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  • El misterio se oscurece aún más

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  • El misterio se oscurece aún más
  • ¡Despertad! 1988
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¡Despertad! 1988
g88 8/7 págs. 4-7

El misterio se oscurece aún más

CUANDO nos encontramos frente al lecho de muerte de alguien, llegamos a percibir la dura realidad de la vida. Sin embargo, contemplar la muerte sigue siendo una experiencia sobrecogedora, hasta aterradora. No es de extrañar que cada vez que la muerte se lleva a alguien, este acontecimiento esté rodeado de misterio y conjeturas. La vida es corta, y, como escribió Shakespeare, “la muerte tendrá su día”.

Entonces, ¿qué es la muerte física? Eso es lo primero que tenemos que determinar.

Un hecho inaceptable

La Encyclopædia Britannica define la muerte sencillamente como “la ausencia de vida”. Aunque el hombre puede aceptar la muerte natural en el caso de los peces, los mamíferos y las aves, su propia inteligencia le dice que, tal como declara la Biblia,a la muerte humana es un enemigo.

De todas las criaturas que hay en la Tierra, el hombre es el único que puede reflexionar sobre su propia muerte. También es el único que entierra a sus muertos. Como explica la Encyclopædia Britannica, a menudo, el entierro ritual de los muertos “surge de una incapacidad instintiva o de un rechazo por parte del hombre de aceptar la muerte como el fin definitivo de la vida humana. A pesar de la horrenda evidencia que ofrece la descomposición física causada por la muerte, ha persistido la creencia de que algo de la persona sigue viviendo después de la muerte”.

Debido a ello, las costumbres asociadas con la muerte suelen estar revestidas de tradiciones y de misteriosas supersticiones de tiempos antiguos.

Costumbres y creencias

Por ejemplo: en muchas tumbas antiguas no solo se han encontrado los huesos de los muertos, sino también comida y bebida, que fue depositada allí porque se creía que el difunto las necesitaría en el más allá. En los sarcófagos de madera egipcios se pintaban mapas y ojos para guiar al difunto. También se enterraban con él ciertos utensilios y efectos personales —como joyas—, pues entendían que el muerto se alegraría de tenerlos en una vida futura.

Se han encontrado esqueletos que yacían de lado y que tenían las piernas encogidas en posición fetal, una indicación, según la interpretación de algunos entendidos, de la creencia en un renacimiento. Los griegos y los romanos creían que los muertos necesitaban ser transportados al otro lado del Estige, el río principal del mundo de los muertos. Este servicio lo prestaba un barquero demoniaco llamado Caronte, y por sus servicios se le pagaba con una moneda que se colocaba en la boca del difunto, una práctica que sigue llevándose a cabo hoy día en muchas partes del mundo.

“Está claro que todas las religiones importantes tienen creencias sobre el proceso de morir, la muerte misma y la vida después de la muerte”, dice A Dictionary of Religious Education. Eso es cierto; pero ¿por qué? Debido a que resulta inaceptable contemplar el fin de la existencia consciente. “Nadie cree en su propia muerte —afirmó el psiquiatra Sigmund Freud—, [y en nuestro] subconsciente, todos estamos convencidos de nuestra propia inmortalidad.”

Lógicamente, esa manera de pensar ha llevado al desarrollo de muchas creencias populares. Consideremos algunas de las principales.

Purgatorio e infierno

Si los muertos están vivos, deben encontrarse en algún lugar; pero ¿dónde? Aquí radica el problema, puesto que los que mueren no son totalmente malos ni totalmente buenos. Con un sentido básico de justicia, el hombre ha acostumbrado a separar a los difuntos, distinguiendo a los buenos de los malos.

El punto de vista rabínico, según se expresa en The Jewish Encyclopedia, es el siguiente: “En el día del juicio final habrá tres clases de almas: las justas serán inscritas inmediatamente para vida eterna; las inicuas, para el Gehena; pero aquellas cuyos pecados y virtudes se equilibren deberán bajar al Gehena y flotar ascendiendo y descendiendo hasta que suban purificadas”. Muchos reconocerán en esta última declaración una descripción del purgatorio.

Es interesante que al hacer una evaluación oficial de la doctrina del purgatorio, la New Catholic Encyclopedia sencillamente matiza: “En definitiva, la doctrina católica [romana] sobre el purgatorio se basa en la tradición, no en las Sagradas Escrituras”. Esto no es extraño, pues ni la palabra ni la idea de un purgatorio aparecen en la Biblia. Pero ¿y el Gehena, el destino de los inicuos de acuerdo con The Jewish Encyclopedia?

El término griego Gehena se deriva de la expresión hebrea gueh hin·nóm, “valle de Hinón”, situado al sudoeste de Jerusalén. Era un lugar donde en el pasado se sacrificaron niños al dios Mólek, y “por esta razón —dice The Jewish Encyclopedia—, al valle se le consideraba maldito, por lo que ‘Gehena’ pronto se convirtió en un equivalente figurativo de ‘infierno’”.

