesa.
La “moda de Crimea” hizo del cigarrillo un sustituto económico de la pipa o el cigarro. Pero la moda murió. Además, como indicó Robert Sobel: “Hacia el comienzo de la década de 1860 no parecía que el hombre de la clase media estadounidense —el principal mercado para fumadores potenciales— se pasara a los cigarrillos”. Aquellos cigarrillos primitivos no parecían seducir tanto como los cigarrillos modernos. Como ocurre con el humo del cigarro, el humo del cigarrillo era ligeramente alcalino y los fumadores lo retenían en la boca. No resultaba cómodo inhalarlo como hacen hoy normalmente los fumadores. Había llegado el momento de dar el siguiente y sorprendente paso.
La guerra civil norteamericana (1861-1865) introdujo un humo cuyo poder de adicción era mayor, logrando una adicción que, según Jerome E. Brooks, experto en el tema, tendría una “fuerza explosiva”. Una vez más, la guerra llevó a los soldados el económico cigarrillo... primero a los Confederados y luego a los de la Unión. Pero esta vez no fue una moda pasajera.
Para la confección de estos cigarrillos se empleó tabaco estadounidense, y había algo que los hacía diferentes. Los cosecheros norteamericanos adoptaron un nuevo tipo de tabaco que, en un suelo bajo en nitrógeno como el suyo, se cultivaba bien. También descubrieron, por un accidente inesperado ocurrido en una granja de Carolina del Norte, un proceso de secado que daba a la hoja un color rubio brillante, así como un sabor suave y dulce. En 1860, la Oficina de Empadronamiento de los Estados Unidos denominó este fenómeno como “uno de los desarrollos en el campo de la agricultura más anormales que el mundo jamás ha conocido”. Después de haber fumado unos cuantos cigarrillos de este nuevo tabaco, los nuevos fumadores sentían una necesidad irresistible de encender otro.
¡Adictos!
Sin comprenderlo por entonces, esta pequeña pero irrefrenable y aumentante clientela ha llegado a desarrollar una dependencia física, habituación, por una sustancia altamente adictiva. Según el investigador Dr. Michael A. H. Russell, “la persona que fuma dos o tres cigarrillos ocasionalmente durante su adolescencia”, casi invariablemente desarrolla una “dependencia habitual al tabaco”. Y añadió: “A diferencia del adolescente que al principio se inyecta heroína una o dos veces a la semana, el fumador adolescente experimenta unas doscientas dosis sucesivas de nicotina al terminar su primera cajetilla de cigarrillos”.
En efecto, inhalar el humo era el secreto. Al parecer, la nicotina penetra e irrita las mucosas solo si el medio es alcalino. Pero como el humo del cigarrillo es ligeramente ácido, es el único humo de tabaco lo suficientemente suave en la boca y en la garganta como para poder inhalarlo regularmente. Pero al llegar a los pulmones el ácido se neutraliza y la nicotina se vierte libremente en el caudal sanguíneo. En solo siete segundos, la nicotina transportada en la sangre llega al cerebro, de modo que cada bocanada de humo ofrece una gozada de nicotina casi instantánea. De acuerdo con un estudio realizado por el gobierno británico, los jóvenes que fuman más de un cigarrillo solo tienen un 15% de posibilidades de ser no fumadores.
Así que, en la misma década en que comenzó la guerra de Crimea, la industria del cigarrillo produjo un poderoso nuevo hábito. En el transcurso de 20 años los comerciantes de tabaco dieron con la idea de emplear anuncios publicitarios atractivos y basados en algún testimonio personal, con el fin de atraer a nuevos clientes. Una máquina patentada en 1880 producía cigarrillos en cantidades masivas con el fin de mantener los precios asequibles, mientras que láminas de héroes del deporte y mujeres sonrientes ofrecían la imagen publicitaria del cigarrillo al público masculino. Pero ¿qué hacía que cada vez lo compraran más? ¡La habituación a la nicotina! Como explicó Willian Bennet, M.D., un escritor sobre temas relacionados con la salud: “La mecanización, una publicidad inteligente y las técnicas de la comercialización han hecho su aportación, sin embargo, [sin la nicotina] nunca hubieran podido vender tanta paja seca”.
Para el 1900, el cigarrillo moderno, ya internacionalizado, estaba preparado para apretar su garra sobre la sociedad humana.
[Comentario en la página 5]
El fumador nuevo recibe unas 200 dosis de nicotina al fumarse su primera cajetilla de cigarrillos