ESPERANZA
Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible aquello que deseamos. Quien tiene esperanza, confía en conseguir lo que desea, cree que ha de suceder lo que espera. Se puede cifrar la esperanza en una persona o en una cosa.
SIN DIOS NO HAY NINGUNA ESPERANZA VERDADERA
La verdadera esperanza, tal como se describe en la Biblia, es superior al mero deseo, el cual puede que carezca de fundamento o perspectiva de cumplimiento. La Biblia muestra que las personas del mundo en general no tienen una esperanza real, apoyada sobre una base sólida. La humanidad se encamina hacia la muerte, y si no adquiere conocimiento de la existencia de una provisión procedente de una fuente superior, el futuro no ofrece para ellos ninguna esperanza. El escritor del libro bíblico de Eclesiastés expresó cuán fútil es la situación del hombre sin la intervención de Dios: “¡La mayor de las vanidades! [...], todo es vanidad”. (Ecl. 12:8; 9:2, 3.)
El fiel profeta Job dijo que incluso un árbol tiene esperanza de retoñar de nuevo, pero el hombre, cuando muere, se ha ido permanentemente. Pero Job luego explica que hablaba del hombre por sí solo, sin la ayuda de Dios, pues él mismo expresa el deseo y la esperanza de que Dios le recuerde. (Job 14:7-15.) El apóstol Pablo apoya esta misma idea cuando dice a los cristianos que, teniendo la esperanza de la resurrección, no deberían “[apesadumbrarse] como lo hacen también los demás que no tienen esperanza”. (1 Tes. 4:13.) De nuevo, al hablar a los cristianos gentiles, Pablo les señala que antes de tener un conocimiento de la provisión de Dios por medio de Cristo, estaban “alejados del estado de Israel”, con el cual en el pasado Dios había tratado, y que en aquel entonces, como gentiles, “no tenían esperanza, y estaban sin Dios en el mundo”. (Efe. 2:12.) Las expresiones que son comunes entre los que no tienen esperanza en Dios y en su promesa de una resurrección de los muertos son similares a las palabras de los habitantes desobedientes de Jerusalén, quienes, al encararse a la amenaza de la destrucción de su ciudad como juicio divino, en lugar de mostrar arrepentimiento y pesar, dieron rienda suelta a sus deseos sensuales. Dijeron: “Que se coma y se beba, porque mañana moriremos”. (Isa. 22:13.) El apóstol advierte contra llegar a estar infectados con la actitud de aquellos que no tienen esperanza. (1 Cor. 15:32, 33.)
ESPERANZAS INCORRECTAS
Pablo no estaba negando que las personas del mundo tuvieran algunas esperanzas razonables, e incluso, en algunas ocasiones, encomiables. Más bien, mostró que sin Dios las esperanzas de una persona no conducen a nada. En realidad, a la larga son fútiles.
Aparte de las esperanzas de menor importancia, las cuales son normales y comunes a todos los humanos, están las esperanzas que son malas en sí mismas. Por ejemplo, las que se abrigan con un fin inicuo. En algunas ocasiones puede dar la impresión de que estas esperanzas se realizan, pero en realidad esta impresión es tan solo temporal, pues un proverbio dice: “La expectación de los justos es un regocijo, pero la esperanza misma de los inicuos perecerá”. (Pro. 10:28.) Además, “cuando muere un hombre inicuo, perece su esperanza; y hasta la expectación basada en poderío ha perecido”. (Pro. 11:7.) Por consiguiente, las esperanzas egoístas y las que están basadas en el fundamento falso del materialismo, mentiras, falta de honradez o en el poder o las promesas de los hombres, con seguridad quedarán frustradas.
