Tolerancia para unidad y aumento
ENTRE los males que afligen a este corrupto, viejo y agonizante sistema de cosas se halla la intolerancia. No importa dónde miramos encontramos manifestaciones de ella. El asunto de intolerancia racial se discute acaloradamente en África del Sur, así como se discute también a través de los Estados Unidos. La intolerancia ideológica y política se manifiesta no sólo en los países tras la Cortina de Hierro sino también en muchas de las democracias. Y la intolerancia religiosa, que se remonta hasta Caín, el primer asesino humano, se manifiesta en el esfuerzo de hacer que las poblaciones no católicas de Montreal, Canadá, y de la ciudad de Nueva York observen a la fuerza días santos de los católicos; en la profanación de tumbas judías en Alemania; en el apedreamiento de lugares de reunión protestantes en Colombia; sin decir nada de la intolerancia global que se expresa hacia los testigos de Jehová.
La intolerancia es un fruto malo. Todos los que la practican, en la forma que sea, de ningún modo podrían tener o pertenecer a la religión verdadera o la adoración pura de Jehová Dios. “No hay un árbol bueno que produzca fruto podrido; de nuevo, no hay un árbol podrido que produzca fruto bueno. Porque a cada árbol se le conoce por su propio fruto.”—Luc. 6:43, 44, NW.
Los que manifiestan intolerancia no conocen a Dios, porque él es un Dios muy tolerante. ¿De qué modo o modos ha manifestado Jehová tolerancia? En que ha tolerado a este inicuo sistema de cosas por más de cuatro mil años. Algunos hombres, sufriendo bajo las injusticias y la opresión, han puesto en duda que Dios manifieste sabiduría al permitir estas condiciones y han acusado a Dios de simpatizar con la iniquidad. Con eso tales hombres demuestran que les falta entendimiento. David, aun cuando había sufrido mucho a manos del envidioso rey Saúl, no hizo tal acusación insensata contra Dios. Manifestando que tenía entendimiento correcto, él se expresó de este modo: “Tú no eres Dios que se complace en la maldad; el inicuo no habitará junto a ti. Los insensatos no estarán delante de tu vista; aborreces a todos los obradores de iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira; Jehová abomina al hombre sanguinario y engañoso.”—Sal. 5:4-6.
POR QUÉ DIOS HA TOLERADO LA INIQUIDAD
Repetidas veces Jehová ha demostrado su habilidad para acabar con toda la iniquidad. Por eso podemos estar seguros de que no la toleraría ahora sin razones poderosas para hacerlo. ¿Cuáles son esas razones? Las mismas por las que toleró a Faraón por un tiempo: “Porque para este tiempo podría haber extendido mi mano para herirte a ti y a tu pueblo con pestilencia, de modo que hubieran sido borrados de la tierra; pero por esto te he sufrido: para mostrarte mi poder, y para hacer que mi fama se relate por toda la tierra.” (Éxo. 9:15, 16, AT) En esa ocasión Jehová no sólo contestó a favor de sí mismo la pregunta “¿Quién es dueño de la tierra y su gobernante?” sino que también hizo un cuadro profético del tiempo cuando contestará a su favor la pregunta “¿Quién es dueño del universo y su gobernante?”
Desde la rebelión en el jardín del Edén la supremacía de Jehová ha sido desafiada. Para darle al Diablo plena oportunidad de demostrar que es irreformable y para darle tiempo para edificar su organización, que consiste de demonios (ángeles caídos) y las naciones de este mundo, hasta su más grande poderío, Dios ha tolerado la iniquidad. Luego, a su debido tiempo, Jehová Dios exhibirá su poder superior y destruirá a Satanás y su entera organización así como destruyó a Faraón y sus huestes en el mar Rojo. Eso marcará el fin de la tolerancia por parte de Dios de Satanás y su viejo mundo.—1 Juan 5:19; Apo. 12:7-10; 18:21; 19:19, 20, NW.
Esta vindicación del nombre y supremacía de Jehová es de mucho mayor importancia que todo el sufrimiento que Dios ha permitido que el hombre aguante. Al mismo tiempo Dios ha logrado propósitos que son de mucho valor al dejar que sus criaturas sufran así injustamente. Satanás se jactó de que podría apartar de Dios a todos los hombres. Para probar que el Diablo es mentiroso Dios le permitió que tratara de hacerlo. Como se manifiesta por el libro de Job (capítulos 1 y 2) esto quiso decir dejar que el Diablo trajera tentación y sufrimiento sobre los hombres. Los que salieran bien en la prueba vindicarían mediante tal proceder el lado de Jehová en el punto en cuestión y probarían su propia obediencia e integridad y tendrían parte en las bendiciones del nuevo mundo de justicia de Dios. “Si, ahora, Dios, aunque teniendo la voluntad de demostrar su ira y dar a conocer su poder, toleró con mucha longanimidad vasos de ira hechos dignos de destrucción, a fin de dar a conocer las riquezas de su gloria sobre vasos de misericordia, . . . ¿qué hay de ello?” Seguramente en vista de tales importantes resultados Dios está plenamente justificado en dejar que sus criaturas sufran injustamente.—Heb. 5:8, 9; Rom. 9:17-26, NW.
