La culebrilla. ¿Cómo mitigar el dolor?
“Me asusté porque me dolía mucho detrás del ojo —explica Ann—. Temía que fuera un tumor cerebral.”
“Me desperté con una molestia tan extraña a un lado del abdomen que pensé que era apendicitis”, recuerda Jean.
“Había tenido sarpullidos antes —cuenta Dilip—, pero me preguntaba por qué aquel me producía tantísimo dolor bajo la piel.”
¿QUÉ es exactamente la culebrilla? “Culebrilla” es la denominación vulgar de la enfermedad que en términos médicos se conoce por los helenismos herpes zóster (hér·pes, derivado de hér·po, que significa “reptar”, y zó·ster, que quiere decir “cinturón”). En armonía con ambos nombres, el popular y el científico, el tipo de herpetovirus causante de la enfermedad se extiende sigilosamente a lo largo de los nervios sensitivos y a veces rodea el torso dejando un rastro serpenteante de erupciones dolorosas. El dolor intenso que provoca el nervio inflamado puede hacerse insoportable.
Los primeros síntomas de la culebrilla —fiebre, escalofríos y malestar general, entre otros— muchas veces parecen indicar que se trata de la gripe, pero pudieran confundirse también con los de afecciones más graves, como un ataque cardíaco o un tumor cerebral. Los infectados suelen quejarse asimismo de entumecimiento, hormigueo superficial y quemazón o picor que va intensificándose.
Una semana después de manifestarse los síntomas, aparece una franja de granitos rojizos irritantes, normalmente por encima de la cintura y en un solo lado del cuerpo, que sigue el trayecto del nervio sensitivo inflamado por el virus. Algunas de las zonas más comúnmente afectadas son la caja torácica, la región lumbar, el pecho, el cuello, la frente y los ojos, dependiendo de los ganglios nerviosos infectados. La erupción se transforma rápidamente en grupos de vesículas o ampollas que recuerdan a la urticaria. Al cabo de unos diez días, las vesículas se secan y se forman costras que van cayéndose. En muchos casos quedan cicatrices y un dolor persistente como recordatorios del encuentro que se ha tenido con el herpes zóster.
Causas, frecuencia y pronóstico
¿Cómo se contrae la culebrilla? Parece que el paciente se infecta a sí mismo. Las investigaciones médicas han demostrado casi con total certeza que el herpetovirus causante de la enfermedad (llamado varicela-zóster) y el virus altamente contagioso que origina la varicela son el mismo. Esto explica por qué el contacto con pacientes de herpes zóster puede provocar varicela en otras personas (generalmente niños). No obstante, para contraer la culebrilla tiene que haberse padecido antes esta última afección.
Después de pasar la varicela, por lo común en la niñez, el sistema inmunológico no elimina completamente el virus varicela-zóster. Este se aloja en un centro nervioso remoto (en la zona espinal o craneal, en opinión de los investigadores) y allí permanece latente hasta que se dan las circunstancias favorables para su reactivación, casi siempre años después, cuando el sistema inmunológico se ha debilitado.
Aunque del 10 al 20% de la población general adquiere el herpes zóster en algún momento de su vida, los mayores de 50 años son más propensos. Los científicos calculan que la mitad de las personas que alcanzan los 85 años lo han sufrido. La enfermedad ataca en prácticamente la misma proporción a hombres y mujeres y puede recurrir, pero es un alivio saber que solo entre el 2 y el 4% de los enfermos tienen un segundo episodio.
El herpes zóster suele aparecer tras una enfermedad grave, un período de mucho estrés o fatiga prolongada, o cualquier trauma. También puede darse después de haber recibido quimioterapia, radioterapia u otros tratamientos que debilitan el sistema inmunológico. El segundo ataque del virus de la varicela no produce una nueva manifestación de esta afección, sino herpes zóster, que, pese a ser una dolencia diferente, presenta algunas de las características generales de la anterior, entre ellas las etapas de erupción cutánea, vesículas y costras.
¿Qué gravedad reviste la culebrilla, y cuánto dura? Aunque es muy dolorosa, rara vez resulta mortal. Pero si la contrae, prepárese para soportar varias semanas de dolor constante a medida que el cuerpo va creando defensas para combatir la infección viral. La duración de la enfermedad oscila entre siete y diez días en la mayoría de los casos, si bien las erupciones pueden tardar hasta cuatro semanas en curarse. Es bastante común que los pacientes sufran dolor en la zona del nervio inflamado, lo que se conoce como neuralgia posherpética, durante varias semanas, y a veces meses, después de la desaparición de las vesículas.
