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¡Despertad! 1992
g92 8/7 págs. 21-23

¿Por qué es tan popular el golf?

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Hawai

COMO moscas a la miel, multitudes de golfistas japoneses vuelan a Hawai con el afán de conseguir el swing (conjunto del movimiento para golpear la pelota) perfecto. En Japón, ser miembro de un club de golf de elite puede costar 1,5 millones de dólares (E.U.A.), cantidad que ni siquiera incluye la cuota anual. Actualmente, la cuota media es de 188.500 dólares. De ahí que solo el 15% de los golfistas japoneses jueguen en auténticos campos de golf. No contentos con practicar sus golpes en lugares preparados para ese fin en su país, vienen a Hawai dispuestos a pagar hasta 100 dólares por un partido de golf, y considerarlo, además, una ganga.

Quienquiera que haya sido el primero que golpeó una pelota con un palo para introducirla en un pequeño agujero con el menor número de golpes posible, probablemente no se imaginó jamás la gran popularidad que alcanzaría este juego con el tiempo, y la pasión que generaría. Tan solo en Hawai se pueden encontrar 64 campos de golf, entre ellos el Ala Wai, que posiblemente sea el más concurrido del mundo. En Estados Unidos, donde el golf es una industria que produce 20.000 millones de dólares al año, una de cada diez personas juega anualmente por lo menos un partido, y 5,5 millones de personas juegan por lo menos una vez cada dos semanas. De modo que no es ninguna exageración llamar a ese deporte un boom; pero ¿por qué? ¿A qué se debe su popularidad?

Cómo empezó

Aunque nadie está totalmente seguro de dónde o cuándo comenzó el golf, se sabe que hace más de quinientos años ya se jugaban varios juegos parecidos al golf en Gran Bretaña y en la Europa continental. Sin embargo, la primera mención del golf como tal data de 1457, en Escocia. Por lo visto, llegó a ser tan popular que el rey Jacobo II vio la necesidad de aprobar un decreto que prohibía la práctica de este deporte, a fin de que sus súbditos dedicasen más tiempo al tiro con arco, habilidad necesaria para la defensa de su reino.

Para el año 1744, un grupo de escoceses decidieron que había llegado el momento de organizar este juego, redactar una serie de reglas escritas y establecer un club de golf. Así llegó a existir la Honourable Company of Edinburgh Golfers (La Honorable Compañía de Golfistas de Edimburgo). Diez años después, un grupo de jugadores de Saint Andrews (Escocia) formaron su propio club, que más tarde llegó a conocerse como el Royal and Ancient Club of St. Andrews (Club Real y Antiguo de Saint Andrews), o simplemente el R. and A., considerado por muchos el arbitrador de los reglamentos del juego.

En sus comienzos, el golf se jugaba entre las colinas y las dunas cercanas a la orilla del mar por razones prácticas. Los conejos y las ovejas mantenían la hierba corta, y estas, con el fin de protegerse, creaban trampas de arena naturales al comerse la hierba y rebajar el nivel del terreno. Pero los únicos que podían permitirse el lujo de invertir el dinero y el tiempo necesarios para viajar a los links (como llamaban a esos campos de juego), eran los miembros de la realeza y la gente acaudalada. Definitivamente, no era un juego para el pueblo. De hecho, tan solo para poder comprarse las pelotas de golf ya había que ser rico.

En un principio, estas se hacían de cuero de toro, rellenas de plumas de ganso o de gallina, y se cosían a mano. Resultaban caras de fabricar y no duraban mucho. Cuando en 1848 se descubrió la gutapercha —sustancia resinosa procedente de un árbol de Malaysia (el Palaquium gutta)—, se pudo fabricar un nuevo tipo de pelota que resultaba más barato, lo que hizo más asequible el golf, y el juego pronto llegó a ser popular.

Aumenta el interés por el golf

Además del descenso de los precios de las pelotas y los palos de golf, hubo varios factores más que contribuyeron al aumento del interés por ese juego. La revolución industrial permitió que el pueblo dispusiera de más tiempo y dinero para su recreación. El auge del transporte por ferrocarril hizo que el desplazamiento a los campos de golf fuese más fácil y barato, y los golfistas podían incluso desplazarse para jugar en diferentes campos. La invención de la cortacésped permitió hacer campos de golf donde antes se consideraba poco práctico debido a la altura de la hierba.

La gente se siente atraída al golf por diversas razones. A algunos les brinda la oportunidad de estar al aire libre y, al mismo tiempo, hacer un poco de ejercicio. Para otros es una ocasión de escaparse del estrés de su rutina diaria y encontrar un poco de paz y sosiego en los fairways (espacios lisos y despejados) y los greens (espacios de llegada). Aún otros disfrutan del aspecto social del golf: es un juego que personas de diferentes edades, antecedentes y habilidades pueden practicar juntas. Y no es nada violento.

