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LEY

En las Escrituras Hebreas la palabra “ley” se traduce principalmente del término hebreo toh·ráh, término relacionado con el verbo hoh·ráh, que significa “dirigir”, “enseñar”, “instruir en”; “señalar”, “mostrar el camino”. En algunos casos se traduce de la voz dath: “ley”, “decreto”. (Dan. 6:5, 8, 15.) En las Escrituras Griegas la palabra nó·mos, que proviene del verbo né·mo—“repartir”, “distribuir”—, se traduce “ley”.

De Jehová Dios se dice que es la Fuente de la ley, el Legislador Supremo (Isa. 33:22), el Soberano que delega autoridad (Sal. 73:28; Jer. 50:25; Luc. 2:29; Hech. 4:24; Rev. 6:10) y sin cuyo permiso o concesión no se puede ejercer ningún poder o mando. (Rom. 13:1; Dan. 4:35; Hech. 17:24-31.) Su trono está establecido sobre la justicia y el juicio. (Sal. 97:1, 2.) La voluntad expresada de Dios llega a ser ley para sus criaturas.

LEYES DADAS A LOS ÁNGELES

Los ángeles, superiores al hombre, están sujetos a la ley y a los mandamientos de Dios. (Heb. 1:7, 14; Sal. 104:4.) Jehová incluso dio órdenes y restringió a su adversario Satanás. (Job 1:12; 2:6.) El arcángel Miguel reconoció y respetó la posición de Jehová como Juez Supremo cuando dijo, al disputar con el Diablo: “Que Jehová te reprenda”. (Jud. 9; compárese con Zacarías 3:2.) Al glorificado Jesucristo se le muestra con todos los ángeles colocados por Jehová Dios bajo su autoridad. (Heb. 1:6; 1 Ped. 3:22; Mat. 13:41; 25:31; Fili. 2:9-11.) Por mandato de Jesús, a Juan se le envió un mensajero angélico. (Rev. 1:1.) En 1 Corintios 6:3 el apóstol Pablo dice que los hermanos espirituales de Cristo ‘juzgarán a ángeles’.

LA LEY DE LA CREACIÓN DIVINA

(también conocida como “la ley de la naturaleza”)

La definición que de esta ley da la Enciclopedia Universal de Espasa-Calpe es la siguiente: “Cada uno de los principios invariables por que se rige el mundo físico”. Como Creador de todas las cosas en el cielo y en la Tierra (Hech. 4:24; Rev. 4:11). Jehová ha establecido leyes que rigen todas las cosas creadas. En Job 38:10, se hace mención de una “disposición reglamentaria” sobre el mar; en 38:12, de ‘dar órdenes a la mañana’; y en 38:31-33, se dirige la atención a las constelaciones estelares y a “los estatutos de los cielos”. En este último capítulo también se señala a Dios como el que rige la luz, la nieve, el granizo, las nubes, la lluvia, el rocío y los relámpagos. En los capítulos 39-41 se muestra el cuidado de Dios por el reino animal, y se atribuyen el nacimiento, los ciclos de la vida y los hábitos de los animales a las regulaciones fijadas por Dios, no a ninguna “adaptación” evolutiva. De hecho, al crear las diversas formas de vida, Dios incorporó la ley de que cada uno debería reproducirse “según su género”, imposibilitando así la evolución. (Gén. 1:11, 12, 21, 24, 25.) El hombre también produjo hijos “a su semejanza, a su imagen”. (Gén. 5:3.) En Salmos 139:13-16, al describirse el crecimiento embrionario de un niño en la matriz, se dice que todas sus partes están escritas en el “libro” de Jehová antes de que ninguna de ellas en realidad existiera. En Job 26:7 se habla de Jehová como Aquel que está “colgando la tierra sobre nada”. En la actualidad, los científicos atribuyen la posición de la Tierra en el espacio fundamentalmente a la interacción de la ley de la gravedad y la fuerza centrífuga.

LEYES DADAS A ADÁN

En el jardín de Edén, Adán y Eva recibieron algunos mandatos de Dios relacionados con sus deberes: 1) llenar la tierra, 2) sojuzgarla y 3) tener en sujeción a todas las otras criaturas terrestres, marinas y voladoras. (Gén. 1:28.) También se les dieron leyes en cuanto a su dieta alimenticia: podrían comer la vegetación que da semilla y la fruta. (Gén. 1:29; 2:16.) Sin embargo, Adán recibió un mandato que prohibía comer del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo (Gén. 2:17), y este mandato le fue transmitido a Eva. (Gén. 3:2, 3.) A Adán se le presenta como un transgresor, debido a que violó una ley explícita. (Rom. 5:14, 17; 4:15.)

LAS LEYES DADAS A NOÉ Y LA LEY PATRIARCAL

Noé recibió mandamientos relacionados con la edificación del arca y la salvación de su familia. (Gén. 6:22.) Después del Diluvio, también recibió leyes, según las cuales el hombre podía incluir carne en su dieta alimenticia, se declaraba la santidad de la vida y de la sangre, en donde radica la vida, se prohibía comer la sangre, se condenaba el asesinato y se instituía la pena capital por este delito. (Gén. 9:3-6.)

El patriarca era a la vez cabeza de familia y gobernante. De Jehová se dice que es el gran Cabeza de Familia o Patriarca: “El Padre, a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre”. (Efe. 3:14, 15.) Noé, Abrahán, Isaac y Jacob son ejemplos sobresalientes de patriarcas. Jehová trató con ellos de manera especial. A Abrahán se le dio el mandato de circuncidar a todos los varones de su casa como una señal del pacto que Dios había hecho con él. (Gén. 17:11, 12.) Abrahán observó los “mandatos”, “estatutos” y “leyes” de Jehová. Conocía la manera en que Jehová hacía justicia y juicio, y ordenó que los miembros de su casa guardasen esos estatutos. (Gén. 26:4, 5; 18:19.)

Por lo general, las leyes que rigieron a los patriarcas eran también reconocidas y hasta cierto grado estaban reflejadas en las leyes de las naciones de aquel tiempo, las cuales provenían de los tres hijos del patriarca Noé. Por ejemplo: el faraón de Egipto, al igual que los reyes de los filisteos, sabía que era impropio tomar la esposa de otro hombre (Gén. 12:14-20), como ocurrió en los casos de Sara y Rebeca. (Gén. 20:2-6; 26:7-11.)

Toda la familia era considerada responsable de las violaciones de la ley que cometiera alguno de sus miembros. El cabeza patriarcal era el representante responsable, a quien se culpaba por los errores de su familia, y de quien se requería que castigase a cualquier malhechor de su familia. (Gén. 31:30-32.)

El matrimonio y la primogenitura bajo la ley patriarcal

Los padres supervisaban la selección de cónyuge tanto para sus hijos como para sus hijas. (Gén. 24:1-4.) Era común pagar un precio por la novia. (Gén. 34:11, 12.) Entre los adoradores de Jehová el casarse con idólatras era mostrar desobediencia e ir en contra de los intereses de la familia. (Gén. 26:34, 35; 27:46; 28:1, 6-9.)

La primogenitura le correspondía al hijo mayor, y a él le pertenecía por herencia. Además, la primogenitura conllevaba recibir una porción doble de los bienes. Sin embargo, el padre, como cabeza de familia, podía transferirla. (Gén. 48:22; 1 Cró. 5:1.) Por lo general, al morir el padre, el hijo mayor se convertía en el cabeza patriarcal. Los hijos, después de casarse, podían establecer sus propias casas fuera de la jefatura del padre y llegar a ser ellos mismos cabezas de familia.

Moralidad

La fornicación era vergonzosa y se castigaba, especialmente en los casos de personas prometidas o casadas (adulterio). (Gén. 38:24-26; 34:7.) Cuando un hombre moría sin hijos, se llevaba a cabo el matrimonio de cuñado: su hermano entonces podía tomar a su esposa, y el primogénito de su unión heredaría los bienes del hombre muerto y conservaría su nombre. (Gén. 38:6-26.)

Propiedad

En líneas generales, parece que no se tenía propiedad privada, aparte de unas pocas pertenencias personales, pues los rebaños y las cosas de la casa eran posesión común de la familia. (Gén. 31:14-16.)

Custodia

Cuando un individuo prometía cuidar o ‘guardar’ a una persona, un animal o una cosa, recaía sobre él responsabilidad legal. (Gén. 30:31.) En el caso de la desaparición de José, Rubén, como primogénito de Jacob, fue el responsable. (Gén. 37:21, 22, 29, 30.) El que quedaba al cuidado tenía que mostrar suficiente interés por aquello que se había dejado a su cargo. Por ejemplo: tenía que restituir los animales robados, pero no los que morían de muerte natural o se habían perdido por razones ajenas a su control, como en el caso de robo de ovejas por parte de ladrones armados. Si un animal moría despedazado por una fiera, tenía que presentarse evidencia del animal despedazado para librar de responsabilidad al guardián. (Gén. 37:12-30, 32, 33; Éxo. 22:10-13.)

Esclavitud

Los esclavos podían ser comprados para tal propósito, o simplemente serlo por haber nacido de padres esclavos. (Gén. 17:12, 27.) Como ocurrió en el caso de Eliezer, el siervo de Abrahán, podían disfrutar de una posición de alta estima en la casa patriarcal. (Gén. 15:2; 24:1-4.)

LA LEY DE DIOS A ISRAEL: LA LEY DE MOISÉS

En 1513 a. E. C., en el desierto de Sinaí, Jehová le dio a Israel la Ley por medio de Moisés. Al inaugurar el pacto de la Ley en el monte Horeb, se produjo una impresionante demostración del poder de Jehová. (Éxo. 19:16-19; 20:18-21; Heb. 12:18-21, 25, 26.) El pacto fue validado con la sangre de toros y cabras. El pueblo presentó ofrendas de comunión y oyó la lectura del libro del pacto, después de lo cual concordaron en obedecer todo lo que Jehová había hablado. Muchas de las leyes patriarcales anteriores fueron incorporadas en la Ley dada por mediación de Moisés. (Éxo. 24:3-8; Heb. 9:15-21; veáse PACTO.)

A menudo se alude a los primeros cinco libros de la Biblia (de Génesis a Deuteronomio) como “la Ley”. En otras ocasiones, este término se usa con referencia a todas las Escrituras Hebreas inspiradas. Sin embargo, los judíos consideraban normalmente que todas las Escrituras Hebreas se componían de tres secciones: “la Ley”, “los Profetas” y “los Salmos”. (Luc. 24:44.) Asimismo, en Israel también eran obligatorios los mandatos dados a través de los profetas.

