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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
w88 15/3 págs. 8-9

Oración en el monte Hiei... ¿adelanto hacia la paz mundial?

¿VENDRÁ por la oración la paz mundial? “La paz no vendrá solo por la oración. No es tan sencillo —dijo Gijun Sugitani, organizador de una reunión para oración que se celebró en agosto de 1987 en Japón—. Pero tampoco creo que la paz se realizará sin la oración.” Opinaba como unos 500 japoneses y 24 delegados del extranjero que asistieron a una “reunión en la cumbre” religiosa en Kyoto, Japón, en 1987.

La secta budista Tendai propuso esta reunión para oración como complemento de la que se celebró en 1986 en Asís (Italia) y la programó de modo que coincidiera con el 1.200 aniversario de la inauguración del Templo de Enryakuji en el monte Hiei. Personas que representaron a los budistas, al cristianismo nominal, al confucianismo, a los hindúes, al islam, al judaísmo, a los sijs y al sintoísmo oraron por turno en la montaña. ¿Fue aquello en verdad un adelanto hacia la paz mundial?

Una reunión parecida a un “arreglo floral”

“La reunión en la cumbre es un arreglo floral religioso —dijo Etai Yamada, el sacerdote principal de la secta Tendai y presidente honorario—. Ninguna flor pierde su propia forma ni su perfume.” Quería decir que mientras las religiones se reunieran por su deseo de paz mundial, cada una podía retener sus propias creencias que contradecían a las demás, como las flores diferentes de un solo arreglo.

Entre las “flores” prominentes en aquella reunión estuvo la Iglesia Católica, representada por el cardenal Francis Arinze, de la Secretaría del Vaticano para los no cristianos. Arinze leyó el mensaje del papa, que decía que “la paz no se puede lograr sin la oración, y aunque una cantidad limitada de personas puede empezar guerras, la paz exige la cooperación y solidaridad de todos” (Mainichi Daily News, 5 de agosto de 1987, página 12).

Si la esperanza de paz mundial “exige la cooperación y solidaridad de todos”, ¿cuánto poder tiene el Dios a quien oran? Los delegados oraron por la paz, pero creen que la paz puede venir por los esfuerzos humanos. Como un arreglo ornamental de flores, su reunión para oraciones sería un hermoso despliegue de sus propios esfuerzos.

Un arreglo floral es agradable a la vista, pero cuando termina la ocasión especial, las flores —que no tienen raíz— se marchitan, y su brillo y color desaparecen. Pronto se pierde la belleza individual de cada flor y el esplendor del arreglo. Además, las flores son infructíferas. ¿Terminó también esta reunión en la cumbre como un “arreglo floral” infructífero?

Los mismos líderes religiosos que participaron no quedaron satisfechos con los resultados. “Hubieran querido ser más específicos en cuanto a lo que deberían hacer las religiones en el futuro, pero dijeron que no había suficiente tiempo para considerar tales asuntos”, informa el periódico Asahi Evening News. Sin embargo, sucedió lo que se esperaba. “Nuestro objetivo —dijo Takaaki Kobayashi, uno de los organizadores de la reunión en la cumbre— es oír lo que cada religión sugiere sobre las mejores maneras de alcanzar la paz. La regla clave es que cada participante debe escuchar las opiniones de los demás sin comentar ni responder ni debatir.” El esfuerzo en aquella reunión se limitó a escuchar a otros; no se tomó ninguna acción. El resultado fue que la reunión “no fijó un programa de actividad claro para lograr los objetivos de reunirse en la cumbre”.

¿Era para verdaderos cristianos?

Los que se esfuerzan por seguir a Jesucristo quizás pregunten: ‘¿Debería un cristiano participar en una reunión como esa?’. El que se celebrara en el monte Hiei, la montaña santa de una secta budista, da materia en qué pensar. ¿Puede usted imaginar a Jesucristo ascendiendo a una montaña santa budista para orar por la paz?

El apóstol Pablo advirtió a los seguidores de Jesucristo: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos. Porque, ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Belial? ¿O qué porción tiene una persona fiel con un incrédulo? ¿Y qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? [...] ‘Por lo tanto, sálganse de entre ellos, y sepárense —dice Jehová—, y dejen de tocar la cosa inmunda’; ‘y yo los recibiré’”. (2 Corintios 6:14-17.)

¿No equivale a ‘unirse bajo yugo desigual’ el que un cristiano ore en una reunión de unión de fes en una montaña santa budista? ¿Significa esto, pues, que los verdaderos cristianos deben ser pasivos respecto a orar por la paz? ¡De ninguna manera!

Oración por la paz

En su profecía acerca de “la parte final de los días”, el profeta Isaías dijo que muchos dirían: “Vengan, y subamos a la montaña de Jehová”, no al monte Hiei de los budistas. “La montaña de Jehová” simboliza la adoración verdadera del Dios de la Biblia. ¿En qué resulta ‘subir’ a esa montaña? Pues, ¡Jehová “nos instruirá acerca de sus caminos, y ciertamente andaremos en sus sendas”, dijo Isaías! “Él [Jehová] ciertamente dictará el fallo entre las naciones”, añadió el profeta. Como resultado de esto, habría paz mundial, porque Isaías predijo que los verdaderos adoradores “tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra”. (Isaías 2:2-4.)

Esta condición ya existe entre los testigos de Jehová, y pronto se extenderá por toda la Tierra. ¿Cómo? Jehová Dios, no el hombre, traerá paz eterna mediante Su Reino. Este barrerá de la Tierra a todos los violadores de la paz y hará de la Tierra un paraíso. (Revelación 11:15, 18.) A diferencia de lo expresado en aquella reunión en la cumbre religiosa que fue como un impresionante pero infructífero “arreglo floral”, las palabras de Jehová nunca vuelven a él sin resultado. (Isaías 55:11.)

Entonces, ¿por qué orar por la paz si Dios ha de traerla, prescindiendo de los esfuerzos humanos? Al orar que venga el Reino de Dios expresamos nuestro propio anhelo de paz, y que ponemos fe en la manera que Dios utilizará para traerla a la Tierra. (Mateo 6:9, 10.) El que veamos o no la paz que Dios traerá depende de que ‘esperemos en Jehová’. Por eso, ¡venga a “la montaña de Jehová” y únase en oración por la paz verdadera que él ha prometido! (Salmo 37:9, 11.)

[Fotografía en la página 8]

Un arreglo floral es agradable a la vista, pero no puede llevar fruto

[Fotografía en la página 9]

El monte Hiei —la montaña santa de la secta budista Tendai—, donde se celebró la reunión para orar

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