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  • La confianza en Jehová me ha sostenido

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  • La confianza en Jehová me ha sostenido
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
w97 1/2 págs. 20-23

La confianza en Jehová me ha sostenido

RELATADO POR AGENOR DA PAIXÃO

Nuestro único hijo, Paul, murió de bronquitis cuando tenía solo 11 meses. Tres meses después, el 15 de agosto de 1945, la pulmonía acabó con la vida de mi querida esposa. Yo tenía 28 años, y estas tragedias me dejaron triste y afligido. No obstante, la confianza en Jehová y en sus promesas me sostuvo. Le relataré cómo llegué a adquirir dicha confianza.

MI MADRE me enseñó a adorar a los “santos” de la Iglesia Católica desde que nací, el 5 de enero de 1917 en Salvador (estado de Bahia, Brasil). Hasta nos despertaba temprano a mis hermanos y a mí para rezar todos juntos. Sin embargo, mis padres también asistían a sesiones de candomblé, los ritos vuduistas afrobrasileños. Yo respetaba estas creencias, pero ni los llamados santos del catolicismo ni el candomblé me inspiraban confianza. Lo que me desilusionaba especialmente era el prejuicio racial que se manifestaba en estas religiones.

Con el tiempo, mis dos hermanos mayores se fueron de casa para buscar trabajo. Después, mi padre abandonó a la familia. De modo que a los nueve años de edad tuve que ponerme a buscar trabajo para ayudar a mi madre y a mi hermana menor. Unos dieciséis años más tarde, mi vida dio un giro decisivo a raíz de una serie de conversaciones que sostuve con un compañero de trabajo en la fábrica donde estaba empleado.

Adquiero confianza en Jehová

En 1942 conocí a Fernando Teles, quien solía decir que adorar a los “santos” estaba mal. (1 Corintios 10:14; 1 Juan 5:21.) Al principio no le presté ninguna atención. Pero me atrajeron su sinceridad y el interés que tenía por la gente, prescindiendo del color de su piel. Me impresionaba su conocimiento bíblico, especialmente lo que decía acerca del Reino de Dios y una Tierra paradisíaca. (Isaías 9:6, 7; Daniel 2:44; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4.) Al percatarse de mi interés, me dio una Biblia y varias publicaciones bíblicas.

Unas semanas más tarde acepté la invitación de asistir a un estudio bíblico de congregación. El grupo estaba analizando el libro Religión, editado por la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. Me gustó el estudio, así que comencé a asistir a todas las reuniones de la congregación de los testigos de Jehová. Lo que me impresionó especialmente fue no ver ningún prejuicio y que se me aceptara de inmediato. Por aquel entonces había comenzado a cortejar a Lindaura. Cuando hablé con ella sobre lo que estaba aprendiendo, empezó a acompañarme a las reuniones.

Otro detalle que me impresionó de las reuniones fue el énfasis que se daba a la predicación. (Mateo 24:14; Hechos 20:20.) Animado por los precursores, como se denomina a los ministros de tiempo completo, comencé a hablar informalmente con los demás pasajeros del tren al ir y volver del trabajo. Cuando encontraba a alguien interesado, le pedía su dirección y lo visitaba para tratar de cultivar el interés.

Entretanto, siguió fortaleciéndose mi confianza en Jehová y en la organización que él utiliza. Así que después de escuchar un discurso bíblico acerca de la dedicación cristiana, me bauticé en el océano Atlántico el 19 de abril de 1943. Aquel mismo día participé por primera vez en la predicación de casa en casa.

Lindaura y yo nos casamos dos semanas más tarde, el 5 de mayo. Ella se bautizó en agosto de 1943 durante la primera asamblea que celebraron los testigos de Jehová en la ciudad de Salvador. El Anuario de los testigos de Jehová para 1973 contó acerca de aquella asamblea: “La acción del clero logró silenciar el discurso público en Salvador, pero no antes que se hubiera dado mucho y excelente anuncio”. La evidencia de la dirección de Jehová en medio de aquella intensa persecución fortaleció mi confianza en él.

Como relaté al principio, mi querida esposa, Lindaura, falleció a los dos años de bautizarse y tres meses después de la muerte de nuestro hijo. Ella tenía solo 22 años. Pero la confianza en Jehová me sostuvo durante aquellos meses difíciles.

