BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w54 1/8 págs. 453-455
  • Cómo Dios da la fe

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Cómo Dios da la fe
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • CREDULIDAD NO ES FE
  • DIOS PROVEE LA BASE PARA LA FE
  • ADQUIRIENDO EL DON DE LA FE
  • El poner a prueba su fidelidad
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
  • ¿En qué consiste la fe verdadera?
    ¡Despertad! 2000
  • Fe en la fe—¿es ésa su fe?
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1961
  • Ejerzamos fe en las promesas de Jehová
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (estudio) 2016
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
w54 1/8 págs. 453-455

Cómo Dios da la fe

LA FE en Dios y en su Palabra, la Biblia, está muy decaída hoy en día. Más que nunca antes son veraces las palabras de Pablo de que “la fe no es posesión de toda la gente.”—2 Tes. 3:2, NM.

¿Por qué es que algunas personas tienen fe y otras no? Algunos mantienen que la fe es un don que Dios concede o retiene arbitrariamente. Para sostener su opinión les gusta citar las palabras de Pablo en Efesios 2:8 (NM), donde él dice a los cristianos que ellos son “salvados mediante fe; y esto no debiéndose a ustedes, sino que es dádiva de Dios.”

Pero note usted en el contexto que Pablo no está discutiendo tanto la fe como la bondad inmerecida de Dios, y que es por medio de esta bondad inmerecida que él ha hecho el arreglo para la salvación por medio de la fe. Este hecho se manifiesta por el versículo completo: “Por esta bondad inmerecida, en verdad, ustedes han sido salvados mediante fe; y esto [el arreglo] no debiéndose a ustedes, sino que es dádiva de Dios.”

El arreglo bondadoso que viene por medio de Cristo Jesús y que toma en cuenta la fe constituye la dádiva. Es por medio de este arreglo más bien que por obras de la ley que la salvación habría de venir a los que manifestaran fe en él. De modo que todo el arreglo para la salvación cristiana se debe a la bondad inmerecida de Dios, y los cristianos son salvados por tener fe en este arreglo más bien que por tener fe en obras bajo la ley. El arreglo divino sin fe individual en él no traería ninguna salvación a individuos. Los dos van juntos; y junto con el don de todo lo que se abarca en el arreglo de Jehová él también provee los medios para tener la fe necesaria en el arreglo y hay que valerse de éstos.

CREDULIDAD NO ES FE

Mucho de lo que pasa por fe no es fe sino credulidad, y hay mucha diferencia entre la fe y la credulidad. La credulidad, se nos dice, es “la calidad débil o ignorante de no prestar atención a la naturaleza o fuerza de la evidencia sobre la cual se basa una creencia; por lo general, una tendencia, brotando de debilidad o ignorancia, a creer demasiado pronto, especialmente cosas imposibles o absurdas.” Y el crédulo es uno que “no critica en lo que toca a creencias; es fácilmente engañado; es simple.”—Century Dictionary and Cyclopedia.

Dado que la credulidad prospera en la ignorancia, no es extraño hallar mucha credulidad en la América latina católica romana, donde, según la United Nations World, de octubre de 1951, las dos terceras partes de la gente son analfabetos. No sorprende entonces que las nuevas de que la virgen María habría de aparecer en cierta localidad hayan recibido un lugar prominente en los diarios y programas de radio de Puerto Rico, causando que unas 100,000 personas peregrinaran a ese lugar, sólo para ser desilusionadas. Y ¿cuál fué la base para toda esta conmoción? Las declaraciones de unos niños, de siete a diez años de edad, de que la virgen se había aparecido a ellos y les había dicho que aparecería de nuevo en cierto lugar el 25 de mayo de 1953. Eso verdaderamente fué credulidad.

Los crédulos no pueden soportar el esfuerzo de pensar, de pesar la evidencia y de seguir lógicamente de causas a efectos. Se guían por la emoción, el sentimiento, la sensación o el temor. Creen debido a inclinación, prejuicio, circunstancias o esperanza de recompensa.

