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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 1/12 págs. 30-31

Preguntas de los lectores

● En Romanos 8:30 se hace referencia a cristianos que son ‘glorificados.’ ¿Cuándo acontece esto, y cómo se relaciona esta ‘glorificación’ con el que sean ‘llamados’ y ‘declarados justos’?

En Romanos capítulo 8 el apóstol Pablo comentó sobre los tratos de Dios con los cristianos ungidos con espíritu. Dios estaba llevando a cabo su propósito al honrarlos o glorificarlos por medio de darles conocimiento de las verdades acerca de Él, incluso su propósito de hacerlos “coherederos con Cristo” en el cielo. (Rom. 8:14-17) Pablo también escribió, entre otras cosas:

“A los que [Dios] dio su primer reconocimiento también los predeterminó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él fuese el primogénito entre muchos hermanos. Además, los que él predeterminó son los que él también llamó; y los que él llamó son los que él también declaró ser justos. Finalmente [es decir: Y] los que él declaró justos son los que él también glorificó.”—Rom. 8:29, 30.

Algunos se han hecho preguntas acerca de esta secuencia: ser ‘llamados, declarados justos, glorificados.’ Esto pudiera tomarse como una serie de pasos que culminan cuando los cristianos ungidos reciben la gloriosa vida espiritual en el cielo. No obstante, note el tiempo del verbo que Pablo usa en estas palabras: “Los que él declaró justos son los que él también glorificó.” Parece que Pablo estaba hablando de algo que ya había acontecido, lo cual no sería el caso si se estuviera refiriendo a la glorificación de los cristianos por medio de una resurrección futura a vida celestial.

Además, aunque el ser resucitado por Dios para gobernar en la región espiritual es una ‘glorificación,’ hay muchas otras maneras por medio de las cuales las personas pudieran ser “glorificadas.” (Vea Romanos 8:17; Juan 7:39.) Jesús fue “glorificado” en la Tierra por medio de sus milagros. (Juan 11:4) Cristo dijo que se ‘honró’ o glorificó a un hombre humilde al dársele un asiento prominente en un banquete. (Luc. 14:10) Moisés recibió “gloria” como el vocero de Dios en relación con el pacto de la Ley. (2 Cor. 3:7) La Biblia hasta dice que la mujer recibe “gloria,” o es ‘glorificada,’ por tener el cabello largo. (1 Cor. 11:15) En todos estos casos se utilizan variaciones de la misma palabra básica, en griego, que se vierte “glorificó” en Romanos 8:30.—Luc. 12:27; Rom. 2:10; 1 Tes. 2:6.

Es interesante el hecho de que en fecha tan temprana como la de 1904 el libro “The New Creation,” (Volume VI, of Studies in the Scriptures [“La nueva creación,” Volumen VI, de Estudios de las Escrituras]) dijo con relación a Romanos 8:28-30:

“Este pasaje suele malentenderse debido a que por lo general los lectores tienen la impresión de que el apóstol está trazando aquí, según lo acostumbrado, las experiencias del cristiano, . . . pero aquí el apóstol adopta un punto de vista opuesto, y comienza por el final. . . . Traza al revés el desarrollo de la Iglesia, la Nueva Creación. Muestra que nadie alcanzará la magnífica posición de los gloriosos elegidos de Dios, excepto aquellos que son llamados [aceptos] para ello por la gracia de Dios; y que todos los llamados tienen que haber sido justificados [o declarados justos] previamente; . . . Y estos que son justificados tienen que haber sido honrados [glorificados, VA] previamente, antes de su justificación, . . . por Dios al haberles dado conocimiento acerca de Él y de su querido Hijo.”—Pág. 182.

No es un caso excepcional el que Pablo representara aquí una serie de asuntos relacionados en orden invertido, dando una descripción al revés, por decirlo así. Él hizo algo similar en Romanos 10:13-15.

En Romanos 8:28-30, Pablo explica que “Dios hace que todas sus obras cooperen juntas.” Esto es para el bien de todos los que participan en llevar a cabo el propósito de Dios. Allá en el tiempo del jardín de Edén, Jehová Dios profetizó acerca de una venidera “descendencia.” (Gén. 3:15) Jesucristo llegó a ser el principal de esta “descendencia” y de la descendencia de Abrahán. Pero Dios también seleccionó un número limitado de humanos para que formaran la parte secundaria de la “descendencia.” (Gál. 3:16, 29) Así, desde el tiempo del jardín de Edén, Dios dio el “primer reconocimiento” a los que componían la “descendencia.” Y “predeterminó” que estos humanos escogidos llegarían a ser un cuerpo de hermanos de Cristo en el cielo, hechos a su imagen.

Entonces, en Romanos 8:30, el apóstol da a conocer ciertos pasos que preceden a la unión de ellos con Cristo en el cielo. Estos seres humanos han debido ser “llamados” o invitados para formar parte del reino celestial. (Rom. 1:7; Fili. 3:14; 1 Tes. 2:12; Heb. 3:1) ¿Pero cómo podía Dios ‘llamarlos’ si todavía eran pecadores, miembros de la familia imperfecta de Adán? Antes de ‘llamarlos,’ Dios tuvo que ‘declararlos justos’ por medio de perdonar sus pecados sobre la base de la fe que ellos pusieron en Cristo y su sacrificio. (Rom. 3:23-26; 4:25; 5:18) Pero, ¿cómo podían ellos adquirir la fe necesaria? Antes de que pudieran hacerlo, se les tuvo que revelar el conocimiento acerca de Jesucristo, que Pablo llama en otros lugares “las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo.” (2 Cor. 4:4; compare con 1 Timoteo 1:11.) Respecto a los que aceptan estas “gloriosas buenas nuevas” y se ponen en el camino que conduce a la gloria celestial ciertamente se puede decir que son ‘glorificados,’ u honrados, al recibirlas.

● Mateo 4:1 dice que “Jesús fue conducido por el espíritu al desierto para ser tentado por el Diablo.” ¿Se refiere éste al espíritu santo de Dios?

Fue el espíritu santo de Jehová lo que dirigió a Jesús al desierto, después de su bautismo. Jesús ayunó, y aquel había de ser un tiempo para orar y meditar. (Compare con Mateo 4:2; Marcos 1:35; Lucas 5:16.) Probablemente Jehová utilizó este tiempo para comunicarse con su Hijo unigénito, para suministrarle instrucciones, mayor esclarecimiento y afectuosas palabras de apoyo, con el fin de prepararlo para lo que había de venir.

Jehová podía saber de antemano que el que su Hijo fuera conducido al desierto en relación con Su propio propósito resultaría en una prueba de parte del Diablo. Pero la tentación a la que se encaró Jesús al final de los 40 días en el desierto no fue algo que Dios arregló. Más bien, éste simplemente lo permitió.

Es significativo el hecho de que la experiencia de Jesús tuvo un paralelo con la de Moisés. Este profeta estuvo 40 días en la montaña cuando recibió el pacto de la Ley e instrucciones pertinentes a su papel como mediador. (Éxo. 24:18; 34:28) Jesús, el profeta mayor que Moisés, tiene que haber recibido en el desierto instrucciones concernientes al nuevo pacto que mediaría y en el que estarían incluidos sus seguidores como israelitas espirituales. (Deu. 18:18, 19; Luc. 22:20, 28-30) Y tal como Moisés se enfrentó a una situación crucial que puso a prueba su lealtad e integridad cuando bajó de la montaña y vio que los israelitas estaban adorando un becerro de oro y querían regresar a Egipto, así también Jesús, al final de su experiencia de 40 días, fue sometido a una prueba severa.—Éxo. 32:15-35.

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