No sólo ha sido Jehová Dios tolerante al tratar así a los que practican la iniquidad perversa y voluntariosa, sino que al mismo tiempo ha manifestado misericordia para con los que se han dedicado a su servicio; particularmente en que él hizo arreglos para el sacrificio de su Hijo para quitarles sus pecados. (Juan 3:16) Puesto que Dios es misericordioso, siempre anuente a perdonar nuestros pecados si nos dirigimos a él con arrepentimiento verdadero, ¿no deberíamos nosotros entonces estar anuentes a demostrar misericordia a los que nos ofenden o pecan contra nosotros? (1 Juan 2:1, 2) El hecho es que el ser perdonados nosotros depende de que nosotros perdonemos a otros: “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores.” Por eso Jesús también declaró, “Felices son los misericordiosos, porque a ellos se les mostrará misericordia.”—Mat. 6:12; 5:7, NW.
MANIFESTANDO TOLERANCIA UNOS A OTROS
Algunos cristianos permiten que se susciten entre ellos argumentos insensatos sobre cosas como dietas. Uno mantendrá que la dieta vegetariana es la mejor y que por lo tanto todos los cristianos deben ser vegetarianos, mientras que el otro insistirá en que la carne es indispensable. El primero señalará al hecho de que a Adán no se le dió carne para comer, y el otro indicará el hecho de que a los judíos se les mandó que comieran carne. El argüir sobre asuntos de tal inconsecuencia es exhibir una intolerancia muy inútil, y es contrario a la amonestación clara que da Pablo en Romanos 14:2-4 (NW): “Un hombre tiene fe para comer de todo, pero el hombre que es débil come legumbres. Que el que come no desprecie al que no come, y que el que no come no juzgue al que come, porque Dios ha recibido a ése. ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Para su propio amo permanece en pie o cae. En verdad, se le hará permanecer en pie, porque Jehová puede hacerlo permanecer en pie.”
¡Cuán insensato que los cristianos, que son del mismo parecer respecto a asuntos verdaderamente importantes: el Reino, el punto en cuestión de la supremacía y la vindicación del nombre de Jehová, la necesidad de retener su integridad y mantenerse separados del mundo, lo que la Biblia enseña tocante a las doctrinas básicas; que ven en armonía tocante al cumplimiento de profecías; y además, que trabajan hombro a hombro publicando las buenas nuevas del reino; sí, cuán insensato que los cristianos, que convienen en todos estos puntos, se dejen dividir, entren en discusiones acaloradas, permitan que entre ellos se susciten conceptos falsos y amargura sobre tales asuntos inmateriales como dieta o cuál de las diferentes terapias es la mejor para tratar las enfermedades de la humanidad! Sí, insensatísimo en vista del peligro que hay de que algunos puedan tropezar y ser empujados fuera de la verdad mediante tales argumentos.
La tolerancia provechosa indica evitar puntos en cuestión innecesarios. Debemos evitar cuidadosamente el ofender innecesariamente a otros que quizás no sean tan maduros como para apreciar la insensatez de ser porfiadores sobre cosas no esenciales, y debemos evitar el ser porfiadores nosotros mismos. Esa es la substancia del consejo de Pablo en 1 Corintios 10:25-30. Debemos ceder nuestra libertad de selección en esos asuntos a causa de la conciencia de otros; porque después de todo, “El reino de Dios no significa el comer y el beber, sino que significa rectitud y paz y gozo con espíritu santo.”—Rom. 14:17, NW.
Incidentalmente, los que consideran el alimento tan importante están en peligro de cometer el mismo error que Esaú, quien vendió su primogenitura por una escudilla de lentejas. O como Marta, quien estuvo tan preocupada acerca de las cosas materiales incidentales que descuidó las cosas verdaderamente importantes. En tiempos modernos los ministros cristianos que en las asambleas se privan de parte del banquete espiritual por su interés en ser los primeros servidos con el alimento material ¡dan evidencia de ser más como Esaú y Marta que como Jacob y María!
TOLERANCIA PARA AUMENTO
No quiere decir esto que los cristianos han de ser irresolutos, sin fundamento alguno. ¡De ningún modo! Cuando surgen puntos en cuestión vitales y los principios de la Palabra de Dios están implicados, los cristianos verdaderos no transigirán. Sin importar cuán impopulares eso los haga, ellos rehusarán aclamar a hombres, postrarse ante cualquier imagen o semejanza, recibir transfusiones de sangre, etc. Por otra parte, ellos no dejarán de hablar las buenas nuevas mientras tengan lengua y haya alguien a quien hablarle. Pero donde no está implicado algún principio, donde ningún mandato directo de Dios sería violado, gozosamente condescenderán, prestamente pasarán por alto sus propias preferencias para ayudar a otros en el camino de salvación en vez de hacerlo tropezar. Como Pablo lo expresó: “Si el alimento hace tropezar a mi hermano, jamás comeré carne, para no hacer tropezar a mi hermano.”—1 Cor. 8:13, NW.
