La graduación 61 de Galaad un agasajo espiritual
“¡QUÉ banquete espiritual!” “¡Qué programa práctico y edificante!” Expresiones como éstas se escucharon acerca del programa de la graduación número 61 de Galaad, celebrada el 5 de septiembre de 1976. Y ciertamente fue un agasajo espiritual, no solo para los veintiséis misioneros que se graduaron, sino también para las otras 1.968 personas de la concurrencia.
Fue en un hermoso día de fines del verano que todos aquellos parientes y amigos, incluso los miembros de la familia del Betel de Brooklyn, llenaron el Salón de Asambleas de los Testigos de Jehová, ubicado en la ciudad de Long Island. Los estudiantes, que tenían un promedio de veintisiete años de edad, habían venido de seis países y estaban siendo enviados a once diferentes países de Europa, Asia, África y las Américas.
Después del cántico de apertura, y una oración por Albert Schroeder, Leo Greenlees, quien presidía, habló primero. Él mencionó que, debido al deseo intenso, el planear práctico y la oración sincera, los estudiantes ahora estaban realizando su meta de disfrutar de mayores privilegios de servicio como misioneros. Entonces hubo una serie de ocho discursos de diez minutos cada uno, verdaderamente animadores y muy prácticos.
Primero vino Karl Adams, instructor de Galaad. Él llamó la atención sobre la importancia de una buena relación con Jehová Dios y el valor del aguante y la perseverancia. Aplicando la sabiduría, que se obtiene de la Palabra de Dios, los graduandos podrían perseverar con gozo, como aconseja el discípulo Santiago. (Pro. 4:7; Sant. 1:2-5) Ulysses Glass, instructor y archivero de Galaad, mencionó que en Israel, como lo ilustran los casos de Juan el Bautista y Jesucristo, los privilegios de que pudiera disfrutar un hombre a veces resultaban determinados según la tribu a que pertenecía el hombre al nacer... un arreglo fijado por Dios. Pero la obra de estos misioneros resulta preparada o definida para ellos debido a su dedicación y a que se han ofrecido voluntariamente, más bien que debido a su nacimiento. Dios sabe lo que es mejor para cada uno, y el someterse a él en realidad significa mayor libertad.—Jer. 10:23; Pro. 3:5, 6.
Los discursantes que hablaron después ocupaban la presidencia de los seis comités del Cuerpo Gobernante durante 1976.
Milton Henschel señaló que todas nuestras bendiciones, espirituales y materiales, presentes y futuras, se deben al abundante amor de Dios. El que Dios permita que sus siervos experimenten dificultades y sufrimiento no significa que él no nos ama. Prescindiendo de lo que venga, es necesario que recordemos que el amor de Dios es fuerte y duradero y está próximo.—Rom. 8:35-39.
Después que Karl Klein leyó varios alentadores telegramas y otros mensajes procedentes de varios continentes, el auditorio escuchó a Grant Suiter. Él llamó la atención sobre nuestras manos, que son el más maravilloso instrumento que poseemos. En vez de “malgastar el tiempo,” nuestra actitud debería ser la del que dice: “Dios, enséñame a dar el mejor uso posible a mis manos.” Después de él vino Raymond Franz, él mismo un graduado de la Escuela de Galaad que había servido por veinte años en asignaciones extranjeras. Él instó a seguir al apóstol Pablo, hombre de cultura y altamente educado, quien aprendió a estar contento sin importar en qué circunstancias se hallara. Como Pablo, bien pudiera ser que se exigiera que los graduados de Galaad llevaran las ‘marcas de un esclavo de Cristo’ debido a dificultades y persecución.—Gál. 6:17; Fili. 4:11, 13.
El siguiente discursante fue Daniel Sydlik. Él hizo notar que la vida se componía de muchos principios, y para la clase graduanda la actividad misional estaba por empezar. El que permanecieran o no en su asignación principalmente dependería de si habrían de sentirse felices en ella o no. La Palabra de Dios está llena de expresiones acerca de las causas de la felicidad. De manera similar, Lloyd Barry, también graduado de Galaad, quien pasó más de veinticinco años en el servicio misional en el Japón, dio énfasis a la importancia de tener gozo para mostrar aguante. (Sal. 100:2; Neh. 8:10) El gozo hizo posible que Jesús y sus seguidores primitivos sirvieran fielmente. Barry además señaló que la autodisciplina es necesaria para tener buen éxito y desplegar gozo como misionero. Apoyó su tema por medio de referencias a ejemplos de fidelidad en el servicio misional hasta la edad avanzada y aun la muerte.
El orador final fue Theodore Jaracz, otro graduado de Galaad, quien habló acerca de la importancia que da la Escuela de Galaad a las cosas espirituales, y en contraste con esto puso el énfasis que tantos seminarios teológicos dan a asuntos seglares. Como resultado de esto, los graduados de Galaad están mejor equipados que nunca para hacer discípulos. Puesto que más se les ha dado, más habría de esperarse de ellos. (Luc. 12:48) Después de este discurso todos los estudiantes recibieron sus diplomas, y uno de ellos leyó una excelente carta de aprecio por todo lo que habían recibido.
El programa se reanudó a la 1:30 con un estudio abreviado de la Biblia por medio de La Atalaya, conducido por Nathan Knorr, después de lo cual hubo un deleitable programa musical presentado por los graduados. Después, éstos presentaron dos dramas. El primero recalcó la importancia de la oración personal, y el segundo la importancia de que los cristianos rindan servicio de toda alma a Dios mientras traen todas sus décimas partes al almacén de Dios. (Mal. 3:10) Acabaló el agasajo espiritual del día una oración por Fred Franz, a la cual todos los presentes pudieron decir un muy sincero: “¡Amén!”