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  • “El nombre de Jehová es una torre fuerte”

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  • “El nombre de Jehová es una torre fuerte”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
w72 15/11 págs. 683-687

“El nombre de Jehová es una torre fuerte”

SEGÚN LO RELATÓ HEINRICH DICKMANN

LA GESTAPO me arrestó en 1937, en mi casa en Dinslaken, Alemania. Quería que traicionara a mis hermanos cristianos informando contra ellos. Si ‘hablaba’ las cosas podrían ser más fáciles para mí; si no, la Gestapo tenía modos para hacerme hablar, así se me hizo saber. Opté por no hablar sin importar el trato que me diera la Gestapo, porque yo confiaba en el nombre de Jehová.

Sí, por lo que he experimentado durante los últimos cuarenta años de los sesenta y nueve que tengo de edad, he llegado a saber que “el nombre de Jehová es una torre fuerte.”—Pro. 18:10.

De joven no hallé ni seguridad ni esperanza en la Iglesia Luterana. Aunque había un cántico en el himnario luterano que decía, “A ti, Jehová, cantaré,” no se le daba prominencia alguna a este nombre. Mi esposa y yo todavía teníamos que llegar a conocer y apreciar el nombre Jehová.

En 1931 tuvimos una discusión que duró varias horas con dos testigos de Jehová. Su uso de la Biblia hizo resaltar el nombre de Jehová. La discusión resultó en que nos interesáramos seriamente en la Biblia. Estudiábamos hasta altas horas de la noche. Se nos hizo evidente que lo que enseñaban los testigos de Jehová realmente era la verdad de Dios. Pronto empezamos a asistir a las reuniones de los Testigos. En Dinslaken, el lugar donde nacimos, se celebraban éstas en un hogar privado. Después de unas cuantas semanas de conocimiento bíblico aumentado, abandonamos la iglesia, y unos meses más tarde simbolizamos nuestra dedicación a Jehová por bautismo.

No les dio gusto a todos los de nuestra familia que nos saliéramos de la iglesia. Mi padre, que ni siquiera lloró cuando fue llamado para el servicio militar durante la I Guerra Mundial, ahora lloró. Pero nosotros continuamos hablando de la Biblia, y dos de mis cuatro hermanos, Fritz y August, aceptaron la verdad de la Biblia. En el lugar donde yo trabajaba, la planta siderúrgica de August-Thyssen en Dinslaken, pude dejar con regularidad la revista Golden Age (ahora ¡Despertad!) con algunos de mis compañeros de trabajo. Esto continuó hasta 1933, cuando Hitler llegó a ser dictador. ¡Cuán apropiado fue Proverbios 18:10 como nuestro texto del año para 1933: “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo y se le da protección”!

APRENDIENDO A CONFIAR EN EL NOMBRE DE JEHOVÁ

Vez tras vez en los albores de la era nazi aprendí que el “nombre de Jehová es una torre fuerte” en situaciones difíciles. A pesar de la oposición nazi, pudimos distribuir extensamente el folleto bíblico intitulado “Crisis.” Entonces en junio de 1933 el gobierno de Hitler proscribió toda la actividad de los testigos de Jehová en cuanto a reuniones y distribución de literatura.

El 12 de noviembre de 1933 fue el primer día de las elecciones en el “Tercer Reich.” Todos los partidos políticos se consolidaron, y el pueblo alemán fue a las urnas, con la excepción de los testigos cristianos de Jehová. Algo que los ayudó a permanecer neutrales en cuanto a la política mundana y a mantenerse fieles al reino de Jehová fue nuestro texto bíblico para ese día... sí, fue Proverbios 18:10: “El nombre de Jehová es una torre fuerte.” Aunque el SS (Schutzstaffel o Guardia Selecta) me visitó y me dijo que votara, confié en el nombre de Jehová y no sucumbí a los apremios del SS.