En la Ley se reconocía a Jehová como Soberano absoluto y también era Rey de una manera especial. Por consiguiente, ya que Jehová era Dios y Rey de Israel, la desobediencia a la Ley era una ofensa religiosa y un delito de lesa majestad, es decir, una afrenta contra el Cabeza del Estado: el Rey Jehová. De David, de Salomón y de los sucesores al trono de Judá se dijo que se sentaban en el “trono de Jehová”. (1 Cró. 29:23.) Los reyes humanos y los gobernantes de Israel estaban bajo la Ley, y aquellos que se volvían déspotas, eran violadores de la Ley y tenían que rendir cuentas a Dios. (1 Sam. 15:22, 23.) El reinado y el sacerdocio estaban separados, lo cual constituía un equilibrio de poder y una salvaguarda contra la tiranía. Esto les recordaba a los israelitas que Jehová era su Dios y su verdadero Rey. La Ley determinaba la relación que cada individuo mantenía con Dios y con su prójimo, y toda persona podía acercarse a Dios por medio del sacerdocio.

Bajo la Ley, los israelitas podían haber llegado a ser un “reino de sacerdotes y una nación santa”. (Éxo. 19:5, 6.) El que la Ley exigiese devoción exclusiva a Jehová, junto con la prohibición absoluta de cualquier forma de unión de fes, así como las regulaciones concernientes a la limpieza religiosa y a la dieta alimenticia, todo esto constituía un ‘muro de separación’ para mantener a la nación bien separada de las otras naciones. (Efe. 2:14.) Difícilmente un judío podría entrar en una tienda o casa gentil, o comer con gentiles, sin llegar a ser inmundo religiosamente. De hecho, cuando Jesús estuvo en la Tierra, se creía que con solo entrar en una casa o edificio gentil, un judío ya quedaba inmundo. (Juan 18:28; Hech. 10:28.) Se protegía la santidad de la vida y la dignidad y el honor de la familia, del matrimonio y de la persona (véase el bosquejo de este mismo artículo sobre el pacto de la Ley). Otros efectos de la separación religiosa que produjo el pacto de la Ley eran los siguientes: beneficios en la salud y protección de enfermedades comunes a las naciones vecinas. El obedecer las leyes de limpieza moral, higiene física y dieta alimenticia, sin duda tenía efectos muy saludables.

Pero el verdadero propósito de la Ley era, como dijo el apóstol Pablo, “poner de manifiesto las transgresiones, hasta que llegara la descendencia”. La Ley era un ‘tutor que […] conducía a Cristo’, y señaló hacia él como objetivo principal: “Cristo es el fin de la Ley”. También reveló que todos los humanos, incluyendo a los judíos, están bajo pecado y que la vida no se puede obtener por medio de “obras de ley”. (Gál. 3:19-24; Rom. 3:20; 10:4.) La Ley era “espiritual” y “santa”. (Rom. 7:12, 14.) En Efesios 2:15 es denominada la “Ley de mandamientos que consistía en decretos”. En realidad, era una norma de perfección, y señalaba como perfecto y merecedor de vida a aquel que pudiera guardarla plenamente. (Lev. 18:5; Gál. 3:12.) Puesto que los humanos imperfectos no podían cumplir la Ley, esto vino a demostrar que “todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios” (Rom. 3:23); sólo Jesucristo la cumplió intachablemente. (Juan 8:46; Heb. 7:26.)

La Ley también servía como “una sombra de las buenas cosas por venir”, y las cosas relacionadas con ella eran “representaciones típicas”, de manera que tanto Jesús como los apóstoles a menudo hicieron referencia a ellas para explicar cosas celestiales y asuntos concernientes a la doctrina y conducta cristianas. Por lo tanto, la Ley proporciona un campo de estudio esencial y necesario para el cristiano. (Heb. 10:1; 9:23.)

Jesús dijo que toda la Ley pendía de dos mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo. (Mat. 22:35-40.) Es interesante el hecho de que en el libro de Deuteronomio (donde se modificó un poco la Ley para tener en cuenta las nuevas circunstancias del pueblo de Israel al establecerse en la Tierra Prometida) las palabras hebreas que son traducidas “amor”, “amado”, etc., aparecen más de veinte veces.

Las Diez Palabras (Éxo. 34:28) o Diez Mandamientos constituían la parte básica de la Ley, pero estaban combinados con unas seiscientas leyes más, todas ellas con la misma fuerza y poder obligatorio para los israelitas. (Sant. 2:10.) De los Diez Mandamientos, los cuatro primeros definían la relación del hombre para con Dios; el quinto, para con Dios y para con los padres; y los últimos cinco, para con el prójimo. Obviamente estos últimos cinco son mencionados en un orden de gravedad en función del daño causado al prójimo: asesinato, adulterio, robo, dar falso testimonio y codicia. o deseo egoísta. El décimo mandamiento hace que la Ley sea única en comparación con las leyes de todas las otras naciones, en el sentido de que se prohíbe el deseo egoísta, algo que únicamente puede ser sancionado por Dios. En realidad, este mandamiento revela la causa por la que se violan los otros mandamientos. (Éxo. 20:2-17; Deu. 5:6-21; compárese con Efesios 5:5; Colosenses 3:5; Santiago 1:14, 15; 1 Juan 2:15-17.)

La Ley contenía muchos principios y estatutos guiadores. No obstante, los jueces tenían libertad para investigar y considerar los motivos y la actitud de los transgresores, así como las circunstancias relacionadas con la transgresión. Un transgresor que obraba de manera deliberada y que era irrespetuoso o no estaba arrepentido recibía la pena máxima. (Núm. 15:30, 31.) En otros casos, se podía dictaminar una sentencia más liviana. Por ejemplo, mientras que se debía ejecutar sin falta a un asesino, se podía ejercer misericordia con un homicida involuntario. (Núm. 35:15, 16.) En el caso de que un toro que tuviese la costumbre de acornear matase a un hombre, su dueño debería morir o pagar el rescate que le impusiesen los jueces. (Éxo. 21:29-32.) Parece ser que la diferencia de castigos que se puede apreciar al comparar Éxodo 22:7 con Levítico 6:1-7 dependía de que el individuo en cuestión fuese un ladrón deliberado o un malhechor que confesaba voluntariamente. (Véase el bosquejo de este mismo artículo.)

LA LEY DE LA CONCIENCIA

La Biblia muestra que esta ley rige a las personas que tienen la ‘ley escrita en sus corazones’. Aquellos que no están bajo una ley directa de Dios, tal como la Ley dada por medio de Moisés, son “una ley para sí mismos”, pues sus conciencias hacen que sean “acusados o hasta excusados” en sus propios pensamientos. (Rom. 2:14, 15.) Muchas leyes justas de las sociedades paganas reflejan esta conciencia con la que se dotó originalmente a Adán, nuestro antepasado común, y que fue transmitida por medio de Noé. (Véase CONCIENCIA.)

“LA LEY DEL CRISTO”

Pablo escribió: “Sigan llevando las cargas los unos de los otros, y así cumplan la ley del Cristo”. (Gál. 6:2.) Mientras que el pacto de la Ley terminó en Pentecostés de 33 E.C. (“ya que se está cambiando el sacerdocio, por necesidad llega a haber también un cambio de la ley” [Heb. 7:12]), los cristianos llegan a estar “bajo ley para con Cristo”. (1 Cor. 9:21.) Esta ley se llama la “ley perfecta que pertenece a la libertad”, “la ley de un pueblo libre”, “la ley de la fe”. (Sant. 1:25; 2:12; Rom. 3:27.) Jehová, por medio del profeta Jeremías, predijo esta ley cuando habló de un nuevo pacto y de escribir su ley en los corazones de su pueblo. (Jer. 31:31-34; Heb. 8:6-13.)

Al igual que Moisés, el mediador del pacto de la Ley, Jesucristo es el mediador del nuevo pacto. Moisés escribió la Ley en forma de código; pero Jesús no puso por escrito personalmente ninguna ley. Él habló y puso su ley en la mente y en el corazón de sus discípulos, los cuales tampoco establecieron leyes en forma de código para los cristianos, ni clasificaron las leyes en categorías y subdivisiones. Sin embargo, las Escrituras Griegas Cristianas están llenas de leyes, mandamientos y decretos que el cristiano está obligado a observar. (Rev. 14:12; 1 Juan 5:2, 3; 4:21; 3:22-24; 2 Juan 4-6; Juan 13:34, 35; 14:15; 15:14.)

Jesús instruyó a sus discípulos para que predicasen las ‘buenas nuevas del reino’. Su mandato se halla en Mateo 10:1-42 y en Lucas 9:1-6; 10:1-12. En Mateo 28:18-20 él dio un nuevo mandamiento a sus discípulos: ir, no solo a los judíos, sino a todas las naciones para hacer discípulos y bautizarlos con un nuevo bautismo, “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado”. Por consiguiente, con autorización divina, Jesús enseñó y dio mandamientos, tanto cuando estuvo en la Tierra (Hech. 1:1, 2) como después de su resurrección. (Hech. 9:5, 6; Rev. 1:1-3.) Todo el libro de Revelación se compone de profecías, mandamientos, admoniciones e instrucciones para la congregación cristiana.

La “ley del Cristo” abarca todos los aspectos de la vida y del trabajo de un cristiano. Con la ayuda del espíritu de Dios, el cristiano puede seguir los mandatos para ser juzgado favorablemente por aquella ley, pues es “la ley de ese espíritu que da vida en unión con Cristo Jesús”. (Rom. 8:2, 4.)

LA “LEY DE DIOS”

El apóstol Pablo habla de la lucha que sostiene el cristiano al verse influido por dos factores: por un lado, la “ley de Dios”—la “ley de mi mente” o la “ley de ese espíritu que da vida”—, y por otro lado, la “ley del pecado”—o la “ley del pecado y de la muerte”—. Pablo describe el conflicto diciendo que la carne caída, infectada con el pecado, está esclavizada a la “ley del pecado”. “El tener la mente puesta en la carne significa muerte”, pero “Dios, al enviar a su propio Hijo en la semejanza de carne pecaminosa y tocante al pecado, condenó al pecado en la carne”. Por medio del espíritu de Dios, el cristiano puede ganar la pelea al ejercer fe en Cristo, dando así muerte a las prácticas del cuerpo y viviendo en armonía con la dirección del espíritu. Con este proceder conseguirá la vida. (Rom. 7:21-8:13.)

LA LEY DEL PECADO Y DE LA MUERTE

El apóstol Pablo dice que debido al pecado de Adán, el padre de la humanidad, “la muerte reinó” desde Adán hasta el tiempo de Moisés (cuando se dio la Ley), y que la Ley puso de manifiesto las transgresiones, haciendo a los hombres culpables de pecado. (Rom. 5:12-14; Gál. 3:19.) Esta regla o ley del pecado, al obrar en la carne imperfecta, ejerce poder sobre ella y hace que tienda a violar la ley de Dios. (Rom. 7:23; Gén. 8:21.) El pecado provoca la muerte. (Rom. 6:23; 1 Cor. 15:56.) La ley de Moisés no podía vencer el dominio de estos dos reyes: el pecado y la muerte. Sin embargo, la libertad y la victoria vienen por medio de la bondad inmerecida de Dios dada a través de Jesucristo. (Rom. 5:20, 21; 6:14; 7:8, 9, 24, 25.)

