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¡Despertad! 1996
g96 22/1 págs. 21-23

No pierda el interés en la lectura

UN NUEVO problema relacionado con la lectura está extendiéndose por todo el mundo. No se trata de una dificultad en el aprendizaje, pues afecta a los que ya saben leer, sino de la falta de interés en la lectura. Efectivamente, aunque la gente solía entregarse con placer a la lectura, hoy día a menudo la desdeña porque la considera tediosa. “Hay que esforzarse para leer —se quejó una niña de 12 años—, y eso no es divertido.”

También a muchos adultos les da pereza leer. Estados Unidos, por ejemplo, se jacta de tener un nivel de alfabetización del 97%; no obstante, la mitad de los adultos del país apenas leen libros o revistas. Evidentemente, la habilidad de leer no siempre va acompañada del deseo de leer. Esto sucede incluso en el caso de las personas instruidas. “Cuando llego a casa agotado después de un largo día de trabajo —dice un licenciado de la Universidad de Harvard—, enciendo el televisor en vez de tomar un libro. Me resulta más fácil.”

¿Qué ha sucedido con la lectura? En décadas recientes, su popularidad ha sucumbido ante los cautivantes medios de comunicación. “Ahora que tenemos el canal MTV —de vídeos musicales—, nuestro propio vídeo, Nintendo y Walkman, la idea de ponernos a leer un libro no resulta tan atractiva como cuando la vida era más sencilla”, escribe Stratford P. Sherman en la revista Fortune. La competidora de la lectura que más tiempo consume es posiblemente la televisión. En Estados Unidos, por ejemplo, al cumplir los 65 años de edad, el ciudadano medio ha pasado nueve años de su vida frente al televisor.

Puesto que con frecuencia se sacrifican los beneficios de la lectura por ver la televisión, sería conveniente reflexionar en los siguientes puntos.

Los beneficios de la lectura

La lectura estimula la imaginación. La televisión piensa por usted. Le presenta todo en detalle: las expresiones faciales, las inflexiones de la voz y los escenarios.

Al leer, en cambio, usted selecciona a los actores, monta el escenario y dirige la acción. “Se tiene mucha libertad —dice un niño de 10 años—. Uno puede imaginarse a cada personaje exactamente como quiera. Se tiene más control de la situación cuando se lee un libro que cuando se ve la televisión.” Como señaló el doctor Bruno Bettelheim, “la televisión acapara nuestra imaginación, pero no la libera. Un buen libro estimula y libera la mente a la vez”.

La lectura desarrolla las habilidades verbales. “Ningún niño ni adulto se vuelve un mejor televidente con la práctica —observa Reginald Damerall, de la Universidad de Massachusetts—. Las habilidades necesarias para ver la televisión son tan elementales que jamás hemos oído hablar de que existan incapacidades para ello.”

La lectura, por el contrario, requiere habilidades verbales y las desarrolla, pues está estrechamente relacionada con el habla y la escritura. Un profesor de Inglés de secundaria apunta: “Es indiscutible que el éxito del estudiante depende en gran manera de su riqueza de vocabulario —que se refleja tanto en su comprensión de lo que lee como en su manera de redactar—, y el único medio de enriquecer el vocabulario es la lectura; no existe otro”.

La lectura fomenta la paciencia. En solo una hora pueden aparecer en la pantalla del televisor más de mil imágenes diferentes, lo que deja poco tiempo para reflexionar en lo que se está viendo. “Esta técnica literalmente programa la mente para que no se mantenga concentrada por mucho tiempo”, dice el doctor Matthew Dumont. No sorprende, pues, que algunos estudios hayan demostrado que, tanto en niños como en adultos, existe relación entre ver demasiado tiempo la televisión y tomar decisiones irreflexivamente y sentir inquietud.

La lectura requiere paciencia. “Las frases, los párrafos y las páginas se suceden lentamente y conforme a una lógica que no tiene nada de intuitiva”, escribe el experto en comunicaciones Neil Postman. El lector debe interpretar y evaluar lo que está en la página y meditar en ello a su propio ritmo. La lectura es un proceso complejo de decodificación que exige paciencia y que, a la vez, ayuda a cultivarla.

La actitud equilibrada

Con todo, hay que reconocer que la televisión también tiene sus ventajas. Puede transmitir cierto tipo de información con mayor efectividad que la página impresa.a Un programa fascinante de televisión puede incluso estimular el interés por la lectura. “Se ha informado que las adaptaciones televisivas de libros infantiles y los programas de divulgación científica incitan a los niños a leer libros sobre estos temas y otros relacionados”, afirma The Encyclopedia Americana.

Es esencial tener una actitud equilibrada. La página impresa y la televisión son dos medios de comunicación diferentes. Cada uno tiene sus virtudes y defectos inherentes, y a cada uno puede dársele buen o mal uso. En efecto, leer hasta el punto de aislarse de los demás puede ser tan perjudicial como ver la televisión con exceso. (Proverbios 18:1; Eclesiastés 12:12.)

