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¡Despertad! 1997
g97 22/10 págs. 12-13

La Iglesia Católica y la evolución

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Italia

EL FUNERAL de Charles Darwin se celebró el 26 de abril de 1882 en la abadía londinense de Westminster. Habrá quien considere sumamente impropio sepultar en un templo a alguien acusado de ‘destronar a Dios’ con su teoría evolutiva de la selección natural; pero lo cierto es que la tumba de Darwin ya lleva allí más de un siglo.

A partir de la publicación en 1859 de la obra de Darwin El origen de las especies, la actitud de los teólogos frente a la evolución ha ido cambiando gradualmente. El teólogo Carlo Molari escribió que la fase de “guerra abierta” dio paso a la “tregua”, a comienzos de esta centuria; luego, al “armisticio”, a mediados de siglo, y, finalmente, a la “paz” actual.

Antes de Darwin

No obstante, las ideas evolutivas no surgieron con Darwin. Hubo antiguos filósofos que teorizaron sobre la transformación de un organismo en otro. Pero las primeras tesis evolucionistas modernas se remontan a varios naturalistas del siglo XVIII.

Durante los siglos XVIII y XIX, muchos estudiosos propusieron teorías evolutivas, si bien apenas usaron el término “evolución”. El abuelo de Darwin, Erasmus Darwin (1731-1802), expuso varios conceptos evolutivos en una obra suya, que pasó a engrosar el índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica.

Por qué estalló “la guerra abierta”

Algunos civiles vieron en la teoría de Darwin un medio útil para debilitar la influencia del clero. De ahí que se desatara un feroz combate. En 1860, los obispos alemanes declararon: “Nuestros predecesores son creación inmediata de Dios. Por ende, declaramos ser totalmente contrario a la Sagrada Escritura, así como a la fe, el juicio de quienes osan afirmar que el hombre, en lo que toca a su cuerpo, procede de un organismo imperfecto por transformación espontánea”.

De igual modo, el papa Pío IX elogió en mayo de 1877 al médico francés Constantin James por publicar una obra contra la evolución y a favor del relato de la creación del Génesis. La primera fase del conflicto alcanzó su apogeo con una serie de cartas publicadas por la Comisión Bíblica Pontificia entre 1905 y 1909, una de las cuales declaró que los primeros tres capítulos de Génesis son históricos y debían entenderse como “historia real”.

“Tregua” y “armisticio”

Con todo, conforme crecía el prestigio de las teorías darvinianas en los círculos académicos, algunos teólogos católicos, como el jesuita francés Teilhard de Chardin, abrazaron el evolucionismo. Aunque las ideas de Teilhard diferían del evolucionismo ortodoxo, desde 1921 consideró la “evolución biológica [...] cada vez más segura en cuanto a su existencia”. Día a día cobraba fuerza la tendencia a conciliar la fe católica con el evolucionismo.

En 1948, otro jesuita declaró: “Desde hace más de veinte años aumenta singularmente el número de teólogos, de ortodoxia incuestionable, que han afirmado ser posible la conciliación [entre la evolución y la fe católica], si bien con ciertos límites”. Por aquel entonces, la Comisión Bíblica Pontificia se retractó de buena parte de lo que había escrito en 1909 a favor del relato de la creación que aparece en el Génesis.

Más tarde, en 1950, la encíclica Humani generis, de Pío XII, señaló que el docto católico podía aceptar la doctrina de la evolución como hipótesis plausible, aunque añadió: “Las almas nos manda la fe católica sostener que son creadas inmediatamente por Dios”.

¿A qué obedece la “paz”?

Carlo Molari comenta que, con raras excepciones, desde el Concilio Ecuménico Vaticano II “se han superado definitivamente las reservas frente a las teorías evolutivas”. Es significativo que el papa Juan Pablo II hiciera la siguiente declaración en octubre de 1996: “Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica [de Pío XII], nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría se haya impuesto paulatinamente al espíritu de los investigadores”.

Según Lucio Villari, historiador, tal declaración es “una admisión decisiva”. El diario conservador italiano Il Giornale publicó este titular: “El Papa dice que quizá descendamos de los monos”. Y la revista Time concluyó que la admisión del papa “refleja la aceptación eclesiástica de la evolución”.

¿A qué se debe la llamada “orientación más o menos condescendiente con respecto al evolucionismo” de la jerarquía católica? ¿Por qué ha hecho las paces la Iglesia con la doctrina evolucionista?

Es patente que muchos teólogos católicos toman la Biblia por “palabra de hombres” en vez de “palabra de Dios” (1 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:16, 17.) La Iglesia Católica concede más peso a la palabra de los evolucionistas modernos que a la del Hijo de Dios, Jesucristo, quien confirmó la exactitud del relato de la creación cuando dijo: “¿No leyeron que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra?”. (Mateo 19:4.) ¿Qué opinión le merece más crédito a usted?

[Recuadro de la página 13]

Los testigos de Jehová y la evolución

Los testigos de Jehová siempre han sostenido la doctrina que enseñó Cristo: Dios creó directamente a los primeros dos seres humanos y “los hizo macho y hembra”. (Mateo 19:4; Génesis 1:27; 2:24.) En 1886, el volumen I de la serie Millennial Dawn (La Aurora del Milenio, conocida más tarde como Estudios de las Escrituras), denominó al darwinismo “teoría insostenible”, y en 1898, el folleto The Bible Versus the Evolution Theory (La Biblia contra la teoría de la evolución) defendió el relato bíblico de la creación. Otro tanto hicieron los libros The New Creation (La nueva creación, 1904) y La Creación (1929), así como los primeros artículos de La Torre del Vigía y The Golden Age (La edad de oro).

En 1950, al tiempo que el papa Pío XII promulgaba su encíclica Humani generis, los testigos de Jehová editaron el folleto Evolution Versus the New World (la edición en español, La evolución contra el nuevo mundo, se publicó en 1953), que contenía pruebas científicas e históricas del relato bíblico de la creación y denunciaba los intentos de algunos clérigos de hacer “una alianza entre la evolución y la Biblia”. El libro ¿Llegó a existir el hombre por evolución, o por creación? (1968) también defiende el relato bíblico de la creación, al igual que el libro La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?, editado en 1985, y multitud de artículos de La Atalaya y ¡Despertad!

De este modo, muchos lectores se han enterado, gracias a los testigos de Jehová, de las pruebas contundentes de que es Dios “quien nos ha hecho, y no nosotros mismos”. (Salmo 100:3.)

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