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FELICIDAD, FELICIDADES

(de una forma del término hebreo ’a·schár, “declarar feliz”; gr. ma·ká·ri·os, “feliz”).

Las felicidades descritas en Salmos y en Proverbios, y particularmente en el Sermón del Monte de Jesús, suelen llamarse también “beatitudes” o “bienaventuranzas”.

JEHOVÁ Y JESUCRISTO

Jehová es el “Dios feliz” y a su Hijo Jesucristo se le llama “el feliz y único Potentado”. (1 Tim. 1:11; 6:15.) A pesar de que el nombre y la soberanía de Jehová han sido desafiados al surgir la iniquidad tanto en el cielo como en la Tierra, Él está seguro de que sus propósitos se llevarán a cabo; no se puede hacer nada contrario a lo que su voluntad permite. (Isa. 46:10, 11; 55:10, 11.) Su gran paciencia al permitir condiciones que Él podría cambiar se ha debido a que tiene un propósito o fin definido en mira; de manera que Él es feliz. (Rom. 9:22-24.)

El salmista exclama: “La gloria de Jehová resultará ser hasta tiempo indefinido. Jehová se regocijará en sus obras”. (Sal. 104:31.) Él es el primer y mayor Dador, nunca cambia ni deja que su generosidad y su actitud misericordiosa y amorosa se vuelvan en amargura debido a la ingratitud de algunas de sus criaturas. (Sant. 1:17.) Su hijo Jesucristo, debido a que confía plenamente en su Padre y hace siempre las cosas que le agradan, también es feliz. (Juan 8:29.) Incluso cuando experimentó pruebas y sufrimiento Jesús tuvo gozo interior. (Heb. 12:2; compárese con Mateo 5:10-12.)

LA FUENTE DE LA FELICIDAD

Todas las felicidades prometidas en la Biblia están supeditadas a que exista una buena relación con Dios; todas ellas se realizan sobre la base del amor de Dios y el servicio fiel a Él. Si uno se aparta de la obediencia a Jehová, no puede conseguir verdadera felicidad. Su bendición es esencial para ser feliz; es una de sus ‘dádivas buenas’ y ‘dones perfectos’.

La felicidad no se deriva de acumular riquezas o poder material. Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hech. 20:35.) Al que da consideración al de condición humilde, disfrutando por tanto de la felicidad de dar, se le promete: “Jehová mismo lo guardará y lo conservará vivo. Será pronunciado feliz en la tierra”. (Sal. 41:1, 2.) Las cosas que contribuyen a la verdadera felicidad son: el conocimiento de Jehová, la sabiduría que proviene de Él e incluso su corrección y disciplina. (Pro. 2:6; 3:13, 18; Sal. 94:12.) La persona que es verdaderamente feliz confía en Jehová (Pro. 16:20), se deleita en su ley y anda en ella (Sal. 1:1, 2; 112:1), observa lo justo (Sal. 106:3) y teme a Dios. (Sal. 128:1.)

UNA NACIÓN FELIZ

Una nación entera o todo un pueblo puede ser feliz si verdaderamente sigue a Jehová como su Dios y obedece sus leyes. (Sal. 33:12; 144:15.) La nación de Israel, después de la administración justa de David y durante el tiempo en que el rey Salomón siguió la ley de Jehová, se sentía segura y feliz, “como los granos de arena que están junto al mar por su multitud, y comían y bebían y se regocijaban”. (1 Rey. 4:20, 25; 10:8; 2 Cró. 9:7.) Esto demuestra la influencia que ejerce un dominio justo sobre una nación. (Compárese con Proverbios 29:2, 18.) Los judíos nacionalistas pensaban que por ser descendientes carnales de Abrahán y Jacob eran la ‘nación feliz cuyo Dios es Jehová’ (Sal. 33:12), pero Jesús les aclaró lo que en realidad se requería para la felicidad de la nación. Les dijo francamente que el reino de Dios les sería quitado y sería “dado a una nación que [produjera] sus frutos”. (Mat. 21:43.) Posteriormente, el apóstol Pedro aplicó el término “nación” a los engendrados por espíritu en unión con Cristo, diciendo: “Ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa”. (1 Ped. 2:9.)

EL CONSEJO DE CRISTO EN CUANTO A LA FELICIDAD

Jesús empezó su Sermón del Monte de manera impresionante, enumerando nueve felicidades relacionadas con cualidades que llevan a una persona al favor de Dios, con la perspectiva de heredar el reino de los cielos. (Mat. 5:1-12.) Es digno de notar que en estas felicidades ni la situación en la que uno se halla debido al tiempo y al suceso imprevisto, ni los actos puramente humanitarios que pudiera realizar, traen como consecuencia la bendición de la felicidad. La verdadera felicidad se deriva de aquellas cosas que tienen que ver con la espiritualidad, la adoración a Dios y el cumplimiento de sus promesas. Por ejemplo, Jesús dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu...” (Mod), o, traducido de manera más entendible: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos”. (Mat. 5:3.) Luego sigue diciendo: “Felices son los que se lamentan, puesto que ellos serán consolados”. (Mat. 5:4.) El contexto (vss. 3 y 6) aclara que no se refiere a todas las personas que se lamentan por cualquier razón. Es un lamento por el estado de necesidad espiritual y el hambre y sed de justicia. Dios reparará en tales personas, y las favorecerá con su bendición de satisfacción espiritual, pues Jesús promete: “Ellos serán saciados”. (Compárese con 2 Corintios 7:10; Isaías 61:1-3; Ezequiel 9:4.)

En el libro de Revelación, Jesucristo proclama siete felicidades por medio de un mensajero angélico. (Rev. 1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7; 22:14.) En su introducción dice: “Feliz es el que lee en voz alta, y los que oyen, las palabras de esta profecía, y que observan las cosas que se han escrito en ella” (1:3), y termina con las siguientes palabras: “Felices son los que lavan sus ropas largas, para que sea suya la autoridad de ir a los árboles de la vida, y para que consigan entrada en la ciudad [Nueva Jerusalén] por sus puertas” (22:14).

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