Río de Janeiro: ciudad hermosa y espectacular
De nuestro corresponsal en Brasil
RÍO DE JANEIRO lo tiene todo: playas, montes, lagunas y bosque tropical. “Es tan bonita que no se sabe hacia dónde mirar primero”, exclamó un turista. Para muchos, Río de Janeiro (conocida simplemente como Río) es una de las ciudades más bellas del mundo. Aunque su nombre parece indicar que está a orillas de un río, en realidad está en una bahía (véase el recuadro de la pág. 18).
Dado que la población de la región metropolitana de Río es de 11.000.000 de personas, no es de extrañar que existan problemas: violencia, desempleo y escasez de viviendas, además de contaminación y un tráfico caótico. Pese a todo, sus habitantes la llaman con orgullo Cidade Maravilhosa (Ciudad maravillosa). Según un carioca,a “Río es una ciudad alegre. Las playas y los montes que vemos al ir y venir del trabajo en un día soleado nos hacen sentir bien”. ¿Un criterio idealista? Veamos.
Bahías, playas y mucho sol
Empecemos en la bahía de Guanabara, de 380 kilómetros cuadrados, donde se formó el núcleo originario de la ciudad. Está salpicada de islas arboladas y rodeada de colinas y montes, entre ellos el Corcovado (Jorobado) y el Pan de Azúcar (en portugués, Pão de Açúcar), los dos más famosos. En la cima del Corcovado, a 704 metros sobre el nivel del mar, se eleva una estatua de Cristo con los brazos abiertos que mide 30 metros de altura y pesa 1.145 toneladas. El Pan de Azúcar, de solo 395 metros de altitud, recibe su nombre de la pieza de azúcar obtenida de un molde cónico que se utilizaba en los ingenios de azúcar de la época colonial. Al Corcovado se puede subir en tren o por carretera, y para acceder a la cima del Pan de Azúcar existe un teleférico. La vista de Río desde lo alto es impresionante: a un lado, el mar azul, y al otro, el verde bosque y el sinuoso contorno de la laguna Rodrigo de Freitas.
Las playas de arena blanca y fina, así como el sol, mucho sol, hacen de Río el sueño del turista. Con temperaturas veraniegas de hasta 40 °C, es lógico que las más de setenta playas que hay en Río a lo largo de sus 90 kilómetros de costa estén atestadas. ¿Cuál es la mejor? Depende del gusto de cada uno. Los cariocas utilizan la playa como punto de encuentro, sala de lectura, campo de fútbol, pista de voleibol, bar, restaurante, terreno de juegos, sala de conciertos, gimnasio y oficina, además de como un lugar donde nadar. Los paseos marítimos de Río se llenan todas las mañanas de corredores y ciclistas. Y en los días soleados, las playas siempre están abarrotadas. Aunque parezca que los cariocas llevan una vida fácil, lo cierto es que tienen que trabajar mucho.
Hasta fines del siglo XIX, la ciudad de Río se apiñaba en torno a la bahía de Guanabara. Luego se construyeron túneles para comunicar la bahía con las playas oceánicas, lo que canalizó el crecimiento de la ciudad hacia el sur. En 1923, cuando se inauguró el Hotel Palace de Copacabana, uno de los primeros hoteles de lujo de Sudamérica, Copacabana —la “Princesita del mar”— fue la primera playa que cobró fama. Posteriormente, en los años sesenta, la playa de Ipanema se convirtió en el punto de encuentro de intelectuales y bohemios. Ipanema era la que marcaba las modas. La última playa de Río que se urbanizó, y la más grande, fue la de Barra da Tijuca (de 18 kilómetros de extensión), apodada el Miami brasileño. En ella se encuentran los mayores centros comerciales de la ciudad y muchos edificios residenciales nuevos.
Un bosque enclavado en una ciudad
Un aspecto destacado del paisaje de Río es la vegetación. Sirva de ejemplo su tranquilo jardín botánico, de 141 hectáreas, situado en el centro de la ciudad y a tan solo unos minutos del bullicio de las playas. Se fundó en el siglo XIX, y alberga más de seis mil doscientas especies de plantas y árboles tropicales.
Otro remanso de paz dentro de los límites de la ciudad es el bosque de Tijuca, a unos 20 kilómetros del centro de Río. Tiene una extensión de más de 100 kilómetros cuadrados, por lo que posiblemente sea el mayor bosque urbano del mundo. Abarca parte del bosque atlántico, que en un tiempo cubría toda la costa brasileña. En él pueden contemplarse árboles como el majestuoso jequitibá rosa y la hermosa canela-santa, de flores amarillas. También hay llamativas mariposas azules del género Morpho y aves de vivos colores, como la tangara regia y la de cabeza azul, ambas bastante comunes.