LA “LEY DE LA FE”

La “ley de la fe” se contrasta con “la de obras”. El hombre no puede alcanzar la justicia por sus propias obras o por las de la ley de Moisés, como si consiguiese la justicia como pago por su proceder, sino que la justicia viene por la fe en Jesucristo. (Rom. 3:27, 28; 4:4, 5; 9:30-32.) No obstante, Santiago dice que esta fe va acompañada de obras, obras que en realidad son el resultado de esa fe y que están en armonía con ella. (Sant. 2:17-26.)

LA LEY DEL ESPOSO

La mujer casada está sujeta a la “ley de su esposo”. (Rom. 7:2; 1 Cor. 7:39.) El principio de la jefatura del esposo aplica en toda la organización de Dios y ha estado en vigor entre sus adoradores y en otros muchos pueblos. Dios ocupa la posición de esposo para con su “mujer”, la “Jerusalén de arriba”. (Gál. 4:26, 31; Rev. 12:1, 4-6, 13-17.) La organización nacional judía estaba en una relación de esposa para con Jehová, su esposo. (Isa. 54:5, 6; Jer. 31:32.)

En la ley patriarcal, el esposo era el cabeza incuestionable de la familia, y la esposa estaba en sumisión, aunque ella podía hacer recomendaciones, las cuales estaban supeditadas a la aprobación del esposo. (Gén. 21:8-14.) Sara llamó a Abrahán “señor”. (Gén. 18:12; 1 Ped. 3:5, 6.) La mujer llevaba una cobertura sobre la cabeza como señal de sujeción a su cabeza marital. (Gén. 24:65; 1 Cor. 11:5.)

Bajo la Ley dada a Israel, la esposa estaba en sujeción. Cuando ella hacía un voto, dicho voto estaba supeditado a que el esposo lo aprobase o lo anulase. (Núm. 30:6-16.) Ella no heredaba, sino que se la consideraba como parte de la herencia de tierra y, en el caso de que la herencia fuese recomprada por un pariente, ella estaba incluida también. (Rut 4:5, 9-11.) No se podía divorciar de su esposo, pero él tenía el derecho de divorciarse de ella. (Deu. 24:1-4.)

En la congregación cristiana se requiere que la mujer reconozca la posición del hombre y no la usurpe. El apóstol Pablo dice que la mujer casada se encuentra bajo la ley de su esposo mientras él vive, pero añade que queda libre cuando él muere, de modo que no es una adúltera si se casa de nuevo. (Rom. 7:2, 3; 1 Cor. 7:39.)

LA “LEY REAL”

La “ley real” es la del gran Rey Jehová. (Sant. 2:8.) El tema fundamental del pacto de la Ley era el amor. El segundo de los mandamientos sobre los que pendía toda la Ley y los Profetas decía: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mat. 22:37-40.) Los cristianos, aunque no están bajo el pacto de la Ley, se encuentran bajo el nuevo pacto y sujetos a la ley del Rey Jehová y de su Hijo, el Rey Jesucristo.

ALGUNOS RASGOS DEL PACTO DE LA LEY

I. GOBIERNO CIVIL

A. Jehová Dios es el Soberano Supremo.

1. Es el Cabeza del poder administrativo, legislativo y judicial, y el Cabeza de la religión. (Isa. 33:22.)

2. El que tiene el derecho exclusivo de delegar autoridad gubernamental. (Dan. 4:25, 35; 7:13, 14.)

3. “Nunca debes tener otros dioses contra mi rostro”, es decir, “en abierta oposición conmigo”. (Deu. 5:7; Éxo. 20:3.)

4. Se prohíbe la idolatría. (Éxo. 20:4-6; Deu. 5:8-10.)

a. La idolatría era un delito de lesa majestad: traición contra el poder soberano del estado, rebelión. (Éxo. 22:20; Deu. 8:19.)

b. No se deben mencionar los nombres de otros dioses. (Éxo. 23:13.)

c. Los israelitas no vieron ninguna forma de Dios para poder copiarla. (Deu. 4:15-20.)

B. Se prohíben las prácticas de la adoración falsa.

1. Cortar los mechones de los lados, de modo que queden cortos, o cortar la extremidad de la barba. (Lev. 19:27.)

2. Hacerse cortaduras en la carne por los muertos. (Lev. 19:28.)

3. Tatuar el cuerpo. (Lev. 19:28.)

4. Imponerse calvicie por los muertos. (Deu. 14:1.) (Las cuatro prácticas que se acaban de mencionar eran costumbres de las religiones paganas.) (Jer. 48:36, 37.)

5. Plantar un árbol como poste sagrado cerca del altar de Jehová. (Deu. 16:21.)

6. No se debían conservar las figuras de piedra, las imágenes, ni los lugares altos sagrados de los cananeos. (Núm. 33:51, 52; Deu. 7:25.)

7. Llevar a casa cosas detestables dadas por entero a la destrucción. (Deu. 7:26; 13:17.)

8. Hablar, a modo de falso profeta, de sublevación contra Jehová. (Deu. 13:5.)

9. Para aquel que recomendase la adoración falsa estaba reservada la pena de muerte. (Deu. 13:6-10; 17:2-7.)

10. Las ciudades que se pasaban a la adoración falsa habían de ser destruidas. (No se debía tomar nada de la ciudad; todo tendría que quemarse, a excepción del oro, la plata, el cobre y el hierro, que debía entregarse al tesoro del santuario de Jehová.) (Deu. 13:12-16; Jos. 6:19, 24.)

11. Dar la prole por entero a otros dioses era castigado con la muerte. (Lev. 18:21, 29.)

12. Practicar la unión de fes.

a. No se permitía ningún pacto con los dioses paganos o las naciones cananeas. (Éxo. 23:32; 34:12.)

b. No habían de guiarse por los estatutos de Egipto o de Canaán. (Lev. 18:3-5.)

C. Los gobernantes de Israel.

1. El rey tenía que ser elegido por Jehová y no por votación; ningún extranjero podía ser rey. (Deu. 17:15.)

a. No habría de aumentar sus caballos. (Deu. 17:16.)

b. No debería multiplicar sus esposas ni incrementar la plata y el oro. (Deu. 17:17.)

c. Tenía que escribir una copia personal de la ley de Jehová y leer en ella cada día. (Deu. 17:18, 19.)

2. Autoridades inferiores.

a. Los principales de las tribus. (Núm. 1:4, 16, 44.)

b. Oficiales, jefes de millares y jefes de centenas. (Núm. 31:14.)

c. Otros jefes de cincuentenas y de decenas. (Éxo. 18:21, 25.)

3. Los gobernantes tenían que ser respetados. (Éxo. 22:28.)

D. El censo hecho por Moisés por orden de Jehová. (Núm. 1:1-3; 3:14, 15; 4:1-3; 26:2.)

1. Todos los hombres mayores de veinte años pagaron un impuesto de medio siclo cuando se hizo el censo después de salir de Egipto. (Éxo. 30:11-16.) Aunque puede que se haya hecho, no hay registro de que Jehová ordenase que se volviese a hacer esto en otras ocasiones.

E. El ser miembro de la congregación de Israel: con los privilegios y obligaciones prescritos para los israelitas, la entrada en los recintos del templo, el participar de la Pascua, etc.

1. Todos los varones judíos tenían el derecho de ciudadanía, con las siguientes excepciones:

a. Cualquier hombre que hubiese sido castrado por habérsele aplastado los testículos o cortado su miembro viril. (Deu. 23:1.)

b. Cualquier hijo ilegítimo y sus descendientes hasta la décima generación. (Deu. 23:2.)

2. Los ammonitas y los moabitas estaban excluidos hasta tiempo indefinido porque no extendieron ninguna hospitalidad a los israelitas cuando estos salieron de Egipto, sino que se opusieron a ellos. (Deu. 23:3-6.)

3. Los edomitas no debían ser detestados.

4. La tercera generación de los egipcios que habían vivido como residentes forasteros en Israel podían ser admitidos. (Deu. 23:7, 8.)

F. Los forasteros.

1. Había tres clases de forasteros.

a. El residente forastero circunciso.

b. El residente forastero incircunciso o poblador de la tierra. (Lev. 25:47.)

c. El extranjero incircunciso que estaba de paso por la tierra o residía temporalmente en ella. (Deu. 15:3.)

2. Estos no debían ser maltratados. (Éxo. 22:21; 23:9; Lev. 19:33, 34; Deu. 24:17.)

3. Los residentes forasteros circuncisos debían observar la Pascua (Éxo. 12:48, 49; Núm. 9:14) y ofrecer sacrificios. (Núm. 15:14-16.)

4. Los forasteros no podían poseer esclavos hebreos de manera permanente, ya que los israelitas eran esclavos de Jehová en Su tierra, la cual Él les había asignado a ellos. (Lev. 25:47-49, 55.)

5. El quedar libre del apremio por el pago de una deuda en el séptimo año no aplicaba a los extranjeros (Deu. 15:1-3); a ellos hasta se les podía hacer pagar interés. (Deu. 23:20.)

6. Un animal muerto podía ser dado o vendido al residente forastero incircunciso o al extranjero, ya que ellos no eran adoradores de Jehová; por lo tanto, el comer de ello no violaría su conciencia. (Deu. 14:21.) (Un residente forastero circunciso estaba obligado a obedecer toda la Ley, pero, como es lógico, ni siquiera el extranjero incircunciso podía transgredir de manera crasa ninguna ley fundamental de la tierra.)

G. Los esclavos y la esclavitud.

1. Los esclavos podían ser comprados o las personas se podían vender ellas mismas en esclavitud por una deuda (Éxo. 21:2; Lev. 25:39, 45, 47, 48); asimismo, en el caso de que alguien no pudiese hacer compensación por robo, podía ser vendido. (Éxo. 22:3.)

2. Los hebreos no podían ser esclavos permanentes, solo los extranjeros, los residentes forasteros o los pobladores. (Lev. 25:44-46.) (Pero véase el siguiente punto 4.)

3. El esclavo hebreo era liberado en el séptimo año de su servidumbre o en el año del Jubileo, dependiendo del acontecimiento que estuviese más próximo. Durante la esclavitud, debería tratársele como trabajador asalariado, con bondad. (Éxo. 21:2; Deu. 15:12; Lev. 25:10.)

a. Si un hombre entraba con esposa, ella salía o era liberada con él. (Éxo. 21:3.)

b. Si el amo le daba una esposa (probablemente una extranjera) mientras estaba en esclavitud, solo él salía libre; y si esta esposa le había dado a luz hijos, ella y los hijos permanecían como propiedad del amo. (Éxo. 21:4.)

