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¡Despertad! 1997
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Los etruscos: el misterio que pervive

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN FRANCIA

“LA POTENCIA DE ETRURIA ERA TAL QUE SU RENOMBRE SE EXTENDÍA NO SOLO POR TIERRA SINO TAMBIÉN POR MAR.”—TITO LIVIO, HISTORIADOR DEL SIGLO I.

CUANDO el lector oye hablar de los etruscos, bien pudiera creer que no conoce de ellos ni el abecé. Pero si se expresa en un idioma que emplea el alfabeto latino, ya está en deuda con ellos, aunque no sea consciente del hecho. De no haber sido por este pueblo, el alfabeto latino hubiera empezado con las letras a, b, g..., como en griego (alfa, beta, gamma) o hebreo (’álef, behth, guímel). Ahora bien, aunque los filólogos saben que el abecedario etrusco comenzaba con a, b, c..., su lengua aún resulta difícil de entender. Y este no es más que un aspecto del enigma de esta nación.

Desde hace siglos, los historiadores especulan sobre los orígenes de esta singularísima civilización. Para el siglo V a.E.C., cuando se hallaba en su apogeo, era una federación de doce ciudades con una extensa red comercial que abarcaba Europa y el norte de África. Pero solo cuatro centurias después acabó completamente asimilada por la potencia emergente: Roma. Ahora bien, ¿qué sabemos de los etruscos, y por qué perdura el misterio?

Orígenes misteriosos

Historiadores, arqueólogos y lingüistas debaten desde hace mucho tiempo la procedencia de los etruscos. ¿Habrían emigrado de Lidia, provincia de Asia Menor, como señaló Herodoto, o serían autóctonos de Italia, como aseveró Dionisio de Halicarnaso en el siglo I a.E.C.? ¿O tendrían acaso orígenes diversos? Prescindiendo de qué respuesta se dé, existen tales diferencias étnicas y culturales entre ellos y los pueblos vecinos que hoy no podemos trazar sus orígenes con certeza.

Sí sabemos, en cambio, que su cultura floreció en la Italia central a partir del siglo VIII a.E.C. Los romanos les llamaban tusci o etrusci, y ocupaban una zona comprendida entre los ríos Arno, al norte, y Tíber, al sur, que llegó a denominarse Toscana. Hubo un momento en el que la civilización etrusca tuvo bajo su dominio a 50 pueblos itálicos.

Aunque la lengua etrusca emplea en esencia una forma arcaica del alfabeto griego, por lo que es relativamente fácil de descifrar, en realidad difiere mucho de los idiomas conocidos. La mayor parte del vocabulario se resiste a la traducción. No obstante, poseyó un rico cuerpo literario, pues los libros desempeñaban un papel relevante en su cultura, sobre todo en materia religiosa. Si bien se conservan miles de inscripciones etruscas, en lápidas, vasijas y sarcófagos de alabastro, tienen poco texto, por lo que no ayudan mucho a la hora de explicar el origen y sentido de los vocablos.

Vida y prosperidad de los etruscos

La nación etrusca estaba organizada en ciudades estado autónomas, administradas en sus comienzos por reyes y más tarde por magistrados. Las ciudades pasaron a formar una confederación etrusca, una liga religiosa, económica y política no muy rígida. Había viviendas con agua corriente que se alzaban en calles pavimentadas que disponían de alcantarillado. En los campos se utilizaba con frecuencia el drenaje. Gracias a los reyes etruscos, la propia Roma dejó de ser un conjunto de aldeas y se convirtió en una elegante ciudad amurallada dotada de una red de alcantarillado que incluía la Cloaca Maxima, que aún se conserva.

Los etruscos prosperaron gracias a los ricos yacimientos minerales de las zonas que controlaban, como las minas de hierro de la cercana isla de Elba. Para saciar su sed de metales, trabajaban el hierro, la plata y el cobre, e incluso importaban estaño de las islas británicas. A estas riquezas han de añadirse los fértiles campos y pastizales de las zonas que ocupaban, que producían cereales, aceitunas y uvas, así como madera. Estos recursos naturales, aunados al comercio terrestre y marítimo, les permitieron disfrutar de una floreciente economía.

Eran un pueblo de grandes marinos. En el año 540 a.E.C., una flota integrada por embarcaciones etruscas y cartaginesas derrotó a los griegos, lo que les aseguró el comercio marítimo. Se hallaban listos para la batalla, pues sus barcos estaban pertrechados de espolones, que fueron invento suyo. Algunos de sus productos, como los famosos búcaros negros, los exportaban por vía marítima a lugares tan lejanos como España y Egipto, mientras que se valían de las rutas comerciales terrestres para exportar vino a la Galia (Francia) y a Germania (Alemania), lo que contribuía a difundir la fama de este pueblo.

Los placeres de la vida etrusca

Una de las fuentes de información más perdurables e iluminadoras sobre los etruscos es su arte. En consonancia con su amor al lujo, elaboraban suntuosas alhajas de oro que incluían aretes, broches, colgantes, pulseras y collares. Aun hoy es un misterio cómo realizaban sus primorosas joyas con filigrana y granulado (decoración con pequeñas bolitas) de oro. Además de fabricar copas, platos, cálices y vajillas de metales preciosos, como la plata, esculpían y tallaban otros materiales nobles, como el marfil.