El tiempo pasó y la oposición aumentó. Llegó otro día de elecciones el 19 de agosto de 1934. Otra vez me visitó el SS y se me dijo que votara. Tres veces vinieron y cada vez pude darles un testimonio acerca del reino de Dios. Finalmente, el 7 de octubre, los Testigos enviaron una carta al gobierno, la cual contenía una resolución. Simultáneamente nuestros hermanos cristianos de otros países enviaron 20.000 telegramas protestando contra la proscripción que Hitler había impuesto a los testigos de Jehová.

En el lugar donde trabajaba la situación se hizo más tensa. Yo era el único de los 2.000 trabajadores que no pertenecía al partido político ni al Frente de los Obreros Alemanes, sin mencionar que rehusaba devolver el “saludo alemán” (el saludo de Hitler).

En abril de 1935 recibí una carta del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes y el Frente de los Obreros Alemanes, en que se me pedía declarar mi razón por no dar el “saludo alemán,” por no votar y por no ingresar en el Frente de los Obreros Alemanes. Contesté esa carta, manifestando ciertos principios bíblicos y explicando que no era enemigo del estado sino más bien cristiano. El 30 de abril fui arrestado.

La Gestapo me interrogó por horas. Entonces fui llevado delante del tribunal. Uno de los fiscales me dijo que él, también, era cristiano. A esto contesté que un seguidor de Jesús no trataría de encarcelar a sus compañeros cristianos. Súbitamente diez días después fui puesto en libertad.

Cuando volví a trabajar en la planta siderúrgica, el director me dijo: “Dickmann, ya dicen que estoy saboteando el desarrollo de la Patria porque no te he despedido. Alza la mano en el ‘saludo alemán.’ Yo pagaré la cuota para que seas miembro del Frente de los Obreros Alemanes. ¡Tu subsistencia está en juego!” Pude darle un buen testimonio y declarar que no se trataba simplemente de la subsistencia, sino más bien de vivir en armonía con los principios de la Biblia. De modo que llegó una orden de parte del Frente de los Obreros Alemanes, y fui despedido.

PREDICANDO LA VERDAD DE DIOS A PESAR DE OPOSICIÓN

Continué mi predicación de casa en casa con la Biblia hasta el 7 de julio de 1935, cuando de nuevo fui arrestado. Al siguiente mes fui trasladado de la prisión al campo de concentración en Esterwegen en la ciénaga de Emsland. Cuatro Testigos de mi congregación pronto me siguieron. Uno de éstos fue mi hermano Fritz, que, años más tarde, murió debido a las lesiones recibidas en el campo. Pero mantuvo su integridad a Jehová hasta la muerte.

Cuando uno era introducido en este campo notorio, los interrogatorios duraban desde la mañana hasta horas avanzadas de la tarde. Se probaba aquí todo lo posible a modo de maltrato. “Deporte” era lo que lo llamaban.

Para mi juicio en octubre fui trasladado del campo de concentración a la prisión-tribunal en Duisburgo. Aquí pude dar un testimonio de la verdad de Dios por aproximadamente una hora. Un periódico escribió acerca de ello: “Hasta quería convertir al juez.”

Súbitamente fui puesto en libertad el 1 de enero de 1936 por ninguna razón evidente. Puesto que no tenía medios para subsistir recibí compensación de desempleo para mí mismo, mi esposa y nuestra hija de ocho años. Entonces vino otro día de elecciones, el 29 de marzo de 1936. Los oradores del partido nazi declararon que los Testigos habían sido curados e irían a las urnas. ¡Qué gran desilusión se llevaron! Todos los que habíamos estado en el campo de concentración en Esterwegen nos reunimos temprano por la mañana con nuestras familias en el bosque. Fue una hermosa asamblea de un día y nos fortaleció espiritualmente para aguantar.

