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  • ¿Por qué no puedo tener lo que quiero?

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  • ¿Por qué no puedo tener lo que quiero?
  • ¡Despertad! 1999
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¡Despertad! 1999
g99 22/3 págs. 12-14

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué no puedo tener lo que quiero?

“Hay algunas cosas que son muy bonitas, y me encantaría tenerlas; pero mis padres no pueden comprármelas.”—Mike.

¿HAY cosas que desearías tener, pero que no están a tu alcance? Tal vez te hace mucha ilusión poseer cierto equipo estereofónico, zapatos como los que llevan todos los demás jóvenes o simplemente unos nuevos pantalones vaqueros de marca. Algunos de tus compañeros tienen artículos como esos y alardean de ellos. De ahí que si tus padres te dicen que no pueden comprártelos, tal vez te sientas decepcionado.

Aunque es bastante normal desear ciertas cosas materiales, en el caso de muchos jóvenes tal deseo raya en la obsesión. La culpa, en parte, la tiene la publicidad. Los ingeniosos anuncios que aparecen en la televisión, las revistas y la radio comunican la idea de que a menos que uno lleve cierto tipo de ropa o utilice ciertas marcas, es un completo fracasado. Tanto es así que, tan solo en Estados Unidos, los adolescentes gastan anualmente más de 100.000.000.000 de dólares.

Luego está la presión de los compañeros. “En el mundo atrozmente simple de los adolescentes —dice un artículo de la revista Marketing Tools—, el hecho de que el grupo social al que el joven aspira a pertenecer lo considere poco moderno, no es solo una señal de rechazo o de que no da la talla: es la marca del perdedor.” ¿Cuál es la clave de ser “moderno”? En muchos círculos significa poseer lo mejor y lo último de todo. ¿Y si tus recursos no te lo permiten? “Resulta muy duro —admite un joven cristiano—. Si alguien va a la escuela sin ropa de marca, todos se ríen de él.” Otra joven admite: “A veces me siento excluida”.

La juventud puede verse sometida a presiones similares en países en vías de desarrollo, donde la población trabaja sin descanso para conseguir a duras penas tan solo lo indispensable. Si este es el caso de tu familia, es natural que ansíes una vida mejor. Al haber visto programas y películas de televisión de países más prósperos, tal vez hayas empezado a cultivar un anhelo por la ropa, las casas y los automóviles que esos medios de comunicación promocionan. Pero como para ti son inalcanzables, puede que te sientas amargado o hasta deprimido.

Sea que vivas en un país pobre o en uno próspero, ceder al enfado o al descontento porque no puedes obtener ciertas cosas solo te perjudicará, además de provocar discusiones constantes con tus padres. ¿Qué puedes hacer?

Punto de vista equilibrado sobre lo material

En primer lugar, ten presente que Jehová Dios no desea que los suyos vivan en la pobreza o carezcan de cosas que realmente necesitan. Al fin y al cabo, Dios no colocó a Adán y Eva en un vertedero, sino en un precioso jardín lleno de árboles apetecibles (Génesis 2:9). Posteriormente, algunos siervos de Dios, como Abrahán, Job y Salomón, fueron muy acaudalados (Génesis 13:2; Job 1:3). Era tanto el oro que poseía Salomón, que durante su reinado la plata se consideraba “como nada absolutamente” (1 Reyes 10:21, 23).

No obstante, por lo general, la mayoría de los siervos de Dios han sido personas de modestos recursos. Jesucristo mismo era pobre; no tenía siquiera “dónde recostar la cabeza” (Mateo 8:20). Sin embargo, nunca habrás leído que se quejara de no poder comprar las cosas que quería. Al contrario, él enseñó: “Nunca se inquieten y digan: ‘¿Qué hemos de comer?’, o ‘¿qué hemos de beber?’, o ‘¿qué hemos de ponernos?’. [...] Pues su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas” (Mateo 6:31-33).

Esto no significa que Dios esté obligado a satisfacer las ansias de poseer ropa de marca o aparatos electrónicos. Dios nos da lo que necesitamos, no necesariamente lo que deseamos. Por eso la Biblia nos anima a estar contentos con simplemente tener “sustento y con qué cubrirnos” (1 Timoteo 6:8). Ahora bien, seamos realistas: no es fácil contentarse. “Siempre está la lucha entre los deseos y las necesidades”, admite un joven llamado Mike. Además de nuestras propias inclinaciones egoístas, tenemos que combatir la influencia del archienemigo de Dios, Satanás el Diablo (1 Juan 5:19). Una de sus tácticas más antiguas es la de hacer pensar a la gente que se está perdiendo algo. Por ejemplo, Eva vivía en un paraíso perfecto; con todo, Satanás la convenció de que pasaba privaciones (Génesis 3:2-6).