4. En el séptimo año de servidumbre, el año de su liberación, el esclavo hebreo podía permanecer con su dueño si ese era su deseo. (Éxo. 21:5, 6; Deu. 15:16, 17.)

5. Si un hebreo vendía su hija a otro hebreo, este la podía tomar como concubina; si no lo hacía, ella podía ser redimida, pero no vendida a un extranjero. Sin embargo, si el dueño la quería como esposa para su hijo, ella debería ser tratada con los derechos de una hija. Se requería que el hijo no le disminuyera el sustento, la ropa o el débito conyugal, aun en el caso de que él tomase otra esposa. De no hacerlo así, ella sería liberada sin ningún precio de redención. (Éxo. 21:7-11.)

6. Los esclavos que no eran hebreos podían ser pasados de padre a hijo. (Lev. 25:44-46.)

7. Las mujeres cautivas eran consideradas como despojo de guerra (Deu. 20:14); podían pasar a ser esclavas (Jue. 5:30) o, después de seguir cierto procedimiento requerido, los soldados las podían tomar como esposas. Si después su esposo no se complacía en ella, era despedida “al agrado de su propia alma”. (Deu. 21:10-14.)

8. El esclavo podía ser azotado por su amo. (Éxo. 21:20, 21.) Si se le mutilaba, era puesto en libertad. (Éxo. 21:26, 27.)

9. Si el esclavo moría debido a los azotes de su amo, este último podía ser castigado con la muerte, a fin de vengar al esclavo. Los jueces eran quienes decidían la pena. (Éxo. 21:20, 21; Lev. 24:17.)

10. Todos los esclavos varones tenían que ser circuncidados. (Gén. 17:12; Éxo. 12:44.)

11. Los esclavos circuncisos podían comer la Pascua, y los esclavos del sacerdote podían comer cosas santas. (Éxo. 12:43, 44; Lev. 22:10, 11.)

12. La compensación que se le hacía al amo por un esclavo que hubiese sido acorneado por un toro eran treinta siclos. (Éxo. 21:32.)

13. Si un hebreo se había vendido a sí mismo como esclavo a un residente forastero o a un poblador, el hebreo podía ser recomprado en cualquier momento por aquel que tuviera el derecho de recompra o bien podía hacerlo él mismo. La cantidad que debía pagarse dependía del número de años que quedasen hasta el Jubileo o hasta su séptimo año, el año de la liberación. (Lev. 25:47-52; Deu. 15:12.)

14. Al dejar en libertad a un esclavo hebreo, el amo le tenía que dar una dádiva según sus posibilidades. (Deu. 15:13-15.)

15. Estaba prohibido obligar a un esclavo que hubiese huido a que volviese a su lugar. Al parecer, esto aplicaba al esclavo que huía de su amo en tierra extranjera, buscando refugio en Israel. (Deu. 23:15, 16.)

II. LEYES MILITARES

A. Las guerras eran de Jehová. (Núm. 21:14; 2 Cró. 20:15.) Por lo tanto, los soldados eran santificados antes de ir a la batalla. (1 Sam. 21:1-6; compárese con Levítico 15:16, 18.)

B. La edad mínima de los soldados era veinte años. (Núm. 1:2, 3; 26:1-4.) (Según Josefo, Antigüedades Judías, Libro III, cap. XII, pár. 4, servían hasta los cincuenta años.)

C. Exenciones del servicio militar.

1. Los levitas, por ser ministros de Jehová. (Núm. 1:47-49; 2:33.)

2. El hombre que no había estrenado una casa recién edificada. (Deu. 20:5.)

3. El hombre que no había usado una viña recién plantada. (Deu. 20:6.) (Estas dos últimas exenciones armonizan con el principio de que el hombre tiene derecho a disfrutar del fruto de su trabajo [Ecl. 2:24; 3:12, 13].)

4. El hombre que se había comprometido pero que todavía no había tomado a su esposa. El hombre recién casado continuaba exento por un año. (Esta exención se basaba en el derecho del hombre a tener un heredero y poder verlo.) (Deu. 20:7; 24:5.)

5. Aquel hombre que fuese temeroso, puesto que su presencia podría contribuir a desalentar a los compañeros soldados. (Deu. 20:8; Jue. 7:3.)

D. Ya que los soldados estaban santificados para la guerra, se requería limpieza en el campamento. (Deu. 23:9-14.)

1. No se permitían mujeres como “seguidoras del campamento” para tener relaciones sexuales, porque durante la campaña se abstenían de tener relaciones con mujeres. Esto garantizaba la limpieza religiosa y física. (Lev. 15:18; 1 Sam. 21:5; 2 Sam. 11:6-11.)

2. No se debía violar a las mujeres del enemigo, pues esto sería fornicación; tampoco deberían casarse con tales mujeres hasta que la campaña terminase. Esto no solo aseguraba la limpieza religiosa, sino que también era un incentivo para que el enemigo se rindiese, pues se les aseguraba que sus mujeres no serían molestadas. (Deu. 21:10-13.)

E. Procedimiento militar contra las ciudades enemigas.

1. Si la ciudad atacada pertenecía a una de las siete naciones de la tierra de Canaán mencionadas en Deuteronomio 7:1, no se le ofrecían condiciones de rendición, sino que todos los habitantes tenían que ser dados por entero a la destrucción, incluyendo las mujeres y los niños. (Deu. 20:15-17; Jos. 11:11-14; Deu. 2:32-34; 3:1-7.) En el caso de que se les dejase con vida, su presencia supondría un peligro para la relación de los israelitas con Jehová Dios. Él les había permitido vivir en la tierra hasta que su iniquidad se hubo completado. (Gén. 15:13-21.) A excepción de Jericó (que fue las primicias de la conquista de la tierra y estaba dedicada a Jehová, por lo que no se podía tomar ningún despojo personal), los soldados israelitas pudieron tomar despojo de las ciudades de esas naciones. (Jos. 11:14.)

2. En el caso de las ciudades que no pertenecían a las siete naciones cananeas, primero se pronunciaban las condiciones de paz. (Deu. 20:10, 15.) Si la ciudad se rendía, los habitantes pasaban a hacer trabajos forzados; en caso contrario, se daba muerte a todos los varones y a todas las mujeres que no fuesen vírgenes. Al resto, se les perdonaba la vida y eran hechos cautivos. (Deu. 20:11-14; compárese con Números 31:7, 17, 18.) Al matar a todos los hombres, se eliminaba el peligro de una posterior sublevación por parte de la ciudad y también el que estos hombres se casasen con mujeres israelitas. Estas medidas también ayudaban a evitar la adoración fálica y las enfermedades entre los israelitas.

3. Los árboles que producían alimento no podían ser cortados y usados para obras de asedio. (Deu. 20:19, 20.)

4. A los caballos se les desjarretaba a fin de incapacitarlos para la batalla y después se les mataba. Los carros eran quemados. (Jos. 11:6.)

III. SISTEMA JUDICIAL

A. Los sacerdotes, los reyes y aquellos que habían sido nombrados como jueces se sentaban para juzgar los casos. (Éxo. 18:25, 26; Núm. 11:16, 17, 24, 25; Deu. 16:18; 17:8, 9; 1 Rey. 3:6, 9-12; 2 Cró. 19:5, 8-11.)

B. El comparecer ante los jueces se consideraba como estar ante Jehová. (Deu. 1:17; 19:16, 17.)

C. Todos los casos normales se sometían a los jueces. En algunas ocasiones, estos podían juzgar casos de homicidio. A los levitas se les usaba frecuentemente en los tribunales inferiores. (Éxo. 18:21, 22; Deu. 25:1, 2; 1 Cró. 23:3, 4; 2 Cró. 19:8-10.)

D. Si un tribunal inferior no podía tomar la decisión, el caso era pasado a tribunales superiores. (Éxo. 18:25, 26; Deu. 1:17; 17:8-11; 1 Rey. 3:16, 28.)

E. Los casos excepcionales o difíciles eran sometidos a los sacerdotes.

1. Los casos de celos o falta de castidad por parte de una esposa. (Núm. 5:12-15.)

2. Cuando un testigo acusaba a otro de sublevación. (Deu. 19:16, 17.)

3. Todo acto violento o en el que se hubiese vertido sangre, donde la decisión era difícil o “asuntos de litigio”. (Deu. 17:8, 9; 21:5.)

4. Cuando se encontraba a un hombre muerto en el campo y no se podía determinar quién había sido el asesino, se llamaba a los sacerdotes y a los ancianos de la ciudad más próxima al lugar del crimen. (Deu. 21:1-9.)

F. Un homicida involuntario podía huir a una de las ciudades de refugio. Entonces, se celebraba un juicio ante la asamblea, es decir, ante aquellos que tenían la jurisdicción donde ocurrió el supuesto accidente. Si resultaba ser un homicida verdaderamente accidental e involuntario, se le devolvía a su ciudad de refugio. En caso de que el homicidio hubiese sido voluntario, se le había de dar muerte. (Jos. 20:1-6; Núm. 35:12, 22-25; Deu. 19:4-7.)

G. Se requerían al menos dos testigos oculares para establecer un hecho. (Deu. 17:6; 19:15; Núm. 35:30.)

1. El testigo tenía que testificar lo que sabía y no debía repetir un informe falso. (Lev. 5:1; Pro. 29:24; Éxo. 23:1.)

2. Las manos de los testigos tenían que ser las primeras en venir sobre el culpable para darle muerte. Esto promovía en Israel celo por la justicia y disuadía de presentar un testimonio falso, apresurado o descuidado (Deu. 17:7.)

H. No se le podía dar muerte al padre por el pecado de su hijo ni al hijo por el pecado de su padre. (Deu. 24:16.)

I. Una persona permanecía bajo custodia únicamente hasta que el caso era decidido por Jehová. La Ley no contemplaba las sentencias de prisión. (Lev. 24:11-16, 23; Núm. 15:32-36.) Más tarde, al irse deteriorando la nación, y durante el tiempo de la dominación gentil, se introdujo la práctica de poner a las personas en prisión. (2 Cró. 18:25, 26; Jer. 20:2; 29:26; Esd. 7:26.)

J. Los azotes de castigo se limitaban a cuarenta, para evitar así que al inculpado se le deshonrase con demasiados golpes. (Deu. 25:1-3.)

K. Por lo general, la sentencia de muerte era por lapidación. (Deu. 13:10.) Algunas veces, y después de habérsele dado muerte a pedradas, el cuerpo del criminal era fijado en un madero como maldito y a modo de ejemplo amonestador. (Deu. 21:22, 23.)

L. Una vez que se le había dado muerte al malhechor, su cuerpo era quemado como algo detestable. (Jos. 7:24, 25.)

M. La ley de la venganza o retribución: un castigo correspondiente. (Lev. 24:17-21.)

N. Daños.

1. Por permitir pacer a los animales en el campo o en la viña de otro: se hacía compensación con lo mejor del campo o de la viña de uno, ya que el dueño de los animales sacó provecho de lo que estos habían comido. (Éxo. 22:5.)