Continuamos predicando las verdades de Dios por medios clandestinos, y en diciembre de 1936 distribuimos una resolución importante. Tuve el privilegio de preguntar a mis hermanos cristianos en otras congregaciones si querían participar en la obra. Entonces se repartieron los territorios.

ESFUERZOS DE LA GESTAPO POR HACERME “HABLAR”

El 20 de junio de 1937 llegó el día para distribuir una “carta abierta” que contenía un informe documentado sobre la persecución de los testigos de Jehová. Ni un solo Testigo de los que todavía estaban libres sabía quién más estaba participando en la campaña. Esto fue para evitar el poner a alguien en peligro de revelar involuntariamente los nombres de otros. Empezó la distribución al mediodía. Dos Testigos que habían recibido territorio de parte mía fueron arrestados. Bajo la presión del interrogatorio revelaron mi nombre y el de mi esposa. De modo que el 30 de junio fui arrestado por tercera vez.

La Gestapo me arrestó en mi casa y me llevó a la comisaría en Duisburgo. A la mañana siguiente empezó mi audiencia; la Gestapo quería saber la identidad de otros Testigos que participaron en la obra de distribución. Debido a que rehusé hablar me golpearon. Luego fui puesto en una celda incomunicado con las manos atadas atrás de mi espalda. Varias veces al día venían los oficiales de la Gestapo y me preguntaban si iba a hablar. Después de ocho días fui puesto en una celda especial para interrogatorio.

Primero los oficiales de la Gestapo se quitaron sus chaquetas y relojes. Luego empezó la “audiencia.” En respuesta a sus preguntas contesté que en el nombre de Jehová Dios y Jesucristo rehusaba hacer declaración alguna. Entonces fui golpeado de un rincón al otro. Me pusieron una frazada de lana sobre la cabeza y me quitaron los zapatos y los calcetines. Entonces me dieron azotes con una correa en las plantas de los pies. (Después de catorce días todavía tenía coágulos debajo de las uñas de mis pies.) Pero no emití un solo grito de dolor. Verdaderamente el nombre de Jehová es una torre fuerte.

Al ver la Gestapo que este método no estaba produciendo los resultados deseados me amenazaron con peor trato. Por las preguntas y comentarios que hicieron los de la Gestapo supe que no sabían quiénes habían participado en la distribución de la resolución. Me amenazaron con arrestar a mi esposa si no revelaba algunos nombres.

Cada día había interrogatorio, acompañado de golpes. Un día hubo una “reunión por casualidad” con los dos individuos que habían revelado mi nombre. Estos me suplicaron y trataron de persuadirme a admitir que habían recibido de mí las “cartas abiertas” así como el territorio donde fueron distribuidas.

A medianoche los oficiales de la Gestapo vinieron a ver si mis esposas todavía estaban bien ajustadas. Después de llevar puestas esas esposas mohosas por diez días, mis muñecas estaban ulcerándose. Al undécimo día, a pesar de mi solicitud, no me las quitaron ni siquiera una sola vez en veinticuatro horas, ni siquiera cuando iba al excusado.

Cuando finalmente me quitaron las esposas en el desayuno, parecía que mis brazos estaban paralizados. Me trajeron un bloc para hacer apuntes y un lápiz para que escribiera lo que rehusaba decir. El bloc se quedó en blanco. De nuevo me pusieron las esposas.

Al mediodía cuando fuimos a comer, varios oficiales se quedaron en el corredor para observar un drama que habían escenificado, pues al momento que yo iba del ascensor a mi celda se hizo que mi esposa subiera por la escalera. Ella no me vio y por eso siguió tranquilamente su camino. Los oficiales quedaron desilusionados cuando admití haber visto a mi esposa sin haberle hablado. Ahora sabía yo que también la habían arrestado a ella.

AL CAMPO DE CONCENTRACIÓN

A principios de septiembre varios Testigos y yo fuimos procesados ante un tribunal especial en Duesseldorf, donde fui condenado a de un año a año y medio en prisión. Mi esposa quedó bajo custodia y fue llevada finalmente a Ravensbrueck y Sachsenhausen, donde permaneció hasta 1945.

