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  • ¡Despertad! 1998
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¡Despertad! 1998
g98 22/9 págs. 15-17

El gallito de roca: vistoso galán de la selva amazónica

De nuestro corresponsal en Brasil

HASTA los naturalistas más prosaicos se vuelven poetas cuando describen al gallito de roca anaranjado o guayanés, un ave fascinante y poco conocida de la pluviselva amazónica.a Algunos calificativos que estos le han aplicado son “llamarada brillante”, “cometa fulgurante” y “difícilmente superable en [...] encanto”. Todos coinciden en que encontrarse esta ave, del tamaño de una paloma, constituye una visión inolvidable. ¿Por qué les impresiona tanto? Para empezar, por su colorido.

El macho presenta una cresta anaranjada en forma de abanico que le cubre todo el pico. La línea de color castaño que bordea la cresta acentúa su perfil perfectamente semicircular. El plumaje, desde la cresta hasta las garras, es en su mayor parte anaranjado. Las alas, negras con manchas blancas, están cubiertas por una capa mullida de plumas de color anaranjado brillante, de manera que el ave parece estar envuelta en una mantilla. “Su forma y apariencia —resume el libro Birds of the Caribbean (Aves del Caribe)— son de un atractivo indescriptible.” Pero no solo llama la atención por el aspecto. El plumaje también es un reflejo de su comportamiento. ¿En qué sentido?

Pues bien, es evidente que en el fondo verde oscuro del bosque pluvial, el anaranjado brillante no es el color más indicado para pasar inadvertido. No obstante, a este galán de la selva le gusta que lo miren. Utiliza su ostentosa apariencia para ahuyentar a los rivales y cautivar a las admiradoras.

Disputas por el territorio y la herencia

A principios del año, durante la época de celo, los machos acuden a zonas de la selva bien demarcadas llamadas cantaderos, que son los territorios donde ejecutan sus danzas nupciales anualmente. Por años los naturalistas creyeron que los brincos que realizan las aves en estas ocasiones constituían un simple juego, un espectáculo entretenido en el suelo de la selva. Pero posteriormente aprendieron que los cantaderos no son únicamente lugares para danzar, sino también para luchar y para exhibirse. ¿Por qué?

Cuando una bandada de machos del gallito de roca invade un cantadero, cada individuo selecciona para sí una parcela del suelo de la selva limpiándola de hojas caídas. También se reserva las ramitas de las enredaderas que hay por encima de su parcela particular, de modo que su territorio forma un cilindro de aproximadamente un metro y medio de diámetro por dos metros de altura. Según la investigadora Pepper W. Trail, en cada cantadero se apiñan unos cincuenta gallitos, por lo que su territorio es “uno de los más congestionados entre las aves de cantadero”. ¿Con qué resultado? Disputas por el territorio y la herencia.

Sus conflictos territoriales parecen danzas de guerra apasionadas, pero inofensivas, en las que sacuden la cabeza, chasquean con el pico, agitan las alas y producen un silbido con las plumas, todo ello acompañado de diversos gritos y grandes saltos en el aire. Transcurridos uno o dos minutos, cada uno de los dos machos cree haber impresionado al otro y ambos se retiran a su parcela. Ahora bien, cuando dos gallitos de roca ponen el ojo en una misma parcela de gran valor que ha quedado vacante tras la muerte de otro macho, la disputa se convierte en una verdadera batalla por la herencia.

“Las aves traban sus fuertes garras —a veces también los picos— y se golpean entre sí con aletazos. Tales luchas —escribe Trail en la revista National Geographic— pueden prolongarse hasta tres horas y dejan a los combatientes exhaustos.” Si no hay un claro vencedor en este primer asalto, se toman un descanso y reanudan la pelea hasta que queda establecido quién se ha ganado la herencia. Con razón se le llama gallito de roca.

Sin embargo, antes de que se asiente el polvo del suelo, los fieros luchadores se tornan estatuas vivientes y el cantadero se transforma en un centro de exhibiciones. ¿A qué obedece esta nueva actuación? Para encontrar la respuesta, reparemos en la última parte del nombre del ave (de roca).

Y el ganador es...

Mientras los machos luchan en el suelo de la selva, unas cuantas aves de colores discretos reparan sus nidos, escondidos en cavidades de las rocas cercanas. Se trata de las hembras de los gallitos de roca. A diferencia de los machos, estas no serían finalistas en un concurso de belleza aviar. El investigador David Snow escribe con tacto que son “muy diferentes” de los machos. Tienen un pequeño penacho, “una versión atrofiada de la espléndida cresta del macho, que le confiere un aspecto algo ridículo a la cabeza”. Las patas cortas y garras grandes sostienen un cuerpo de color pardo opaco y “de forma bastante tosca y desgarbada”.