LA FUENTE DE LA ESPERANZA
Jehová Dios es la fuente de la esperanza verdadera y Aquel capaz de cumplir con sus promesas y las esperanzas de los que confían en Él. Es por medio de su bondad inmerecida que Él le ha dado a la humanidad “consuelo [...] y buena esperanza”. (2 Tes. 2:16.) En cualquier tiempo Él ha sido la esperanza del hombre justo. Fue llamado “la esperanza de Israel” y “la esperanza de [los] antepasados [de Israel]”. (Jer. 14:8; 17:13; 50:7.) Son muchas las expresiones de esperanza, confianza y seguridad en Él que se hallan en las Escrituras Hebreas. En su bondad amorosa hacia su pueblo, incluso cuando estos iban al exilio por ser desobedientes, Él les dijo: “Yo mismo bien conozco los pensamientos que estoy pensando para con ustedes, [...] pensamientos de paz, y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza”. (Jer. 29:11.) La promesa de Jehová mantuvo viva la fe y la esperanza de los israelitas fieles durante el exilio en Babilonia. Asimismo, aquella esperanza fortaleció en gran manera a hombres como Ezequiel y Daniel, pues Jehová había dicho: “Existe una esperanza para tu futuro, [...] y los hijos ciertamente volverán a su propio territorio”. (Jer. 31:17.) Aquella esperanza se realizó cuando el resto judío fiel regresó en 537 a. E.C. para reedificar Jerusalén y su templo. (Esd. 1:1-6.)
LA ESPERANZA DE RECOMPENSA ES APROPIADA
El hecho de que el siervo de Dios espere recibir una recompensa no es un sentimiento egoísta. Para tener un verdadero conocimiento y entendimiento de Dios, la persona debe saber que la bondad amorosa y la generosidad son cualidades sobresalientes en Él; debe creer, no solo que Dios existe, sino también “que llega a ser remunerador de los que le buscan solícitamente”. (Heb. 11:6.) La esperanza hace que el cristiano conserve el equilibrio y se mantenga en el servicio de Dios, sabiendo que Él proveerá sus necesidades diarias. (Mat. 6:33.)
LA ESPERANZA CRISTIANA
La esperanza tanto del cristiano como de la humanidad reside en Jesucristo. Ningún humano pudo acceder a la vida eterna en el cielo o sobre la tierra hasta que Cristo Jesús “[arrojó] luz sobre la vida y la incorrupción mediante las buenas nuevas”. (2 Tim. 1 :10.) A los hermanos de Cristo engendrados por espíritu se les dice que ellos tienen la esperanza celestial debido a la gran misericordia de Dios, quien les dio “un nuevo nacimiento a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. (1 Ped. 1:3, 4; Col. 1:5, 27; Tito 1:1, 2; 3:6, 7.) Esta feliz esperanza se realizará “en la revelación de Jesucristo”. (1 Ped. 1:13, 21; Tito 2:13.) Por lo tanto, el apóstol Pablo llama a Cristo Jesús “nuestra esperanza”. (1 Tim. 1:1.)
Esta esperanza de vida eterna e incorrupción para aquellos que son “participantes del llamamiento celestial” (Heb. 3:1) tiene una base sólida y es algo en lo cual se puede confiar plenamente. Está apoyada en dos cosas en las cuales es imposible que Dios mienta: su promesa y su juramento. Además, la esperanza reside en Cristo, que ahora es inmortal en los cielos. Por consiguiente, se habla de esta esperanza como “ancla del alma, tanto segura como firme, y entra cortina adentro [como entraba el sumo sacerdote en el Santísimo en el Día de Expiación], donde un precursor ha entrado a favor nuestro, Jesús, que ha llegado a ser sumo sacerdote a la manera de Melquisedec para siempre”. (Heb. 6:17-20.)
Se debe desarrollar y mantener
En la Biblia se recalca constantemente la necesidad que tienen los cristianos de asirse fuertemente a la “sola esperanza”. (Efe. 4:4.) Para ello se requiere atención continua, ejercer franqueza de expresión y ‘jactarse’ en la esperanza misma. (Heb. 3:6; 6:11.) La esperanza se desarrolla por medio del aguante bajo tribulación, y este aguante conduce a una condición aprobada ante Dios, de quien viene la esperanza. (Rom. 5:2-5.) Junto con la fe y el amor, es una de las tres cualidades que caracterizan a la congregación cristiana desde la desaparición de los dones milagrosos del espíritu que estaban presentes en la congregación del primer siglo. (1 Cor. 13:13.)
