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¡Despertad! 1991
g91 22/4 págs. 15-17

“¡Hay que participar!”

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Colombia

UN MATRIMONIO joven de Misuri (E.U.A.) explica: “La primera vez que oímos acerca del Programa de Trabajadores Voluntarios Internacionales de Construcción fue en el verano de 1988 cuando unos amigos regresaron de su asignación en la sucursal de la Sociedad Watch Tower en Honduras (América Central). ‘¡Hay que participar!’ dijeron rebosantes de entusiasmo”.

Los testigos de Jehová han puesto en marcha este programa para construir sus sucursales en todo el mundo. Para que se les asigne a dicho programa, los trabajadores en perspectiva primero tienen que trabajar en la central de la Sociedad Watch Tower, ubicada en Brooklyn (Nueva York), donde pueden evaluarse sus hábitos de trabajo y sus habilidades. De modo que el marido de la pareja que vivía en Misuri se puso en contacto con las oficinas de la Sociedad en Brooklyn y ofreció sus servicios para trabajar allí temporalmente.

Durante su estancia en la central de Brooklyn se apuntó para trabajar en otro país y tan pronto como regresó a Misuri él y su esposa empezaron a ahorrar para su esperado viaje. Varios meses más tarde les llegó la carta con su asignación. ¡Irían a Colombia (América del Sur)!

Desde 1987 hasta ya adentrados en 1990 más de mil trabajadores voluntarios temporales se costearon el viaje a Colombia y pasaron entre dos semanas y dos meses ayudando en la construcción de la nueva sucursal impresora de los testigos de Jehová de ese país. Además, alrededor de ochenta voluntarios más procedentes de catorce países han trabajado más de un año en esta gran obra de Colombia. Algunos de estos trabajadores a corto y largo plazo ya habían ayudado antes a construir nuevas sucursales en países como Nigeria, Filipinas, Guyana, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Perú y Ecuador.

Cuando los trabajadores voluntarios llegan a Colombia sus anfitriones les ayudan a pasar por inmigración y aduanas. Luego los llevan en automóvil a Facatativá, el lugar de construcción, a unos 50 kilómetros al noroeste de Bogotá.

Orientación

Normalmente, cuando un trabajador nuevo llega a la obra, el primer día se le hace una gira por las instalaciones y se le explica el tipo de vida que llevan los miembros del equipo de construcción. La mayoría de los trabajadores internacionales de construcción —en los últimos años ha habido entre 40 y 60 en cualquier momento dado— se alojan en unas viviendas que se han adquirido cerca de la obra.

Se orienta a los nuevos trabajadores respecto a los horarios de trabajo, asistencia a las reuniones cristianas, participación en la actividad de predicar durante el fin de semana y el cuidado apropiado de su lugar de alojamiento. También se les informa sobre el servicio de lavandería así como la participación en el programa matutino de consideración bíblica y otros asuntos relacionados.

Se les provee una habitación cómoda, comidas calientes y nutritivas y un servicio para lavarles y plancharles la ropa con prontitud. Incluso se dispone de atención médica en caso de necesidad. Se esmeran en todos los detalles para que su estancia sea lo más agradable posible.

Por lo general, a los recién llegados les sorprende ver que la obra de construcción es mucho mayor de lo que se imaginaban. En una ladera que sube hasta un espeso bosque de árboles de hoja perenne sobre la montaña que queda detrás, están los dos edificios residenciales de cinco plantas, un verdadero hormiguero de actividad. Con el tiempo estos edificios acomodarán a un total de 250 miembros del personal de la sucursal de Colombia, lo que se conoce como familia Betel. Durante los pasados meses los recién llegados han visto diversos equipos efectuando trabajos de fontanería, instalación eléctrica y ensamblaje de perfiles metálicos para las paredes.