Visitemos el centro
El centro de Río es todo bullicio: gente caminando deprisa por todas partes, mucho ruido y mucho calor. Los peatones apenas pueden abrirse paso entre los vendedores ambulantes, que ofrecen casi todo tipo de mercancía, desde aparatos electrónicos de importación, hasta ropa, especias e incluso remedios para los callos. Se puede pasar en tranvía sobre los Arcos da Lapa, un antiguo acueducto de 42 sólidos arcos de granito que construyeron indios y esclavos entre 1712 y 1750 para transportar agua al centro de Río. El cambio de acueducto a viaducto se produjo en 1896, cuando se inició el servicio de tranvías.
En el centro se encuentran también los edificios de influencia europea. El Museo Nacional de Bellas Artes, construido entre 1906 y 1908, tiene una fachada con reminiscencias del Museo del Louvre, de París, y sus paneles y mosaicos multicolores recuerdan el Renacimiento italiano. Otro magnífico edificio es el Teatro Municipal, inaugurado en 1909, con un aforo de 2.357 personas e inspirado en la Ópera de París.
Fútbol y samba
A los cariocas les gusta ver un buen partido de fútbol, y cuando se juegan ligas importantes, la atención se centra en el Maracaná, el mayor estadio de fútbol del mundo. En él se han celebrado encuentros a los que han asistido hasta doscientas mil personas. Actualmente, se ha decidido limitar el acceso a un máximo de cien mil espectadores, por cuestiones de seguridad y para mayor comodidad de los aficionados.
Uno de los bailes predilectos de los cariocas es la samba, de origen africano. Hay escuelas de samba por toda la ciudad que atraen a miles de bailarines —hombres, mujeres y niños—, por lo general del mismo barrio. Durante el Carnaval, celebrado los días previos a la Cuaresma, estas escuelas —que cuentan con hasta cinco mil bailarines cada una— desfilan por el Sambódromo, una enorme extensión construida con ese fin y situada entre dos tribunas de hormigón paralelas con una capacidad de hasta cien mil personas. Lamentablemente, la fama del Carnaval obedece más bien a sus excesos: la conducción en estado de embriaguez, el abuso de drogas y la promiscuidad sexual.
Río tiene sus problemas
Río de Janeiro fue por décadas el centro industrial de Brasil, hasta que en los años cincuenta São Paulo ocupó su lugar. Muchos brasileños, soñando con mejores condiciones de vida, abandonaron los campos y se trasladaron a Río, lo que obligó a parte de la población urbana a apiñarse en edificios de apartamentos, mientras los menos afortunados subieron a las colinas y construyeron poblados de infraviviendas conocidos como favelas. Al principio, las barracas se hacían con cajas de embalaje desarmadas y trozos de hojalata, y se cubrían con planchas de zinc. No contaban con electricidad, alcantarillado ni agua corriente, pero al menos sus residentes tenían la ventaja de vivir más cerca del trabajo. Actualmente hay inmensas favelas que cubren las laderas de las colinas al lado mismo de los elegantes edificios de apartamentos que bordean Copacabana e Ipanema. En pocos lugares del mundo existe un contraste tan marcado entre ricos y pobres.
En las favelas más nuevas, las viviendas son de ladrillo. Los urbanistas han tratado de introducir mejoras, trazando calles e instalando servicios públicos, pero no es fácil. Según un estudio reciente, más de novecientas mil personas viven en las más de cuatrocientas cincuenta favelas de Río. Rocinha, la mayor, tiene una población de 150.000 habitantes. “Es como una ciudad dentro de una ciudad”, explica Antônio, que vive allí y trabaja en un banco de Ipanema. Los residentes disponen de televisión por cable, radio comunitaria y una emisora de frecuencia modulada, además de tener su propio equipo de fútbol profesional y una escuela de samba. Pero la vida no es fácil en las favelas. Las lluvias de verano ocasionan desprendimientos de tierras que producen muchos daños y hasta muertes. Gracias a un programa reciente de reforestación, se han demolido las casas construidas en algunas zonas peligrosas, con lo cual ha mejorado un poco la situación.