2. Era preciso hacer compensación por prender un fuego que dañase la propiedad de otro. (Éxo. 22:6.)

3. Por matar a un animal doméstico, se tenía que hacer compensación con otro animal. (Lev. 24:18, 21.)

4. Cuando un animal mataba a otro, se vendía el vivo y se dividía el precio, también se dividía el precio del animal muerto. (Éxo. 21:35.)

5. Si un toro tenía la costumbre de acornear, pero no estaba bajo vigilancia, entonces se había de hacer compensación con el toro vivo por el toro muerto, pero el muerto llegaría a ser del dueño del toro que acorneaba y él lo podía vender. (Éxo. 21:36, véase IV, F, 9.)

6. Un pecado involuntario contra las cosas santas de Jehová. (Lev. 5:15, 16.)

a. Apropiarse de algo “santo” para uso personal, como diezmos, primicias, sacrificios, etc.

b. Se debía confesar lo que se había hecho. (Compárese con Levítico 5:5, 16.)

c. Se debía entregar al santuario la compensación más el veinte por ciento, aparte de ofrecer un carnero para la ofrenda por la culpa según el valor estimado (aparentemente el valor que el sacerdote gravaba en proporción con la seriedad de la culpa).

7. Engañar a un “asociado acerca de algo encargado a él o de un depósito en su mano o de un robo”, o hallar algo y engañar sobre ello y jurar falsamente acerca de estas cosas. (Lev. 6:2-7.)

a. Debía confesar lo que había hecho. (Compárese con Levítico 5:5; 6:5.)

b. Había de devolver al dueño la cosa en cuestión más el veinte por ciento (compárese con Mateo 5:23, 24); si su asociado había muerto o no se le podía hallar, el pago iba al pariente más próximo; y si no había un pariente, el pago iba al santuario. (Núm. 5:6-8.)

c. Debía ofrecer un carnero según el valor estimado (al parecer el valor que el sacerdote gravaba en proporción con la seriedad de la culpa).

8. Se exigía compensación por la pérdida de un animal que cayera en un hoyo, pero el dueño del hoyo se quedaba con el animal muerto y luego lo podía vender para paliar parte de su pérdida. (Éxo. 21:33, 34.)

O. Fianzas.

1. Dinero o artículos que se le dejaban a alguien para que los guardara.

a. Si un ladrón los hurtaba, en caso de que fuese aprehendido, tenía que hacer compensación doble. (Éxo. 22:7.)

b. En el caso de que no se hallase al ladrón, el amo de la casa (el depositario) debía declarar bajo juramento si puso su mano en los bienes. Entonces, este juramento tenía que ser aceptado por el dueño del artículo y no se hacía compensación. (Éxo. 22:8, 10, 11.)

c. Si se perdía un animal u otra cosa que se podía identificar, aquel que lo poseyera ilegalmente tenía que hacer compensación doble. (Éxo. 22:9.)

2. Si moría un asno, un toro, una oveja o cualquier animal doméstico que hubiese sido entregado para ser guardado—o en el caso de que resultase lisiado, se extraviase o lo hurtasen los ladrones cuando no había testigos oculares del hecho—, el depositario debía hacer un juramento de que él no puso su mano sobre el animal, y entonces no se requería ninguna compensación. (Éxo. 22:10, 11.)

a. Si al depositario le robaban un animal, tenía que hacer compensación. (Éxo. 22:12.) (Generalmente los animales eran guardados por la noche en un aprisco o quedaban bajo vigilancia.)

b. Cuando un animal era despedazado por una fiera, había que traerlo como evidencia, pero no se requería hacer una compensación. (Éxo. 22:13.)

3. Animales prestados para ser usados.

a. Si un animal quedaba lisiado o se moría en ausencia de su dueño, era preciso hacer una compensación. (Éxo. 22:14.)

b. Si su dueño estaba presente, no se exigía compensación. (Éxo. 22:15.)

c. Cuando se alquilaba, la compensación ya estaba incluida en el alquiler (porque el dueño estaba consiguiendo dinero por alquilar el animal); por lo tanto, no había compensación. (Éxo. 22:15.)

IV. LEY CRIMINAL

A. El soborno estaba prohibido. (Éxo. 23:8; Deu. 16:19; 27:25.)

B. El perjurio estaba prohibido. (Deu. 5:20; Éxo. 20:16; 23:1; Lev. 19:12; Deu. 19:16-20.) Si el perjurio era una acusación falsa contra otra persona, entonces al testigo falso se le aplicaba la ley del talión. (Deu. 19:18, 19.)

C. El desafiar deliberadamente la ley y despreciar a los sacerdotes o a los jueces se podía castigar con la muerte. (Núm. 15:30, 31; Deu. 17:12, 13.)

D. No se podía pervertir u obstaculizar la justicia. (Éxo. 23:1, 2, 6, 7; Lev. 19:15, 35; Deu. 16:19.)

E. Los delitos contra Jehová Dios.

1. La blasfemia: pena de muerte. (Lev. 24:16.)

2. La apostasía y el hacer sacrificios a otros dioses: pena de muerte. (Éxo. 22:20; Deu. 13:6-11.)

3. La hechicería y el espiritismo: ambos se castigaban con la muerte. (Éxo. 22:18; Deu. 18:10-12.)

4. A los falsos profetas se les tenía que dar muerte. (Deu. 13:1-5; 18:20-22.)

5. Profanar el día de sábado era una violación del cuarto mandamiento: pena de muerte. (Núm. 15:32-36.)

6. Jurar una mentira en el nombre de Dios. (Lev. 19:12.)

F. Los delitos contra las personas o la propiedad. (Véase también punto III, N, “Daños”.)

1. El asesinato era una violación del sexto mandamiento: pena de muerte. (Éxo. 20:13; Deu. 5:17; compárese con Génesis 9:6.) El haber odiado a una persona en el pasado sería una evidencia contra el homicida que alegara que la muerte había sido accidental. (Deu. 19:4-6.)

2. Herir o maldecir al padre o a la madre, o el que el hijo fuese un rebelde incorregible: pena de muerte. (Éxo. 21:15, 17; Lev. 20:9; Deu. 21:18-21.)

3. Si se lastimaba accidentalmente a una mujer encinta en una lucha entre hombres y el accidente era mortal, se aplicaba la ley del talión; en caso de no ocurrir ningún accidente fatal, el dueño de la mujer imponía los daños. (Éxo. 21:22-25.)

4. Cuando se producía un ataque y la persona se recuperaba, el castigo era la compensación por el tiempo perdido de trabajo. (Éxo. 21:18, 19.)

5. Cuando se cometía fornicación con la sierva designada para otro hombre, pero que todavía no había sido redimida ni liberada, el castigo no era la pena de muerte, pero había que presentar una ofrenda a Jehová por la culpa y los jueces determinaban el castigo. (Lev. 19:20-22.)

6. Hurto.

a. Si el ladrón degollaba o vendía el toro o la oveja, tenía que hacer compensación con cinco toros o cuatro ovejas. (Éxo. 22:1.)

b. Si el animal robado era hallado vivo en posesión del ladrón, este tenía que hacer compensación doble. (Éxo. 22:4.)

c. Si no poseía nada, tenía que ser vendido como esclavo por las cosas que hurtó. (Éxo. 22:3.)

d. Si se hurtaban otros artículos que no fuesen ganado, se tenía que hacer compensación doble. (Éxo. 22:7.)

7. Robo con escalo. Si ocurría durante el día, el amo de la casa tendría culpabilidad de sangre si mataba al ladrón. Esto era debido a que el ladrón podía ser descrito o identificado y aprehendido por las autoridades. En caso de que se produjese durante la noche (se desconocía el motivo del que forzaba la casa; podía ser asesinato) y el dueño de la casa matase al ladrón al defender su propiedad (y quizás incluso su vida), no habría culpa de sangre sobre él. (Éxo. 22:2, 3.)

8. Secuestro. S e tenía que dar muerte al secuestrador que vendía a un hombre, o a aquel en cuya mano se hallaba la víctima. (Éxo. 21:16; Deu. 24:7.)

9. Cuando una bestia atacaba y causaba una muerte, la bestia debía morir y su carne no se podía comer, pero su dueño quedaba libre. (Éxo. 21:28.)

a. Si el toro tenía la costumbre de acornear y el dueño había sido advertido de ello pero no lo tenía vigilado, el toro había de ser lapidado y al dueño se le tenía que dar muerte o imponerle un rescate por su vida, dependiendo del precio que determinaran los jueces. (Éxo. 21:29-31.)

b. Si un esclavo o una esclava moría, el dueño tenía que recibir treinta siclos de plata y el toro debía ser lapidado. (Éxo. 21:32.)

10. No se podía calumniar. Esta acción equivalía a ponerse de pie “contra la sangre de tu prójimo”. (Si la calumnia tenía que ver con acusaciones serias, la persona calumniada podía ser llevada ante el tribunal y acabar sentenciada a muerte.) (Lev. 19:16; Éxo. 23:1.)

11. Estaba prohibido usar pesas y medidas falsas. (Lev. 19:35-37; Deu. 25:13-16.)

12. No se podían mover los hitos. (Deu. 19:14.)

G. Delitos contra la moralidad.

1. El adulterio estaba prohibido; era violación del séptimo mandamiento. (Éxo. 20:14; Lev. 18:20; Deu. 5:18; 22:22-24.) Había pena de muerte para ambos. (Lev. 20:10.)

2. Adulterio secreto por parte de una mujer: en castigo su vientre tenía que hincharse y su muslo tenía que decaer (expresión eufemística para dar a entender la atrofia de los órganos de reproducción). Tendría que llegar a ser una maldición entre el pueblo. (La Ley requería dos testigos oculares del adulterio antes de que los jueces pudieran imponer la pena de muerte.) Si era inocente de la acusación, su esposo la tenía que dejar encinta (una manifestación de su inocencia delante de todos y bendición del fruto de la matriz). (Núm. 5:11-31.)

3. Fornicación en secreto por parte de una muchacha que se casaba pretendiendo ser virgen. Si el esposo acusaba a su esposa de que no era virgen al tiempo del matrimonio, los padres tenían que traer la prueba de la virginidad de la muchacha ante los ancianos a la puerta de la ciudad. Si no existía la mencionada prueba y la acusación era verdadera, se tenía que dar muerte a la muchacha. Si la acusación era falsa, el hombre tenía que pagar una multa equivalente al doble del precio por las vírgenes (2 x 50 siclos) y nunca podía divorciarse de ella. (Deu. 22:13-21; compárese con Deuteronomio 22:28, 29.)

