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¡Despertad! 1996
g96 22/2 págs. 10-11

¿Cuál es el remedio?

EN 1993, D. A. Henderson, quien desempeñó un papel relevante en la erradicación de la viruela, dijo a un grupo de científicos en Ginebra (Suiza): “Cada día está más difundida la idea de que el bienestar de la humanidad, e incluso nuestra supervivencia como especie, dependerá de nuestra capacidad para detectar las enfermedades que surjan. [...] ¿Dónde estaríamos hoy si el VIH se convirtiera en un patógeno transmisible por el aire? ¿Y cómo asegurar que no ocurrirá eso con una infección similar?”.

¿Cómo es posible detectar las enfermedades que aparezcan? Existe un sistema de alarma temprana de enfermedades tropicales epidémicas, que consiste en una red de 35 laboratorios que informan sus datos a la OMS (Organización Mundial de la Salud). Sin embargo, una encuesta demostró que menos de la mitad de estos laboratorios tienen el equipo suficiente para descubrir la encefalitis japonesa, los hantavirus o la fiebre del valle del Rift, todas ellas, enfermedades mortales. Solo el 56% podría detectar la fiebre amarilla, provocada por un virus transmitido por mosquitos, que causa vómitos, insuficiencia hepática y hemorragias internas. En 1992 murieron de fiebre amarilla no menos de veintiocho personas en Kenya antes de que los médicos descubrieran la causa. Durante seis meses pensaron que estaban combatiendo el paludismo.

Otro punto débil del programa de supervivencia es su incapacidad para identificar el brote de enfermedades virales de desarrollo lento. El VIH, por citar un ejemplo, puede esconderse en un individuo, transmitirse a otros y tardar hasta diez años en presentar el cuadro del sida. La pandemia actual de este síndrome apareció casi simultáneamente en tres continentes y penetró vertiginosamente en veinte naciones. Es obvio que no hubo advertencia alguna al respecto.

Pese a estas dificultades, muchos científicos aún ven el porvenir con confianza y hablan con optimismo de los grandes descubrimientos y avances importantísimos que se llevarán a cabo en años venideros. El rotativo International Herald Tribune informó: “Muchos científicos dicen que la esperanza de conseguir verdaderos logros importantes reside en la biotecnología, la manipulación del material hereditario de las células vivas. Los científicos de las grandes industrias biotecnológicas esperan crear células capaces de producir germicidas, en otras palabras, una nueva generación de antibióticos manipulados genéticamente”.

Esto también tiene su lado oscuro. La ingeniería genética ha creado la posibilidad de introducir genes en virus inocuos que podrían transmitirse al hombre. Esta tecnología podría usarse provechosamente, por ejemplo para elaborar lo que suele llamarse antibióticos transgénicos. Pero también podría utilizarse con fines perversos.

Cabe la posibilidad, por ejemplo, de que involuntaria o deliberadamente se introduzcan genes del Ebola en virus como el de la gripe o el sarampión. De suceder eso, la mortífera enfermedad podría transmitirse por toses y estornudos. El doctor Karl Johnson, quien ha consagrado toda una vida a la investigación de virus como el Machupo y el Ebola, opina que podría llegar el día en que “cualquier demente que posea un equipo de unos cuantos miles de dólares y conocimientos universitarios de biología, pueda crear microorganismos que hagan parecer al Ebola un gatito inofensivo”. Otros biólogos comparten su inquietud.

El remedio

La solución al problema de las enfermedades infecciosas no radica simplemente en la producción de nuevos fármacos. Está vinculada a la corrección de problemas inherentes a estas: la pobreza, la guerra, los refugiados, la drogadicción, el hacinamiento urbano, los estilos de vida insanos, y la contaminación y destrucción del medio ambiente. Pero, sinceramente, ¿cree usted posible que el hombre resuelva estos problemas?

La Palabra de Dios advierte: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna”. ¿Entonces en quién podemos confiar? El mismo pasaje continúa: “Feliz es el que tiene al Dios de Jacob por ayuda suya, cuya esperanza está en Jehová su Dios, el Hacedor del cielo y de la tierra”. Únicamente Jehová, el Creador del hombre, puede resolver los dilemas de la humanidad. (Salmo 146:3-6.)

La Palabra inspirada de Jehová, la Biblia, al relatar la gran profecía de Jesús respecto a “la señal de [...] la conclusión del sistema de cosas”, predijo las pesadillas médicas que aquejan a nuestra generación. Jesús aseguró: “habrá [...] en un lugar tras otro pestes”. (Mateo 24:3-8; Lucas 21:10, 11.)

No obstante, la Biblia también afirma que vendrá el tiempo, bajo el Reino de Dios, cuando “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’”. (Isaías 33:24; Mateo 6:9, 10.) Por consiguiente, quienes confían en Jehová tienen toda razón para creer que la humanidad obediente pronto será librada definitivamente no solo de la plaga de enfermedades mortales, sino de los problemas que contribuyen a estas. Los cristianos agradecen el esfuerzo de la comunidad médica en su difícil lucha contra los microbios mortíferos, pero hacen hincapié en que el remedio permanente de la enfermedad y la muerte depende de Dios, “aquel que está [...] sanando todas tus dolencias”. (Salmo 103:1-3; Revelación [Apocalipsis] 21:1-5; 22:1, 2.)

[Ilustración de la página 10]

La Biblia promete que llegará el tiempo cuando nadie dirá “estoy enfermo”

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