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  • Nuestro Magnífico Creador y sus obras
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
w93 1/1 págs. 3-5

Nuestro Magnífico Creador y sus obras

¡QUÉ MAGNÍFICO! Las atronadoras cataratas de Iguazú o Niágara, los imponentes cañones de Colorado o Hawai, los esplendorosos fiordos de Noruega o Nueva Zelanda... ¡cuánta admiración suscitan estas maravillas de la naturaleza! Pero ¿son solo productos casuales de la llamada Madre Naturaleza? No, ¡son mucho más que eso! Son las obras imponentes de un Magnífico Creador, un Padre celestial amoroso de quien el rey Salomón escribió: “Todo lo ha hecho bello a su tiempo. Aun el tiempo indefinido ha puesto en el corazón de ellos, para que la humanidad nunca descubra la obra que el Dios verdadero ha hecho desde el comienzo hasta el fin”. (Eclesiastés 3:11.) Ciertamente, al ser humano le tomaría una eternidad descubrir todas las obras gloriosas con las que nuestro Creador ha llenado el universo.

¡Qué Magnífico Creador tenemos! Y qué contentos estamos de que este Dios Todopoderoso “al fin de estos días nos [haya] hablado por medio de un Hijo, a quien nombró heredero de todas las cosas, y mediante el cual hizo los sistemas de cosas”. (Hebreos 1:2.) Este Hijo, Jesucristo, apreció la bondad de toda la creación de su Padre. Se refirió con frecuencia a la creación cuando ilustró los propósitos de su Padre y cuando dirigió palabras de ánimo a sus oyentes. (Mateo 6:28-30; Juan 4:35, 36.) Muchos han percibido “por fe” que los prodigios de la creación “fueron puestos en orden por la palabra de Dios”. (Hebreos 11:3.) Nuestra vida diaria debe reflejar esta fe. (Santiago 2:14, 26.)

Las creaciones de nuestro Dios son, en verdad, magníficas. Reflejan de manera maravillosa su sabiduría, poder, justicia y amor. Por ejemplo, inclinó la Tierra y la puso en órbita alrededor del Sol de modo que su futura creación, el hombre, pudiera disfrutar de la agradable sucesión de las estaciones. Dios dijo: “Durante todos los días que continúe la tierra, nunca cesarán siembra y cosecha, y frío y calor, y verano e invierno, y día y noche”. (Génesis 8:22.) Además, abasteció la Tierra con un sinnúmero de minerales valiosos. Sobre todo, proveyó agua en abundancia, que más tarde se convertiría en componente fundamental y sostén de toda la vida terrestre.

En una secuencia ordenada de seis ‘días creativos’, cada uno de miles de años de duración, la “fuerza activa de Dios” preparó la Tierra para que el hombre la habitara. La luz que nos permite ver, el aire que respiramos, la tierra seca donde vivimos, la vegetación, la sucesión de día y noche, los peces, las aves, los animales..., todos fueron producidos en orden por nuestro Magnífico Creador para el servicio y deleite del hombre. (Génesis 1:2-25.) Ciertamente podemos unirnos al salmista y exclamar: “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones”. (Salmo 104:24.)

La obra maestra de la creación de Dios

Al acercarse el fin del sexto “día” creativo, Dios hizo al hombre y luego a su ayudante, la mujer. ¡Qué broche de oro para la creación terrestre, mucho más maravilloso que todas las creaciones físicas anteriores! Salmo 115:16 nos informa: “En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. Por ello Jehová hizo a las almas humanas de manera que pudieran disfrutar y aprovecharse de lo que había creado anteriormente en la Tierra. Cuántas gracias debemos dar por nuestros ojos —más complejos que la mejor cámara—, que pueden captar el mundo lleno de color que nos rodea. Tenemos los oídos —mejores que cualquier sistema de sonido hecho por el hombre— para disfrutar de la conversación, la música y el canto melódico de las aves. Poseemos la facultad del habla, para la que necesitamos la versátil lengua. Las papilas gustativas de la lengua, combinadas con nuestro sentido del olfato, nos permiten disfrutar del sabor de una variedad interminable de alimentos. ¡Y cuánto apreciamos la caricia de una mano amorosa! Sin duda podemos dar gracias a nuestro Creador, como lo hizo el salmista al decir: “Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son maravillosas, como muy bien percibe mi alma”. (Salmo 139:14.)

La bondad amorosa de nuestro Creador

El salmista escribió: “Den gracias a Jehová, porque él es bueno [...]; el Hacedor de cosas maravillosas, grandes, a solas: porque su bondad amorosa es hasta tiempo indefinido”. (Salmo 136:1-4.) Esta bondad amorosa lo está impulsando ahora a hacer cosas maravillosas mucho mayores que cualquiera de las creaciones descritas antes. Sí, aunque está descansando en lo que respecta a la creación de cosas materiales, sigue creando en un plano espiritual. Lo está haciendo para responder a un desafío inicuo que se le lanzó. ¿Cuál fue?

Dios puso al primer hombre y a la primera mujer en un paraíso glorioso, Edén. Sin embargo, un ángel renegado, Satanás, se erigió en dios e hizo que la pareja humana se rebelara contra Jehová. Con justicia, Dios los sentenció a muerte, de modo que sus hijos, toda la raza humana, nacieron en pecado y en una condición moribunda. (Salmo 51:5.) El relato bíblico sobre Job indica que Satanás desafió a Dios alegando que ningún hombre sería íntegro a Él bajo prueba. Pero Job demostró que Satanás es un mentiroso impenitente, como también han demostrado muchos otros siervos fieles de Dios desde tiempos bíblicos hasta nuestros días. (Job 1:7-12; 2:2-5, 9, 10; 27:5.) Jesús, un hombre perfecto, puso el mejor ejemplo de integridad. (1 Pedro 2:21-23.)

Por ello Jesús estaba en posición de decir: “El gobernante del mundo [Satanás] viene. Y él no tiene dominio sobre mí”. (Juan 14:30.) Sin embargo, “el mundo entero yace en el poder del inicuo” hasta este día. (1 Juan 5:19.) Como Satanás puso en tela de juicio la rectitud de la soberanía de Jehová, se le concedieron unos 6.000 años para mostrar si puede gobernar con éxito a la raza humana. Las condiciones cada vez peores de la humanidad dan testimonio de su miserable fracaso. Nuestro amoroso Dios, Jehová, pronto eliminará esta corrupta sociedad mundial y ejercerá su recta soberanía sobre la Tierra. ¡Qué alivio supondrá este cambio para todos los seres humanos que anhelan un gobierno pacífico y justo! (Salmo 37:9-11; 83:17, 18.)

Sin embargo, ¡esto no es todo! La bondad amorosa de Dios se demostrará a mayor grado sobre la base de las palabras de Jesús en Juan 3:16: “Tanto amó Dios al mundo [de la humanidad] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. El que se vuelva a dar a la humanidad la perspectiva de vida eterna en la Tierra implica la creación de nuevas cosas. ¿Cuáles? ¿Cómo beneficiarán a la humanidad doliente? El próximo artículo contesta estas preguntas.

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