“Según muchas religiones, el infierno —dice The World Book Encyclopedia— es un lugar o estado habitado por demonios, donde se castiga a los inicuos después de la muerte.” Esta es una doctrina que algunas Iglesias de la cristiandad y otras religiones todavía predican activamente. Como resultado, muchas personas han crecido con un verdadero temor de ir al infierno.

“Cuando era niño —escribió en el año 1926 el novelista inglés Jerome K. Jerome—, muchas personas devotas todavía aceptaban como un hecho la existencia de un infierno material. El sufrimiento que eso causaba a un niño lleno de fantasía difícilmente puede exagerarse. Me hizo odiar a Dios, y después, cuando mi creciente razón rechazó ese concepto como algo absurdo, me hizo despreciar la religión que lo había enseñado.”

Sea cual sea su opinión sobre el infierno (para más información, véase el recuadro adjunto: “Infierno y Gehena... ¿qué diferencia existe?”), consideremos ahora lo que para muchos es el destino más feliz: el cielo o el nirvana.

Cielo y nirvana

“El cielo es el lugar y la condición bendita de felicidad sin fin en la presencia de Dios, de sus ángeles y de los santos” dice The Catholic Religion—A Manual of Instruction for Members of the Anglican Church. Y luego añade: “También consiste en estar reunidos para siempre con todos los que hemos amado abajo y que han muerto en gracia, y en ser perfectamente buenos y santos para siempre jamás”.

Por otro lado, el nirvana refleja la creencia budista de que solo se puede alcanzar una condición de “paz y bendición eterna” cuando finalmente termina el “doloroso y continuo ciclo de la muerte y el renacimiento”. Tanto con la enseñanza del cielo como con la del nirvana, la religión ofrece cierta provisión para que se terminen los sufrimientos de esta vida y a continuación se pueda vivir en un mundo idílico.

¿Nos ayudan esas enseñanzas conflictivas a responder a nuestra pregunta (¿qué nos sucede cuando morimos?), o se oscurece aún más el misterio? ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que decidimos creer es cierto? ¿Son hechos lo que nos enseña la religión, o son ficciones?

Nuestro destino después de la muerte seguirá siendo un misterio a menos que podamos responder a la única pregunta que puede desvelarlo: ¿qué es el alma? Veámoslo a continuación.

[Nota a pie de página]

a Véanse las palabras de Pablo en Primera a los Corintios, capítulo 15, versículo 26.

[Fotografía en la página 5]

En un antiguo sarcófago egipcio se pintaron ojos porque se creía que ‘así el alma del muerto podría mirar afuera’

[Reconocimiento]

Cortesía del Museo Británico de Londres

[Fotografía en la página 7]

El valle de Hinón, al sudoeste de Jerusalén, tal como se ve en la actualidad

[Recuadro en la página 6]

¿Es la criogenización el camino a la inmortalidad?

Se llama “suspensión criogénica” a la técnica con la que se conserva un cadáver a temperaturas sumamente bajas. Se coloca el cadáver en un depósito lleno de nitrógeno líquido a -232 °C, a no ser que el cliente prefiera convertirse en un “neuropaciente”, lo que significa que solo se conservará la cabeza. “Yo no creo en la vida después de la muerte en el sentido religioso —dice el presidente de la empresa británica que recomienda la criogenización—, pero amo la vida y creo que el cese de la conciencia es algo desastroso.” Detrás de toda esta propaganda está la creencia de que en algún tiempo futuro, la ciencia será capaz de devolver la vida y hasta de reproducir un cuerpo nuevo para la cabeza mediante la duplicación clónica. Esa es una manera —informa el periódico londinense “The Sunday Times”— de “alcanzar la inmortalidad”.

[Recuadro en la página 7]

Infierno y Gehena... ¿qué diferencia existe?

La expresión “infierno de fuego” es una tergiversación del significado de la palabra griega “Gehena”, nombre que antiguamente identificaba al basurero que estaba fuera de la ciudad de Jerusalén y que Jesús utilizó como símbolo de destrucción eterna. (Mateo 10:28.) ¿Y qué hay de la palabra “infierno” (traducida del vocablo hebreo “sche’óhl” y del griego “hái·des”)? Si fuese un lugar de tormento, ¿hubiera querido alguien ir allí? Difícilmente. Sin embargo, el patriarca Job pidió a Dios que le ocultase en ese lugar. (Job 14:13.) Jonás prácticamente fue al infierno de la Biblia cuando estuvo en el vientre del gran pez, y desde allí oró a Dios para que lo liberase. (Jonás 2:1, 2.) El infierno de la Biblia es la sepultura común de la humanidad, donde los muertos descansan en la memoria amorosa de Dios, a la espera de una resurrección. (Juan 5:28, 29.)

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