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  • Masacre estudiantil: consuelo tras la tragedia
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2009
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  • Las primeras reacciones
  • Trauma difícil de superar
  • Lo que ayudó a algunos
  • Pronto acabará el sufrimiento
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2009
w09 1/12 págs. 9-12

Masacre estudiantil: consuelo tras la tragedia

EN PRIMERA plana, y sobre un fondo totalmente negro, aparecía la interrogante: “¿Por qué?”. Esto es lo que la gente, consternada, se preguntaba una y otra vez después de que un estudiante de 17 años se pusiera a disparar indiscriminadamente en la localidad de Winnenden (sur de Alemania), matando a quince personas hasta que por último se suicidó. En todo el país ondeaban banderas a media asta, y la trágica noticia se propagó por todo el mundo.

Winnenden es una idílica y próspera ciudad bordeada de viñas y huertos. En la escuela de enseñanza media Albertville, la mañana del 11 de marzo de 2009 comenzó con normalidad. Pero de repente, a las 9.30 se produjo un estallido de violencia y se desató el caos.

Un ex alumno irrumpió en la escuela empuñando una pistola que había tomado del dormitorio de sus padres. Se puso a disparar por el pasillo y en tres aulas, matando a nueve estudiantes y tres profesoras, y dejando varios heridos a su paso. La policía llegó en cuestión de minutos, pero el asesino corrió hacia el parque de un centro psiquiátrico cercano, y allí mató a un jardinero. A continuación secuestró un auto y, con el conductor como rehén, se dio a la fuga. A 40 kilómetros (25 millas) de la escuela, el hombre logró escapar. El joven agresor, acorralado por la policía en un concesionario de automóviles, mató a un vendedor y a un cliente e hirió de gravedad a dos policías. Finalmente, cuando vio que no podría escapar, se pegó un tiro en la cabeza.

Al parecer era un chico común y corriente que quería sentirse aceptado y tener amigos. Entonces, ¿por qué lo hizo? Aunque no se sabe a ciencia cierta, quizás atravesaba un episodio depresivo. Algunos opinan que lo hizo porque solía jugar con armas de aire comprimido y videojuegos violentos. Pero otros argumentan que miles de jóvenes se entretienen así y no cometen crímenes. También se especuló sobre si disparó al azar o escogió a sus víctimas, pues mató a ocho alumnas pero solo a un alumno.

Las primeras reacciones

“Cuando nuestro hijo llamó diciendo que había un tiroteo en la escuela, no podía creerlo —recuerda una mujer llamada Heike—. Pero al oír más y más sirenas de ambulancias y coches de policía, me entró el pánico.” La pronta llegada de la policía probablemente impidió que hubiera más víctimas en la escuela. Una vez evacuado el edificio, acudieron paramédicos, psicólogos y trabajadores pastorales que atendieron a los estudiantes hasta quedar extenuados.

Enseguida aparecieron un montón de periodistas que trataban de entrevistar a los estudiantes, muchos de los cuales aún estaban sumamente conmocionados. Un alumno contó veintiocho vehículos de veintiséis cadenas de televisión estacionados frente a la escuela. Había una reñida competencia entre los reporteros, quienes empezaron a dar información sin confirmar. El mismo día de la tragedia, cierto periodista visitó a la familia de una joven fallecida para conseguir fotos, y otros hasta pagaban a los estudiantes para que se dejaran fotografiar. Con toda la agitación del momento y en su afán por ser los primeros en ofrecer noticias de interés, parecía como si algunos reporteros se hubieran olvidado del respeto y consideración que merecían las víctimas.

Como suele pasar en estos casos, la gente acudió a la religión en busca de consuelo y de respuestas. El día de la masacre se celebró un funeral multiconfesional, que muchos agradecieron. Sin embargo, quienes deseaban que se les consolara con la Palabra de Dios o que se les contestaran las preguntas que más les inquietaban sufrieron una gran decepción. Tras asistir con su familia al funeral de una compañera de clase de su hijo, cierta señora dijo: “Un obispo habló de los sufrimientos de Job. Yo pensé que nos explicaría la lección que se puede extraer de ese relato o que ofrecería algún consuelo, pero no fue así. Ni siquiera mencionó el porqué de sus desgracias ni lo que pasó al final con Job”.

Un hombre quedó muy desilusionado por las palabras vacías que escuchó. Treinta años atrás había estudiado la Biblia con los testigos de Jehová, y ahora empezó a asistir de nuevo a sus reuniones.

Valisa, una chica de 14 años que recibe clases bíblicas de los Testigos, oyó los disparos desde un aula cercana y se puso a orar a Jehová. Cuando luego le preguntaron cómo estaba sobrellevando la situación, respondió que, gracias al estudio de la Biblia, entendía que ese tipo de sucesos confirman que vivimos en los últimos días (2 Timoteo 3:1-5). En una ocasión, dos Testigos estaban ofreciendo consuelo a sus vecinos, y una señora mayor se acercó a ellas diciéndoles: “¡Ojalá hubiera más personas que hicieran lo mismo!”. La masacre estremeció a muchos, pero al menos algunos se sintieron impulsados a escuchar el mensaje de esperanza y consuelo que ofrecen las Escrituras.

