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  • Una amenaza para el granjero
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¡Despertad! 1991
g91 8/10 págs. 24-25

Conozca al controvertido dingo australiano

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Australia

DURANTE muchos años ha habido en Australia un debate sobre el dingo. ¿Tiene derecho a vivir en los desiertos australianos? ¿O es un asesino que debería ser encerrado y exterminado gradualmente?

El dingo es un perro salvaje. Es corpulento, tiene el pelo corto y suave y las orejas levantadas y en punta. Cuando es adulto, su alzada es de unos 60 centímetros, y mide unos 120 centímetros desde la nariz hasta la punta de su poblada cola, que por sí sola ya mide unos 30 centímetros. Tiene el cráneo mucho más grande y los dientes más largos que los perros domésticos del mismo tamaño, pero puede cruzarse con ellos. Los aborígenes que vivían cerca de Sydney usaron el nombre dingo, y la primera vez que apareció escrito fue alrededor del año 1790.

Se encuentran dingos en todo el continente australiano, pero no en el estado insular de Tasmania. El color de su atractivo manto puede variar entre crema, amarillo pálido, blanco, pardo rojizo vivo, rojo mohoso, pardo amarillento y negro. Prescindiendo del color de su manto, los dingos adultos de pura raza siempre tienen de color blanco la punta de la cola y normalmente también los pies.

¿De dónde vino?

El dingo no es autóctono de este vasto país desecado por el sol, sino que probablemente fue traído en barco. Lo que no se sabe es exactamente cuándo y quiénes lo trajeron. La mayoría de los indicios indican que el dingo desciende del lobo indio. En los fósiles se aprecia un gran parecido con los perros procedentes del valle del Indo, que fueron el resultado del cruce de perros domésticos con lobos indios.

También se parece al lobo en su estilo silencioso de cazar y en que no ladra, sino que emite un prolongado aullido. Una teoría popular es que ciertos viajeros de la India con barcos que podían surcar los mares llevaron el dingo primero a Timor y luego más al sur, hasta Australia.

¿Puede domesticarse?

El cachorro de dingo es un animalito encantador. Los aborígenes los tuvieron como animales de compañía desde tiempos remotos, aunque siempre volvían a su hábitat cuando crecían.

El profesor N. W. G. MacIntosh, de la universidad de Sydney, no cree que se pueda domesticar al dingo. Dice que hasta los adiestradores de perros-policía, hombres muy expertos, pacientes y que aman a los animales, no han podido conseguir que obedezca.

Por otro lado, George Bingham, que ha trabajado con dingos durante unas dos décadas, dice que aquellos con los que él ha tratado eran extremadamente confiados y juguetones, y en ningún momento agresivos. No obstante, admite que, si no se toman en cuenta sus tendencias naturales, pueden volverse incontrolables y destruir las propiedades personales, aunque no se hacen necesariamente feroces. También reconoce que desean volver a su hábitat y advierte que si se tiene un dingo como animal de compañía y se le deja suelto, pronto dejará de ser un perro de compañía y se limitará a acudir de vez en cuando.

Una amenaza para el granjero

A pesar de que le gusta que el hombre lo acaricie, la dura realidad es que los dingos salvajes son cazadores voraces y pueden causar estragos en los rebaños de ovejas y en el ganado. Raras veces cazan en grupo. Son solitarios por naturaleza, pero de vez en cuando cazan en parejas, sobre todo cuando atacan a un animal grande, como el canguro. En esas ocasiones, uno de los dingos muerde a la víctima por la cola o por una pata y el segundo se concentra en la garganta.

Los dingos ponen de manifiesto su gran astucia de varias maneras. Muchas veces siguen a un pastor y a su rebaño de ovejas durante semanas, matando a toda oveja que se aparte del rebaño. O pueden hacer que una vaca se acostumbre poco a poco a su presencia durante varios días, y luego, de repente, cuando está desprevenida, se apoderan de su becerro.

Algunos ganaderos dicen que los dingos les han matado hasta el 50% de los corderos o becerros recién nacidos. Uno perdió 900 ovejas de un rebaño de 5.500 en tan solo cuatro meses. Lo que aún les enfurece más es su costumbre de matar a las ovejas y luego solo comer un poco del animal.

Así que es fácil comprender por qué se dice que el dingo es uno de los animales más controvertidos de Australia. La mayoría de los ganaderos dicen que es un asesino cruel y astuto. Los conservacionistas abogan por que se les proteja junto con otros animales salvajes de Australia, y señalan a su utilidad como carroñeros.

Costosas medidas de control

Entre los esfuerzos por controlar las crecientes poblaciones de dingos está la valla de 2,5 metros de altura que se ha levantado a lo largo de 8.000 kilómetros. Se dice que esta “gran valla contra dingos” es más larga que la Gran Muralla de China, y se construyó, con un coste muy elevado, con el ambicioso objetivo de mantener a los dingos en la zona norte, apartados de la región ovejera del sur. Otros métodos utilizados con diferentes grados de éxito son los “doggers”, o cazadores profesionales —que les disparan o colocan trampas para atraparlos—, y los cebos envenenados, a veces hasta lanzados desde el aire. Lamentablemente, con estos métodos también se eliminan otros animales.

¿Son devoradores de hombres?

Hasta la fecha no ha habido ningún informe auténtico de que algún dingo hubiese atacado a un ser humano, ni solo ni en grupo. Cuando los dingos viven cerca de la civilización, se alimentan de desperdicios y comen cualquier alimento que encuentren en los contenedores de basura. En las zonas desérticas del interior de Australia, suelen cazar y comer cualquier animal más pequeño que ellos, como conejos, oposums, uómbats, roedores y pequeños ualabíes.

Lo que sigue siendo hasta cierto grado un enigma es saber cuál es la definición bíblica que encaja con el dingo, si “bestia salvaje” o “animal doméstico”. (Génesis 1:25.) Pero sea cual sea su papel exacto, es muy posible que el controvertido dingo australiano y sus encantadores cachorritos sigan existiendo cuando la Tierra sea transformada en un paraíso y toda la creación animal deleite al hombre y dé honra a su imaginativo y amoroso Creador. (Isaías 11:6-9.)

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