El comedor tiene capacidad para cuatrocientas personas cómodamente sentadas, pero ahora, debido a la afluencia de voluntarios locales durante los fines de semana, se llena con seiscientos trabajadores o más que toman las comidas en autoservicio. Con la excepción de algunos retoques finales, el comedor ya está totalmente terminado.

En el gran edificio de dos plantas que sirve de fábrica, ya se han trasladado el departamento de Envíos y el de Remendería. Cuando los recién llegados pasan por la segunda planta de la fábrica quien les hace la gira señala con orgullo a la enorme prensa rotativa offset de marca Hantscho. Varios miembros de la sala de prensas de Brooklyn supervisaron su instalación y recibieron la ayuda hábil de otros voluntarios.

Esta prensa de 65 toneladas, 27 metros y controlada por ordenador es una de las mejores que hay disponibles en la actualidad. Ya está en funcionamiento e imprime 38.000 ejemplares por hora de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! en español para su distribución en toda la zona noroccidental de América del Sur. Recientemente, más de 155.000 testigos de Jehová de Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador y Perú empezaron a recibir sus revistas de esta prensa y a todo color.

Apoyo local

En la construcción también trabajan muchos voluntarios colombianos, tanto hombres como mujeres. Se sienten orgullosos de trabajar en su nueva sucursal, como la llaman. Algunos viven en alojamientos temporales ubicados cerca de la obra, mientras que otros van y vienen todos los días desde Bogotá y otras ciudades cercanas. Durante los fines de semana y los días festivos acuden por turnos entre 50 y 150 trabajadores voluntarios adicionales procedentes de unas cien congregaciones de testigos de Jehová de Bogotá y sus inmediaciones.

Un trabajador voluntario de construcción de origen canadiense y con experiencia en ensamblaje de perfiles metálicos y albañilería en seco, comentó: “Aquí, los hermanos locales están ansiosos de aprender y la calidad de su trabajo es tan buena como lo que uno ve en los proyectos comerciales de Canadá, si no mejor”.

Un trabajador que desde 1987 está al cargo de la maquinaria pesada y el movimiento de tierras, añade: “Trabajamos con un buen grupo de hombres, entre ellos varios hermanos locales. Algunos apenas sabían conducir un automóvil antes, pero se han convertido en excelentes maquinistas”.

Algunos colombianos jóvenes que han trabajado con regularidad en la obra han solicitado servir como miembros permanentes de la familia Betel, que pronto se ampliará considerablemente. Otros volverán a participar en la predicación a tiempo completo en Colombia. Su servicio como trabajadores voluntarios de la construcción en el ambiente de la familia Betel ha enriquecido su vida espiritual.

Una obra remuneradora

Miles de los que han participado en el Programa de Trabajadores Voluntarios Internacionales de Construcción han declarado que ha sido una experiencia sobresaliente en su vida. “Es algo muy especial —dijo un trabajador de Misisipí (E.U.A.) acerca del proyecto de Colombia—. Y lo que lo hace especial es la gente. Me encantaría participar de continuo si fuese posible. Uno puede construir edificios en cualquier lugar, pero la diferencia radica en que trabaja con los hermanos.” Codearse a diario con cristianos que manifiestan los frutos del espíritu de Jehová es muy diferente de trabajar en el mundo seglar.

Para los trabajadores temporales el momento de la partida suele llegar demasiado pronto. Hay abrazos y se derraman muchas lágrimas. ¡Cuántas veces se les oye decir: “Desearíamos poder quedarnos más tiempo”. “Nos encantaría quedarnos.”! Todos se van con un aprecio más profundo por la hermandad internacional de los testigos de Jehová. Han experimentado con antelación lo que será vivir y trabajar juntos en el futuro para extender el Paraíso hasta los confines de la Tierra.

Por supuesto, no todos pueden participar en este programa internacional de construcción. Pero a aquellos cuyas circunstancias se lo permitan, el Programa de Trabajadores Voluntarios Internacionales de Construcción les ha abierto una nueva y emocionante puerta que conduce a la actividad.

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