Sin embargo, el entretenimiento visual a menudo relega a la lectura a un plano inferior. Un periodista japonés plantea esta queja: “Estamos pasando de ser una cultura de lectores a una de espectadores”. Esta tendencia se observa sobre todo en los jóvenes. El resultado es que muchos de ellos crecen sin ningún interés en la lectura, y más adelante sufren las consecuencias. Por consiguiente, ¿cómo pueden los padres ayudar a sus hijos a cultivar el deseo de leer?

Cómo pueden ayudar los padres

Dé el ejemplo. Un artículo de Newsweek titulado: “Cómo lograr que sus hijos sean buenos lectores” da la siguiente advertencia directa: “Si usted pasa las horas muertas delante del televisor, sus hijos probablemente acabarán haciendo lo mismo. Pero si lo ven acurrucado y feliz con un buen libro en las manos, se darán cuenta de que no solo predica los beneficios de la lectura, sino que la pone en práctica”. Algunos padres leen en voz alta a sus hijos, lo cual es aún mejor, ya que de ese modo se forjan lazos entrañables entre ellos, algo que desgraciadamente falta en muchas familias actuales.

Tenga una biblioteca en casa. “Esté rodeado de libros, montones de ellos —recomienda el doctor Theodore Isaac Rubin—. Recuerdo que yo leía libros porque los tenía a mano y porque era lo que hacían todos.” Los niños leerán libros si los tienen a su alcance. El incentivo será todavía mayor si forman parte de su biblioteca personal.

Haga que disfruten de la lectura. Se ha dicho que si a un niño le gusta leer, la mitad de la batalla del aprendizaje está ganada. Así que haga que sus hijos disfruten de la lectura. ¿Cómo? En primer lugar, ponga restricciones respecto al tiempo que dedica a ver la televisión, si no, en la mayoría de los casos esta desplazará a la lectura. En segundo lugar, cree un ambiente propicio para la lectura; los momentos de calma y los lugares tranquilos, tales como una biblioteca personal bien iluminada, invitan a leer. En tercer lugar, no los obligue a leer. Facilíteles las publicaciones y las oportunidades, pero deje que ellos mismos cultiven el deseo.

Algunos padres empiezan a leer libros a sus hijos cuando estos todavía son de tierna edad, lo cual puede resultar beneficioso. Ciertos entendidos dicen que a la edad de tres años el niño ya comprende la mayor parte de las palabras que usará en sus conversaciones habituales adultas, aun cuando todavía no pueda expresarlas con fluidez. “Los niños comienzan mucho más rápidamente a comprender el lenguaje que a usarlo oralmente”, explica el libro Los tres primeros años de vida. La Biblia dice de Timoteo: “Desde la infancia has conocido los santos escritos”. (2 Timoteo 3:15.) La palabra “infante” se deriva del vocablo latín infans, cuyo significado literal es “que no habla”. De modo que Timoteo escuchó palabras de las Escrituras mucho antes de que pudiera expresarlas.

La Biblia: una ayuda excelente

“La Biblia es una recopilación imponente de obras literarias”, asegura el libro The Bible in Its Literary Milieu (La Biblia en su entorno literario). De hecho, sus 66 libros contienen poemas, canciones y relatos históricos, de los que pueden aprender jóvenes y mayores. (Romanos 15:4.) Además, la Biblia es “inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia”. (2 Timoteo 3:16.)

Así pues, el libro con el contenido más importante que existe es la Palabra de Dios, la Biblia. Con razón todo rey israelita debía tener una copia personal de las Escrituras y “leer en ella todos los días de su vida”. (Deuteronomio 17:18, 19.) A Josué se le mandó leer el texto sagrado “en voz baja” —es decir, para sí— “día y noche”. (Josué 1:8.)

Hay que admitir que ciertas partes de la Biblia no son fáciles de leer. Tal vez exijan mucha concentración. Pero recuerde que Pedro escribió: “Como criaturas recién nacidas, desarrollen el anhelo por la leche no adulterada que pertenece a la palabra”. (1 Pedro 2:2.) Con la práctica, la inclinación por la “leche” de la Palabra de Dios puede llegar a ser tan natural como el deseo instintivo de un bebé de alimentarse con la leche de su madre. El deseo de leer la Biblia puede cultivarse.b Vale la pena el esfuerzo. “Tu palabra es una lámpara para mi pie, y una luz para mi vereda”, escribió el salmista. (Salmo 119:105.) ¿Y quién no necesita tal guía en estos tiempos tan difíciles?

[Notas]

a La Sociedad Watch Tower reconoce este hecho, y en años recientes ha complementado su producción de información impresa con videocintas de diversos temas relacionados con la Biblia.

b Con objeto de ayudar a los niños a desarrollar anhelo por el conocimiento bíblico, la Sociedad Watch Tower ha publicado libros sencillos para el estudio de la Biblia, tales como Mi libro de historias bíblicas y Escuchando al Gran Maestro. Ambas publicaciones pueden obtenerse también en casetes.

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