La actividad espiritual me fortalece

En 1946, un año después de haber perdido a mi esposa y a mi hijo, se me nombró siervo de estudios bíblicos en la única congregación que había en Salvador. En aquel mismo año se inauguró en las congregaciones de Brasil la Escuela del Ministerio Teocrático, y yo fui el primer conductor en el estado de Bahia. En octubre de 1946 se celebró en la ciudad de São Paulo la Asamblea Teocrática “Naciones Alegres”. Mi patrono, para quien había trabajado diez años, me dijo que me necesitaba y me presionó para que no fuera. Sin embargo, después de explicarle lo mucho que significaba para mí asistir a la asamblea, me dio un generoso regalo y me deseó buen viaje.

Las sesiones de la asamblea, celebrada en el Teatro Municipal de São Paulo, se presentaron en portugués, el idioma de Brasil, así como en inglés, alemán, húngaro, polaco y ruso. En aquella asamblea se presentó la revista ¡Despertad! en portugués. La asamblea me animó tanto (asistieron unas mil setecientas personas al discurso público) que llené una solicitud para empezar a servir de precursor el 1 de noviembre de 1946.

En aquel tiempo utilizábamos mucho los gramófonos en la obra de precursor. Un discurso que solíamos poner a los amos de casa era “Protección”. A continuación decíamos: “Para protegernos de un enemigo invisible, tenemos que apegarnos a un amigo que también es invisible. Jehová es nuestro mejor amigo, y es mucho más poderoso que nuestro enemigo Satanás. De modo que tenemos que apegarnos a Jehová a fin de protegernos de Satanás”. Después ofrecíamos el folleto Protección, que daba más información.

Aún no llevaba un año de precursor cuando recibí la invitación de servir de precursor especial en la Congregación Carioca, de Río de Janeiro. Allí afrontamos oposición enconada varias veces. En cierta ocasión un amo de casa atacó a mi compañero, Ivan Brenner. Los vecinos llamaron a la policía, que nos llevó a todos a la comisaría.

Durante el interrogatorio, el enfurecido amo de casa nos acusó de perturbar la paz. El jefe de policía le ordenó que se callara. Después se dirigió a nosotros y nos dijo con tono amable que podíamos marcharnos, pero retuvo a nuestro acusador y lo culpó de agresión. Situaciones de este tipo sostuvieron mi confianza en Jehová.

Ensancho mi ministerio de tiempo completo

El 1 de julio de 1949 me llevé la inmensa alegría de recibir una invitación para servir en Betel, nombre que recibe la sucursal de los testigos de Jehová en cada país. En aquel tiempo, el Betel de Brasil se encontraba en la calle Licínio Cardoso, 330, de Río de Janeiro. La familia Betel se componía de solo diecisiete personas. Asistí por un tiempo a la cercana Congregación Engenho de Dentro, pero después me asignaron a servir de superintendente presidente en la única congregación de Belford Roxo, una ciudad ubicada a unos cuantos kilómetros de Río de Janeiro.

Los fines de semana tenía mucho trabajo. Los sábados viajaba en tren a Belford Roxo, por la tarde salía a predicar y por la noche asistía a la Escuela del Ministerio Teocrático y la Reunión de Servicio. Pasaba la noche en casa de los hermanos y a la mañana siguiente salía a predicar. Por la tarde asistía al discurso público y al Estudio de La Atalaya, y regresaba a Betel alrededor de las nueve y media de la noche. Hoy día hay dieciocho congregaciones en Belford Roxo.

En 1954, después de seguir aquel horario por tres años y medio, me asignaron otra vez a Río de Janeiro para servir de superintendente presidente en la Congregación São Cristóvão, donde estuve los siguientes diez años.

Mis asignaciones en Betel

Mi primera asignación en Betel fue construir un garaje para el único vehículo de la Sociedad: una furgoneta Dodge de 1949 a la que llamábamos Chocolate por su color marrón. Una vez terminado el garaje, me asignaron a la cocina, donde trabajé tres años. Después me transfirieron a la imprenta, donde llevo trabajando más de cuarenta años.