4. Cuando un hombre ‘agarraba a una muchacha comprometida para acostarse con ella’.

a. Si era en la ciudad, la muchacha debía gritar; en caso de que no lo hiciese, era culpable. (Deu. 22:23, 24.)

b. Si era en el campo, la muchacha que gritaba (aunque nadie la oyera para socorrerla) no era culpable. (Deu. 22:25-27.)

c. El castigo para el hombre era la muerte. Si la muchacha consintió o no gritó, ella también era culpable y debía morir. (Deu. 22:23-27.)

5. Si se seducía a una muchacha que no estaba comprometida, el hombre debía pagar al padre a razón del dinero de compra por las vírgenes. El matrimonio debía efectuarse y el hombre no podía divorciarse de ella en todos sus días. En el caso de que el padre rehusase darle a la muchacha, el hombre, de todas formas, debería pagar el dinero. (Deu. 22:28, 29; Éxo. 22:16, 17.)

6. Se prohibía la prostitución. (Deu. 23:17, 18; Lev. 19:29.)

7. Si cometía prostitución la hija de un sacerdote, primero se le daba muerte y después era quemada. (Había profanado a su padre y el cargo sagrado que este ocupaba.) (Lev. 21:9.)

H. Incesto. El matrimonio entre ciertos parientes estaba prohibido.

1. Un hombre israelita no se podía casar con ninguna de estas mujeres:

a. Su madre, su madrastra o una esposa secundaria de su padre. (Lev. 18:7, 8; 20:11; Deu. 22:30; 27:20.)

b. Su hermana o su medio hermana. (Lev. 18:9, 11; 20:17; Deu. 27:22.)

c. Su nieta. (Lev. 18:10.)

d. Su tía (tanto la hermana de su madre como la hermana de su padre). (Lev. 18:12, 13; 20:19.)

e. Su tía política (tanto la esposa del hermano de su padre como la esposa del hermano de su madre). (Lev. 18:14; 20:20.)

f. Su nuera. (Lev. 18:15; 20:12.)

g. Su hija, su hijastra, la hija de su hijastra, la hija de su hijastro o su suegra. (Lev. 18:17; 20:14; Deu. 27:23.)

h. La viuda de su hermano (Lev. 18:16; 20:21), a menos que fuese necesario el matrimonio de cuñado debido a que su hermano murió sin haber tenido hijos. (Deu. 25:5, 6.)

i. La hermana de su esposa, mientras estuviese viva su esposa. (Lev. 18:18.)

2. Una mujer israelita no se podía casar con ninguno de estos hombres:

a. Su hijo o su hijastro. (Lev. 18:7, 8; 20:11; Deu. 22:30; 27:20.)

b. Su hermano o su medio hermano. (Lev. 18:9, 11; 20:17; Deu. 27:22.)

c. Su abuelo. (Lev. 18:10.)

d. Su sobrino (bien fuera hijo de su hermano o de su hermana). (Lev. 18:12, 13; 20:19.)

e. Su sobrino (tanto si era hijo del hermano de su esposo como de la hermana de su esposo). (Lev. 18:14; 20:20.)

f. Su suegro. (Lev. 18:15; 20:12.)

g. Su yerno, su padre, su padrastro, el padrastro de su madre o el padrastro de su padre. (Lev. 18:7, 17; 20:14; Deu. 27:23.)

h. El hermano de su esposo (Lev. 18:16; 20:21), a menos que fuese necesario el matrimonio de cuñado debido a que el esposo murió sin haber tenido hijos. (Deu. 25:5, 6.)

i. El marido de su hermana, mientras estuviese viva su hermana. (Lev. 18:18.)

3. El castigo por el incesto: muerte. (Lev. 18:29; 20:11, 12, 14, 17, 20, 21.)

I. Las relaciones con una mujer durante la menstruación estaban prohibidas bajo pena de muerte. (Lev. 18:19; 20:18.) Sin embargo, el esposo que tenía relaciones con ella durante tal inmundicia (tal vez inconscientemente, al comenzar la menstruación de manera inesperada) era inmundo siete días. (Lev. 15:19-24.)

J. Engañar o tratar con falsedad. (Lev. 19:11.)

K. Invocar el mal contra un sordo. (Lev. 19:14.)

L. Poner un obstáculo ante un ciego. (Lev. 19:14.)

M. Consejo contra la venganza y la inquina. (Lev. 19:18.)

N. Se prohíbe la codicia, pues es una violación del décimo mandamiento. (Éxo. 20:17; Deu. 5:21.)

O. Estaba prohibido ponerse ropa del sexo opuesto (con el fin de engañar con propósitos inmorales). (Deu. 22:5.)

P. Ataque indecente (una mujer que, en una lucha mantenida por su esposo, agarra al otro hombre por sus partes naturales); castigo: amputación de su mano, en lugar del castigo de igual por igual, debido al respeto de Jehová por las facultades de reproducción de ella y el derecho de su esposo a tener hijos por medio de ella. (Deu. 25:11, 12.)

Q. Sodomía: pena de muerte. (Lev. 18:22; 20:13.)

R. Bestialidad: pena de muerte para la persona y para la bestia. (Éxo. 22:19; Lev. 18:23, 29; 20:15, 16; Deu. 27:21.)

V. MATRIMONIO

A. El primero fue instituido por Jehová. (Gén. 2:18, 21-24.)

B. Podía ser concertado entre los padres o bien entre el pretendiente y los padres o tutores. (Se seguía el principio patriarcal de Génesis 24:2-4, 48-53; 29:18, 22-28; Jueces 14:1-4.)

C. Las mujeres, en caso de que fuesen herederas de la tierra, se tenían que casar con alguien de su misma tribu. (Núm. 36:6-9.)

D. Cuando una muchacha era seducida, era obligatorio el matrimonio (a menos que el padre de la muchacha no lo permitiera) y no se permitía el divorcio. En cualquier caso, se debía pagar la dote. (Éxo. 22:16, 17; Deu. 22:28, 29.)

E. Los sacerdotes no se podían casar con una prostituta, con una mujer violada o con una divorciada. (Lev. 21:7.) Según Ezequiel 44:22, los sacerdotes se podían casar con las vírgenes de la casa de Israel o la viuda de otro sacerdote. El sumo sacerdote tan solo podía tomar una virgen de su pueblo como esposa. (Lev. 21:13, 14.)

F. El matrimonio de levirato o de cuñado (casarse con la viuda del hermano cuando el difunto no había tenido prole varón). Se vituperaba al que rehusaba llevar a cabo el matrimonio de levirato. (Deu. 25:5-10.)

G. Las alianzas matrimoniales con los extranjeros estaban prohibidas (Éxo. 34:12-16; Deu. 7:1-4; Neh. 13:23-27); sin embargo, se permitía el matrimonio con una mujer cautiva. (Deu. 21:10-14.)

H. La esposa se consideraba propiedad del esposo. (Deu. 5:21; 24:1; Éxo. 20:17; Pro. 31:10, 11, 28.) Si la esposa hacía un voto, su esposo podía confirmarlo o anularlo. (Núm. 30:6-8, 10-15.)

I. Divorcio.

1. Únicamente podía divorciarse el esposo (debido a algo indecente por parte de la esposa). Y era preciso que le diera a ella un certificado de divorcio. (Deu. 24:1-4.)

2. El hombre que se había casado con una mujer después de haberla seducido, no podía divorciarse de ella. (Deu. 22:28, 29.)

3. Un hombre no se podía casar de nuevo con una mujer de la que se hubiese divorciado, en el caso de que ella se hubiese casado otra vez, tanto si el segundo hombre se había divorciado de ella como si había fallecido. (Deu. 24:1-4.)

VI. RELACIÓN ENTRE PADRES E HIJOS

A. Los hijos debían honrar a los padres. (Éxo. 20:12; 21:15, 17; Lev. 19:3; 20:9; Deu. 5:16; 21:18-21; 27:16.)

B. Los padres (especialmente el padre) tenían que enseñar a los hijos la ley de Dios. (Deu. 6:6-9, 20-25; 11:18-21; Isa. 38:19.)

C. El padre podía confirmar o anular el voto hecho por su hija soltera mientras ella estuviese en su casa. (Núm. 30:3-5.)

D. El padre podía concertar el matrimonio de sus hijos varones. (Jue. 14:2; compárese con Génesis 24:2-4; 28:1, 2.)

E. Los padres podían dar sus hijos al servicio del santuario de Jehová. (1 Sam. 1:11, 24-28; Jue. 11:30, 31, 39, 40.)

F. El padre podía vender a su hija como esclava. (Éxo. 21:7.)

VII. LEYES SOBRE LA HERENCIA

A. El hijo primogénito heredaba una porción doble de la propiedad. (Deu. 21:15-17.)

B. Por lo general, el hijo primogénito tenía la autoridad después del cabeza de familia. (1 Sam. 17:28; 20:29.)

C. Al padre le estaba prohibido pasar el derecho del primogénito al hijo de otra esposa simplemente porque el primogénito era hijo de la esposa “odiada”. (Deu. 21:15-17.)

D. La esposa no era heredera del esposo, pero si él moría sin hijos, ella podía ser redimida junto con la propiedad por alguien que tuviera el derecho de recompra al efectuar el matrimonio de levirato. (Rut 4:1-12.)

E. Cuando no había hijos varones, la herencia iba a las hijas. (Núm. 27:6-8.) Si un hombre no tenía ni hijos ni hijas, la herencia iba a sus hermanos, a los hermanos de su padre o al pariente consanguíneo más cercano. (Núm. 27:9-11.)

F. Bajo la ley del matrimonio de levirato, el primogénito de la unión entre el hermano y la viuda del difunto llegaba a ser heredero de la propiedad del fallecido. (Deu. 25:5, 6.)

G. Los esclavos que no eran israelitas podían ser heredados. (Lev. 25:44-46.)

H. La herencia dentro de una tribu no se podía transferir a otra tribu. (Núm. 36:1-12.)

VIII. PROPIEDAD INMUEBLE

(La tierra, los edificios y otras mejoras que se hiciesen en ella.)

A. Por mandato de Jehová, la tierra de Canaán fue repartida entre varias tribus. (Núm. 26:52-56; Jos. 13:7-33; 18:2-10.)

B. La tierra fue repartida entre las familias. (Núm. 33:54; 36:2.)

1. No se podía vender la tierra a perpetuidad; en realidad, la tierra misma no podía venderse, únicamente se podía calcular el valor de su producto hasta el año del Jubileo como el precio para poseerla hasta dicho año. (Lev. 25:15, 16, 23-28.)

2. Las casas situadas en las ciudades amuralladas únicamente podían ser redimidas en el transcurso de un año; pasado este tiempo, si no eran redimidas, el comprador se las quedaba a perpetuidad (excepto las casas levitas en sus ciudades). El derecho de recompra permanecía vigente para las casas situadas en poblados sin muro, y estas casas quedaban libres en el Jubileo. (Lev. 25:29-31.)