Trauma difícil de superar

Por supuesto, no hay palabras de consuelo, por sinceras que sean, que puedan eliminar la angustia y desesperación de quienes se vieron afectados directamente por la tragedia. Nada puede aliviar por completo el dolor de los padres que han perdido a sus hijos ni la desolación del policía que corrió hacia la escuela solo para descubrir que su esposa también había sido asesinada.

Tanto los estudiantes que sobrevivieron como sus familias quedaron profundamente traumatizados, aunque cada uno lo manifestara a su manera. Vassilios, que saltó por una ventana de emergencia tan pronto como empezó el tiroteo, recuerda: “Al huir, oré a Jehová. Pensé que iba a morir, que aquella era mi última oración”. Durante las siguientes semanas sufrió terribles pesadillas y no quería hablar con nadie. Le indignaba que los medios de comunicación quisieran sacarle partido a la noticia y que quienes trataban de conseguir detalles lo hicieran con tanta insensibilidad. Pero poco a poco logró afrontar la realidad.

Jonas estaba en la misma aula que Vassilios y presenció el asesinato de cinco de sus compañeras. “Al principio me resultaba fácil explicar lo que pasó —comenta—, era como contar una película de terror. Pero ahora me cuesta decir cómo me siento. Mi estado de ánimo cambia a menudo. Hay veces que no quiero hablar del asunto, y otras, que no paro de hacerlo.” Jonas también tiene pesadillas y trastornos del sueño.

Después de unos días, los alumnos recuperaron las pertenencias que se les habían quedado en las aulas. Los especialistas ya habían anticipado que ver aquellos objetos podría traerles recuerdos de la tragedia. Jonas, por ejemplo, no quería tocar su chaqueta ni su mochila ni el casco de su moto. Además, se aterrorizaba cada vez que veía a alguien que se parecía al asesino o que llevaba una mochila como la de este. Y si sus padres miraban una película en la que de pronto se escuchaba un disparo, se le ponían los nervios de punta. Los afectados recibieron ayuda psicológica para que ese tipo de cosas no les hicieran revivir la tragedia.

El padre de Jonas, Jürgen, trabaja en el centro psiquiátrico donde fue asesinado el jardinero. Él menciona que muchos padres y compañeros suyos no dejaban de preguntarse “¿por qué?” o “¿qué habría ocurrido si...?”. Por ejemplo, una empleada que vio pasar desde un balcón al joven agresor se quedó tan traumatizada con la idea de que también hubiera podido dispararle a ella que necesitó recibir tratamiento psiquiátrico.

Lo que ayudó a algunos

¿Qué ha ayudado a algunas personas a salir adelante tras esa terrible experiencia? Jürgen señala: “Aunque a veces sea difícil, hace bien estar con otros. Ayuda mucho saber que se interesan por uno, que no estamos solos”.

Jonas concuerda con su padre. “Muchos me envían tarjetas y mensajes electrónicos —comenta—. Algunos hacen referencia a textos bíblicos, y yo los busco. Eso me da ánimo.” ¿Qué más le ayuda? Él cuenta: “Cuando me despierto por las noches angustiado, me pongo a orar. A veces escucho música o las grabaciones de la revista ¡Despertad!”.a Jonas añade que, según la Biblia, estas cosas pasan porque Satanás gobierna el mundo y vivimos en el tiempo del fin. Su padre asegura que saber esto les ayuda en gran manera.

Pronto acabará el sufrimiento

En pocos días, la zona frente a la escuela se llenó de velas, flores y cartas. Kerstin observó varias notas que preguntaban por qué sucedió aquello y por qué lo permitió Dios. Reconociendo que esas preguntas merecían una respuesta, escribió una carta junto con otras dos Testigos y la colocó entre las demás.

Mientras una cadena de televisión transmitía el funeral oficial, se mostró esa carta y se leyó la introducción, que decía: “¿Por qué? En estos días se ha oído a más y más personas formular esa pregunta, y en particular: ¿Dónde estaba Dios? ¿Por qué lo permitió?”. Lamentablemente, eso fue lo único que se leyó.

¿Por qué decimos “lamentablemente”? Porque la carta pasaba a explicar el origen de todo el sufrimiento y decía que Dios “se encargará de reparar todo el daño que la humanidad ha causado”. Y proseguía así: “En el último libro de la Biblia, Dios garantiza que limpiará toda lágrima de los ojos de la gente, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores habrán pasado”. Jehová hasta resucitará a los muertos. Bajo su Reino, ya muy cercano, no habrá más calamidades, masacres ni sufrimiento de ningún tipo. Él prometió: “¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas” (Revelación [Apocalipsis] 21:4, 5).

[Nota]

a La revista ¡Despertad!, en su versión impresa y en audio, es editada por los testigos de Jehová.

[Ilustración de la página 12]

Jonas recibió una tarjeta que decía: “Estamos pensando en ti”

[Reconocimiento de la página 9]

Focus Agency/WPN

[Reconocimiento de la página 9]

© imagebroker/Alamy

[Reconocimiento de la página 10]

Foto: picture alliance

[Reconocimiento de la página 11]

Foto: picture alliance

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