Cualidades y beneficios
La esperanza es indispensable para el cristiano. Acompaña al gozo, a la paz y al poder del espíritu santo. (Rom. 15:13.) Promueve franqueza de expresión al acercarse a Dios para recibir su bondad inmerecida y misericordia. (2 Cor. 3:12.) Permite que el cristiano aguante con regocijo, sin importar cuáles sean las condiciones. (Rom. 12:12; 1 Tes. 1:3.) Así como un yelmo protegía la cabeza de un guerrero, de igual manera la esperanza de la salvación protege la integridad del cristiano de ser quebrantada. (1 Tes. 5:8.) La esperanza es fortalecedora, pues aunque el cristiano ungido que todavía está en la Tierra no posee la recompensa de la vida celestial, su deseo y expectación es tan fuerte que, a pesar de pruebas y dificultades severas, continúa aguardando con paciencia y aguante aquello que espera. (Rom. 8:24, 25.)
La esperanza le ayuda al cristiano a mantener un modo de vivir limpio, pues él sabe que Dios y Cristo, en quienes descansa precisamente la esperanza, son puros, y que no puede esperar ser como Dios y recibir la recompensa si practica la inmundicia o la injusticia. (1 Juan 3:2, 3.) La esperanza está relacionada estrechamente con la más grande de las cualidades: el amor, pues aquel que ama verdaderamente a Dios también tendrá esperanza en todas sus promesas. Por otra parte, esperará lo mejor para sus hermanos en la fe, amándoles y confiando en su sinceridad de corazón en Cristo. (1 Cor. 13:4, 7; 1 Tes. 2:19.)
Superior a la esperanza bajo la Ley
Antes de darse la Ley a Israel, los antepasados fieles de la nación tenían esperanza en Dios. (Hech. 26:6, 7; Gén. 22:18; Miq. 7:20; 2 Tim. 1:3.) Esperaban la provisión de Dios para vida. Al principio pareció que la Ley iba a ser el cumplimiento de su esperanza. Pero, al contrario, la Ley mostró que todos los hombres eran pecadores ante Dios, y, al poner de manifiesto las transgresiones, condenó a todos los que estaban bajo ella a la muerte. (Gál. 3:19; Rom. 7:7-11.) La Ley en sí era santa, no tenía nada malo; sin embargo, por su mismísima santidad y justicia puso al descubierto las imperfecciones de aquellos que trataban de guardarla. (Rom. 7:12.) Como Dios había predicho por medio de los profetas, era preciso que Él trajera una “esperanza mejor” por medio de Jesucristo, poniendo a un lado la Ley y permitiendo que aquellos que pusieran fe en Cristo se acercasen a Dios. (Heb. 7:18, 19; 11:40; compárese con Jeremías 31:31-34.)
Esperanza para toda la humanidad
Según las palabras de Pablo en Romanos 8:20, 21, Jehová Dios no destruyó al primer hombre Adán cuando pecó sino que permitió que naciese de él como padre imperfecto una prole sujeta a futilidad, futilidad no debida a haber pecado deliberadamente sino a su imperfección inherente. Sin embargo, Dios no les dejó sin esperanza, ya que bondadosamente alentó sus expectativas por medio de la “descendencia” prometida (Gén. 3:15; 22:18), Jesucristo. (Gál. 3:16.) Fue debido a que la primera venida del Mesías había sido predicha en profecía, que la predicación de Juan el Bautista suscitó la expectativa de la nación de Israel. (Luc. 3:15; Dan. 9: 24-27.) Jesús cumplió aquella esperanza con su venida. Pero la gran esperanza para la humanidad en general, tanto para los vivos como para los muertos, yace en el reino de Cristo, cuando él y sus coherederos sirvan como reyes y sacerdotes celestiales. Entonces, los humanos que ejerzan fe realmente serán liberados de la corrupción a la imperfección y al pecado y llegarán a ser plenamente “hijos de Dios”. Su esperanza se ve reforzada por el hecho de que Dios resucitó a su Hijo hace más de mil novecientos años. (Hech. 17:31; 23:6; 24:15.)
Para todos los que desean vivir, Jehová Dios ha provisto su Palabra, la Biblia, con instrucciones y ejemplos, a fin de que todos puedan tener una esperanza. (Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11; 2 Tim. 3:16, 17.) Aquellos que tienen esta esperanza han de dársela a conocer a otros. Al obrar así, el que posee la esperanza se salva a sí mismo y a los que le escuchan. (1 Ped. 3:15; 1 Tim. 4:16.)