El empuje hacia el éxito
UN ANUNCIO comercial de la TV insta a los nigerianos a ‘tener éxito y a ser importantes’ mediante usar cierta marca de dentífrico. Aunque todos sabemos que difícilmente pudiera una crema dental convertir a su usuario en persona importante, se ve que los promotores del anuncio saben que la gente quiere que se la identifique con cosas que llevan una etiqueta de “éxito”.
Es natural que uno desee tener éxito y ganarse el reconocimiento de otros. Sin embargo, por lo general hombres y mujeres dan tanto énfasis al logro humano que se empujan a sí mismos a ‘no ser menos que los demás’. ¿Pudiera ser peligroso esto? ¿Pudiera afectarlo a usted?
Presiones sobre la gente
El ambicionar riquezas puede ejercer presión. En muchas personas se crea el deseo de hacer “exhibición ostentosa [de su] medio de vida”, alcanzar prestigio social y prominencia. (1 Juan 2:16.)
Puede que la familia también empuje o presione a uno hacia el éxito. En muchos hogares el esposo tiene que estar luchando continuamente por ganar más dinero y obtener promociones en su empleo para elevar a la familia a una posición social superior. Quizás la esposa se afane por alcanzar éxito en alguna carrera. Puede que se empuje a los hijos hacia logros académicos que no pueden alcanzar. Esto se observa especialmente en las naciones en desarrollo, donde muchos creen que la clave a una mejor vida es la educación superior.
La comunidad también pudiera empujar a uno hacia mayor educación, la adquisición de riquezas y puestos de prestigio e influencia. El éxito, que suele medirse en términos de dinero, pudiera traer prominencia, alabanza y respeto. Un artículo de fondo del periódico nigeriano Daily Times dijo: “Prescindiendo de lo virtuosas o impresionantes que sean las cualidades del individuo, la mayoría [de la gente] no lo respeta ni reconoce si no tiene dinero”.
¿En qué puede terminar esto?
Puede derivarse algún gozo del éxito mundano, pero considere también el alto precio que se paga por él. El columnista Achike Okafo escribió: “Diariamente [...] se desintegran las familias establecidas, y la causa principal es el dinero y lo que este puede comprar. [...] Hasta los matrimonios que se las arreglan para permanecer juntos casi nunca hablan sobre sus obligaciones de padres [...] porque están demasiado ocupados procurando el bienestar material”. Añádase el problema de que los hijos desatendidos se dan a las drogas y a la delincuencia o huyen del hogar, y el precio es extremado.
La presión hacia el éxito ha empujado a personas ambiciosas a la falta de honradez y la inmoralidad. Mujeres jóvenes hasta han trocado favores sexuales por buenas calificaciones en exámenes y por empleo. Hasta cuando se tiene éxito honorablemente, los que prosperan pudieran enfrentarse al resentimiento o la envidia de otros que no han tenido tanto éxito como ellos, así como a la hipocresía de “amigos” a quienes atraen la riqueza y el prestigio. (Eclesiastés 5:11.) ¿Es esto en verdad éxito?
El sabio escritor del libro bíblico de Eclesiastés responde que no. Después de examinar su propia gran riqueza y su poder y prestigio, así como el gozo que estas cosas le habían traído, concluyó que eran “vanidad y un esforzarse tras viento”. (Eclesiastés 2:3-11.)
¿Significa esto que todo lo que se haga en la vida es inútil, o puede alguien alcanzar un equilibrio apropiado mientras sigue una carrera productiva? Juzgando por la experiencia, ¿cuál es la meta que más vale la pena alcanzar?