Con todo, parte del atractivo del golf radica en la amistosa competencia que se logra al contabilizar los puntos. A diferencia de la mayoría de los demás juegos, en el golf, cuantos menos puntos se tengan, mejor. Hay varias maneras de puntuar. En el match play (partido jugado por hoyos) el jugador que introduce la pelota en el hoyo con el menor número de golpes, gana ese hoyo, y el jugador que gana más hoyos en todo el campo es el que gana el partido. En el score play (partido jugado por golpes), el ganador es el jugador con el total más bajo de golpes en todo el recorrido.

Al aumentar la cantidad de personas que acudían a los campos de golf, se empezaron a celebrar torneos para determinar quiénes eran los mejores jugadores. Al principio se premiaba a los ganadores de los torneos con una medalla. Más tarde, se les concedió también un premio en metálico. En seguida aparecieron en la escena los jugadores profesionales que se ganaban la vida jugando torneos y representando a un club de golf en particular.

Se propaga la fiebre

Con la formación, en 1894, de la U.S. Golf Association (Asociación Estadounidense de Golf), la popularidad del golf aumentó mucho en Estados Unidos. Luego, como la gente empezó a viajar a otros países, la fiebre del golf se propagó a diferentes partes del mundo. Con el tiempo, gracias al transporte aéreo, se pudieron organizar torneos por todo el mundo, que hoy día llegan, retransmitidos vía satélite, a los hogares de la gente con toda la emoción y la belleza escénica de los campos de golf de fama mundial. El auge del golf aumenta por momentos. Y lo mismo sucede con el premio en metálico: de menos de diez mil dólares por torneo en los años treinta y cuarenta, ha aumentado a cifras de hasta un millón de dólares en nuestros días.

Como este deporte va ligado a un entorno hermoso, los campos de golf pronto se convirtieron en la principal atracción de muchos lugares de vacaciones. A fin de atraer al turismo y su dinero, la mayoría de los centros turísticos lujosos del mundo tienen campos de golf diseñados por arquitectos. Los urbanizadores también reconocen el golf como una fuente de ingresos; de ahí que, para dar prestigio a las urbanizaciones que construyen, las doten de campos de golf de primera categoría. La revista Business Week informa que el 70% de los campos de golf que se construyen actualmente, forman parte de una urbanización.

Golf al estilo hawaiano

Hawai es un verdadero paraíso para los golfistas. Además de los ya existentes, está en proyecto la construcción de otros 61 campos. Aun así, puede que no haya suficientes campos para satisfacer toda la demanda, pues a medida que la actual generación de personas preocupadas por mantenerse en forma va entrando en años y se va dando cuenta de que actividades como el jogging, el tenis y el frontón son ya un poco enérgicas para su edad, muchas de ellas se pasan al golf.

Para otros, el golf ofrece un buen marco para hacer negocios. Los largos paseos a pie o en carrito motorizado entre un hoyo y otro dejan tiempo suficiente para que los hombres de negocios hagan sus tratos. “Me ha permitido pasar con clientes cinco horas que de otro modo no hubiera podido dedicarles”, dijo la gerente de una institución financiera que dirige la mayor parte de su negocio desde el campo de golf. Hay incluso quien opina que para ascender y ser aceptado en el mundo de los negocios es necesario jugar al golf.

Aunque la mayoría de la gente relaciona el golf con los acaudalados y los famosos, los campos de golf públicos han ayudado a cambiar ese punto de vista. Los que no pueden permitirse el lujo de hacerse socios de un club, pueden disfrutar del juego en dichos campos. Las estadísticas indican que en Estados Unidos casi la mitad de los golfistas son oficinistas u obreros. Y los residentes en Hawai, por ejemplo, pueden jugar en un campo de golf público por menos de diez dólares.

Aunque posiblemente haya maneras más baratas de pasar un día que jugando en un campo de golf, para el golfista no hay nada que pueda igualar la agradable sensación de golpear una pelota con un buen swing y verla volar a lo largo del fairway hasta el green. La paz que se respira en el ambiente, el aroma de la hierba recién cortada, el entorno tan bien cuidado y la compañía de amigos, constituyen agradables beneficios complementarios que realzan lo que en ese momento les ocupa: tratar de conseguir el swing perfecto.

[Reconocimientos en la página 23]

Foto por cortesía del Mauna Kea Beach Hotel

Foto por cortesía del Mauna Kea Beach Hotel

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