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  • Hombres de Filipinas avergüenzan a fanáticos
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 15/9 pág. 574

Hombres de Filipinas avergüenzan a fanáticos

EN Mangaldán, República de las Filipinas, los testigos de Jehová hicieron arreglos con el alcalde para usar la plaza pública y quiosco (plataforma redonda con techo) para una serie de cuatro discursos públicos. El último de la serie había de pronunciarse el 1 de marzo de 1953 a las 5 de la tarde, como punto culminante de una asamblea de tres días celebrada por los testigos de Jehová.

Al saber que los testigos de Jehová iban a celebrar una asamblea, Francisco Pasadas, sacerdote católico, pronunció un sermón en el que advirtió a los católicos que no aceptaran a los testigos de Jehová en sus hogares, porque, si los recibían, sus casas serían quemadas. También fué personalmente de casa en casa instando a los amos de casa que habían convenido en alojar a testigos de Jehová durante la convención a no dar entrada a los testigos. Un señor, el Sr. Lambino, que recibió a dos testigos, les dijo cómo le contestó al sacerdote. Dijo el Sr. Lambino:

“¿No está escrito en la Biblia, Ama a las criaturas tus compañeros como te amas a ti mismo? ¿Son animales los testigos para que no los reciba? ¿Son gente mala? Yo no he podido encontrar un texto que diga: Ama únicamente a tus compañeros católicos. Supongamos que yo visite los sitios de los testigos de Jehová y pida que me alojen en sus hogares. Yo no creo que ellos me dirían: ‘No se quede en nuestros hogares, porque usted es católico.’ Por lo tanto dejaré que los testigos se queden en mi hogar cuanto tiempo quieran.”

Tres días antes de llegar el día para la conferencia, los testigos recibieron noticias del alcalde interino de que se habían hecho arreglos para que el Comité ejecutivo de la fiesta Mangaldán usara la plaza el 1 de marzo. Se apeló al gobernador de la provincia y al capitán de la policía federal, y los dos dieron instrucciones en apoyo del punto de vista de los testigos.

Sin embargo, cuando los testigos entraron a la plaza se encontraron con una turba de alborotadores armados con garrotes y botellas vacías, la policía local y el alcalde interino, todos resueltos a impedir el discurso público. El Dr. García, que encabezaba el Comité de fiesta, amenazó matar al conferenciante si entraba al quiosco, que había de servirle de plataforma, y otro oficial le hizo recordar que hacía poco que un testigo de Jehová había sido muerto bajo circunstancias parecidas.

No obstante, los testigos siguieron con su discurso valiéndose de la ayuda de un sistema parlante portátil, ante lo cual la banda se puso a tocar para ahogar la voz del conferenciante. La policía federal llegó e hizo que la banda dejara de tocar. Poco después del discurso llegó el gobernador Rodríguez. Vino con el propósito de pronunciar el discurso de dedicación, pero al saber lo que había acontecido antecedió su discurso con las siguientes declaraciones:

“¿Qué pasó aquí esta tarde? ¿Qué les hicieron a los testigos de Jehová? ¿Por qué molestaron su reunión? ¿No saben ustedes que nuestro Dios el Creador es Dios de amor y justicia? ¿No saben que Dios dijo: Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo? ¿Son los testigos de Jehová alborotadores? ¿Por qué no les dieron sus derechos constitucionales? ¿No saben que los testigos vienen de casi todos los pueblos de Pangasinán? ¿Qué les dirán ellos a sus amigos y parientes cuando regresen? Dirán que los oficiales municipales de Mangaldán son fanáticos religiosos. ¿Dónde pusieron ustedes su cabeza esta tarde? Han causado una mala impresión. Han manifestado una actitud vergonzosa para con los testigos de Jehová. ¿Cree alguno de ustedes que, cuando muera, Dios lo aceptará porque era doctor, alcalde, abogado o gobernador? ¡No! Sino que Dios quiere a personas que ejercen amor, justicia, paciencia y bondad. Lo que ustedes han manifestado a los testigos de Jehová es una abominación a los ojos de Dios. ¡Qué vergüenza para ustedes, los oficiales de Mangaldán!” Después que terminó su discurso de dedicación le tocó al Dr. García dirigir la palabra, el mismo que encabezó la oposición contra los testigos de Jehová. Pero lo que el gobernador había dicho lo había trastornado tanto que pidió que lo dispensaran de hablar debido a que se sentía muy débil. Por supuesto, se supo del incidente por todas partes de la provincia de Pangasinán, tal como había dicho el gobernador.

Así que los hombres de buena voluntad de Filipinas están ayudando a exponer y avergonzar a los fanáticos religiosos.

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