¿Qué puedes hacer para no caer en el descontento? Aunque pueda parecer repetitivo, hay muchas razones para apreciar lo que uno tiene. No te estanques en pensamientos negativos sobre lo que no tienes. Piensa de manera positiva, y recuerda lo que sí posees (compáralo con Filipenses 4:8). Mike lo expresa así: “Son muchas las cosas que deseo, pero no pienso demasiado en ellas”.

Algo que también ayuda es ser un poco escéptico con los astutos anuncios que juegan con tus emocionesa (Proverbios 14:15). Antes de concluir precipitadamente que no puedes vivir sin ese nuevo modelo de calzado deportivo o ese lector de discos compactos, trata de analizar la situación fríamente. Pregúntate: “¿Necesito realmente este artículo? ¿Cumple un propósito práctico?”. Desconfía en particular de los anuncios que fomentan el prestigio de poseer algo. Las palabras del apóstol Juan en 1 Juan 2:16 son muy sensatas: “Todo lo que hay en el mundo —el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno— no se origina del Padre, sino que se origina del mundo”.

Cuando realmente necesitas algo

¿Y si hay algo que de veras necesitas? Antes de mencionárselo a tus padres, medita un poco. Prepárate para explicar exactamente por qué necesitas el artículo, cómo piensas utilizarlo y por qué crees que te sería útil. Tal vez tus padres encuentren la manera de incluirlo en el presupuesto familiar. Pero ¿qué hay si no pueden hacerlo, al menos por el momento? Puede que no tengas más remedio que ser paciente (Eclesiastés 7:8). Vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar”, y muchos padres no están en condiciones, por más que quieran, de comprar todas las cosas que sus hijos les piden (2 Timoteo 3:1). Si no vas a tus padres con exigencias irrazonables, les facilitarás un poco su difícil labor.

De todas formas, tal vez puedas tomar tú la iniciativa. Por ejemplo, ¿recibes una paga? Aprende a administrar bien tu dinero a fin de ahorrar un poco cada mes. Quizás hasta puedas abrir una cuenta de ahorros en un banco (compáralo con Lucas 19:23). Eso hizo una muchacha llamada Abigail. Ella dice: “Divido mi dinero en dos montones: uno es para mi cuenta bancaria y el otro para mis gastos”. Si tienes la edad suficiente, incluso podrías buscarte algún trabajito o un empleo de tiempo parcial.b En todo caso, si tus padres ven que de veras quieres comprar algo y que te estás esforzando por ahorrar, tal vez decidan ayudarte a pagarlo, siempre que esté en su mano hacerlo.

Puede que también te ayude cambiar un poco tu forma de comprar. Por ejemplo, si algo es demasiado caro, quizás puedas negociar el precio. Si no lo consigues, espera hasta ver si lo rebajan. Busca en otras tiendas por si puedes encontrar lo mismo a un precio inferior. Aprende a examinar la calidad de los artículos; a veces hay cosas buenas que no son de marca.c

Aprende a contentarte

Proverbios 27:20 advierte: “El Seol y el lugar de la destrucción mismos no se satisfacen; tampoco se satisfacen los ojos del hombre”. En efecto, tal como la sepultura es insaciable, algunas personas siempre quieren más y más, prescindiendo de lo mucho que posean. Evita esa forma de pensar egoísta. A la larga, la avaricia solo produce frustración y desdicha. Un joven llamado Jonathan dice: “Si tu felicidad siempre depende de lo que posees, nunca serás feliz. Siempre habrá algo nuevo que desear. Aprende a ser feliz con lo que tienes”.

Si estás contento, podrás afrontar la presión de tus compañeros. Vincent, otro joven, dice: “Solo porque vea a alguien con unos tenis de marca no tengo que comprármelos yo también”. Claro, de vez en cuando es posible que todavía te moleste no poder tener lo que quieres. Pero no olvides nunca que Jehová sabe lo que necesitas (Mateo 6:32). Y en un futuro no muy lejano, ‘satisfará el deseo de toda cosa viviente’ (Salmo 145:16).

[Notas]

a Lee la serie “¿Qué efecto tiene la publicidad en usted?”, publicada en ¡Despertad! del 22 de agosto de 1998.

b Consulta el artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Cómo puedo ganar algún dinero?”, en ¡Despertad! del 22 de agosto de 1998.

c Si deseas más sugerencias útiles, repasa “Los jóvenes preguntan... ¿Cómo puedo mejorar mi vestuario?”, publicado en ¡Despertad! del 22 de enero de 1995.

[Comentario de la página 13]

“Si alguien va a la escuela sin ropa de marca, todos se ríen de él”

[Ilustración de la página 14]

Puedes ser feliz sin tener todo lo que deseas

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