Si la infección se extiende al ojo, puede perjudicar seriamente la visión e incluso producir ceguera. De modo que, cuando la zona afectada es la cara, es aconsejable acudir de inmediato a un oftalmólogo. El tratamiento temprano puede evitar complicaciones oculares graves.
Tratamiento
¿Hay alguna terapia efectiva contra el herpes zóster? Aunque desde la antigüedad se vienen probando muchos diferentes remedios, la verdad es que la medicina todavía ha de encontrar un tratamiento que no se limite a modificar ligeramente los efectos y controlar el dolor hasta que la enfermedad remita de forma natural.
Las últimas investigaciones sobre el uso de fármacos antivirales en diversas infecciones herpéticas han producido resultados prometedores para el tratamiento de la culebrilla. El aciclovir, por ejemplo, aunque ciertamente no la cura, retarda la reproducción del virus y tiende a reducir el dolor y la duración de la enfermedad en algunos pacientes. Los investigadores dicen que para obtener los mejores resultados hay que iniciar el tratamiento pronto.
Un estudio realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado reveló que en los pacientes de herpes zóster a los que se había administrado hasta 800 miligramos de aciclovir oral cinco veces diarias por un espacio de diez días, la formación de vesículas y costras, así como el dolor, fue significativamente menor que en los que habían recibido placebos. Las opiniones difieren respecto a si el aciclovir también alivia la neuralgia posherpética. La vidarabina, otro fármaco antiviral, ha resultado bastante eficaz en el tratamiento de la enfermedad. Por otra parte, se está trabajando en la obtención de una vacuna, pero esta todavía se halla en fase experimental.
Muchas personas que han padecido la culebrilla coinciden en que si el dolor no fuera continuo, sería más soportable. Pero se prolonga noche y día, agotando al enfermo mental y físicamente.
En la fase en que el dolor es muy agudo, los médicos pudieran prescribir analgésicos más fuertes por unos cuantos días, aunque estos suelen tener efectos secundarios nocivos. Si el paciente puede resistir el dolor sin los analgésicos, la aplicación de compresas de agua fría posiblemente se lo alivie. A algunos les ha ido bien aplicarse varias veces al día una pomada que contiene un 1% de sulfadiacina argéntica. Es contraproducente rascarse las ampollas o cubrirlas con vendas.
Las ampollas se curan paulatinamente, pero si se presenta una secuela común, la neuralgia posherpética, el dolor no da tregua. Esta complicación debilita especialmente a los pacientes inmunodeprimidos o de edad avanzada. No resulta fácil soportar el dolor punzante. Se ha tratado de combatirlo con corticosteroides, pero las investigaciones médicas no han demostrado concluyentemente que estos potentes fármacos sean efectivos e inocuos. Los facultativos recetan a veces el antidepresivo amitriptilina para el dolor crónico; no obstante, también este medicamento puede agravar el problema, sobre todo si su uso es prolongado.
Curiosamente, un ungüento que contiene capsaicina, sustancia extraída del chile (ají) rojo picante, ha dado muy buenos resultados en el tratamiento del dolor; pero no puede aplicarse hasta que las ampollas se hayan curado. La señora mencionada al principio, Jean, que padeció un caso agudo de herpes zóster, consiguió calmar el dolor llevando encima día y noche durante varias semanas una unidad de TENS (siglas en inglés para estimulación eléctrica transcutánea de los nervios). Los pequeños impulsos eléctricos que el dispositivo le transmitía encubrían su fuerte dolor interno, lo que le concedía libertad de movimientos.
La lista de remedios caseros es larga; la mayoría están relacionados con una alimentación sana (baja en arginina) e incluyen complementos dietéticos, como las vitaminas B y C y la L-lisina. Algunos afirman que el uso tópico del vinagre de manzana es beneficioso; otros toman vitamina E para acelerar la cicatrización de las erupciones cutáneas.
Si usted contrae la culebrilla, seguramente empezará a recibir enseguida recomendaciones no solicitadas de amigos suyos de todas partes respecto al mejor remedio casero. Algunas sugerencias pueden ser útiles, pero muchas no lo son. Tal vez sus mensajes le hagan sonreír en medio del dolor. Por lo menos sabrá que sus amistades se preocupan por usted, lo cual puede ayudarle más que sus consejos.
En definitiva, tanto el enfermo de herpes zóster como su médico disponen de diversos medios para reducir la intensidad del ataque y el dolor. Pero es posible que el médico, después de confirmar el diagnóstico, le diga que lo mejor es que aguante con paciencia hasta que las defensas con las que el Creador ha dotado al cuerpo logren dominar la enfermedad.