En marzo de 1939 me llevaron a Sachsenhausen, donde me consideraron “incorregible” y recibí los tormentos acostumbrados. Mi hermano August, a quien habían arrestado en octubre de 1936, había estado en Sachsenhausen desde octubre de 1937. Ahora tuvimos la oportunidad de fortalecernos mutuamente en asociación con nuestros hermanos cristianos. Por un tiempo a todos los Testigos se les rehusó permiso para recibir o enviar correspondencia, de modo que sus parientes sabían poco o nada de ellos. Cuando se levantó esta restricción se nos permitía escribir cinco líneas al mes.

En septiembre de 1939 mi hermano August fue llamado a la “sección política.” Estaba resuelto a permanecer fiel a Jehová bajo toda circunstancia. Otros dos Testigos, que también habían sido llamados, me contaron esa noche que mi hermano había sido golpeado y pateado debido a rehusar el servicio militar.

El 15 de septiembre de 1939 dejamos de trabajar temprano. El anciano del campo —un prisionero político— me dijo que mi hermano iba a ser fusilado ese mismo día.

Todos nosotros los prisioneros tuvimos que estar de pie en posición de atención. Éramos de 350 a 400 Testigos. Al ser sacados al campo principal, enfrente de la entrada principal, vimos un montículo de tierra para atrapar las balas y unos cuantos montones de arena enfrente de él. Junto a éste estaba una caja negra. Los del SS con yelmos llevaban ametralladoras. Entonces trajeron a mi hermano maniatado y lo colocaron enfrente del montículo de tierra.

Entonces el comandante del campo habló por el altavoz: “El prisionero, August Dickmann, de Dinslaken, que nació el 7 de enero de 1910, rehúsa el servicio militar porque es ciudadano del reino de Dios. Él dice: ‘El que derrama la sangre del hombre, por el hombre será derramada su sangre.’ Así se ha apartado de la comunidad y ha de ser fusilado según lo ordenó el Reichsfuehrer Himmler del SS.”

Dirigiéndose a mi hermano, gritó: “¡Date la vuelta, cochino!” Entonces dio la orden de disparar. Mi hermano, con la cara hacia el montículo de tierra, fue fusilado por tres oficiales del SS. Después que cayó, el oficial del campo, un oficial superior del SS, se acercó a él y le dio un balazo en la cabeza. Luego le quitaron las esposas y cuatro de sus hermanos cristianos lo colocaron en la caja negra.

Dos días después me llamaron a la “sección política.” Este día frío y lluvioso tuve que quedarme afuera por horas. El comandante del campo y el líder del campo me observaban desde su ventana. Entonces vino el interrogatorio. El jefe de la Gestapo hizo muchas preguntas, preguntando súbitamente: “¿Viste fusilar a tu hermano? ¿Qué lección aprendiste de eso?”

Mi respuesta fue: “Soy testigo de Jehová y seguiré siéndolo.”

“Entonces serás el siguiente que será fusilado,” me amenazó.

Pronto se supo en todo el campo que el comandante del campo padecía de una terrible enfermedad. Murió en febrero de 1940. El SS dijo: “Los Estudiantes de la Biblia [los testigos de Jehová] lo mataron a base de oraciones.”

Fuimos expuestos a peor trato después del fusilamiento de mi hermano. Por ejemplo, se nos daba poco que comer, y durante el invierno rehusaban darnos ropa abrigadora. Entonces hubo un cambio.

PROVISIÓN PARA ALIMENTO ESPIRITUAL

En febrero de 1940, un grupo de nosotros los Testigos fuimos transportados al campo de concentración de Wewelsburg. Allí llegué completamente agotado. Mi nombre era bien conocido debido a la ejecución de mi hermano. Algún tiempo después se disolvió este campo y fui enviado, en abril de 1943, a Buchenwald. Tres meses más tarde fui trasladado a Ravensbrueck. Aquí fui asignado a un grupo de trabajadores fuera del campo. En el bosque nos pusieron a construir una quinta para un general de la división de tanques.