Gran parte del material de imprenta que teníamos era de segunda mano. Por ejemplo, durante muchos años tuvimos una vieja prensa de platina a la que llamábamos cariñosamente Sara, como la esposa de Abrahán. La habían utilizado durante años en la fábrica de la sede mundial de la Sociedad Watch Tower en Brooklyn (Nueva York). La enviaron a Brasil en los años cincuenta. Aquí, al igual que la esposa de Abrahán, dio fruto en su vejez, en este caso las revistas La Atalaya y ¡Despertad!

Nunca ha dejado de asombrarme el aumento en la cantidad de publicaciones producidas en la imprenta de Brasil. En 1953 imprimimos un total de 324.400 revistas, pero ahora la producción pasa de tres millones de ejemplares al mes.

Las instalaciones de Betel

Ha sido emocionante ver la expansión que ha habido a lo largo de los años en las instalaciones de la sucursal de Brasil. En 1952 construimos una fábrica de dos pisos detrás del Hogar Betel en Río de Janeiro. En 1968 se transfirió el Betel a un nuevo edificio de la ciudad de São Paulo. Cuando nos mudamos, todo parecía grande y espacioso para nuestra familia Betel de 42 personas. Estábamos convencidos de que aquel edificio nos bastaría para todo el crecimiento futuro. No obstante, en 1971 se construyeron dos anexos de cinco pisos y se compró una fábrica adyacente, que se remodeló y unió al complejo. Pero en cuestión de pocos años, el aumento constante de proclamadores del Reino —en 1975 sobrepasamos la cifra de cien mil— hizo necesario buscar más espacio.

Por lo tanto, se construyó un nuevo complejo de edificios a unos 140 kilómetros de São Paulo, cerca de la pequeña localidad de Cesário Lange. En 1980 nuestra familia Betel de 170 personas se trasladó a las nuevas instalaciones. Desde entonces, la obra del Reino ha crecido de manera espectacular. Ahora tenemos más de cuatrocientos diez mil hermanos predicando regularmente en Brasil. A fin de atender las necesidades espirituales de todos estos proclamadores del Reino, hemos tenido que seguir construyendo nuevas fábricas con el fin de imprimir publicaciones bíblicas y nuevas residencias para alojar a los voluntarios de Betel. En la actualidad tenemos unos mil cien betelitas.

Privilegios que valoro muchísimo

Considero el servicio de Betel un privilegio muy estimable. Por esa razón, aunque años atrás pensé en casarme de nuevo, luego decidí concentrarme plenamente en mi asignación de Betel y en la predicación. Aquí he tenido el privilegio de trabajar en la imprenta junto con muchísimos jóvenes y capacitarlos para sus asignaciones. He procurado tratarlos como si fueran mis hijos. Su celo y altruismo han sido para mí una fuente de mucho estímulo.

Otro privilegio ha sido gozar de la compañía de muy buenos compañeros de cuarto a lo largo de los años. Es cierto que las diferencias de personalidad a veces han presentado problemas. Pero he aprendido a no esperar perfección de los demás. He procurado no hacer montañas de granos de arena ni tomarme demasiado en serio. Reírme de mis propios errores me ha ayudado a tolerar mejor los ajenos.

También he tenido el maravilloso privilegio de asistir a grandes asambleas internacionales en Estados Unidos. Una de estas fue la asamblea “Buenas Nuevas Eternas”, celebrada en el Estadio Yanqui de Nueva York en 1963, y la otra fue la Asamblea Internacional “Paz en la Tierra”, celebrada en el mismo lugar en 1969. Mientras estuve allí, tuve el placer de visitar la cercana sede mundial de los testigos de Jehová, ubicada en Brooklyn.

Durante diez años tuve también el privilegio de ser uno de los hermanos que preside por turno la adoración matutina de la familia Betel. Con todo, mi mayor privilegio, que me ha proporcionado mucho gozo y ánimo, es el de llevar el mensaje del Reino a personas de corazón sincero, tal como lo hizo nuestro Maestro Jesucristo.

En los últimos años he vivido con la enfermedad de Parkinson. El cuidado amoroso de los hermanos y hermanas de la enfermería de Betel ha sido para mí una fuente constante de ayuda y consuelo. Con plena confianza, le pido a Jehová que me dé la fortaleza para seguir haciendo todo lo posible a favor de su adoración verdadera.

[Ilustraciones de la página 23]

La sucursal de Brasil, donde resido actualmente

Junto a mi esposa, fallecida en 1945

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