Otro problema grave es el crimen organizado. Sus principales víctimas son los jóvenes que se dedican al narcotráfico. Existe un código que regula la relación entre los traficantes de drogas y los residentes. “En las favelas prácticamente no hay robos, atracos ni violaciones. Nadie se arriesga a cometer tales delitos. Todos saben que si lo hacen los matarán”, explica João, que lleva cuarenta años viviendo en una favela. Los traficantes castigan los delitos no relacionados con la droga para conseguir el apoyo y las simpatías de la comunidad. “Aunque las cosas han cambiado un poco —añade João—, todavía es común que la gente pida a los traficantes que les cubran los gastos de los funerales, les compren medicamentos o comida, les paguen el alquiler que deben o hasta les financien sus diversiones.”
Otros inconvenientes
Al estar emplazada entre el mar y las montañas, Río se ha extendido por una llanura pantanosa, lo que difícilmente favorece el crecimiento de una gran ciudad. Con el paso de los años ha sido necesario librar una “batalla contra estos tres elementos: las marismas, el mar y las montañas”, explica el libro Rio de Janeiro—Cidade e Região (Río de Janeiro: ciudad y región). A fin de ganar esta batalla, se han hecho un sinfín de túneles y terraplenes que conectan diferentes barrios. El ferrocarril también ha desempeñado un papel importante en la población de las zonas suburbanas, aunque hoy día los desplazamientos en tren son una verdadera aventura. “Son tantas las personas que quieren tomar el tren, que no hace falta esforzarse por subir. El gentío te empuja”, explica Sérgio, que tiene que tomarlo a las cinco de la mañana en un barrio suburbano para llegar al trabajo a las siete. Los trenes van tan llenos que muchas veces salen de la estación con las puertas abiertas y un montón de pasajeros colgando de los laterales. Los cariocas más temerarios hasta se suben al techo para practicar su peculiar modalidad de surf: el surf sobre trenes. Cualquier error que cometan al tratar de esquivar los cables eléctricos puede significar la muerte segura.
Otra dificultad estriba en conservar en buen estado la bahía de Guanabara, símbolo de la belleza de la ciudad. Según un informe del Banco Mundial, algunos lugares de la bahía “parecen una cloaca debido a los abundantes vertidos de desechos industriales y aguas residuales sin depurar (o semidepuradas)”. Entre los inmensos daños figura la reducción del número de especies de peces, lo que afecta a 70.000 pescadores que dependen de la bahía para su sustento. Además, las playas contaminadas ahuyentan a los turistas. El gobierno ha tratado de ampliar el sistema de alcantarillado y de controlar los desechos industriales. La campaña anticontaminación de Río ha adoptado a dos delfines como símbolo. Los organizadores pronostican que antes del año 2025 habrá delfines nadando en la bahía de Guanabara.
Río todavía es hermosa
Tras esta breve ojeada a la ciudad, ¿a qué conclusión ha llegado? La mayoría de los turistas y cariocas siguen encontrándola hermosa. ¿Y qué decir de los problemas que afronta? Sería ideal que pudieran solucionarse. Pero hasta que eso suceda, lo único que pueden hacer los cariocas es adaptarse lo mejor posible a ellos y disfrutar del hermoso entorno de la ciudad. Y eso es precisamente lo que han aprendido a hacer, con creatividad y buen humor.
[Nota]
a El término carioca alude al natural o al habitante de Río de Janeiro.
[Ilustración y recuadro de la página 18]
Hitos históricos de Río
1502: El 1 de enero, André Gonçalves, navegante portugués, confunde la entrada a la bahía de Guanabara con la desembocadura de un río y le da el nombre de Río de Janeiro (Río de Enero).
1565: Estácio de Sá, capitán de las fuerzas portuguesas, funda un pequeño poblado entre las colinas del Pan de Azúcar y Cara de Cão para combatir a los franceses, quienes también habían reclamado la región. De aquel asentamiento surge la ciudad de Río.
1763: Con el fin de controlar las inmensas cantidades de oro y diamantes que pasaban por el puerto con destino a Portugal, procedentes del estado colindante de Minas Gerais, los portugueses otorgan a Río la categoría de capital. El comercio de esclavos africanos cobra impulso.
1808: Al llegar la corte real portuguesa, huyendo de la inminente invasión de Portugal por parte de Napoléon I, Río se convierte en la sede temporal de la monarquía portuguesa. La ciudad mantiene la capitalidad hasta que, una vez construida Brasilia, en 1960, esta ocupa su lugar.
[Reconocimiento]
FOTO: MOURA
[Ilustraciones de las páginas 16 y 17]
Playa de Barra da Tijuca
Maracaná, el mayor estadio de fútbol del mundo
[Ilustración de la página 18]
Arcos da Lapa, el acueducto que pasó a ser viaducto