En esta cuadrilla de trabajo nos fue posible ponernos en comunicación con nuestros hermanos cristianos que trabajaban en una granja del Dr. Felix Kersten, médico personal de Himmler, el jefe del SS. El Dr. Kersten intercedió con Himmler y pudo sacar a varios Testigos, tanto a hombres como a mujeres, del campo de concentración, para que trabajaran en su granja en Harzwalde.

Más tarde, con permiso de Himmler, el Dr. Kersten llevó consigo a una Testigo cuando fue a Suecia. Allá ella trabajaba como criada de su familia. Puesto que el Dr. Kersten volaba de ida y vuelta muy a menudo, esta Testigo se aseguraba de que siempre hubiera una copia de La Atalaya en la maleta del doctor, la cual después era desempacada por un Testigo en Harzwalde. Luego se entregaba este ejemplar a los Testigos que trabajaban en la granja; de allí con el tiempo La Atalaya llegaba a nuestra cuadrilla de trabajo. A pesar del alambre de púas y de estar bajo guardia estricta, Jehová suministró el necesario alimento espiritual.

LIBERTADOS DE LOS PERSEGUIDORES

Al acercarse las tropas de los Aliados en 1945, se suponía que íbamos a ser trasladados a otro campo. Aproximadamente el 1 de mayo estuvimos en marcha. A un lado de nosotros estaban las tropas norteamericanas, al otro las rusas. Debido a la situación precaria en que se hallaban los guardas del SS, nos libertaron. Los rusos nos retuvieron por unos cuantos días, pero luego nos dejaron ir.

Llegué a la casa de mis padres en Dinslaken a mediados de mayo, acompañado de otros dos Testigos del campo de concentración. Dos semanas después nuestra hija, que nos habían quitado, también regresó a casa. Ahora tenía casi dieciocho años de edad y había estado sin sus padres por ocho años. Ahora todos los días desde temprano por la mañana hasta horas avanzadas de la noche estábamos juntos. Visitábamos parientes y amigos para contarles la maravillosa liberación que suministró Jehová. Mi esposa regresó a casa del campo de concentración en agosto.

Con ocho Testigos empezamos a reorganizar la congregación cristiana en Dinslaken. Dentro de poco se había hecho tan grande que tuvimos que alquilar un cuarto en la escuela.

PRIVILEGIOS ESPECIALES

En 1945 fui nombrado ministro presidente de nuestra congregación. A pesar de ofertas seductoras, no emprendí trabajo seglar de nuevo. Para mi esposa y para mí solo había un solo interés ahora: ¡la predicación de las buenas nuevas del reino de Dios! Siguieron privilegios especiales. Por ejemplo, tuve el privilegio de ayudar a preparar la oficina de Roeder Strasse de la Sociedad Watch Tower en Wiesbaden. Entonces en 1946 fui nombrado para ser ministro especial de tiempo cabal.

Hubo otros privilegios especiales: Una invitación a Magdeburgo para entrenamiento adicional en el ministerio. Y en marzo de 1947 comencé a visitar congregaciones como superintendente de circuito, para animar y edificar las congregaciones. Gracias a la bondad inmerecida de Jehová, he podido disfrutar de este maravilloso privilegio hasta este día.

Nuestro gozo ha aumentado de año en año a medida que continuamos aprendiendo y experimentando nuevas cosas que fortalecen nuestra relación con Jehová, nuestra torre fuerte. Todos los problemas, sean financieros o físicos, han sido resueltos por la bondad inmerecida de Jehová. Para mí ha quedado demostrado que en todas las situaciones la confianza en el nombre de Jehová verdaderamente suministra seguridad.

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