Los ministros cristianos también tienen que manifestar tolerancia a las personas a quienes quieren proporcionar la leche de la Palabra. (Heb. 5:12) A aquellos, por ejemplo, que hacen un punto en cuestión de la observancia estricta del sábado. En el día de Pablo algunos judíos, que llegaron a ser cristianos, todavía tenían en gran estima el guardar el sábado. Por otra parte, los griegos y otros que no habían estado bajo la ley de Moisés no tuvieron dificultad alguna en apreciar que Jehová clavó la ley al madero de tormento de Cristo. (Col. 2:14, NW) Así es hoy, hay muchos que sienten que es de mucha importancia la observancia del día sábado. El ministro prudente ejercerá tolerancia cristiana al no repetir constantemente el hecho de que tal observancia ya no se requiere. Más bien, él pasará por alto ese punto controversial de menor importancia y se concentrará en dar a entender bien la verdad concerniente a los principales puntos en cuestión, a saber, el Reino y la vindicación del nombre de Jehová. Esa es una buena ocasión para recordar que “el esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser prudente para con todos”. (2 Tim. 2:24, 25, NW) Lo mismo aplicaría a otras ideas religiosas favoritas de poca importancia.
Los ministros cristianos también ejercerán tolerancia provechosa en el asunto de la ropa; no insistirán en que los que concurren a sus reuniones se conformen a ciertas normas en cuanto a la apariencia. Ni harán diferencia entre los ricos y los pobres, exaltando a unos y rebajando a los otros. Todo ese favoritismo es una forma de intolerancia que la Biblia muy claramente condena: “Ustedes miran con favor al que lleva la ropa espléndida y dicen: ‘Usted siéntese aquí en un lugar honorable,’ y dicen al pobre: ‘Usted permanezca de pie,’ o, ‘Siéntese ahí junto a mi escabel,’ . . . si ustedes continúan manifestando favoritismo, están obrando un pecado, porque la ley los censura como transgresores.”—Sant. 2:1-9, NW.
La tolerancia cristiana también significa que cuando nos ocupamos en enseñar a otros la verdad de la Palabra de Dios pasamos por alto sus hábitos personales, tales como el uso del tabaco. Ni debemos atisbar en los asuntos personales o historia pasada de aquellos con quienes estudiamos la Biblia. Ninguno de nosotros tiene algo de que jactarse en cuanto a lo que éramos cuando venimos al Señor y su organización. (1 Cor. 6:9-11) Mientras las personas tengan hambre de la verdad procuraremos dársela. A medida que continúen creciendo en conocimiento y entendimiento y se asocien con el pueblo de Jehová ellas verán una organización limpia y comprenderán que ellas también deben limpiarse.
Si queremos tener parte en el aumento que ahora se está efectuando mediante el ayudar a otros a ver su privilegio de dedicarse a Jehová Dios por medio de Cristo Jesús, entonces tenemos que manifestar tolerancia. Si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos tendremos paciencia con él y no lo haremos tropezar innecesariamente. Si necesita instrucción sobre el comer, beber, observación de días, o respecto a hábitos personales, usemos tino para con él sobre estos asuntos. El amor gozosamente cederá ciertas cosas para que otros sean ayudados, porque ¿no es el destino eterno de otros de mayor importancia que nuestras preferencias y conveniencias personales?—Rom. 14:14-20.
El cumplimiento de la profecía bíblica manifiesta que estamos viviendo en los días más trascendentales de la historia del hombre porque el reino de Dios, por el cual los cristianos han estado orando por 1,900 años, ha sido establecido y Cristo está presente. (Mat. 24:1-51; Apo. 11:15-18) Pronto ese reino vindicará el nombre y supremacía de Jehová destruyendo toda la iniquidad y estableciendo el nuevo mundo de justicia. (2 Ped. 3:7-13) Si hacemos del Reino lo primero que buscamos en la vida y nos concentramos en el tema del Reino al predicar, evitaremos el ser desviados para discutir cosas insignificantes como el comer carne o legumbres, beber café, té o bebidas alcohólicas o hábitos personales discutibles.
“No obstante, nosotros que somos fuertes deberíamos llevar las flaquezas de los que no son fuertes, y no estar agradándonos a nosotros mismos. Que cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación.” (Rom. 15:1, 2, NW) La intolerancia es el fruto podrido de la adoración falsa. La tolerancia cristiana es el fruto bueno de la adoración verdadera que resulta en unidad y aumento.