3. Si se producía una venta, el pariente más cercano tenía el derecho de comprar. (Jer. 32:7-15.)

C. La porción de los levitas consistía en ciudades y sus dehesas: en total recibieron cuarenta y ocho, de las cuales trece eran ciudades sacerdotales. (Núm. 35:2-5; Jos. 21:3-42.)

1. Los levitas, como individuos, no tenían herencia material. (Deu. 18:1, 2.)

2. El campo de dehesa de una ciudad levita no se podía vender, pues pertenecía a la ciudad y no era propiedad particular. (Lev. 25:34.)

D. Si un hombre santificaba una parte de un campo a Jehová, es decir, ponía aparte su utilización o su producto para el uso del santuario y del sacerdocio, la estimación de su valor se hacía sobre la base de la zona de terreno que se podía sembrar con un homer de cebada. Esta zona valdría cincuenta siclos de plata, rebajándose proporcionalmente esta cifra según la cantidad de años que quedaran hasta el siguiente Jubileo. (Lev. 27:16-18.)

1. Si este hombre quería recobrar lo que había santificado, tenía que añadir el veinte por ciento; en caso contrario, volvería a él en el Jubileo. (Lev. 27:19.)

2. Si lo vendía a otro hombre sin haber hecho la recompra, no se podía comprar de nuevo. En el Jubileo llegaba a ser posesión del sacerdote como algo santo a Jehová. (Lev. 27:20, 21.)

3. Si un hombre santificaba a Jehová una parte de un campo que él había comprado a otro, en el Jubileo esta parte volvía al dueño original. (Lev. 27:22-24.)

E. Si un hombre ‘daba por entero’ cualquier cosa de su propiedad (lo cual tenía carácter permanente y era exclusivamente para el uso del santuario o para destrucción [Jos. 6:17; 7:1, 15]), estas cosas—un campo, ganado u otra cosa—no se podían vender o comprar de nuevo; continuaban siendo posesión de Jehová. (Lev. 27:21, 28, 29.)

F. El estado no tenía derecho de dominio supremo, es decir: derecho a incautar, con fines públicos, la herencia de la tierra de una persona simplemente por medio de pagar una compensación. (1 Rey. 21:2-4.)

G. El recobro de la propiedad.

1. Con las excepciones que ya se han mencionado, toda tierra se devolvía al dueño original en el Jubileo. (Lev. 25:8-10, 15, 16, 24-28.)

2. Los levitas podían recobrar en cualquier momento sus casas de las ciudades que les habían sido asignadas. (Lev. 25:32, 33.)

H. Las maneras de transferir y registrar.

1. A veces se usaban escrituras. (Jer. 32:9-14.)

2. Cuando el que tenía el primer derecho de recompra rehusaba hacerlo, la propiedad la podía recomprar otra persona. (Rut 4:3-11.)

I. Durante el año sabático, la tierra tenía que ser dejada en barbecho. El dueño no debía recoger ninguna cosecha, pero tanto él como las personas pobres y los animales podían comer de lo que crecía por sí solo. No obstante, las personas comían fundamentalmente de las provisiones que habían sido almacenadas. (Éxo. 23:10, 11; Lev. 25:1-7, 20-22.)

J. El año de Jubileo empezaba el Día de Expiación del año quincuagésimo, comenzando a contar desde el año en que los israelitas entraron en la tierra. (Lev. 25:2, 8-19.)

IX. CONDUCTA Y OBLIGACIONES DE LA PERSONA

A. Amor a Dios. (Deu. 6:4, 5; 11:1; 30:16, 19, 20.)

B. Amor al prójimo. (Lev. 19:18; Deu. 10:19.)

C. Temor a Dios. (Deu. 5:29; 6:1, 2, 10-13, 24; 8:6, 10; 10:12, 20; 14:23; 17:19.)

D. Congregarse o reunirse. (Deu. 31:10-13.)

1. Todos los varones se tenían que reunir tres veces al año: para la Pascua y la fiesta de las tortas no fermentadas, para la fiesta de las semanas y para la fiesta de las cabañas. (Deu. 16:16; Lev. 23:1-43.)

2. Un hombre que deliberadamente no guardase la Pascua debía ser ‘cortado’, es decir, se le tenía que dar muerte. (Núm. 9:13.)

E. Se debían guardar los votos; tanto el hombre como la mujer podían hacer un voto de nazareato. (Deu. 23:21-23; Núm. 6:2-12; 30:2.)

1. El voto de una hija que viviera en la casa de su padre dependía de la aprobación del padre. (Núm. 30:3-5.)

2. El voto de una mujer comprometida o casada dependía de su esposo. (Núm. 30:6-8, 10-15.)

F. Los sacerdotes no debían beber vino antes de entrar en el santuario para servir, bajo pena de muerte. (Lev. 10:8, 9.)

G. Respeto a los gobernantes. (Éxo. 22:28.)

H. El deber de las esposas de estar en sujeción a sus esposos. Al esposo se le llamaba “dueño”. (Éxo. 21:22; Pro. 31:10, 11; compárese con Génesis 3:16; 18:12; Romanos 7:2; 1 Pedro 3:1, 5, 6.)

I. Honrar a los padres. (Éxo. 20:12; 21:15, 17.)

J. Deberes hacia las viudas y los huérfanos. (Éxo. 22:22-24; Deu. 24:17; 27:19.)

K. Deberes para con los pobres. (Éxo. 23:6; Lev. 25:35, 39-43.)

L. Deberes para con los residentes forasteros. (Éxo. 22:21; 23:9; Lev. 19:33, 34; Deu. 10:17-19; 24:14, 15, 17; 27:19.)

M. Deberes para con los necesitados y los indefensos. (Lev. 19:14; Deu. 24:14, 17; 27:18.)

N. Deberes para con los esclavos y los jornaleros. (Éxo. 21:2; 23:12; Deu. 24:14, 15; 15:12-15.)

O. Respeto a los ancianos. (Lev. 19:32.)

P. Necesidad de actuar con justicia. (Éxo. 23:2, 3, 6; Lev. 19:15, 35.)

Q. Al hallar un artículo perdido, había que devolvérselo al dueño. Si el dueño estaba lejos o era desconocido, el articulo tenía que guardarse hasta que él lo buscase. (Deu. 22:1-3.)

R. Se tenía que construir un pretil sobre la casa para evitar culpa de sangre debido a que una persona cayera del techo. (Deu. 22:8.)

S. Pautas al espigar. (Éxo. 23:10, 11; Lev. 19:9, 10; 23:22; Deu. 24:19-21.)

T. No se podían aparear dos tipos diferentes de animales, sembrar un campo con dos semillas distintas, llevar una prenda de vestir con hilo mezclado de dos clases o arar con un toro y un asno juntos. (Lev. 19:19; Deu. 22:9-11.)

U. Deberes para con los animales.

1. Para con las bestias de carga. (Éxo. 23:12; Deu. 22:10; Pro. 12:10.)

2. Para con el toro que trilla. (Deu. 25:4.)

3. Para con los animales salvajes. (Éxo. 23:11; Lev. 25:5, 7.)

4. Para con la madre y sus hijos. (Lev. 22:28; Deu. 22:6, 7.)

5. Ayudar al animal de otra persona que estuviera en dificultades. (Éxo. 23:5; Deu. 22:4.)

X. LEYES SANITARIAS Y DIETÉTICAS

(Sirvieron tanto para mantener a los israelitas separados de las naciones paganas como para promover la limpieza y la salud.)

A. Se podía comer la carne de los animales limpios. (Lev. 11:1-31; Deu. 12:20.)

B. Estaba estrictamente prohibido comer la sangre. (Gén. 9:4; Lev. 7:26; 17:12, 14; 19:26; Deu. 12:16, 23-25.) El castigo por violar esta ley era la muerte. (Lev. 7:27; 17:10.)

1. La vida (alma) está en la sangre. (Lev. 17:11, 14; Deu. 12:23.)

2. La sangre de un animal degollado se debía derramar en el suelo, como el agua, y cubrirla con polvo. (Lev. 17:13; Deu. 12:16.)

3. No se podía comer ningún animal que muriera de muerte natural o que fuese hallado muerto, ya que era inmundo y no había sido desangrado apropiadamente. (Deu. 14:21.)

4. La sangre solo podía ser usada de dos maneras: siendo derramada sobre el altar para expiación y para propósitos prescritos de limpieza. (Lev. 17:11, 12; Deu. 12:27; Núm. 19:1-9.)

C. No se debía comer la grasa, puesto que le pertenecía a Jehová. (Lev. 3:16, 17; 7:23, 24.)

1. La grasa de un cuerpo ya muerto o de un animal despedazado podía recibir otros usos, pero no se podía comer. (Lev. 7:24.)

2. El comer la grasa de una ofrenda acarreaba la pena de muerte. (Lev. 7:25.)

D. Bajo la Ley, todos los animales domésticos que se tenían que degollar en el desierto, se debían llevar al tabernáculo. Se habían de comer como sacrificios de comunión. (Lev. 17:3-6.)

1. El castigo por violar esta ley era la muerte. (Lev. 17:4, 8, 9.)

2. A los animales salvajes que se cazaban se les podía dar muerte en el acto y su sangre tenía que ser derramada. (Lev. 17:13, 14.)

3. Después de entrar en la Tierra Prometida, los animales limpios se podían degollar como alimento en el propio lugar de residencia, en el caso de que la persona estuviese lejos del Santuario, pero la sangre se debía derramar en el suelo. (Deu. 12:20-25.)

E. Animales, peces, pájaros e insectos permitidos o prohibidos para alimento.

1. Se permitía todo rumiante que tuviese pezuña partida que formase hendidura. (Lev. 11:2, 3; Deu. 14:6.)

2. Animales prohibidos: a) el camello (únicamente rumia; no tiene pezuña partida, salvo en la parte superior delantera, pero sin formar hendidura completa); b) el damán (sólo rumia); c) la liebre (únicamente rumia); d) el cerdo (sólo tiene pezuña partida). (Lev. 11:4-8; Deu. 14:7, 8; véanse los artículos sobre estos animales.)

3. Todo animal acuático con aletas y escamas se podía comer. (Lev. 11:9-12; Deu. 14:9, 10.)

4. De las aves y las criaturas voladoras estaban prohibidas las siguientes: el águila, el águila pescadora, el buitre negro, el milano real, el milano negro, el milano, el cuervo, el avestruz , la lechuza, la gaviota, el halcón, el mochuelo, el búho chico, el cisne, el pelícano, el buitre , el cuervo marino, la cigüeña, la garza, la abubilla, el murciélago, y cualquier criatura alada enjambradora que anduviese sobre cuatro patas (es decir, cuya locomoción fuese a la manera de los animales que andan sobre cuatro patas ). La Biblia no dice específicamente cuáles eran los factores que determinaban el que cierta criatura voladora fuera designada como ceremonialmente “inmunda”. Aunque la mayoría de las aves “inmundas” eran aves de presa o aves carroñeras, no todas lo eran. (Deu. 14:12-19; Lev. 11:13-20; véanse PÁJAROS y los artículos bajo los nombres respectivos de las diferentes aves.)

