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  • g97 8/4 págs. 16-17
  • Los diminutos portadores de luz de Nueva Zelanda

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  • Los diminutos portadores de luz de Nueva Zelanda
  • ¡Despertad! 1997
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¡Despertad! 1997
g97 8/4 págs. 16-17

Los diminutos portadores de luz de Nueva Zelanda

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN NUEVA ZELANDA

ERA una noche sumamente oscura, sin luna y sin nubes. Cuando las luces del campamento se apagaron, nos dio la impresión de que estábamos en medio de un universo de estrellas refulgentes. Tras descender por un camino empinado, llegamos a una piscina de aguas termales situada en el fondo de un estrecho desfiladero. A ambas orillas del agua humeante crecía la vegetación. Nos metimos en el agua a descansar después de un largo día de viaje. La piscina, de cuyo fondo emanaba agua caliente a borbotones, se hallaba en el campamento para motoristas donde pasaríamos la noche.

Vi una estrella que cruzó el cielo a gran velocidad. Cuando me volví para decírselo a mi esposa, tropecé y formé un gran chapoteo en el agua. Luego observé asombrado que varias estrellas se apagaron de repente, sí, desaparecieron; y cuando expresé mi extrañeza, desapareció todo un grupo. Parecía que había causado un agujero en el universo.

Mientras trataba de entender lo ocurrido, las estrellas reaparecieron una a una. Entonces noté que un grupo estaba mucho más cerca de mí que todas las demás; algunas incluso estaban tan cerca que podía tocarlas con las manos. Era nuestro primer encuentro con las luciérnagas, o gusanos de luz, de Nueva Zelanda. Suspendidas de las paredes invisibles de la vegetación que se alzaba sobre nosotros, sus luces tenues se fundían con el fondo estrellado.

La luciérnaga, o gusano de luz, de Nueva Zelanda no es un gusano, sino un insecto, distinto de las luciérnagas que pueblan otros lugares de la Tierra. Su nombre científico Arachnocampa luminosa pudiera dar a entender que se trata de un tipo de araña luminosa, pero tampoco lo es.

Poco después de nuestro primer encuentro con las luciérnagas, volvimos a verlas en las cuevas de Waitomo, en la Isla Norte de Nueva Zelanda. Permítame relatarle nuestra excursión a la gruta de las luciérnagas, donde un bote nos llevó a observar estas diminutas criaturas.

La cueva de Waitomo

La Cueva de las Luciérnagas es una maravilla, y está bellamente alumbrada para enseñar la espléndida maestría de sus formaciones de estalactitas y estalagmitas, modeladas a lo largo de muchos milenios. El guía encendía las luces cuando íbamos llegando a cada sección y, extasiados, contemplábamos los fascinantes túneles y formaciones, un mundo extraño e inesperado de portentos subterráneos. Nuestros pasos resonaron de forma un tanto sobrecogedora cuando nos reunimos en lo alto de la escalera que descendía hacia la oscuridad. Conforme nuestros ojos se iban acostumbrando a la falta de luz, empezamos a ver arriba pequeñísimos destellos de color verdoso: eran las luciérnagas.

Al llegar a un embarcadero, subimos a bordo de un bote y nos adentramos en la oscuridad. De pronto, en un recodo del río, apareció justo encima de nosotros lo que solo atino a describir como una versión comprimida de la entera Vía Láctea: el techo de la caverna estaba totalmente cubierto de luciérnagas. El escritor George Bernard Shaw llamó a este lugar “la octava maravilla del mundo”.

La fascinante luciérnaga

Al final de la excursión habíamos quedado tan fascinados, que quisimos saber más de la luciérnaga, y lo que aprendimos nos maravilló tanto como lo que habíamos visto. La luciérnaga de Nueva Zelanda comienza su ciclo vital como una diminuta larva, con la luz trasera ya encendida. Luego construye una hamaca de mucosidad y seda segregadas por distintas glándulas de la boca y la fija al techo de una gruta. La hamaca es, en realidad, un túnel por el que la larva se mueve de un lado a otro.

Como la larva necesita alimentarse para vivir, durante seis a nueve meses se dedica a pescar. Sin embargo, su pesca está en el aire, aunque llegue por vía acuática. La vital corriente transporta una gran cantidad de moscas de agua, mosquitos y otros insectos voladores atraídos por la luz. Para pescarlos, la luciérnaga cuelga desde su hamaca una serie de hilos de seda (que en ocasiones suman hasta setenta). A lo largo de cada hilo hay una serie de pegajosas gotitas de mucosidad espaciadas uniformemente, por lo que dichos hilos semejan diminutos collares de perlas suspendidos por un extremo en línea recta.

Lo más fascinante de la luciérnaga es la luz con la que ilumina los “sedales de pesca”. La luciérnaga de Nueva Zelanda pertenece a un grupo de insectos cuya luminiscencia no está relacionada con el sistema nervioso, lo que no obsta para que apague la luz a voluntad. Su órgano luminoso se aloja en el extremo de los tubos excretores, y una parte del sistema respiratorio de la larva hace las veces de reflector, lanzando la luz hacia abajo. Para apagar la luz, la larva restringe el oxígeno o las sustancias químicas necesarias para producirla.

Sin embargo, la “luz al final del túnel” de la luciérnaga no es el signo prometedor que el insecto espera. Este entra volando en la cortina mortífera, donde, en opinión de algunos, es anestesiado gradualmente por una sustancia química. Una vez que percibe las vibraciones de la víctima que lucha por librarse, la larva se asoma colgando precariamente de la hamaca y tira del hilo con la boca valiéndose de las contracciones del cuerpo.

Después de pasar de seis a nueve meses pescando y alimentándose, la larva se convierte en ninfa y sale a disfrutar de la vida de adulto, si bien es dudoso que los adultos en realidad gocen mucho de la vida. Solo viven dos o tres días, pues no tienen boca, y por ello no pueden comer. Dedican el tiempo que les queda a la reproducción. Los machos adultos fecundan a las hembras en el momento en que estas salen de los capullos. La hembra puede pasarse todo un día poniendo los huevos, uno por uno, después de lo cual muere. Habiendo contribuido a la visión de una centelleante galaxia que deleita a los humanos, el ciclo de vida de diez a once meses de duración del diminuto portador de luz de Nueva Zelanda llega a su fin.

[Ilustraciones de las páginas 16 y 17]

Página contigua: Entrando en la gruta de las luciérnagas

Arriba: Espectáculo de luces de las luciérnagas en el techo de la gruta

Derecha: Sedales de pesca de las luciérnagas

[Reconocimiento]

Fotografías de las páginas 16 y 17: Waitomo Caves Museum Society Inc.

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