Pese a todo, para nuestro galán de la selva, ella tiene un encanto irresistible. Cuando se posa en una rama por encima del cantadero y emite su aguda llamada (kiuuuu), toda cabeza anaranjada se vuelve, y da comienzo un espectáculo que se encuentra “entre las exhibiciones de cortejo más interesantes y notables del mundo de los pájaros” (Selvas. Las últimas reservas de vida de nuestro mundo). ¿En qué consiste? En cuanto aparece la hembra, explica Trail, “se produce un estallido de color, movimiento y sonido en el cantadero”, pues todos los machos intentan eclipsar a sus compañeros y captar la atención de la visitante. A continuación, los gallitos saltan desde sus posaderos y aterrizan en sus respectivas parcelas con un ruido sordo, a la vez que emiten un graznido. Baten las alas para llamar la atención de la hembra y despejar el suelo de hojas caídas. De repente, todo el alboroto se detiene. Ha llegado el momento decisivo.

Todos los machos se agachan rígidamente, con el plumaje totalmente desplegado, y se quedan inmóviles, como si estuvieran en trance. La cresta abierta en abanico cubre el pico, y las plumas suaves y sedosas desfiguran la forma del cuerpo: parece, más bien, una flor anaranjada que ha caído sobre el suelo de la selva. “La parada nupcial del gallito de roca es tan estrambótica —afirma cierta fuente—, que a primera vista cuesta creer que se trate de un ave.”

No obstante, la hembra sabe distinguir una flor de un pretendiente, y desciende hacia tres o cuatro machos silenciosos, que mantienen el cuerpo aplanado con el dorso vuelto hacia ella. La cabeza, en cambio, está ladeada de manera que con un ojo miran hacia arriba, directamente al trofeo. La hembra tarda unos minutos en decidirse, pero finalmente escoge al ganador. Se posa detrás del favorecido, va hasta él dando saltitos, se inclina hacia delante, roza los bordes sedosos de las plumas de sus alas, y el macho vuelve a la vida. A continuación se aparean en la parcela de este o en una ramita cercana, tras lo cual la hembra se marcha. Es frecuente que busque al mismo macho en la siguiente temporada de reproducción.

El galán de la selva se olvida de su pareja hasta que vuelve a estar en celo, y también se desentiende del cuidado de las crías. Con total despreocupación se prepara para su siguiente exhibición nupcial mientras la hembra atiende a la familia por sí sola. No parece una división muy equitativa del trabajo, desde luego, pero en realidad es mejor para la hembra y los polluelos que el macho guarde las distancias. Al fin y al cabo, tener un ave anaranjada pavoneándose en torno al nido sería tan prudente como colocar un letrero de neón señalando hacia el escondite.

La siguiente generación

El plumaje poco llamativo de la hembra del gallito de roca es la cubierta perfecta para los dos huevos parduscos y moteados que pone en su gran nido de barro, adherido con saliva a la pared de una roca. Tras un período de incubación de cuatro semanas, nacen los polluelos. Aunque no son ninguna belleza, están bien preparados para la vida en el nido. Poco después de salir del cascarón, explica la investigadora Trail, se aferran al revestimiento del nido con sus afiladas garras y sus fuertes patas, lo que impide que salgan despedidos cada vez que su madre lucha por hacerse un hueco en el nido.

La hembra alimenta diligentemente a sus crías con frutos y algún que otro insecto o lagarto. Al cabo de un año, el plumaje de los pollos machos todavía es castaño, pero en la cabeza ya lucen una pequeña cresta. A los dos años, las plumas pardas dan paso al plumaje anaranjado brillante que lo convierte en “una de las aves más vistosas del mundo”, según expresó un naturalista.

A pesar de la destrucción que está sufriendo el hábitat del gallito de roca, los amantes de la naturaleza esperan que el hombre no prive a este colorido bailarín amazónico de la oportunidad de seguir representando su cautivadora danza nupcial.

[Nota]

a Esta especie difiere del gallito de roca rojo o peruano, que habita en las faldas de los Andes bolivianos, colombianos, ecuatorianos y peruanos.

[Recuadro de la página 17]

Tarjeta de identidad del gallito de roca

Nombre científico: Rupicola (“que habita en las rocas”) rupicola

Familia: Cotíngidos

Distribución geográfica: Norte de Sudamérica, cuenca amazónica y región circundante

Longitud: Unos 30 centímetros

Nido: Construido con arcilla y vegetación ligadas con saliva; pesa 4 kilos

Puesta: Normalmente dos huevos por año; el período de incubación es de veintisiete a veintiocho días, “uno de los más largos que se conocen en los paseriformes”

[Mapa de la página 16]

Distribución geográfica del gallito de roca anaranjado

AMÉRICA DEL SUR

[Reconocimiento]

Mountain High Maps® Copyright © 1997 Digital Wisdom, Inc.

[Reconocimiento de la página 15]

Kenneth W. Fink/Bruce Coleman Inc.

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