La gran profusión de esculturas, obras de arte y murales que se han descubierto revela que amaban la vida. Les gustaban las carreras de carros, los encuentros pugilísticos, los torneos de lucha y los juegos atléticos. El rey presenciaba los espectáculos, quizás sentado en su silla de marfil, rodeado de esclavos capturados en batalla. Como símbolo de rango, vestía una túnica púrpura, que más tarde adoptaron los romanos. Ya en su hogar, se reclinaba junto a su esposa para comer, al son de la flauta sencilla o doble, atendido por los esclavos.

En radical contraste con las griegas y romanas, las mujeres etruscas gozaban de igualdad social. Poseían propiedades y acudían a los actos públicos. Las damas tenían sus propios nombres y apellidos, lo que muestra que se valían de sus derechos legales.

Extrañas creencias religiosas

Un historiador del siglo I calificó a los etruscos de nación “dada como ninguna otra a la observancia de los ritos religiosos”. En efecto, daban culto a toda una plétora de dioses, con predilección por las tríadas, en cuyo honor erigían templos tripartitos, que albergaban una imagen en cada una de sus tres cámaras. La civilización etrusca giraba en torno a las ideas místicas de Babilonia, entre las que destacaba la creencia en un mundo subterráneo de ultratumba. Los cadáveres eran enterrados o cremados, en cuyo caso se depositaban las cenizas en urnas de diversos estilos y formas. En medio de ritos, ofrendas y libaciones, se colocaban las urnas en una tumba junto con los objetos que se estimaran necesarios para el mundo subterráneo. Las paredes de las sepulturas de los ricos se decoraban con frescos policromados de muy diversas escenas, en las que a veces aparecen demonios y toda una galería de criaturas espantosas. Como indica cierta fuente, “a los etruscos les encantaban los monstruos”.

La técnica etrusca de la hepatoscopia (el estudio del hígado como forma de adivinación) se remonta a la antigua Babilonia. (Compárese con Ezequiel 21:21.) Todos los aspectos de su vida, incluida la toma de decisiones, giraban en torno a las divinidades. La gente miraba a la tierra y al cielo en busca de agüeros. Tan común era la adivinación, que tales artes llegaron a conocerse como disciplina etrusca.

Asimilación y extinción

En el año 509 a.E.C. llegó a su fin la centenaria estirpe de reyes etruscos que dominaba Roma. Este hecho fue tan solo un anticipo de lo que se avecinaba. Al norte, los etruscos vivían bajo la amenaza de los celtas, cuyas incursiones debilitaron el control que aquellos ejercían sobre la zona. Al sur, los continuos problemas fronterizos con los pueblos itálicos minaron la base de su poder, desatando conflictos en el seno de su sociedad.

Para el siglo III a.E.C., el territorio etrusco se hallaba bajo el yugo romano. Así comenzó la romanización, la etapa en que se engrandeció la cultura romana. Las últimas señas de identidad etrusca se desvanecieron en el año 90 a.E.C., cuando se concedió la ciudadanía romana a todos los pueblos itálicos. A los etruscos se les obligó a hablar en latín, y fueron asimilados en el mundo romano. Por lo visto, pocos doctos de Roma se preocuparon de traducir, o siquiera preservar, las obras de la literatura etrusca. De este modo, su civilización desapareció, dejando tras de sí una estela de misterio. Pero también dejó un legado.

Legado que perdura

En Roma aún es visible la herencia de los etruscos. Los romanos deben a este pueblo el Capitolio, templo consagrado a la tríada de Júpiter, Juno y Minerva; los templos tripartitos; las primeras murallas, y el alcantarillado del Foro. Hasta la Loba Capitolina (Lupa Capitolina), símbolo de Roma, es de origen etrusco. Además, recibieron de ellos diversas costumbres, como los juegos en que se luchaba a muerte y los combates con fieras. (Compárese con 1 Corintios 15:32.) El tipo de procesión triunfal que Pablo sin duda tuvo presente en una de las imágenes verbales que utilizó, era asimismo de origen etrusco. (2 Corintios 2:14.)

Sus símbolos también se han utilizado mucho. En el báculo sacerdotal etrusco, que recuerda al cayado de un pastor, se ha visto el origen del báculo episcopal de la cristiandad. Las fasces etruscas (haz de varas dispuesto en torno de un hacha llamada segur) se utilizaron entre los romanos como insignia de autoridad, y como emblema tanto en la Revolución francesa como en el partido fascista italiano, ya en el siglo XX.

A pesar de los esfuerzos conjuntos de los arqueólogos por desenterrar el pasado, el origen de esta nación, así como muchos aspectos de su vida, siguen siendo un misterio.

[Ilustraciones de las páginas 24 y 25]

1. La Loba Capitolina, emblema de la ciudad de Roma, copia de un bronce etrusco del siglo V a.E.C.

2. Las inscripciones etruscas (derecha) y fenicias (izquierda) de estas tablillas de oro contienen una dedicatoria a Uni (Astarté)

3. Sarcófago etrusco de un matrimonio

4. Arco etrusco del siglo IV a.E.C. Los romanos aprendieron de los etruscos la construcción de arcos

5. Cratera etrusca y soporte del siglo VII a.E.C., utilizada para mezclar vino

[Reconocimiento]

Tablillas de oro: Museo Nazionale di Villa Giulia (Roma); sarcófago y cratera: Musée du Louvre (París)

[Mapa de la página 24]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

ETRURIA

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