5. De los insectos y las criaturas aladas enjambradoras se podían comer: todos los que andan sobre cuatro patas y tienen piernas saltadoras. La langosta migratoria, la langosta comestible, el grillo y el saltamontes, todos según sus géneros. (Lev. 11:21, 22; véanse los artículos sobre los diferentes insectos.)

6. De las criaturas pululantes de la tierra estaban prohibidas: la rata topo, el jerbo (un roedor saltador con largas patas traseras), el lagarto, la salamanquesa (un lagarto pequeño), el lagarto grande, la salamandra acuática, la lagartija, el camaleón (un saurio que cambia de color), y cualquier criatura enjambradora que anduviese sobre el vientre, sobre cuatro patas o más. (Lev. 11:29, 30, 42.)

7. Cualquier animal que moría de muerte natural o que aparecía ya muerto o despedazado por una fiera no se podía comer; en el caso de que el animal hubiera sido despedazado por una fiera, se debía arrojar a los perros (aun si el animal hubiese sido considerado limpio en condiciones normales y, por lo tanto, apto como alimento). (Lev. 17:15, 16; Deu. 14:21; Éxo. 22:31.)

8. Los animales que se presentaban como voto, ofrendas voluntarias o sacrificios de comunión se podían comer el mismo día en que se ofrecían y el día siguiente, pero no el tercer día, so pena de muerte. El sacrificio de acción de gracias se podía comer en aquel día, no se debía dejar nada hasta la mañana (segundo día). No se tenía que dejar nada de la Pascua; lo que no se comía tenía que quemarse. (Lev. 7:16-18; 19:5-8; 22:29, 30; Éxo. 12:10.)

F. Razones por las cuales alguien quedaba inmundo.

1. Comer un animal impuro o tocar su cadáver. Cuando una persona tocaba un animal limpio que había muerto por muerte natural quedaba inmunda hasta el atardecer; si alguien comía o llevaba tal animal, debía lavar sus prendas de vestir. (Lev. 11:8, 11, 24, 25, 27, 28, 31, 36, 39, 40; 17:15, 16.)

2. Las vasijas, los estantes para jarros, los hornos, las prendas de vestir, las pieles y las telas de saco quedaban inmundas debido al contacto con los cuerpos muertos de criaturas inmundas. (Lev. 11:32-35.)

a. Las vasijas de barro, los hornos y los estantes para jarros tenían que quebrarse, ya que eran porosos y más propensos a retener la inmundicia. (Lev. 11:33-35.)

b. Las otras vasijas se debían meter en agua, y quedaban inmundas hasta el atardecer. (Lev. 11:32.)

c. Todo aquello sobre lo cual cayera una criatura inmunda quedaba inmundo, a excepción del manantial y del hoyo de aguas represadas. (Lev. 11:34, 36.)

d. Las semillas no eran inmundas, a menos que se pusiera agua sobre ellas, pues el agua podía causar inmundicia al penetrar en la semilla. (Lev. 11:37, 38.)

3. Emisión de semen: la persona debía bañarse y ser inmunda hasta el atardecer. (Lev. 15:16.)

a. La prenda de vestir tocada por el semen debía lavarse y quedar inmunda hasta el atardecer. (Lev. 15:17.)

b. La mujer, al tener relaciones, debía bañarse y quedar inmunda hasta el atardecer. (Lev. 15:18.)

4. Las mujeres quedaban inmundas al dar a luz.

a. La mujer, después de dar a luz un varón, quedaba inmunda siete días y, tras este período, otros treinta y tres días. (Los primeros siete días inmunda a todos, como en la menstruación; los siguientes treinta y tres días inmunda solo en cuanto a tocar las cosas santas, como comidas sacrificatorias o entrar en el lugar santo.) (Lev. 12:2-4.)

b. Como muestra de la prioridad del varón, si el recién nacido era una niña, la mujer quedaba inmunda catorce días y, posteriormente, otros sesenta y seis días. (Lev. 12:5.)

5. La menstruación de la mujer. (Lev. 12:2.)

a. En el transcurso de la menstruación regular, la mujer quedaba inmunda siete días; también durante todo el período de un flujo de sangre anormal y los siete días siguientes. (Lev. 15:19, 25, 28.)

b. Durante su inmundicia, cualquier cosa sobre la que se sentase o acostase quedaba inmunda. (Lev. 15:20.)

c. La persona que la tocase, o que tocase su cama o donde ella se sentase, debía lavar sus prendas de vestir, bañarse y quedar inmunda hasta el atardecer. (Lev. 15:21-23.)

d. Si su impureza menstrual llegaba a estar sobre un hombre, él quedaba inmundo siete días, y cualquier cama sobre la cual él se acostase quedaba inmunda. (Lev. 15:24.)

e. Cada vez que ella tenía un flujo era inmunda. (Lev. 15:25-27.)

G. Enfermedades.

1. La lepra y otras plagas: el sacerdote determinaba si era lepra u otra enfermedad. (Lev. 13:2.)

a. Procedimiento que se seguía: se ponía en cuarentena a la persona durante siete días; después de lo cual se la examinaba, y si la plaga se había detenido, quedaba en cuarentena siete días más. (Lev. 13:4, 5, 21, 26.) En caso de que la plaga no se hubiese extendido, la persona era declarada limpia (Lev. 13:6), y si la plaga se había extendido, era lepra. (Lev. 13:7, 8.)

b. Si la persona era leprosa, tenía que rasgar sus prendas de vestir, dejarse la cabeza desaseada, taparse el bigote (o el labio superior) y gritar: “¡Inmundo, inmundo!”. Asimismo, tenía que morar aislado, fuera del campamento, hasta que la plaga se curase. (Lev. 13:31, 45, 46; Núm. 5:2-4.)

c. La calvicie no le hacía a uno inmundo. (Lev. 13:40, 41.)

2. Prendas de vestir con “lepra” maligna (quizás un tipo de moho). Procedimiento que se seguía: se ponía la prenda en cuarentena siete días; si para ese tiempo continuaba leprosa, se quemaba. (Lev. 13:47-52.) De lo contrario, se lavaba y se ponía en cuarentena otros siete días; si la parte afectada carecía de brillo después de haber sido lavada, se arrancaba de la prenda. Si la plaga desaparecía, se lavaba de nuevo y se consideraba limpia. (Lev. 13:53-59.)

3. Una casa ‘leprosa’ (afectada quizás por un tipo de hongo).

a. Procedimiento: primero, se vaciaba la casa, se llamaba al sacerdote (Lev. 14:36) y se ponía en cuarentena la casa durante siete días. (Lev. 14:38.) Si para entonces continuaba leprosa, se arrancaban las piedras con la plaga y se arrojaban fuera de la ciudad, en un lugar inmundo. (Lev. 14:40.) Entonces se raspaba toda la casa por dentro y el mortero se echaba fuera de la ciudad, en un lugar inmundo. (Lev. 14:41.) Finalmente, se ponían nuevas piedras y se enlucía la casa. (Lev. 14:42.)

b. Si la plaga volvía, se demolía toda la casa. (Lev. 14:43-45.)

c. Cualquiera que entrara en una casa en cuarentena quedaba inmundo hasta el atardecer. (Lev. 14:46.)

4. Flujo de órgano genital (probablemente debido a una enfermedad). (Lev. 15:2, 3.)

a. La cama o los artículos quedaban inmundos si tal persona se echaba o se sentaba sobre ellos. (Lev. 15:4.)

b. Cualquiera que tocase a la persona afectada, su cama o cualquier cosa sobre la que se sentase, quedaba inmundo; o si la persona afectada escupía sobre otro, este quedaba inmundo. (Lev. 15:5-11.)

c. En el caso de que alguien con flujo las hubiera tocado, las vasijas de barro se quebraban y las de madera eran limpiadas con agua. (Lev. 15:12.)

d. Cuando el flujo se curaba, la persona quedaba inmunda siete días. (Lev. 15:13.)

5. Protección del campamento militar.

a. Había un lugar privado afuera del campamento donde cada uno podía cubrir el excremento. (Deu. 23:12, 13.)

b. La polución que ocurría de noche dejaba a la persona inmunda hasta el siguiente atardecer; tenía que permanecer fuera del campamento. (Deu. 23:9-11.)

6. Regulaciones concernientes a los cuerpos de personas muertas.

a. El tocar un cadáver, un hueso o la sepultura de un ser humano dejaba a alguien inmundo siete días, incluso cuando esto ocurría en el campo abierto. (Núm. 19:11, 16.)

b. A los que rehusaban purificarse se les tenía que dar muerte. (Núm. 19:12, 13.) (Véase el procedimiento de limpieza en Números 19:17-19.)

c. Una vasija abierta sin tapadera quedaba inmunda; también todos los que entraban y salían de la tienda donde había muerto alguien. (Núm. 19:14, 15.)

7. En cuanto al despojo que se tomaba de una ciudad, todo lo que pudiera someterse a un procedimiento de fuego debería tratarse con fuego (como los metales), después se pasaba por agua para limpiarlo. Las otras cosas tenían que ser lavadas. (Núm. 31:20, 22, 23.)

XI. TRATOS COMERCIALES

A. Balanzas, pesas y medidas exactas. (Lev. 19:35, 36; Deu. 25:13-15.)

B. Cálculo exacto del valor de la tierra (basado en el tiempo que quedaba hasta el año de Jubileo). (Lev. 25:14-17.)

C. Sobre otorgar el derecho de recobro de la tierra. (Lev. 25:24.)

D. Al final de cada siete años se liberaba a los hermanos hebreos del apremio por el pago de las deudas. (Deu. 15:1, 2.) Sin embargo, se podía apremiar a los extranjeros. (Deu. 15:3.)

E. Los jornaleros que estaban en apuros o eran pobres, tanto si eran hermanos como residentes forasteros, debían recibir su salario el mismo día. (Deu. 24:14, 15.)

F. Si alguien se apoderaba de la prenda de vestir de una persona como fianza por un préstamo, no debía quedársela toda la noche. (A menudo, y por carecer de otra ropa de cama, los pobres dormían con su prenda de vestir puesta. Si se les privaba de ella toda la noche, podían pasar frío.) (Éxo. 22:26, 27; Deu. 24:12, 13.)

1. Nadie podía entrar e n la casa de otro hombre para tomar de él una prenda o algo como fianza por un préstamo. Debía permanecer fuera de la casa y dejar que la persona se lo sacase. (De esta manera se mantenía la inviolabilidad del hogar.) (Deu. 24:10, 11.)

2. Nadie podía apoderarse como prenda del molino de mano o de la muela superior de un molino, ya que la persona no podría moler grano para ella misma y su familia. Por lo tanto, “es de un alma que se está apoderando como prenda”. (Deu. 24:6.)

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