¿Le espera a nuestra civilización una caída?
LOS extraordinarios avances materialistas que los hombres han logrado durante los últimos sesenta años han arrojado a nuestra civilización desde la época de caballos y calesas hasta una época de aviones de reacción y de cohetes llameantes. La transformación ha sido asombrosa, especialmente para un período tan corto de la historia humana. Pero ahora que hemos llegado a tan gran altura de logros técnicos ¿hay peligro de que nuestra civilización caiga como cayeron civilizaciones del pasado cuando alcanzaron cierta cumbre de gloria? ¿Se desmoronará a causa de degeneración moral desde adentro? Hay muchas personas que temen que eso suceda. Perciben semejanzas inquietantes entre nuestra civilización y las que cayeron.
El periódico canadiense Daily Times, de Victoria, publicó una expresión de este punto de vista cuando dijo: “El materialismo—la trampa que extinguió a civilizaciones del pasado—pone en peligro el futuro de la sociedad occidental, advirtió el senador Donaldo Cameron a 300 regentes colegiales . . . . Dijo que había un ‘paralelo amedrentador’ entre la sociedad de hoy en día y las civilizaciones extintas que ‘se hicieron ricas, mimadas, indiferentes y apáticas—y murieron.’” Hizo una declaración algo parecida el Record de Wilkes-Barre: “La buena vida no consta solamente de cosas. La buena vida implica carácter, decisión, fortaleza, el estar dispuestos a sacrificarse cuando se necesite el sacrificio para la causa común. No importa lo rico que se haga una nación, si sus gentes caen en el hoyo de la complacencia perezosa, si sus valores se restringen más y más a lo simplemente material, entonces esa nación está destinada a la destrucción inevitable.”
El hecho de que la sociedad moderna está interesándose más en el vivir fácil, las posesiones materiales, los trabajos no estrenuos y el dinero que se consigue sin esfuerzo que lo que se interesa en la ética muestra que sus valores están degenerándose. El monto de los ingresos que tiene uno, sin importar cómo los adquiera, parece ser la base para posición social. Lo mismo era cierto acerca de la antigua Roma materialista antes de su caída. Hoy en día el hombre que tiene mucho dinero es el hombre a quien admiran, a quien por lo general eligen a puestos políticos. Los bienes materiales que él tiene impresionan más a la gente que las virtudes morales de un hombre pobre. Es el automóvil que una persona maneja, el hogar en el cual vive, la ropa que lleva y las personas con quienes se asocia lo que dan a uno una posición en esta civilización materialista. Estos no son los valores importantes. Sólo una sociedad que degenera creería que lo son.
Aunque muchas personas tal vez elogien los valores morales, pocas en realidad viven en conformidad con ellos. Esto se da a ver por las revelaciones que se hacen de vez en cuando de concusión entre líderes políticos de moral aparentemente impecable, de cohecho y aun robo entre algunos oficiales de la ejecución de la ley, de notorias tramperías de parte de participantes en espectáculos interrogatorios, de latrocinio de parte de empleados de aparentemente buena reputación y de buscar adelantos personales a costa de otras personas. ¿No son estas prácticas indicios de una civilización moralmente enferma?
“Nuestros valores, nuestros ideales, están al revés,” dijo el Dr. Lorenzo Gould, presidente del colegio de Carleton. “Rendimos homenaje de boca a valores espirituales pero damos la primera prioridad a abrigos de visón y automóviles Cadillac.” Los valores morales de este mundo que están al revés a menudo justifican el robo cuando se les hace a los ricos. Debido a que un gran número de empleados canadienses y estadounidenses razona de esta manera, los patrones tienen una pérdida total anual de unos mil millones de dólares en robos de parte de empleados. Esto es aproximadamente el doble de lo que pierde el público en manos de criminales profesionales. ¿No es tan moralmente malo el robar cuando la víctima es una empresa rica como cuando es un hombre pobre? ¿Cómo puede la moral tener una regla móvil?
Puesto que la sociedad moderna ha permitido la degeneración de los valores morales y espirituales, no debería extrañarle a uno ver el aumento de la delincuencia y el engaño entre la juventud de hoy. ¿No es la moral de la juventud un reflejo de la sociedad en la cual vive? Difícilmente pueden esperar los adultos que los niños vivan en conformidad con una norma moral que ellos mismos no cumplen. Respecto a esto Enrique M. Grant, superintendente auxiliar de las escuelas de Moncton en el Canadá, dijo: “Con demasiada frecuencia sucede que la gente en común pide que las escuelas enseñen cosas que ella misma no practica por lo general.” Siguió diciendo que aumentan las evidencias de un deterioro del tejido social y moral.
Se necesita más que avance materialista para hacer que una civilización sea grande y duradera. Altos valores morales y amor al Soberano Supremo, Jehová, se necesitan también. Debido a que el avance técnico ha resultado en que la sociedad moderna se haya hecho sabia a sus propios ojos, ésta ha vuelto las espaldas a Jehová, Dios. Sus valores materialistas la arrastran hacia el ateísmo, y sus pensadores esfuerzan su imaginación hasta el máximo tratando de hallar una explicación de la existencia del hombre sin tener que reconocer la existencia de un Creador. Tal modo ateo de pensar no edifica respeto para principios piadosos de moralidad. Los derrumba. Anima a la gente a establecer normas materialistas degenerativas, creando una condición en la cual nadie puede confiar en su prójimo.
Puesto que nuestra civilización está siguiendo el mismo derrotero materialista y disoluto tomado por civilizaciones que han perecido, ¿cómo puede ella esperar perdurar? Así como Dios puso fin a la civilización que existió antes del Diluvio y así como puso fin a la civilización de Sodoma y Gomorra debido a la corrupción moral también pondrá fin a la civilización actual. Él la ha pesado en las balanzas y la ha hallado falta. Caerá en la venidera “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.” (Apo. 16:14; 2 Ped. 3:5-7) El aumentante desprecio hacia las normas morales es un indicio predicho de que su fin se ha acercado. Las personas que aman la justicia pueden esperar ver después de su caída el levantamiento de una nueva civilización con altos valores morales y espirituales. Con la bendición de Dios sobre ella, durará hasta tiempo indefinido.