“Todos los dioses de las naciones son ídolos”
JEHOVÁ Dios mide la política mundial y las ambiciones nacionales. “Todos los dioses de las naciones son ídolos”—así es como su inspirado salmista lo expresó.—Sal. 96:5.
Note las verdades ensalzadoras que circundan este versículo: “Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado: temible es más que todos los dioses. Porque todos los dioses de las naciones son ídolos; pero Jehová hizo los cielos. Honra y majestad están delante de él, fortaleza y hermosura, en su Santuario. ¡Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos, tributad a Jehová la gloria y la fortaleza! ¡Tributad a Jehová la gloria de su nombre; traed ofrendas, y entrad en sus atrios! ¡Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad! ¡temblad delante de él, moradores de toda la tierra!”—Sal. 96:4-9.
Pero ¿existe una sola facción o partido político en alguna parte de la tierra hoy que se esfuerce hacia tales fines? No, el espíritu totalitario ha infestado a los gobiernos y sociedades de este mundo de modo que los pueblos dirigidos por dictadores son forzados aplastadoramente por máquinas militares a dar adoración franca al estado y sus fuehrers, duces, caudillos, etc. En países que profesan ser democráticos, aunque el método es más sutil—mediante máquinas políticas—la resultante exaltación de hombres, sus programas, partidos, políticas, etc., es muy parecida. Tan notoriamente hipócritas vienen a ser sus jactancias y promesas que la gente en general y hasta los políticos se sonríen cínicamente de sus propias travesuras.
Un caso ilustrativo sucedió a principios de julio pasado cuando el presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, fué a Arkansas para inspeccionar y dedicar dos proyectos de fuerza eléctrica gubernamentales. Aprovechando la oportunidad de ensalzar su partido político, este líder prominente en los asuntos mundiales dijo a la multitud: “No hay un hombre o una mujer en este auditorio que no se halle en mejores condiciones debido a veinte años de dominio democrático. Ahora si ustedes quieren tirar todo eso por la ventana y seguir en pos de dioses falsos, eso es cosa de ustedes y no los puedo detener. Pero piensen un poco y encontrarán que sus intereses están con el partido que representa a la gente en conjunto y no a intereses especiales.”—El Times de Nueva York del 3 de julio de 1952.
De manera parecida, recordando a sus oyentes cuánto deben a la administración gubernamental, el presidente Truman declaró en su discurso principal del viaje: “Amigos míos, yo les digo que las normas progresivas de los últimos veinte años han sido la salvación de este país.”
Sea que lo haya dicho redondamente en tantas palabras o no, o sea que haya querido inferirlo o no, la deducción evidente que se saca de las observaciones del Sr. Truman es que los poderes del partido democrático representan los “dioses verdaderos” del pueblo norteamericano. Si llamó a sus enemigos políticos dioses, “dioses falsos,” no estaría más allá de él el considerarse a sí mismo y a sus socios y aliados políticos igualmente como dioses, supuestamente los “dioses verdaderos”. Si él quiso decir los programas en vez de los individuos de los dos principales partidos políticos norteamericanos, el efecto es el mismo. Como el presidente dijo, el pueblo está libre para hacer lo que le guste al seleccionar líderes y partidos y programas humanos que seguir. Pero el pueblo haría bien en recordar que el seguir a los hombres poderosos o sus promesas en algún partido político humano es seguir a una criatura dañada por el pecado y moribunda. Así como un ciego no puede guiar a otro ciego, ellos de sí mismos no pueden hacer que vuelva al favor divino un mundo nacido en pecado. “¿No saben que si siguen presentándose a cualquiera como esclavos para obedecerlo, ustedes son esclavos de él porque le obedecen, ya sea de pecado con muerte en perspectiva o de la obediencia con justicia en perspectiva?”—Mat. 15:14; Rom. 6:16, NM.
En vez de ser “fuertes líderes” el Sr. Truman debería saber que sus “dioses” políticos modernos son hombres débiles e impotentes, helados de temor, agobiados por acuerdos mutuos sin valor y en tinieblas completas en cuanto al futuro. Esto es así, naturalmente, porque los poderes de este mundo, los invisibles también, Satanás y sus demonios, todos son como nada comparados con Jehová el único verdadero y todopoderoso Dios. Eso es lo que el salmo dice. La Traducción Americana lo vierte: “Los dioses de los pueblos son nulidades.” La traducción católica en inglés del Mons. Knox dice: “No son sino diablos los que los paganos llaman divinos.” (Sal. 95:5 en la traducción Knox) En una nota al pie de la página declara: “La palabra usada en el texto hebreo más bien significa nonada, inutilidad.” ¿No es entonces absolutamente insensato engalanar a una criatura humana caída con el ropaje del estado, ensalzarlo por encima de sus compañeros pecadores, amontonar alabanza sobre su cabeza, rodearlo de un ejército poderoso y esperar que entonces pueda librar a sus camaradas? Llámeseles lo que se quiera, el hecho permanece de que “aun cuando hay aquéllos que son llamados ‘dioses’, sea en el cielo o en la tierra, igual como hay muchos ‘dioses’ y muchos ‘señores’, realmente hay para nosotros un solo Dios el Padre, procedente de quien son todas las cosas, y nosotros para él, y hay un solo Señor, Jesucristo, por medio de quien son todas las cosas, y nosotros por medio de él”.—1 Cor. 8:5, 6, NM.
Es una treta antigua de jefes políticos egoístas engañar a su pueblo haciéndole creer que Dios y Cristo son divinidades sectarias o políticas que están listas a bendecir sus diversos proyectos. Sus seguidores, mediante influencia clerical, tratan a estos líderes como las “potestades superiores” o “autoridades superiores”. (Rom. 13:1, NM) Pero la Biblia claramente tacha esto como fraude y manifiesta que de esta manera las gentes han sido hechas “esclavos de aquellos que por naturaleza no son dioses” y de esta manera han sido restringidas de obtener la provisión verdadera de Dios para la vida eterna, “la salvación que hay en unión con Cristo Jesús.”—Gál. 4:8; 2 Tim. 2:10, NM.
Cuán insípido y pueril el pensar que algún partido político es “la salvación de este país” o de cualquier país. ¿Cómo pueden los “dioses” de este mundo, visibles o invisibles, salvar a alguien o algo cuando no podrán ni siquiera salvarse ellos mismos en el Armagedón? ¿Está usted satisfecho con confiar en lo que la Palabra de Dios llama nonada para que lo libre en ese tiempo? Ezequiel predijo el fin de los ídolos y los adoradores de ídolos con palabras potentes: “Vosotros conoceréis que yo soy Jehová, cuando sus muertos a espada queden tendidos en medio de sus ídolos, en derredor de sus altares, sobre cada collado elevado, en todas las cumbres de las montañas, y debajo de todo árbol frondoso, y debajo de toda encina espesa; lugares en donde ofrecieron olores gratos a todos sus ídolos. Y extenderé mi mano contra ellos, . . . y conocerán que yo soy Jehová.” Entonces no será el nombre de ningún partido político lo que hará que uno sea aprobado para salvación, sino sólo la provisión hecha por Jehová mediante Cristo Jesús. “Torre de fortaleza es el nombre de Jehová; a ella orre el justo, y está en salvo.”—Eze. 6:13, 14; Pro. 18:10.