Preguntas de los lectores
● Algunos animales tienen características que parecen especialmente adecuadas para matar, como los leones y las culebras venenosas. ¿Cómo puede ser esto, si todos eran vegetarianos en un tiempo?—L. K., Holanda.
Se comprende por qué pudiera surgir esta pregunta, pues como están las cosas ahora, muchos animales ciertamente se matan unos a otros para alimentarse. Pero sírvase notar que esto es como están las cosas ahora. ¿Hay alguien en la Tierra que pueda decir por observación personal cómo actuaban estos animales hace seis mil años?
Por todas partes de la Tierra los humanos matan animales y se comen la carne de ellos. Pero, ¿prueba la capacidad que tiene el hombre de masticar y digerir carne que todos los hombres comen carne o que los hombres siempre han comido carne? No, pues la Palabra de Dios, la historia más antigua y más confiable que hay de la humanidad, muestra que originalmente Jehová le dio al hombre “toda vegetación que da semilla” y “todo árbol en el cual hay fruto de árbol que da semilla” como alimento. No fue sino hasta más de mil seiscientos años después que Dios permitió un cambio en la dieta para el hombre, permitiéndole cazar animales para alimento.—Gén. 1:29; 9:2, 3.
Por supuesto, los que creen que el hombre y los animales evolucionaron a través de un período de millones de años quizás no acepten esto, pero eso es lo que dice la Palabra de Dios, y Jesucristo dijo: “Tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17) Si la dieta y modo de vivir actual de los humanos no representa lo que originalmente fue, ¿no es posible que lo mismo sea cierto de los animales?
Es menester tener presente que los científicos están limitados en su conocimiento. Aunque un hombre sea una autoridad en algún campo de la vida animal, no sabe todo lo que se debe saber acerca de un animal según vive ahora, sin decir nada acerca de cómo vivió miles de años en el pasado. Los que son humildes y sinceros reconocen esto. El mismísimo hecho de que los científicos tienen diferentes opiniones demuestra la veracidad de ese punto.
Por ejemplo, surgió la cuestión en cuanto a si las cobras pueden percibir sonidos o no. El 27 de noviembre de 1968, un curador adjunto de reptiles en uno de los grandes parques zoológicos de los Estados Unidos escribió: “Ninguna culebra puede percibir sonidos; esto también incluye a la Cobra.” Eso parece bastante concluyente. Sin embargo, el mismísimo día el curador y presidente del Departamento de Herpetología del Museo Americano de Historia Natural explicó: “Por lo general se ha supuesto . . . que las culebras son sordas a los sonidos que lleva el aire. Sin embargo, la evidencia reciente indica que algunas culebras pueden oír sonidos de tono bajo. No se sabe de seguro cómo se relaciona esto con el problema de la cobra. El peso de la evidencia todavía favorece la teoría de que es el movimiento más bien que el sonido lo que influye en las cobras, pero el asunto ciertamente no está cerrado.”
Hace mucho tiempo la Biblia indicó que la cobra oye la “voz de encantadores,” pero que podía rehusar escuchar tal como un humano puede rehusar escuchar. (Sal. 58:4, 5) ¿Sería prudente rechazar lo que dice la Biblia solo porque algunos científicos creen que la realidad es diferente a eso? Las observaciones ya citadas muestran que la respuesta es: No. De modo semejante, el hecho de que cierta evidencia actual no parezca apoyar lo que dice la Biblia en cuanto a la vida animal en el pasado no debe hacer que uno rechace la Palabra inspirada de Dios.
Otra cosa, ¿está uno justificado al concluir que la manera en que un animal usa su cuerpo hoy es la única manera posible? Por ejemplo, el tigre usa sus colmillos y garras para atrapar, matar y despedazar a otros animales. No obstante, ¿no podrían utilizarse estos mismos colmillos y garras para despedazar vegetación fuerte y romper cáscaras y vainas?
‘Pero, ¿qué hay de las culebras venenosas?’ quizás pregunte alguien. Pudiera parecer que los venenos de los animales simplemente son para matar o para protegerse, pero, ¿lo son? En “Animal Poisoners” (Animales envenenadores) H. Munro Fox escribió: “En algunos casos sabemos que los venenos desempeñan un papel en el funcionamiento del cuerpo del animal que los fabrica. En muchos casos ésta puede ser la verdadera raison d’être [razón de su existencia] de los venenos, bastante separada de cualquier valor protector. La saliva venenosa de las culebras, por ejemplo, efectúa cierto trabajo en la digestión del alimento de la culebra.” Otra ilustración la constituye cierto gusano marino verde que en parte está cubierto de una babaza venenosa. ¿Es este veneno para protegerlo a fin de que no se lo coman? Pudiera parecer así. No obstante, si la cría de este gusano se coloca sobre esta babaza, el veneno la cambia a machos microscópicos en vez de las hembras grandes en que se hubieran desarrollado si se hubieran colocado sobre el fondo del mar.
Es verdad que se pudieran presentar centenares o hasta millares de casos problemáticos, casos que aparentemente indican que los animales siempre se mataban unos a otros, que esto es necesario para el “equilibrio de la naturaleza.” Pero, ¿debe nuestra falta de conocimiento completo de la creación de Dios hacer que perdamos la fe en él y en su Palabra? ¿Debemos dejar que preguntas en cuanto a animales de rapiña logren consumirnos a nosotros?
La Biblia explica que en el paraíso de Edén Dios dio a “toda bestia salvaje de la tierra y a toda criatura volátil de los cielos . . . toda la vegetación verde para alimento.” (Gén. 1:30) Más tarde todos los géneros básicos de animales terrestres vivieron en el arca de Noé un año entero sin devorarse unos a otros. Y evidentemente basándose en las condiciones que existieron en Edén y que serán restauradas en el futuro, la Palabra de Dios dice: “La vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra . . . No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña.”—Isa. 11:7-9.
Ciertamente el magnífico Creador que hizo los cielos y todo lo que está en ellos, que arregló el equilibrio y orden perfectos de las estrellas y que sabe cómo existieron la armonía y la paz en Edén, puede restaurar las condiciones paradisíacas. El producir un “equilibrio de la naturaleza” en el cual los animales no se maten unos a otros no está más allá de lo que Él puede hacer, ¿no es verdad? Por eso, esperemos ese tiempo con deleite y confianza y expectativa segura.