En contraste notable con ellos, el cristiano basa su fe en autoridades sanas y en raciocinio claro. Su fe consiste de conocimiento y una confianza segura en éste, siendo “la expectativa segura de las cosas esperadas, la demostración evidente de las realidades aunque no se ven.” (Heb. 11:1, NM) La fe considera la evidencia objetivamente, teniendo amor por la verdad, y por esto no admite las aserciones infundadas de “científicos” ni las tradiciones que son peculiares de la religión organizada.

Dios espera que nosotros razonemos, que pensemos. Es por eso que nos aconseja: “Venid pues, y razonemos juntos.” Y por eso es que Pablo escribió a Timoteo: “Piensa constantemente en lo que estoy diciendo.” “Reflexiona acerca de estas cosas.”—Isa. 1:18, VA; 2 Tim. 2:7; 1 Tim. 4:15, NM.

Es porque le falta el conocimiento que se basa en una autoridad sana y el raciocinio claro que la persona crédula dice: “Yo nunca arguyo tocante a la religión.” Pero la persona que tiene una base sana para su religión puede discutirla con otros, y de hecho se le insta a hacerlo, ‘a estar listo siempre para hacer una defensa a cada uno que demanda de él una razón por la esperanza que está en él.’ Sigue el ejemplo de Pablo que buscó a los judíos en sus sinagogas donde él “razonó con ellos apoyado en las Escrituras, explicando y probando por referencias que era necesario que el Cristo sufriera y que se levantara de entre los muertos.”—1 Ped. 3:15; Hech. 17:2, 3, NM.

DIOS PROVEE LA BASE PARA LA FE

La fe es una dádiva en primer lugar porque Dios provee la razón sana e impelente para ejercer la fe. “Sus cualidades invisibles se observan claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se entienden por las cosas hechas, hasta su poder eterno y Divinidad, de modo que son inexcusables” por no ejercer fe. (Rom. 1:20, NM) Sí, toda la naturaleza, su belleza, magnitud, diseño y simetría, y nuestros mismos cuerpos ‘tan maravillosa y sombrosamente hechos,’ se unen para dar testimonio elocuente de la existencia del Creador y también nos manifiestan sus atributos.—Job 38 a 41; Sal. 139:14.

Por razones igualmente sanas e impelentes el cristiano ejerce fe en la Biblia, en toda la Biblia. El decir, como dijo una vez un clérigo prominente de Brooklyn: “Yo leo la Biblia de la misma manera que como pescado” (dando a entender que descarta lo que él no considera ser veraz, no comestible), es decir que uno no tiene fe en la Biblia, sino sólo en el dictamen de uno mismo.

Todos los sesenta y seis libros de la Biblia presentan en combinación total un tema armonioso, aunque fueron escritos por unos treinta y cinco diferentes escritores tomados de todas las sendas de la vida, durante un período de muchos siglos, y en diferentes países e idiomas. Manifiestan una franqueza, una honradez y un candor que los marcan como verdaderos, y su exactitud histórica se ha verificado vez tras vez por los descubrimientos de geólogos y arqueólogos, y ante todo, el cumplimiento de muchas de las profecías de la Biblia la marcan como de origen divino, no humano.

La Biblia nos da una explicación razonable del origen del hombre y manifiesta cómo entró el pecado en el mundo, por qué ha permitido Dios que continúe la maldad, y cuál es el destino del hombre. Su tema es el reino de Dios por medio del cual Jehová vindicará su nombre y supremacía y bendecirá a los hombres de buena voluntad. Los que aplican a su vida los principios que ella da hallan que son practicables y prácticos. El hombre más grande que jamás ha vivido dijo de ella: “Tu palabra es la verdad,” y este hecho en sí mismo es suficiente razón para tener fe en ella.—Juan 17:17, NM.

