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  • El río Li... donde los adjetivos se quedan cortos
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¡Despertad! 1987
g87 22/11 págs. 15-17

El río Li... donde los adjetivos se quedan cortos

DESDE su nacimiento en las montañas, el río Li se precipita impetuosamente hacia el sur. Para cuando llega a la bulliciosa ciudad de Kevi-lin, en el sudeste chino, se ha ensanchado y se desliza tranquilamente por esta antigua ciudad que se extiende a lo largo de su orilla occidental.

Kevi-lin es diferente de las ciudades occidentales. Durante las horas-punta sus calles están atestadas de bicicletas. Unos cuantos taxis y camiones se abren paso entre la masa de ciclistas con la ayuda del claxon. Los ciclistas pedalean con alegría, totalmente inconscientes del peligro, mientras los vehículos pasan a escasos centímetros de ellos. Pero nadie se molesta ni grita ni pierde los estribos. Es muy diferente de las horas-punta en Nueva York, Roma o Ciudad de México. Es diferente, pero uno halla palabras para describirlo.

Más adelante, siguiendo el curso del río, se encuentran pequeñas comunidades que parecen colgar de las riberas. A la orilla del río, los niños juegan y saludan a las embarcaciones de turistas que viajan hacia el sur. Las mujeres lavan ropa y verduras en el agua. Los hombres conducen manadas de carabaos a lo largo de las riberas. Tierra adentro, los granjeros trabajan en los arrozales, algunos sembrando el arroz a mano y otros arando con el carabao. Diferente, pero descriptible.

No obstante, a lo largo de todo el río Li hay filas y filas de montañas que se proyectan hacia el cielo. Son montañas singulares e indescriptibles. Todas las otras vistas exóticas que se contemplan en el viaje en barco por el río Li desde Kevi-lin a Yang-chou pueden calificarse, pero no hay adjetivos para describir estas extrañas montañas.

Durante cinco horas y ochenta kilómetros, la embarcación viajó río abajo, y durante todo ese tiempo y esa distancia las montañas siempre permanecieron a la vista. Unas cadenas en primer plano, otras detrás y otras más allá, hasta que su imagen se desvanecía de tal modo en la distancia que parecían irreales. Para poder captar lo que los adjetivos no podrían describir, se disparaban las cámaras fotográficas, que ávidamente devoraban rollo tras rollo de película. ¡En este caso una imagen ciertamente valdría más que mil palabras!

Pero las cámaras no podían captar la misteriosa sensación que producen esos curiosos pináculos apiñados hasta donde la vista alcanza. La tripulación del barco sirvió una comida caliente al mediodía. Todos bajaron a comer, excepto este observador, quien estaba demasiado fascinado como para abandonar la cubierta superior. Podía llenar su estómago en cualquier momento; este festín para sus ojos pronto pasaría. Lo que su cámara pasase por alto, podría retenerlo su memoria.

Un folleto turístico dice: “Según las investigaciones geológicas, Kevi-lin fue originalmente una vasta extensión de mar. Como resultado de los movimientos repetidos de la corteza, la roca caliza que en un tiempo se hallaba en el lecho del mar emergió, y llegó a convertirse en tierra. Luego, debido a la erosión y a la disolución producida por la lluvia, la roca caliza adquirió la forma de bosques de cumbres, cimas solitarias, ríos subterráneos y grutas. Es esta singular formación Karsta la que ha hecho que el paisaje de Kevi-lin sea el más maravilloso del mundo”.

Si esa última declaración es un poco exagerada, es una exageración perdonable. Con toda certeza, esta jungla de cumbres calizas, a través de las cuales se abre camino y serpentea el río Li, es inolvidable. No sabemos a ciencia cierta cómo llegó a producirse todo esto, pero sí que estamos seguros en cuanto a quién es el responsable. Si los adjetivos se quedan cortos para describir las montañas del río Li, cuánto más cortos se quedan para describir a su Creador. “Jehová es grande y ha de ser alabado en gran manera, y su grandeza es inescrutable.” (Salmo 145:3.)

[Nota a pie de página]

a “Modelado que se desarrolla sobre calizas, dolomías o yeso y que se caracteriza por la presencia de dolinas, cuevas y un importante drenaje subterráneo.” (Diccionario de términos científicos y técnicos.)

[Recuadro en la página 17]

Cerramos el viaje con broche de oro

Después de efectuar el viaje por el río Li, visitamos una escuela de párvulos en Kevi-lin. En el aula los niños de cuatro años de edad jugaron a diferentes juegos, danzaron bailes sencillos y luego se sentaron para escuchar fascinados a una visitante americana que les cantó una canción infantil. La letra trataba acerca de una niña y su ‘querida muñeca pequeña con ojos de color azul’. Por supuesto, los niños no entendían las palabras, pero estaban cautivados por la suave voz y el tono sencillo de la dulce canción, y por la mímica que describía cómo se vestía a la muñeca, salía a jugar y, finalmente, era ‘mecida hasta que se dormía al concluir el día’. Ellos captaron el sentimiento. Sus rostros resplandecieron. Hubo sonrisas. Algunos estaban sentados muy quietos, encantados. Cuando nos marchamos, los niños nos despidieron felizmente agitando las manitas.

Nos robaron el corazón.

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