ADQUIRIENDO EL DON DE LA FE

Para adquirir el don de la fe tenemos que hacer algo con eso como mira. Dios no nos concede la fe de alguna manera sobrenatural y arbitraria. Habiendo provisto Dios una base para nuestra fe, ahora depende de nosotros el adquirir el conocimiento que hace posible la fe, así como lo declara Pablo: “La fe sigue al informe”; eso es, el informe o conocimiento contenido en la Palabra de Dios. (Rom. 10:14-17, NM) Eso quiere decir que tenemos que estudiar la Biblia.

Pero el estudio en sí mismo no es bastante; tenemos que tener, primeramente, la actitud de corazón correcta. Los clérigos del día de Jesús estudiaban la Palabra de Dios y sin embargo no les servía de nada; no podían creer en Cristo Jesús. ¿Por qué? Porque, como les dijo Jesús: “¿Cómo pueden ustedes creer, cuando están aceptando gloria unos de otros y no están buscando la gloria que proviene del único Dios?” El deseo por ganancia egoísta nos puede cegar de tal modo que no podamos ejercer fe.—Juan 5:39, 44, NM; Jer. 17:9; Mar. 4:19.

Sin embargo, se requiere más que solamente la actitud de corazón correcta y el estudio para adquirir la fe. Tenemos que entender lo que estudiamos y para eso necesitamos ayuda; como lo indicó a Felipe el eunuco etíope cuando preguntó: ‘¿Cómo puedo entender a menos que alguien me guíe?’ Es por eso que Dios le dió a la congregación cristiana “algunos como apóstoles, algunos como profetas, algunos como misioneros, algunos como pastores y maestros,” para que “todos lleguemos a la unidad en la fe y en el conocimiento acertado del Hijo de Dios.” Con este propósito Dios ha provisto al tiempo presente una organización que es un “esclavo fiel y discreto” que tiene una agencia de publicación, la Sociedad Watch Tówer. (Hech. 8:30-35; Efe. 4:11, 13; Mat. 24:45, 46, NM) Ya que Dios nos provee toda esta ayuda para adquirir la fe, puede decirse en este sentido también que la fe es una dádiva.

Tampoco podemos pasar por alto el espíritu santo sin el cual no entenderíamos la Biblia y nos quedaríamos sin fe. “‘El ojo no ha visto y la oreja no ha oído, ni se han concebido en el corazón del hombre las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman.’ Pues es a nosotros que Dios las ha revelado por medio de su espíritu, porque el espíritu escudriña todas las cosas, hasta las cosas profundas de Dios.” (1 Cor. 2:9, 10, NM) Siendo el espíritu santo un don, la fe que resulta de él es un don desde este punto de vista también.

Este asunto de que la fe es un don de Dios pero que no se da arbitraria o milagrosamente sino que se requiere un esfuerzo de nuestra parte se puede ilustrar de varias maneras. Por ejemplo, oramos: ‘Danos nuestro pan de cada día,’ y luego damos gracias a Dios por lo que él provee, y sin embargo él no provee aparte de nuestros propios esfuerzos; porque así como dijo Pablo: “Si alguien no quiere trabajar, tampoco déjenle comer.”—Mat. 6:11; 1 Tes. 5:18; 2 Tes. 3:10, NM.

Así vemos que la fe es una dádiva, ya que Dios provee la base para la fe, el libro de la naturaleza y su libro escrito, la Biblia. Él también provee una organización y su espíritu santo para ayudarnos a adquirir esta fe. Pero nosotros también tenemos que hacer nuestra parte, tenemos que estudiar con la actitud de corazón correcta, y estudiar para adquirir el conocimiento contenido en la Biblia, y luego tenemos que confiar en eso enteramente, es decir, tenemos que actuar en armonía con ello; porque de no hacer eso, no tendríamos todavía el don de la fe, porque “la fe sin obras está muerta.”—Sant. 2:26, NM.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir